Lai Yiu-Kai y Ho
Po-Wing viven una apasionada relación. Viajan desde Hong Kong a Argentina, pero
la llegada al nuevo país parece transformar las cosas y Ho, de repente,
abandona a Lai. Éste comienza a trabajar como portero de un bar, con el único
afán de reunir el dinero suficiente para volver a su país. Un día Ho reaparece,
pero las cosas ya no son iguales... (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
¿Qué iremos a hacer con este amor que es la cura, pero también es el veneno? ¿Qué iremos a hacer? ¿Morir por amor? Después de todo no hay otra forma de morir, como tampoco hay otra forma de amar sino muriendo. ¿Qué iremos a hacer con esta historia que nos contamos, esta historia de sutiles casualidades sincronizadas por una mano invisible, de sabanas revueltas y peleas infernales? ¿Qué haremos con estos cuerpos muertos secándose al sol? Inventar al amor entre un par de circunstancias arrojadas como dados sobre un paño inexorable. Apostar al fuego a pesar del viento y del agua que nos arremete a cada instante. Inventar el mito por amor, aquella cinta que nos une para siempre en este laberinto de mentiras. Inventarlo para que algo de todo esto tenga algún sentido. Inventarlo para no alcanzarlo nunca, porque como bien sabemos, el único amor verdadero es el amor imposible, aquel al que nunca se llega y se mantiene impoluto en el inalcanzable mundo de las ideas. El amor, así como también el arte, es siempre desde la ausencia, desde la falta y allí su profunda paradoja. Al igual que el pensamiento filosófico respecto del saber, siendo el móvil del amor la búsqueda de nuestra plenitud, este nunca puede alcanzar su propósito final. El amor es la búsqueda que cuando logra alcanzar aquello que busca, se disuelve como búsqueda y entonces allí muere. Debemos desaprender el amor. Amamos según un dispositivo heredado que construye nuestra subjetividad afectiva. Pero, en definitiva, el amor es el otro y ese otro, por otro, por inalcanzable e inaccesible, duele.
Claro que siempre está aquella posibilidad de amar apropiándose del otro, de proyectar todo lo que yo necesito que el otro sea para mi propia tranquilidad. En tal caso, todo ideal de amor será siempre una forma de ensimismamiento. Pero no nos detendremos ni un segundo a pensar en aquella forma bastarda. Para nosotros amar es siempre una aventura a la cual accedemos con la certeza de que nunca saldremos ilesos. Hablo de la maravillosa experiencia de retirar nuestro yo para que el otro sea. De amar desinteresadamente, apasionadamente. En su etimología, la palabra pasión deviene de la acción pasiva y se liga a un estado de sufrimiento. Dejar ser, apagar nuestro ego, visualizar y reconocer a aquel otro, desapropiarnos de uno mismo en función de ese otro es siempre doloroso. Para el yo, entonces, la economía del amor es siempre una experiencia de pérdida y despojo. Al poner la importancia en el otro, al entregarnos de lleno a esa dinámica, vamos siempre en contra nuestro. Lo mejor del amor es que nos saca de nosotros mismos, es que, ante la debilidad del otro, ante su vulnerabilidad, decidimos no avanzar. Es que allí, donde creíamos estar en casa, nos hace sentir finalmente un extranjero.
Lucas
Itze.-
Canción
elegida para la editorial
IMPRESIONES SOBRE HAPPY TOGETHER
Apartarse. Ir y volver. Los recuerdos grises que aparecen. Los caminos que se bifurcan. El tango como esa melodía errante. Todo lento, pero incesante. De un lugar, de un mundo que fue y ya no será. ¿Con qué ojos vemos ese pasado? Sería bueno investigarlo. Estar aquí o allá. Depende el lugar sabremos que sombras vemos y que luces nos apagan. Viajar a otro mundo. Encontrarlo tan cínicamente ideal. Sin la mochila de la historia y de la memoria atrás. ¿Desde qué punto se ve una obra? Como amenazan los recuerdos la mirada de otro que llega desde un lugar tan lejano. La época como una marca indeleble. La nostalgia, siempre de la mano y el morbo de la subjetividad. Esos caminos se cruzan muchas veces desde el punto de vista del que mira. No importa si alguien quiso contar algo totalmente ajeno a uno. Entonces agarramos esas imágenes (o la música o la historia o lo que fuere) y las hace parte de su yo. En esa transmisión de fotogramas que invocan sentidos perdidos por ese pasado que ya no es tal. ¿Mejor? No lo creo. Diferente… en algún punto quizás. Una locura adolescente seguramente. Un mundo visto desde los ojos de otro mundo encontrándose en un punto en común. Buenos Aires… Capital Federal mejor dicho. Bien sabemos que Buenos Aires significa unas cosas para unos y otras para otros. La Boca, Barracas, San Telmo. La cerveza y la pizza. Un “pizza, birra, faso” de otro estilo (dicho film se estrenaría al año siguiente). El tango y la cumbia, aunque no tengan mucho en común. El fútbol. Boca y River, con ambas hinchadas y las tribunas llenas.
