lunes, 15 de julio de 2019

EL HOMBRE QUE SABÍA DEMASIADO - THE MAN WHO KNEW TOO MUCH



SINOPSIS

Una familia americana, compuesta por el doctor Ben MacKenna (James Stewart), su mujer (Doris Day) y su hijo Hank, está pasando unas vacaciones en Marruecos. Tras la muerte de un espía en brazos de Ben, mientras visitaban el mercado de Marrakech, el matrimonio descubre que su hijo ha sido secuestrado. Sin saber en quién confiar, los MacKenna se ven envueltos en una angustiosa pesadilla que tiene que ver con una operación de espionaje internacional. (FILMAFFINITY)

EDITORIAL

En un mundo carente de absolutos ¿cómo podríamos afirmar entonces que sabemos demasiado?  ¿Cómo cuantificar el saber si se desgrana inaprensible, inabarcable entre los inquietos dedos del conocimiento? ¿Cómo afirmar que sabemos si lo único que hay es que nada es lo que sabemos? Saber demasiado, nos acerca inevitablemente al único límite concreto con el que nos encontraremos en este camino  que no es otro que la muerte. Solo en la muerte aquel calificativo sobre el saber tendrá valor alguno ¿Será la muerte un absoluto, aquella tabla que flota desafiante entre la intempestiva marea de la duda o será una de las tantas convenciones que alimentan aquel dispositivo heredado del que nos servimos para afirmar o negar algo; para centrarnos en un objeto y darlo por aprendido, por abarcado, por sabido? De todos modos, el saber y su difícil cuantificación siempre coloca en una posición de superioridad a su poseedor frente al que menos sabe. No saber nos somete y nos resta posibilidades en un mundo que sabe, o que afirma saber frente al desconcierto popular. 


En esta misma línea, podríamos decir que están los que saben y por ello los útiles, los capaces, los imprescindibles, y por debajo, entonces, asomaran los que no saben, los esclavos de su ignorancia. Oficiará aquí el saber, y cuando digo aquí hablo del orden social, de la organización de masa, como un selectivo natural que otorgará identidad en su construcción. Uno es porque sabe. Yo soy doctor, yo soy sociólogo y si no sé no soy. En aquella naturalidad selectiva, asomará claramente el poder. ¿Existirá un solo saber, un solo objetivo al que se tienda y sobre el cual cuantificar nuestro conocimiento? ¿Habrá una única manera de saber, de obtener discernimiento de forma tal que podamos afirmar sin ningún temor a la duda que alguien sabe o no sabe? ¿Podremos pensar al saber fuera de la estructura preestablecida, artificial y heredada del conocimiento para así huir lo más lejos posible de aquella figura sometedora, castradora, dictatorial y por eso impuesta de la mujer o el hombre que sabe demasiado?  

Lucas Itze.-

Canción elegida para la editorial



IMPRESIONES SOBRE EL HOMBRE QUE SABÍA DEMASIADO


La intriga muchas veces forma parte de un juego lúdico donde cada uno acepta el papel que le toca. Es incontable la cantidad de veces que uno esperó un tiempo que pareció eterno para obtener una respuesta a alguna determinada pregunta. Una adivinanza quizás suene como un juego hermosamente morboso, tratando de ver cuánto tiempo alguien puede aguantar en ese ficticio ring sin tirar la toalla. Desde los medios han ampliado el concepto hasta límites exacerbantes. Los conductores amplifican ese modelo en forma de tandas publicitarias eternas. Las series, hoy las amas del mercado, lograron que ese suspenso se prolongue de capítulo en capítulo para que uno deje el cerebro siempre prendido y las ganas de saber lo que viene hará el resto. Pero si hubo alguien que entendió el juego como nadie y fue el padre de todo lo que vino después, ese fue Alfred Hitchcock. El británico claramente no inventó el término ni mucho menos pero fue el que más aprovechó para utilizar todos los elementos que tiene el cine para crear ese tipo de suspenso y que el espectador quede atornillado a la butaca hasta que se resuelva el misterio. Como no podía ser de otra manera, El hombre que sabía demasiado cumple con esos requisitos. El film de 1956 es una remake del propio director que se rodó 22 años antes. En su famosa entrevista con el célebre François Truffaut le confiesa que la primera versión es la obra de un principiante con talento, y la segunda, la de un profesional. Esta vez, el guion será escrito por John Michael Hayes, habitual colaborador de Alfred. 


