martes, 23 de septiembre de 2014

THE WALL

Programa 71 (29-08-2014)

EDITORIAL

La hoja está en blanco. La mente se dispara hacia nuevos lugares, tratando de entender todo, pero es imposible. Bebo otro sorbo de vino, tratando de dejar volar la imaginación.
Las imágenes conjugan sangre, destrucción y muerte. Las letras se transforman en un crucigrama de gritos desgarradores que piden un poco de piedad. Las palabras emitidas se convierten en un balazo con cada letra escupida al aire sin razón.
Las tizas se vuelven marionetas mecánicas dispuestas a atravesar cada pedazo de cielo, como martillos neumáticos que amenazan con destruir todo lo que hay a su alrededor.
Nuevamente siento solfeos que dificultan mis pensamientos. Ruidos que aparecen y desaparecen como por arte de magia. Tiranos que pretenden no dejar que salgan a la luz mis más sinceras esperanzas. Malditos dictadores que atentan contra la memoria, como atentan contra los pueblos olvidados. Déspotas sin amor, que impiden que los corazones bailen al compás de los poemas, y dancen arropados entre las sábanas, fundiendo dos cuerpos en prácticamente uno.
Inclasificables seres llenos de odio, que no dejan que gritemos al aire lo que somos, lo que sentimos, lo que pensamos. Sigo buceando entre los garabatos más profundos, intentando describir sentimientos llenos de ilusiones, aunque esos corazones huecos, intenten escondernos el sol, para que en las noches sin luna nos demos por vencidos.


Por un momento, la música me invitará a volar, a dejar salir esa hermosa locura que todos llevamos dentro. Me gritará desgarradamente cientos de verdades, me dará cachetazos esperando una reacción, me escupirá el vino de la forma más venenosa, mientras yo retrocedo cobardemente.
Nuevamente clavo la vista en la hoja de papel. De fondo escucho voces desde una maldita caja que emite imágenes sin cesar, derrochando miedo y miseria en cantidades siderales. Mientras, montañas de letras apiñadas rondan en busca de un significado, una frase, una oración.
Hay que empezar a acomodar todo para que se vuelva más legible. Me convenzo que hoy no podrán contra mí, les daré pelea desde el más profundo convencimiento. Esta vez, no lograrán intimar mis pensamientos, jugar con mis deseos, maltratar mis esperanzas. No retrocederé, enfrentaré con hidalguía a esos profetas del miedo, que quieren saciar su pobre inteligencia adoctrinando a los más débiles.
Voy a recorrer uno por uno los rincones del laberinto para escapar de sus miserias, evadir sus penitencias, desafiar sus castigos. Por una vez voy a ser yo, voy a desplegar mis alas, voy a juntar coraje para escapar de todos esos malditos oradores de la verdad y, de una vez por todas, tomar la carrera necesaria para atravesar El Muro…

Marcelo De Nicola

Canción elegida para la editorial


IMPRESIONES SOBRE THE WALL


El lobo amanece desde mi interior. Es hijo de mis noches y mis tinieblas. Bebe de mis temores y se hace cada día más fuerte. Su respiración brilla en cada duda y sus ojos se encienden en mi desconcierto. ¿Es que nadie escucha estos gritos sordos? ¿Es que no ven acaso mis manos mutiladas? ¿Será esta angustia desgarradora un buen disfraz? Veo sus ojos y me enamoro de ese color muerte. Siento aquellos dientes penetrando mi carne y estallo en roja esencia con el erotismo de aquel ataque. Prescindo del tiempo y tal vez del espacio. Me hermano, ciertamente, con el final. Pienso en Pink, con su mirada perdida, con su cuerpo lánguido, flaco, muriendo sobre un sillón, corriendo en círculos por el laberinto de su mente y creo leer todo esto en aquella imagen. Pienso en su soledad, en la trampa perversa de aquel muro, excelentemente narrado por Alan Parker desde la puesta en escena. 