Los adoquines, que le daban ese color a una ciudad que se negaba a apagarse. El Riachuelo que ya había pasado los mil días, pero estaba peor que antes. Los años ´90. El mundo se despertaba, las guerras aumentaban, como así los países del planisferio. Empezaba otro tipo de libertinaje. Sobre el final de esa década ya el Sida no era la enfermedad rosa. Ya la homosexualidad en algunos países no estaba penalizada. Argentina estaba empezando a transitar una decadencia política que estallaría en 2001. El uno a uno y sus ventajas. Miami como segunda patria. El champagne poniendo mimosas a las mujeres del poder. Ese poder que cometía algunos de los crímenes más recordados. Las bandas más importantes que hacían fila para tocar. Y ciertos tipos creyéndose un Rolling Stone más. Daba para todo. Incluso para que algunos cineastas vengan a filmar… De su admiración por un tal Maradona pero sobre todo por la novela The Buenos Affaire de Manuel Puig, un día llegó a estas tierras Wong Kar-Wai. Nacido en China pero criado en Hong Kong, justamente un lugar donde bien saben que es ser visto por la mirada del otro, en plena pelea por si ese territorio era británico o chino. Vino para contar una historia de pasión, sábanas sudadas y desencuentros entre dos jóvenes que querían conocer las Cataratas del Iguazú. Tony Leung y Leslie Cheung eran los actores del momento, dos figuras claves del nuevo cine hongkonés. Bien sabemos que Kar-Wai más que guiones propiamente dichos suele tener muchos bocetos y es de utilizar la improvisación como parte importante de su rutina.
El film sorprenderá con la fotografía en blanco y negro proporcionada por el clásico director australiano Christopher Doyle, habitual colaborador del cineasta. Durante ese período tendremos la presentación de personajes, conoceremos a Yiu Fai (que también será narrador de la historia) y a Po Wing, el viaje nunca hecho hacia Iguazú, la ausencia de Po y su vuelta, en medio de discusiones que terminarán en un hospital. Luego, la fotografía volverá al color que nos tiene acostumbrado el director. Esta reflejará la emoción de los personajes, el juego de colores y sus contrastes estarán directamente unidos a la experiencia de los mismos. Un juego que se combina con el tiempo, en un pase de baile bien tanguero. Habrá momentos monocromáticos, aparecerán los sepias por ciertas noches, pero como siempre, esos verdes y rojos, con algún que otro amarillo, se mezclarán para darle la clásica identidad Wongkarwaiana, su marca de poesía visual. Esa tenacidad en los colores y la cámara en mano nos meterá tan de lleno en esa habitación que por momentos nos obliga a alejarnos. Las imágenes de esos primeros planos y la cámara con movimientos temblorosos serán parte de ciertos encuentros del metraje. Sin embargo, por momentos todo se relajará y pasaremos a ser simples testigos de una pieza de baile o espiar por el vidrio de una puerta en el restaurant que Fai trabaja. Todos elementos visuales que utiliza el director para crear una atmósfera pesada y tensa, gracias también a perfiles bien diferenciados de los protagonistas. Fai es amable, tranquilo y está en búsqueda de un amor duradero y de un trabajo para poder regresar. Po Wing es terco, infiel y por momentos agresivo. Será él quien se vaya en busca de otros amores e incluyo llegue hasta la prostitución.
El
film tendrá una buena base de diálogos fluidos, donde la desesperanza por no
poder volver a su país y tener que buscar lugares para dormir y trabajar
marcarán la relación. Y sobre el último tercio de la película, aparecerá el
tercer protagonista que acelerará la curva dramática de la película. Hablamos
de Chang, un compañero de trabajo taiwanés de Fai. Será la otra voz que narre
partes de la historia y aunque no esté tan desarrollada, será de vital
importancia para el devenir de Fai. El tango, con Astor Piazzolla como
protagonista, será el condimento ideal para enmarcar los fotogramas de esas
calles porteñas. La película mostrará la trama del desarrollo entre los tres
personajes principales y sus componentes locales. Desde los bares y las
cantinas hasta los conventillos de La Boca. Desde los cines porno del
microcentro hasta los baños de Constitución. Todo desde una mirada ajena, pero
a la vez tan nuestra. Donde la suciedad y la belleza se unen. Una historia más
de amor, de soledad, de desencuentros y de tristezas. Una historia más de almas
que buscan un lugar mejor. De vidas que siguen su curso sin saber dónde van a
dormir esa noche. Con la desilusión y la incertidumbre a flor de piel. De unas
unos seres tan pequeños ante la inmensidad de esas cataratas. De que el fin del
mundo no se termine en un simple faro. De una ciudad que parecía vida y muerte
al mismo tiempo. El símbolo de una década que ya no está más. Y también a
escucharnos. Porque “los oídos lo ven todo y mejor que los ojos” diría Chang. Y
que parece raro, que ciertas miradas nos hagan acordar de esos viejos tiempos
como si fuéramos nosotros mismos. Como si el mundo nos obligue a mirarnos en
el espejo.