Este será lineal y el film empezará como una historia apta para todo público, gracias a la participación de Doris Day, la estrella femenina de esa época, quien era reconocida por sus papeles alegres como madre de familia. Algo que también interpreta aquí, donde da vida a Josephine (o Jo), una cantante que deja su carrera para acompañar a su marido, el médico Ben McKenna (interpretado por James Stewart) pero a lo largo del film se verá un cambio en ella. La película contará con los tres actos aristotélicos. Desde el comienzo el director nos dará un indicio de que la música, y en especial el choque de unos platillos, pueden resultar fundamentales para la trama. Empezaremos en Marruecos donde la pareja irá a pasar unas vacaciones con su hijo Hank. Allí conoceremos a los personajes, donde aparecerán un francés que actúa de una forma bastante particular y un matrimonio llamativamente amistoso. Luego se desarrollará el conflicto, en el que el hijo de la pareja será secuestrado y la acción se trasladará de Marruecos a Londres, donde se decidirá la resolución del mismo. El maestro llevará este conflicto de menor a mayor. Creará a lo largo del metraje unos giros propios del género pero más propios de su talento. 


Encontrará en el montaje de George Tomasini y en la banda musical del genial Bernard Herrmann a sus mejores aliados. Sin dudas, el summum del film es el momento donde el asesino a sueldo tiene que esperar el choque de los platillos para dispararle a su víctima. El combo plano-montaje-música en esa escena y sobre todo en la resolución del trance, en la que a medida que los planos se van alejando del sitio donde la protagonista canta, el timbre de su voz se hace más lejano, es sencillamente magistral. Ese es el toque hitchcockiano del film, lo que hace la marca registrada del director. También contaremos con una excelente fotografía de Robert Burks y la composición de planos y encuadres son propios de su filmografía. Nosotros también preferimos hacer foco en uno de los personajes protagonistas de la película. Si bien el título hace referencia a un hombre, desde estas huestes creemos que la gran encargada de develar y poner las bases para la solución del problema, es Josephine. Ya que es su personaje, quien desconfía del francés del autobús y de la amistosa pareja. También es ella la que descubre donde puede estar su hijo, donde se producirá el atentado y es quien gritará en el momento cumbre para intentar cambiar todo. Será entonces ella la heroína silenciosa. En ella confiaremos y gracias a su instinto, entenderemos que no todas las supersticiones traen mala suerte.
                              
Marcelo De Nicola.-

Canción post impresiones


UNIVERSO HITCHCOCK


Nació el 13 de agosto de 1899 en el seno de una familia católica de Leytonstone, Inglaterra. Durante su infancia, en la escuela estudió mecánica, electricidad, acústica y navegación y más adelante, arte en la Universidad de Londres. Se acercó al mundo del cine cuando arrancó a trabajar como diseñador de subtítulos para una empresa entre 1919 y 1922. Allí también trabajaría como ayudante, decorador, guionista o productor. En 1922 fue por primera vez ayudante de dirección de Hugh Croise, y por motivos nunca esclarecidos, terminó siendo su primera vez bajo la dirección. La película era Always Tell Your Life. Poco después dirigió "Mrs. Peabody" pero no pudo finalizarla por problemas financieros del estudio, mientras, adaptaba el guion de "Woman to Woman" de Grahan Cutts. Su primera película oficial como director fue “El Jardín De La Alegría” en 1925. Empezó a plasmar su estilo dos años después con el film El Enemigo De Las Rubias (The Lodger). Durante la etapa muda, algunos de sus films más reconocidos fueron El Ring, Easy Virtue o La Esposa del Granjero. Su primer film sonoro fue La Muchacha de Londres en 1929. Por esos años se casaba con la guionista (y luego una de sus grandes colaboradoras) Alma Reville y en 1928 nacía su hija Patricia. Los títulos más importantes de la década del ´30 fueron El hombre que sabía demasiado, Los 39 escalones, Sabotaje, Inocencia y Juventud y Alarma en el Expreso. En 1940, Hitchcock fue contratado por el productor estadounidense David O. Selznick para adaptar de nuevo a la escritora Daphne de Maurier en “Rebeca” (1940), una sensacional película protagonizada por Joan Fontaine y Laurence Olivier que fue galardonada con el Oscar al mejor film del año. Hitchcock por primera vez fue nominado como mejor director, cayendo ante John Ford por Las Uvas de la Ira