La estructura del film escapara por completo a la linealidad. El relato nos invitara a mirar el mundo a través de los ojos de Pink, su protagonista. Viviremos su tormento representado en aquel maravilloso caos narrativo. Nos acosarán los raccontos, ensayando, de alguna manera,  la objetividad de los hechos. Nos extasiaremos en la lisérgia conmovedora de aquellos gráficos que asaltarán la pantalla y desafiarán la pereza de nuestros sentidos. Allí el film será todo simbolismo y alegoría. The Wall reafirmara desde su fotografía las largas sombras que invaden la existencia de su protagonista. Acompañará su transición oscureciéndose con el devenir del relato. Quizás algunos tamaños de  planos y ciertas puestas de luces nos recuerden a aquella obra extraordinaria de Kubrick que fue “La Naranja Mecánica” y no estará mal este paralelo. Después de todo, Alex, al igual que Pink, construirán su muro para defender lo último de su brillo de la hostilidad del mundo que los rodea. Tanto el uno como el otro serán masticados por el canibalismo insaciable de la sociedad para luego ser escupidos al más terrible de los infiernos. 


Pink sufrirá la prisión de su propio cuerpo y naufragará en los arrabales de su mente. Entonces, aparecerá aquel chico que fue y con él, finalmente, el muro caerá. Estallará en cada piedra las represiones, los malditos maestros con cada una de sus frustraciones, estallará la soledad, el vacío en el pecho, caerán al fin los disfraces, las ausencias y cada cosa muerta del mundo. Aquel chico volverá con toda su inocencia, con su frescura, con aquella liviandad de haber sufrido mucho menos, y le tenderá su mano para rescatarlo.  Quizás aquella reconciliación con la imagen de su infancia traiga paz al tormento de su mente, no lo sabremos. Por lo menos el film no lo contará. Nos quedaremos con la imagen del deterioro, del tipo consumido por su historia. Nos llevaremos con nosotros, la angustia de quien supo decirle adiós al cielo azul.-  

Lucas Itze.-

Canción post análisis


También sonaron de Pink Floyd, estos temas:

Confortably Numb


What Shall We Do Now 


Young Lust



FICHA TÉCNICA

Título original: The Wall
Año: 1982
Duración: 99 min.
País: Reino Unido
Director: Alan Parker
Guión: Roger Waters
Música: Pink Floyd
Fotografía: Peter Biziou
Reparto: Bob Geldof, Christina Hargreaves, James Laurenson, Bob Hoskins, Eleanor David, Kevin McKeon, David Bringham, Alex McAvoy, Michael Ensign, Joanne Whalley, Albert Moses, Roger Waters

SINOPSIS

Pink (interpretado por Bob Geldorf),  el cantante de un grupo musical, arrastra desde su infancia una serie de traumas debido a la dura educación que recibió. Cansado de todo lo que rodea su profesión, se acaba refugiando en las drogas como única opción para romper con el muro que él mismo ha creado a su alrededor y terminar con este mundo de locura.


PELÍCULA COMPLETA


lunes, 15 de septiembre de 2014

PSICOSIS - PSYCHO

Programa 70 (22-08-2014)


EDITORIAL

Hoy desperté más temprano que de costumbre. Quise ir a recorrer las calles de esta ciudad por última vez con la esperanza de lograr divisar otro color que no sea ese profundo e incansable gris. Quise poner a prueba una vez más mi fe y encontrar algún ángel entre tanto ente endemoniado.
Luego de doblar mi colchón y envolver mis pertenencias las coloqué debajo del mismo árbol de siempre y emprendí mi caminata, lenta y hacia ningún lugar. Más lenta que de costumbre, es que no quería perderme ningún detalle. Acá arriba estaba el sol que brillaba más que de costumbre y era hasta más cálido. Allí abajo estaban los mismos ojos de siempre fijados a las baldosas rotas y envoltorios tirados, rellenando los huecos. Las nubes se paseaban lentas en contraposición de aquellas pobres almas a mi alrededor que se dirigían hacia quien sabe dónde a paso acelerado y con los hombros preparados para embestir contra todo lo que se cruzara por delante. Yo lo vi todo y a todos. Nadie me vio a mí. Hable con todos ellos. Los perdoné y les dije que comprendía que tenía sus costos lograr pertenecer. 