Marcelo
De Nicola.-
Canción post impresiones
UNIVERSO WONG KAR-WAI
Nacido en China en 1958, emigró a Hong Kong
a los 5 años de edad, por las dificultades para hablar el idioma cantones de su
lugar adoptivo (él hablaba mandarín y dialectos de Shangai), iba con su madre
al cine pasándose horas ahí dentro.
Empezó trabajando como guionista para la
televisión, y después empezó una carrera junto a su amigo australiano Christopher
Doyle, quien sería el director de fotografía de la mayoría de sus films,
gracias a ese binomio, Kar Wai fue apodado “el poeta de la imagen”.
Su primer film fue en 1988, llamado El
fluir de las lágrimas, donde la historia se centra en dos hermanos que
están inmersos en el mundo de la mafia china.
Dos años después llegó Días salvajes, film con el que empezó a ser reconocido en diferentes partes del
mundo.
En 1994 filma Ashes of Time, donde cuenta la
historia de un armador de katanas en la antigua China, en un film de tono
épico. El film ganó el premio a mejor fotografía en Venecia.
Ese mismo año llega uno de sus films más
aclamados: Chungking Express, dos historias de amor en el pleno
barrio turístico de Hong Kong. Un joven policía y una traficante de drogas por
un lado. Un agente de policía y una camarera de un bar por el otro. Fue
nominada a mejor película en varios festivales. Uno de los films preferidos de Quentin
Tarantino.
Un año después filma la excelente Angeles
caídos, un notable drama donde conviven un asesino a sueldo que quiere
retirarse, una prostituta enamorada de el sin conocerlo, y un joven mudo que
vive con su padre.
En 1997 estrena Felices juntos,
la historia de Lai y Ho, dos jóvenes que vienen a Argentina en busca de una
nueva vida, pero una vez en Buenos Aires, los caminos se separan, y Lai, que
trabaja de portero de un bar, quiere volver a Hong Kong, cuando su antiguo
amante Ho, aparece, la cosas ya no son iguales. El film ganó el premio al mejor
director en Cannes.
El 2000 llega con una catarata de premios
gracias al film Con ánimo de Amar, la historia de Chow, un redactor
de un diario local que se muda a un edificio donde conocerá a Li Zhen, quien se
acaba de ir a vivir con su esposo. Ellos se volverán cada vez más amigos, pero
pronto descubrirán algo inesperado de sus respectivos cónyuges. Es la segunda
parte de la trilogía iniciada en Días salvajes. El film consiguió el premio a
mejor película extranjera en los Bafta ingleses, los César franceses, y en el
Círculo de Críticos de Nueva York.
Participa del film Eros, una
película dividida en tres episodios sobre el erotismo, la sensualidad y el
amor. Junto a Steven Soderbergh y Michelangello Antonioni. Su
segmento se tituló La Mano.
En 2004 cierra la trilogía iniciada en 1991
con el film 2046, sobre un escritor que escribía sobre el futuro,
aunque en realidad estaba escribiendo sobre el pasado. Para muchos, la obra
maestra del cineasta.
Llega a Hollywood en 2007 cuando estrena My Blueberry Nights, la historia de una jóven que realiza un viaje espiritual por América y a lo largo de la Ruta 66 se encontrará con diversos personajes. Nominada a la Palma de Oro en Cannes.
El último largo que ha filmado fue El arte de la guerra en
2013, la historia de Ip Man, el mítico maestro de kung fu japonés (y maestro de
Bruce Lee) y la bella Gong (la gran luchadora del país en ese momento) y su
importancia en la civilización china, en la previa de la invasión japonesa de
1936.
En estos años está preparando Blossoms Shangai, una serie contada
durante dos períodos: desde la década de 1960 hasta mediados de la década de
1970, el final de la Revolución Cultural; y desde la década de 1980 hasta
principios del siglo XXI.
Sería una adaptación de la novela de Jin Yucheng que completaría una nueva
trilogía junto a sus emblemáticos títulos ‘Deseando amar’ y ‘2046’.
FICHA TÉCNICA
Título original: Chun
gwong tsa sit
Año: 1997
Duración: 98 min.
País: Kong Kong
Dirección: Wong Kar-Wai
Guion: Wong Kar-Wai
Reparto: Leslie Cheung, Tony Leung, Chen Chang, Gregory
Dayton
Música: Danny Chung
Fotografía: Christopher
Doyle
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