En los años 40 Hitchcock dirigió películas como Enviado Especial (1940), Sospecha (1941), Matrimonio Original (1941), Sabotaje (1942), La Sombra De Una Duda (1943), Náufragos (1944), Recuerda (1945) (para estas dos fue nominado como mejor director nuevamente), Encadenados (1946), El Proceso Paradine (1947), La Soga (1948) y Atormentada (1949). La década del ´50 lo encuentra dirigiendo algunos de sus clásicos Pánico En La Escena (1950), Extraños En Un Tren (1951), Yo Confieso (1953), Crimen Perfecto (1954), La Ventana Indiscreta (1954), Atrapa a Un Ladrón (1955), Pero… ¿Quién Mató a Harry? (1955), un remake de su propia película El Hombre Que Sabía Demasiado (1956), Falso Culpable (1957), Vértigo (1958) y Con La Muerte En Los Talones (1959). A mediados de la década de los 50 también se estrenó con gran éxito una serie de televisión llamada “Alfred Hitchcock Presenta” (1955), con episodios de misterio y suspense dirigidos por gente como William Witney, Sydney Pollack, Ida Lupino, Robert Stevenson, Robert Altman, William Friedkin o Arthur Hiller. En 1960 llega su obra maestra: Psicosis, que tampoco le dio el premio a mejor director, que fue a parar a manos de Billy Wilder por El Apartamento


Los ´60 siguieron con otra obra maestra como Los Pájaros (1963), y luego Marnie, La Ladrona (1964), Cortina Rasgada (1968), película co-protagonizada por Paul Newman y Julie Andrews, y Topaz (1969). Sus últimas películas rodadas en la década del ´70 fueron Frenesí y La trama. Falleció el 29 de abril de 1980 y dejó planos, películas, escenas y frases para el recuerdo, como algunas de estas:

“Cuando se narra una historia en el cine, sólo se debe recurrir al diálogo cuando es imposible contarlo de otra manera”.
“El drama es una vida de la que se han eliminado los momentos aburridos. Luego, entra en juego la técnica y aquí soy enemigo del virtuosismo. Hay que sumar la técnica a la acción. No se trata de colocar la cámara en un ángulo que provoque el entusiasmo del operador. La única cuestión que me planteo es la de saber si el emplazamiento de la cámara en tal o cual sitio dará su fuerza máxima a la escena. La belleza de las imágenes, la de los movimientos, el ritmo, los efectos, todo debe someterse a la acción”.
“No me siento jamás a gusto dentro de lo corriente, de lo cotidiano”.
“Cuando un actor viene a decirme que quiere discutir su personaje, le contesto ‘Está en el guión’. Si me pregunta ‘¿Cuál es mi motivación?’, simplemente le respondo ‘Tu sueldo’”.
“El ‘MacGuffin’ es lo que buscan los espías pero que al público no le interesa”.
“Nunca he dicho que los actores sean ganado. Dije que habían que tratarlos como ganado”.
“Incluso mis fracasos han hecho dinero y se han hecho clásicos un año después de rodarlos”.
“Los críticos tienden a valorar más la calidad literaria de una película que su calidad cinematográfica”.
“La televisión ha devuelto al crimen a su origen: el hogar”.
“Algunas películas son trozos de vida, las mías son pedazos de pastel”.
“La violencia en la pantalla incrementa la violencia en los individuos, sólo si ellos ya poseían mentes enfermas”.
”Si una película está conseguida, un héroe de película debe convertirse en nuestro hermano o en nuestro enemigo”.

FICHA TÉCNICA

Título original: The Man Who Knew Too Much
Año: 1956
Duración: 120 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Alfred Hitchcock
Guion: John Michael Hayes
Música: Bernard Herrmann
Fotografía: Robert Burks
Reparto: James Stewart, Doris Day, Brenda De Banzie, Bernard Miles, Ralph Truman, Daniel Gélin, Mogens Wieth, Alan Mowbray, Hillary Brooke, Christopher Olsen, Reggie Nalder, Richard Wattis, Noel Willman, Alix Talton, Yves Brainville, Carolyn Jones.

viernes, 12 de julio de 2019

LÉOLO



SINOPSIS

Léo Lauzon es un niño que vive en un humilde barrio de Montreal, atrapado en una sórdida existencia. Cada noche intenta evadirse por medio de los recuerdos, los sueños y su desbordante imaginación, pero la cruda realidad familiar interrumpe siempre sus fantasías: tiene un padre obsesionado por la salud intestinal de toda la familia, un hermano culturista que vive preso del miedo, dos hermanas que padecen trastornos mentales, un abuelo a quien nadie presta demasiada atención y una madre enorme que domina el microcosmos familiar. (FILMAFFINITY)