Entre ellos, mi soledad y las desesperadas ganas de charlar con alguien. Entre ellos el abandono a la búsqueda de su yo más sincero. Y entre tantos otros, el costo más engañoso de todos: el de creer en la existencia de personalidades únicas, originales, cuando solo somos infinitos puntos idénticos formando la misma línea, convencidos de ser diferentes, de estar fuera del todo. Será quizás porque soy consciente de eso que sentía una distancia tan grande para con los demás. Las reglas de la geometría que dicen que entre un punto y otro hay infinitos puntos me impidieron acercarme a los demás y me condujeron a ese puente que atraviesa un profundo río. Tan profundo e idéntico a todos los ríos. Entonces el tiempo me cedió por única vez la certeza del futuro. Aquel futuro que si compartimos cada uno de nosotros, el que llega a todos por igual sin condición alguna ni preferencias. Decidí darle mi hueco en aquel árbol a la siguiente exactitud  de mi persona. Comprendí que fui ya demasiado egoísta al adueñarme de tanto silencio regalado por los demás y que había deambulado ya por demasiado tiempo repitiendo el libreto del amigo de la manada de perros y el sujeto silencioso. Poco quedaba ya de mis ropas agujereadas de espanto y fríos nocturnos. Observé, desde la altura de aquel puente, las aguas que formaban una línea hasta más allá de la vista y en un ataque único de originalidad decidí atar mis pies a aquella roca. Me arrojé sin miedos al origen, dejé en la tierra la incontestable pregunta acompañada de una profunda psicosis…

Alan Beneitez.

Canción elegida para la editorial


IMPRESIONES SOBRE PSICOSIS


Dejarlo todo y marcharse.  Sentir el golpe final de aquella puerta y continuar con el valor intacto. No girar la mirada nunca más. Tomar cualquier ruta y perderse en la selva, olvidar nuestro cuerpo en alguna esquina. Mandar todo este mundo a la mierda, para construir otro, con otras torpezas, bajo otros rituales. Patear la maldita pecera y prometernos, una vez más, el océano. Cuantas veces vimos amanecer con estos ojos de piedra, con cuantas ginebras intentamos apagar esta angustia que nos genera mirar por la ventana del bar y ver la decadencia de nuestras aventuras, ver el plan desarrollarse con tanta precisión, ver el deseo agonizando, durmiendo aquel sueño tan parecido a la muerte. 


La tristeza de reducir nuestras experiencias a una agenda, reducir nuestras carcajadas, a esta mueca inefable. Vamos, hablo en definitiva de sentirnos vivos, de experimentar por un instante la idea de libertad, beber de ese néctar embriagador y en la mejor de nuestras borracheras, despojarnos de todo. Hablo de entender que estamos rodeados de cosas muertas e inútiles. De que lo único que se nos ocurre en medio de este naufragio es la soberbia. Escribimos nuestros poemas con soberbia, manchamos nuestras pinturas soberbiamente, tenemos nuestros hijos por soberbia. Hablo de sernos sinceros, aunque sea por un breve segundo - con eso basta - y escapar lejos de esta cárcel que hemos construido con todas nuestras rutinas. Hablo de Marion, tomando la ruta, para destruir su propia jaula. ¿Cuantos de nosotros experimento alguna vez todo ese valor? Psicosis, quizás la obra maestra de Hitchcock, trabaja esta idea desde el comienzo de su narración. Desde sus títulos iniciales, la película ocupa la idea de un “yo” dividido. Veremos formarse en la pantalla mediante la unión de dos partes separadas, los nombres de las cabezas de equipo que participaron en la realización del film. Como cada uno de los trabajos del Señor Hitchcock, Psicosis, posee un trabajo minucioso en sus puestas de cámara, en cada uno de sus encuadres. Trabajará en la narración tanto con el punto de vista de los personajes, así como también con el del público. Controlará el voyerismo del espectador, con la precisión de un mago. Se tomará su tiempo para hacernos caer en aquella tela de araña que es el Hotel Bates. Entraremos en aquella oficina, que no es otra cosa que el mismo Norman. Allí estará el Búho, aquel cazador nocturno que nos observará, como lo harán el resto de los pájaros disecados, recordándonos la muerte, o el intento de manejo de la misma. Y entonces vendrá una de las escenas más emblemáticas de la historia del cine.


A la altura quizás, si aceptan el posible exabrupto de quien les habla, del coche de bebé cayendo por las escalinatas del “Acorazado Potemkim”  de Eisenstein o aquel tren que nos atemorizó a todos de los hermanos Lummiere. Vendrá el asesinato de la bañera, oiremos la música, aquella música terrible, atormentadora que nos remitirá al filo del acero, ella misma será todo lo cortante que una nota pueda serlo. Lloverá una cantidad de planos excesiva, respecto de otras secuencias de la película pero magistrales cada uno de ellos. La ducha continuara cayendo, las puñaladas también. Todo será sangre y dolor. Luego lo veremos a Norman salir de aquella casa en lo alto, esa casa que representa tan bien la relación con su madre. Él quizás sea ese hotel, pequeño y sometido a la visión avasallante y controladora que ofrece la casa donde en teoría habita su madre. Aquella residencia será oscura y no será otra cosa que el lugar de su flagelo. Norman no matará por placer, será justo el placer lo que busque exorcizar de la culpa, será aquella sensación la que busque purificar hasta de su propia madre.-       

Lucas Itze.-              

Canción post análisis


También sonó algo de Bersuit


Y nos fuimos con algo bien punk



FICHA TÉCNICA

Título original: Psycho
Año: 1960
Duración: 109 min.
País: Estados Unidos
Director: Alfred Hitchcock
Guión: Joseph Stefano (Novela: Robert Bloch)
Música: Bernard Herrmann
Fotografía: John L. Russell (B&W)
Reparto: Anthony Perkins, Janet Leigh, John Gavin, Vera Miles, John McIntire, Martin Balsam, Simon Oakland, Patricia Hitchcock

Sinopsis

Una joven secretaria, tras cometer un robo en su empresa, huye de la ciudad y, después de conducir durante horas, decide descansar en un pequeño motel de carretera regentado por un tímido joven llamado Norman. Todo parece normal y tranquilo tanto en el apartado motel como en la casa de al lado en la que viven Norman y su madre, pero las cosas no son lo que parecen.


TRAILER


martes, 9 de septiembre de 2014

LUCÍA Y EL SEXO

Programa 69 (15-08-2014)


EDITORIAL

Vuela esta canción para ti, Lucía, la más bella historia de amor que tuve y tendré. Es una carta de amor, que se lleva el viento pintado en mi voz, a ninguna parte, a ningún buzón. No hay nada más bello, que lo que nunca he tenido. Nada más amado, que lo que perdí. Perdóname si hoy busco en la arena, una luna llena que arañaba el mar. Si alguna vez fui un ave de paso, lo olvidé pa' anidar en tus brazos. Si alguna vez fui bello y fui bueno, fue enredado en tu cuello y tus senos. Si alguna vez fui sabio en amores, lo aprendí de tus labios cantores. Si alguna vez amé, si algún día, después de amar, amé, fue por tu amor, Lucía, Lucía. Tus recuerdos son cada día más dulces, el olvido sólo se llevó la mitad, y tu sombra aún se acuesta en mi cama con la oscuridad, entre mi almohada y mi soledad.

Joan Manuel Serrat

Canción elegida para la editorial


IMPRESIONES SOBRE LUCÍA Y EL SEXO


He asesinado a la bestia… después de todo, escribir, quizás no sea otra cosa. Transitar nuestras tinieblas, ir de frente contra la ola, buscar desesperado aquel mar embravecido, rearmar nuestras cenizas, curiosear en aquel polvo del que están hechos los sueños, jamás me ha resultado placentero. El proceso es padecimiento, de eso no hay dudas. Mauricio Kartun, alguna vez me revelo que el placer, en realidad, solo se encuentra en la reescritura. Escribir es llenarse de preguntas, es atormentarse con imágenes, sonidos, travestir nuestro cuerpo en otros, apuñalar nuestro cerebro con una palabra desconocida, es abrazarse fuerte a una trama, para luego, quizás, descubrir su traición, es retroceder. Es, como dice Tito Cossa, aquel sabor amargo de descubrir que la maravilla que uno escribió con la última ginebra de la noche, es una terrible bazofia con el primer mate de la mañana. Y en todo eso, también está la historia. Aquella pesadilla que se abrazará a nuestras vísceras y no nos dejará en paz hasta lograr, según términos freudianos, la sublimación. Matar a la bestia, ese es el juego. En aquel crimen solo nos mantendrá a salvo nuestra capacidad lúdica, como bien nos aconseja nuestro querido amigo Nachmanovitch