EDITORIAL

Porque soy un hombre libre no logran mirarme a los ojos. No me apuran los horarios ni tengo que responderle a nadie sobre mis actos. Porque duermo donde quiero y con quien quiero. No me dejo llevar por esa estupidez que juzga dormir con hombres o mujeres. ¿Para qué? Si solo me interesa su calor. Será miedo o envidia pero más allá de algún que otro gesto distraído, no quieren verme y si lo hacen procuran que yo no me dé cuenta. A veces pienso que se debe a una especie de venganza monoteísta porque si me preguntan a mí, he pasado por todo tipo de iglesias sin preguntar a que dios tenía rezarle antes de entrar. Si sólo se trata de buscar un poco de esperanza. Rara vez, algún valiente se atrevió a dirigirse a mí y fue solamente por reprochar o cuestionar mi hábito de fumador precoz. No pensé ni pienso contestarles preguntas inquisidoras porque soy una persona educada y con desconocidos no hablo. Antes hablaba más. Una vez un viejito muy sabio me contó cosas maravillosas que vivió durante su juventud. Con él si se podía conversar durante horas. Recuerdo que hablaba y fumaba. Todo el tiempo hablaba y fumaba y yo jugaba a que el humo eran esas palabras calientes que salían hirviendo de sabiduría a través de su boca. Si alguna vez quise parecerme a alguien fue a aquel viejo que estaba prendido fuego por dentro. Hoy solo logro apagar los cigarrillos de la manera que lo hacía él. Ahora, por lo general, me dedico a ser un espectador de lujo. Observar y escuchar ocupa gran parte de mis días. No me interesa hablar con nadie… Siento una pena inmensa por ellos, quisiera gritarles todo lo que opino sobre su actitud violenta y ruidosa pero sólo me dedico a gritar hacia dentro. Ya es suficiente con el escandalo ensordecedor de esta gente. Van y vienen con su caminar atolondrado persiguiendo como perros el olor de la guita ¡Quisieran ellos comprar el tiempo que me sobra! Porque soy libre y esa es la razón por la que tengo que pagar con la indiferencia de los demás. ¿Sabes que pienso que me tienen pura envidia?... No. No puedo decirte esto y sé que en 5 minutos viene tu colectivo. Pero estoy segurísimo que algún día te voy a contar todo de mí. 


Estoy dispuesto a contarte mi vida. Ahora tengo que dejarte, porque la noche cae en cualquier momento y el frio va a tratar de abrirme la piel con la confianza de un cuchillo recién afilado. Tengo que escapar mientras engaño el hambre con humo, escapar hacia el calor de otro cuerpo olvidado igual que el mío y quizás, mañana, zafo de los mocos. Tengo que buscar el techo de un negocio o el asilo de alguna iglesia que me aseguren dormir tranquilo, cerrar los ojos y en mis sueños ponerle imagen a este escudo forjado con el hierro más duro de las excusas, excusas que trato de imponerme como escapatoria al frio, el hambre y la soledad. Irme y dormirme pronto para poder soñar. Porque en los sueños vos te das vuelta, me miras a los ojos y me preguntas si necesito algo, y mientras te dirigís a mí, siento tu perfume que huele como la axila de Dios. Y entonces te contesto que no, gracias. Que ya lo tengo todo ahora que estamos acá. Que creía que solamente contaba con la inclemencia del tiempo y mis sueños. El argumento de mi fortuna. Mi maldita fortuna que solo son horas arrojadas a la siembras de los sueños para recogerlos y olvidarlos. No distingo a quien le hablo, si a mí, a vos, o algo me está hablando. No sé si existís vos y el colectivo que en 4  minutos te va a llevar al mismo lugar que te lleva cada día. Ya no sé si soy una persona o un sueño. No sé si despertar de esta pesadilla o dormirme para siempre. Si al menos conocieras el refugio que construí en mis sueños. Si supieras que lo más cercano a un sueño que tengo mientras permanezco despierto son estos quince minutos a tu lado, esperando juntos el colectivo mientras te cuento mi vida y reímos hasta que llega, puntual como nadie más en esta ciudad, ese maldito colectivo. Ahí viene. No te preocupes por mí y anda. Hasta mañana. Cuidate… El chico exhaló aire caliente sobre sus manos en forma de copa y luego las frotó contra su desgarbado pantalón, se levantó, agarró sus pertenencias y siguió caminando bajo la fría noche que acechaba con más fuerza que la noche anterior. Ella, otro día más, soltó las monedas dentro de su campera, afirmó los auriculares sobre sus oídos y subió al colectivo con vergüenza de mirar hacia atrás.

Alan Beneitez.

Canción elegida para la editorial


IMPRESIONES SOBRE LEOLO


Más de una vez hemos charlado en este mismo foro sobre la escritura, sobre aquello que sucede cuando mezclamos delicadamente unas pizcas de palabras con otro poco de ideas y sensaciones. Hay algo mágico sin dudas que surge del resultado de aquella fórmula. Hay algo movilizador que conecta y genera empatía con nosotros en aquella comunión. Hemos llamado amigo (y seguramente lo seguiremos haciendo) a Bukowski al irnos de bares con Hank. Hemos jurado descubrir los lánguidos movimientos de Julio en el desenvolvimiento de Oliverio cuando tomamos Rayuela y jamás pudimos dejarlo. Hemos sentido una compasión infinita por Kafka al sentir la indiferencia y hostilidad del mundo sobre nuestros hombros al igual que Gregorio. Pero ¿y si todo fue un error? ¿Y si en realidad cuanto más leemos más nos alejamos del que escribe? La escritura, queridos amigos y amigas, es la destrucción de todo origen, ¿Cómo entonces podemos creer descubrir cierto pensamiento de Dostoievski en las manos ensangrentadas del joven Raskolnikov? En el acto propio de escribir caerá finalmente toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe. Roland Barthes plantea en el año 1968 en un texto de nombre homónimo la muerte del autor. Allí se argumenta que el autor es un personaje moderno, creado por la sociedad que al salir de la Edad Media descubre el prestigio de la persona humana. 


A partir de allí, el autor tomará un papel primario y será él mismo la explicación de su obra. Dirá la critica que la obra de Baudelaire es el fracaso de Baudelaire como hombre. Mallarmé alguna vez definió que escribir consiste en alcanzar, a través de una previa impersonalidad, ese punto en el cuál solo el lenguaje actúa, “performa” escribirá parafraseando a Chomsky, y no yo. Lingüísticamente, el autor nunca es nada más que el que escribe, del mismo modo que yo no es otra cosa sino el que dice yo, el lenguaje conoce un sujeto, no una persona y ese sujeto se fundamenta y define en su propia enunciación. Es por esto que no existe otro tiempo que el de la enunciación, todo texto está escrito aquí y ahora. Hoy en día sabemos que ninguna escritura es original. Que todo texto está construido por un espacio de múltiples dimensiones derivado del entretenido pluricultural heredado. Pasiones, deseos, sentimientos que son palabras explicadas por otras palabras. Darle a un texto un autor, escribirá Barthes es darle un significado último, es cerrar la escritura. Pero hay un lugar donde confluyen aquellas escrituras múltiples que conforman el texto, y ese lugar no es el autor sino el lector. En él se inscribirán todas las citas que constituyen una escritura. La unidad del texto no está en su origen sino en su destino. 


El lector es un hombre sin historia, sin biografía, sin psicología, no puede ser jamás un personaje, sino aquel donde se reúnen todas las huellas que constituyen el escrito. Y será este uno de los roles controversiales dentro del film Leolo. El film relatará la historia de un niño que padece una construcción familiar enferma y para huir de todo aquello escribe. Escribe todo compulsivamente, narra lo vivido, narra sus sensaciones, sus miedos. Allí el autor. La película estará estructurada de manera no lineal y recurrirá a la herramienta de la voz en off, que alternará con la voz over, para avanzar en el relato y para dar a conocer los escritos del protagonista, el joven Leolo. Allí, entonces, el lector. Porque yo sueño, yo no lo estoy, repetirá el joven a manera de autoconvencimiento, a manera de grito desesperado entre las tinieblas de la locura. El sueño será su refugio, su obra, su texto. La película estará narrada, o eso es lo que entenderemos en el primer visionado, desde el punto de vista de Leolo. Jugando un poco con las ideas, y allí entra Barthes, comprenderemos tal vez que el punto de vista narrativo de la obra es otro, uno muy distinto. Debo admitir que al finalizar el metraje, creí descubrir un error en el armado de los personajes, puntualmente en el que el guionista nombra como el cazador. Había allí un hombre sin historia, sin biografía y sin psicología que competía por su peso en el relato con el protagonista, del cual todo sabíamos. Leolo, el autor de los escritos se enfrentaba al lector, el cazador de ideas. ¿A través de quien entonces estábamos recibiendo lo narrado? En nacimiento del lector se paga siempre con la muerte del autor.