Por otro lado, Rilke también nos sentencia, en aquel abrazo paternal que son las Cartas a un Joven Poeta, diciéndonos que las obras de arte son soledades infinitas.  Sin pérdida de tiempo, más adelante agrega: Todo es gestar y después parir. Permitir que llegue a madurar cada impresión, cada germen de un sentimiento por completo en sí mismo, en lo oscuro, en lo indecible, en lo inconsciente, en lo inalcanzable para el propio entendimiento, y aguardar con profunda humildad y paciencia la hora del parto de una nueva claridad. Y será cada uno de estos padecimientos y esta espera, parte del conflicto interno que deberá transitar Lorenzo, protagonista del genial film Lucia y el Sexo, relato escrito y dirigido por Julio Medem. Lorenzo deberá sumergirse en aquellos pantanos de la creación para poder redimir la historia más dolorosa, la suya. Tendrá un ayudante, según términos de Campbell, para tal siniestro objetivo. A diferencia de lo apuntado por Joseph, este ayudante será una bella mujer. Será Lucia. Lucia, que nos enamorará desde el comienzo, por su belleza, su simplicidad, por aquella osadía de frenar a alguien, mirarlo a los ojos y exigirle que se vayan a vivir juntos en ese instante. Eso no es amor, dirá el caballero sensato que nunca falta entre los locos, y con ello creerá estar definiendo algo, creerá marcar límites. Lucia excederá todo, será un faro en aquella tempestad. Será sexo, pasión, complicidad. Hará de su amor un arte, entregará su propia vida en aquella obra y en su acción entenderemos que quizás no haya otra manera de amar. 


El film cuenta con una fotografía exquisita. Será justo con las sombras y preciso con las sobreexposiciones. Julio Medem quebrará desde el relato la linealidad de la narración. Jugaremos el juego propuesto por Lorenzo en la elaboración de su novela. Cuando parezca que lleguemos al final, escucharemos pugggggggg y un hoyo se abrirá en la arena y caeremos en él para volver nuevamente a la mitad del relato. Eso nos salvará de la angustia insostenible de la muerte de la niñez, eso nos ayudará a abrazar una vez más a Lucia y así, volver a verla amanecer de nuevo a nuestro lado. Eso nos regalará un nuevo final para Luna, la hija de Lorenzo, quien no dejará de brillar nunca en nuestra memoria. Quizás no podamos cambiar nunca ciertos finales, y eso hará que nuestras angustias oscurezcan nuestras almas invitándolas a la noche más oscura. Pero siempre tendremos a Lucia. De nosotros depende aceptar irnos a vivir con ella cuando la petición nos sorprenda. Sin planes ni preámbulos. Quien les habla, aceptó la propuesta hace ya más de diez años. Las tinieblas nublaron el camino varias veces, pero en la soledad de aquel bosque, solo bastó levantar la mirada y verla a ella, brillante como un faro, invitando a continuar el camino a pesar de sus dificultades. Sacudiendo en cada caricia el polvo olvidado de cierta pesadilla, las partículas nostálgicas de alguna perdida, el barro tal vez.

Lucas Itze.- 

Canciones post análisis



También sonó


Y seguimos con Spinetta


Y nos despedimos


FICHA TÉCNICA

Título original: Lucía y el sexo
Año: 2001
Duración: 129 min.
País: España
Director: Julio Medem
Guión: Julio Medem
Música: Alberto Iglesias
Fotografía: Kiko de la Rica
Reparto: Paz Vega, Tristán Ulloa, Najwa Nimri, Daniel Freire, Javier Cámara, Silvia Llanos, Elena Anaya, Diana Suárez, Juan Fernández, Arsenio León, Javier Coromina

Sinopsis

Lucía es una joven que trabaja como camarera en el centro de Madrid. Tras la misteriosa desaparición de su novio Lorenzo, un escritor, decide marcharse a la tranquila isla de Formentera. La libertad que siente allí la lleva a enfrentarse a los aspectos más oscuros de su pasada relación, como si se tratara de una novela.


Trailer

lunes, 8 de septiembre de 2014

DRÁCULA - BRAM STOKER´S DRACULA

Programa 68 (08-08-2014)


EDITORIAL

Camino las calles de esta ciudad como una sombra. Me detengo en las miradas muertas de los tipos apurados y siento una pena sincera por ellos. Los veo luchar como niños asustados contra sus tinieblas, maquillar sus placeres y  transitar los caminos sin caminarlos. Vivo en la ensordecedora indiferencia de aquellas ovejas que desfilan impecables hacia el almuerzo del lobo. Siento sus pasos aturdidos por el estruendoso barullo del futuro. Los que tienen mucho, corren para no perderlo. Los que tienen poco, solo caminan para conservarlo. Y los que nada tenemos, solo los vemos pasar desde nuestro rincón del mundo, que ni siquiera ya es nuestro. Le escuche a alguien decir alguna vez que cuando vivís en la calle, te das cuenta que todo tiene candado o está pintado de algún color. 