Lucas Itze.-

Canción post impresiones


UNIVERSO LAUZON


Jean-Claude Lauzon nació el 29 de septiembre de 1953 en Montréal, Canadá. Luego de la escuela secundaria decidió estudiar cine en la Universidad de Québec en Montréal a instancias de Andre Petrowski, miembro del National Film Board de Canadá. Su primera vez detrás de cámara fue con un cortometraje llamado Piwi. Su primer largo llegó en 1987 y se tituló en francés Un zoo la nuit, la historia de un joven que sale de la cárcel y quiere recuperar las relaciones con su novia y con su padre, pero dos policías corruptos lo empiezan a perseguir por un tema de drogas que guardó antes de su detención. Ganó 13 de los 14 premios de la Academia canadiense y empezó a ser reconocido en su país. Con su segundo film Léolo, su nombre le dio fama internacional, donde fue nominado en Cannes a la Palma de Oro y logró la Espiga de Oro en el Festival de Valladolid. Estaba preparando su tercera película cuando murió, junto con su novia, la actriz canadiense Marie-Soleil Tougas, en un accidente aéreo. El 10 de agosto de 1997, el Cessna 180K que pilotaba voló a una montaña con fuertes vientos y lluvias cerca de Kuujjuaq , Quebec, cuando regresaba de un viaje de pesca. Así, a los 43 años, se apagó la vida de uno de los directores más prometedores de Canadá.

FICHA TÉCNICA

Título original: Léolo
Año: 1992
Duración: 107 min.
País: Canadá
Dirección: Jean-Claude Lauzon
Guion: Jean-Claude Lauzon
Música: Richard Gregoire
Fotografía: Guy Dufaux
Reparto: Maxime Collin, Gilbert Sicotte, Ginette Reno, Julien Guiomar, Giuditta Del Vecchio, Denys Arcand, Pierre Bourgault, Andrée Lachapelle, Yves Montmarquette, Lorne Brass, Roland Blouin, Geneviève Samson, Marie-Hélène Montpetit, Francis St-Onge.

lunes, 1 de julio de 2019

LAS TORTUGAS TAMBIÉN VUELAN - LAKPOSHTHA HAM PARVAZ MIKONAND



SINOPSIS

Los habitantes de un campo de refugiados del Kurdistán iraquí buscan desesperadamente una antena parabólica para poder estar informados del inminente ataque americano contra Irak. Los niños del campamento, liderados por un chico al que llaman "Satélite", se dedican a la recogida y venta de minas antipersona. Nuevos refugiados llegan al lugar: un joven mutilado, su hermana y un niño pequeño. Satélite quedará prendado de la triste belleza de la joven. (FILMAFFINITY)

EDITORIAL

Muerte, distancia, miseria, oscuridad, frialdad, hambre. Angustia, miedo, amputación, destrucción, desolación. Soledad, desamparo y dolor. Profundo dolor. Solamente de eso se trata la guerra. Shakespeare escribió que la herida más profunda es la que no se ve. Allí entre el barro están los rostros de los niños y las niñas, con sus oídos aturdidos, con su sangre aun cayendo. En sus miradas distantes, aquella que mira sin ver, está la herida más profunda, la más terrible y mortal de todas, la que deja la siniestra amputación de la infancia y la inocencia. Por lo general usamos este momento para hablarte a vos intentando comunicar algo de belleza a través del uso de las palabras. Lo siento amigos, hoy no creo en las metáforas. Los hijos de puta están allí afuera conspirando, haciendo su labor con prolijidad, con esmero y lo que es más terrible, con una eficiencia que nosotros nunca supimos sostener. Hoy es algo personal. Hoy es el momento de hacerse cargo, de hacer nuestra parte, de por lo menos hacerles el camino más difícil. Mientras estamos aquí, ahora hablando, los hijos de puta  preparan sus aviones para que vacíen sus vientres llenos de muerte sobre el medio oriente. Están allí, sometiendo económicamente a los más débiles, llevándose el pastel pero también las migas. Los hijos de puta están ahí, fumando desde la televisión, vendiéndote la dignidad del hambre. 


Te escriben desde sus diarios jugando con tu mirada como el punto rojo con el gato. Están allí, los muy hijos de puta creándote una moral, diciéndote lo que es el bien y lo que es el mal, clavándote el cuchillo en nombre de la libertad, ordenándote que se lo claves a tu hermano en nombre de la superioridad, del estatus social y la meritocracia. Esos tipos son claramente los hijos de puta y van por todo, y todo también sos vos. Y acá no hay juegos de palabra porque aquello sería una sutileza. Los hijos de puta están al descubierto hoy más que nunca, caminando entre nosotros, sentados a nuestras mesas, contando sus chistes, riendo tu risa. Hijo de puta es el que mata por la espalda y el que lo autoriza. Es el que te saca la educación y la salud. Es el que pinta todo de amarillo y a todo le pone candado. Es el que desfinancia la ciencia y destruye la cultura. Hijo de puta es el que somete hasta la muerte al más débil, el que desconoce las diferencias y te quita los derechos. Es el que te saca la comida y mata a tus hijos. Hijo de puta el hambre, la miseria y la pobreza. Hijo de puta es el que hace la guerra. Para ellos jamás habrá metáforas, solo resistencia. Esos tipos vivirán su vida de manera miserable y morirán su muerte sin nunca haber comprendido que las tortugas también podemos volar.

Lucas Itze.-

Canción elegida para la editorial     


IMPRESIONES SOBRE LAS TORTUGAS TAMBIÉN VUELAN


Durante la guerra fría entre la Unión Soviética y los Estados Unidos el mundo fue testigo de la lucha por la conquista del espacio. Hacia fines de 1950 ya orbitaban los primeros satélites, con éxito. Hoy existen cientos de ellos enviándonos información valiosa y generando una revolución en comunicación como nunca había existido. Los satélites son lanzados a espacios orbitales determinados y una vez alcanzado el lugar indicado a ocupar, allí queda cumpliendo la función que se le ha asignado, siempre en vías de enviar información. Una vez cumplida su vida útil, quedan orbitando convertidos en basura espacial o pueden desintegrarse reingresando a la atmósfera. Esta introducción o breve explicación se debe a que nuestro personaje principal, ese pequeño héroe que protagoniza "Las tortugas también vuelan" película iraní dirigida por Bahman Ghobadi, era llamado Satélite. Este niño de alrededor de 12 años había sido arrojado a ese espacio para cumplir esa función. Era el líder de aquel campo de refugiados ubicado en las inmediaciones de Kurdistán por varios motivos. 


Era quien instalaba las antenas para que los pocos televisores de aquel poblado pudieran recibir noticias sobre la inminente llegada de las tropas estadounidenses a suelo Kurdo. Pero por sobre todo era aquel niño adulto y responsable quien velaba por decenas de niños que habían quedado huérfanos y a la deriva huyendo de pueblos y ciudades aledañas que ya estaban sufriendo las consecuencias de la guerra. El film comienza con un formato de estilo documental, detallando en esos pequeños rostros, la situación general que engloba el relato, el rol de cada personaje, pero sobre todo el de Satélite, quien parece que es el que mejor sabe disimular ese miedo transformándolo en un carácter duro y determinante. Será él quien parece que tiene alguna certeza sobre aquella dramática situación bélica y mediante sus pocas pero suficientes gracias tendrá a todos girando en su órbita, en busca de información, seguridad o consuelo. Aquí podremos recordar aquel dicho popular que afirma que en el reino de los ciegos, el tuerto es el rey. Satélite sabrá algo de antenas y alguna que otra palabra en inglés y con eso le bastará para ser aquel rey, encargado de velar por la poca seguridad que pueden llegar a tener aquellos refugiados. 


Esa dureza y convicción se verán resquebrajarse con la llegada al refugio de Agrin, esa niña madre, llevando en brazos al pequeño Riga y acompañada por su hermano Hengov. Satélite se enamorará al instante de aquella niña y el film también cambiará su estilo documental a una más de ficción. La mirada del espectador, a pesar de las imágenes desgarradoras que seguirán cayendo como cañonazos sin cesar, podrá descansar en los intentos que tendrá Satélite de acercarse a ella demostrándole todo el tiempo que lo único que tiene para ofrecerle es la capacidad para protegerla. El refugio será siempre el amor, Bahman Ghobadi (el director) nos dirá que el amor es lo único que nos puede salvar. Si encaramos esta película con intenciones de encontrar buenos y malos en esa guerra hija de puta nos iremos con las manos vacías y con mucha culpa. La maldita culpa de ser feliz a pesar de... la maldita culpa de sentarnos a discutir la caridad, la culpa de saludar a nuestros vecinos y tener que mirarle la cara sabiendo que él espera con ansias que hoy estallen las bombas en Venezuela. No gente, no queremos guerras, tengan o no tengan razón, porque la guerra es la no razón y desde esta vereda sí que no nos mueve nadie. Los chicos con la panza llena y en una cama calentita cada noche...

Alan Beneitez.-

Canción post impresiones


 UNIVERSO GHOBADI


Nació el 1 de febrero de 1969 en Bané, Irán. Bané es una parte del llamado Kurdistán iraní que limita con Irak. Luego de la secundaria, empezó a estudiar fotografía en el Iranian Broadcasting College de Teherán pero no terminó la carrera. Empezó a rodar cortos en 8 mm, aproximadamente unos diez que lo empezaron a hacer conocido en su país. En 1999 su reconocido compatriota Abbas Kiarostami estaba filmando Se nos llevará el viento en Kurdistán, cuando él se presentó solicitándole ser su asistente, cosa que Kiarostami termina aceptando, además de darle un papel como actor en el film. También se convertiría en el protagonista de la película La pizarra de Samira Makhmalbaf. En ese 1999 se empieza a hacer conocido por su corto Life in Fog. Un año después llega su primer largometraje: El tiempo de los caballos borrachos, la historia de unos niños que viven en la Kurdistán iraní y se transforman en contrabandistas para poder pagar la operación de uno de ellos. El film se llevó premios en todo el mundo, destacándose la Cámara de Oro en el prestigioso festival de Cannes, además de los festivales de Chicago y Gijón. Esta fue la primera película hablada en idioma kurdo y significó así la primera película del cine kurdo. 


Dos años después llegó Encallados en Irak, la historias de unos músicos kurdo-iraníes que buscan a un cantante que cruzó la frontera al lado iraquí en plena guerra Irán-Irak. Nuevamente premiada en Cannes y Chicago. En 2003 dirige los documentales War is Over y Daf y en 2004 llega Las tortugas también vuelan, con la que logra el premio a mejor película en el destacado festival de San Sebastián. Vuelve a levantar el mismo premio dos años después cuando rueda Media luna, la historia de un músico de la parte del Kurdistán iraní que tiene que ir a tocar con sus diez hijos a la parte iraquí. A ese viaje se le suma una cantante que vive exiliada en las montañas, como allí las mujeres no pueden cantar en público ante los hombres, ella irá oculta en el autobús, en un paseo que tendrá demasiadas dificultades.
En 2009, Ghobadi realizó Nadie sabe nada de gatos persas, un semidocumental sobre jóvenes músicos iraníes de rock indie y el mundo musical underground en Irán. El filme fue rodado sin permiso oficial y en condiciones precarias. Ante las presiones policiales, Ghobadi tuvo que marcharse de Irán ese mismo año y se trasladó a los Estados Unidos. La película ganó en 2009 el premio especial del jurado del Festival de Cannes en la sección Un certain regard, entre otros premios internacionales. 


En 2012 llega Temporada de rinocerontes, la historia de un poeta que es liberado luego de 30 años en prisión y su mujer lo creer muerto. Por primera vez trabaja con una figura de renombre, ya que la protagonista en Mónica Bellucci. En 2012 forma parte del film de episodios sobre la religión llamado Palabras con Dios, con directores de la talla de Emir Kusturica, Alex de la Iglesia, Héctor Babenco, Guillermo Arriaga y Amos Gitai, entre otros. Su episodio fue titulado Kaboki. Bajo bandera iraquí, su último film ha sido el documental A Flag Without a Country, donde nos habla sobre los kurdos, la guerra de Oriente Medio y "Kurdistán", una nación con cerca de 45 millones de habitantes y aún sin patria.

FICHA TÉCNICA

Título original: Lakposhtha hâm parvaz mikonand (Turtles Can Fly)
Año: 2004
Duración: 95 min.
País: Irán
Dirección: Bahman Ghobadi
Guion: Bahman Ghobadi
Música: Housein Alizadeh
Fotografía: Shahriar Assadi
Reparto: Avaz Latif, Soran Ebrahim, Hirsh Feyssal, Saddam Hossein Feysal, Abdol Rahman Karim.