Todo toma la frialdad y la distancia de lo ajeno. Todo te recuerda, a cada instante, que no sos parte. El día solo es luz y la noche más oscuridad. El tiempo no se anima a pasar. Lo mismo da un año, un día, ayer, hoy. Y por aquel rebaño también esta ella, que alguna vez cruzo su mirada conmigo. Que un día, en aquel acto desprevenido, involuntario, sin saberlo,  me sentenció a la conciencia de la sombra, que no es otra que la del olvido. Sus ojos se clavaron por unos segundos en los míos y creí por un instante ser observado. Esa mirada, un poco menos vacías que las del resto, me recordó que por lo menos este cuerpo era mío, y entonces, todo el dolor del mundo cayó sobre mí.  Aullaré bajo la luna por aquellos ojos, caminaré sin tiempo por su búsqueda. Buscaré mi nombre debajo de alguna de las mugrosas baldosas de esta ciudad, y así, comenzara la cacería…

Lucas Itze.-

Canción elegida para la editorial


IMPRESIONES SOBRE DRÁCULA


Una buena canción requiere de una correcta armonización de su música, de un cuidado profundo en la elaboración de su línea poética y de un no sé qué, que es lo único que realmente importa. Drácula, es una bella canción. Oscura y desesperada, bella. Francis Ford Coppola hará un trabajo en el relato minucioso y elaborado, aunque no siempre efectivo. La fotografía del film será sugerente en todo momento, sobrecargada, según mi humilde opinión, solo a veces. Los cielos se llenaran de sangre, las sombras cobraran la libertad deseada por siglos, el reino de las tinieblas surgirá, cuando aquel dios, ese por el que él derramo la sangre de sus hermanos, ese por el que él dio todo lo que tenía, suelte su mano y le dé la espalda ante la muerte de su gran amor, Elizabetha. Drácula, genialmente interpretado por Gary Oldman, será entonces la víctima. “Fue tu dios el que me hizo esto…” gritara él en medio de la cacería inefable organizada por Jonathan y Van Helsing y será el mismo doctor, quien al final del film admita amargamente: “Nos convertimos en unos locos de dios”. 


James Joyce, define lo que es un fantasma de la siguiente manera: “Es un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres”  Esa es la terrible condena sufrida por el conde Drácula. Vagar, interminablemente, por los tiempos de los tiempos, sin aferrarse a nada, sufriendo todo el dolor del mundo, colmado de soledad. Solo la mirada de ella lo impulsó a incorporarse a la pantomima esta que llamamos vida. El juego duró poco. Quizás unos besos y luego, la triste verdad de saberse tan muerto como el resto.  “Aléjame de toda esta muerte” le dirá en un suspiro ella, y en aquel ruego, volaran también nuestros deseos. Hace unos días, tuvimos la gran noticia de que Guido pudo abrazar a Estela y decirle mirándola a los ojos, abuela. En aquel abrazo, que fue el abrazo de todos, rodaron nuestras lágrimas porque sentimos que las tinieblas se disipaban, sentimos que por fin, alejábamos a la muerte, aunque sea por un rato. Sentimos, por un instante, que el amor, vence al odio aunque haya seres nefastos, con la fuerza de diez ejércitos, que gasten todos sus días en impedirlo. Vimos una luz verdadera, que iluminó las tinieblas de esta Ciudad de Pobres Corazones.-

Lucas Itze.-       

Canción post análisis


Para el vampiro que todos llevamos dentro


Y nos fuimos con algo de poesía


FICHA TÉCNICA

Título original: Bram Stoker's Dracula
Año: 1992
Duración: 130 min.
País: Estados Unidos
Director: Francis Ford Coppola
Guión: James V. Hart (Novela: Bram Stocker)
Música: Wojciech Kilar
Fotografía: Michael Ballhaus
Reparto: Gary Oldman, Winona Ryder, Anthony Hopkins, Keanu Reeves, Richard E. Grant, Cary Elwes, Sadie Frost, Tom Waits, Bill Campbell, Monica Bellucci, Jay Robinson

Sinopsis

En el año 1890, el joven abogado Jonathan Harker viaja a un castillo perdido de Transilvania, donde conoce al conde Drácula, que en 1462 perdió a su amor Elisabeta. El Conde, fascinado por una fotografía de Mina Murray, la novia de Harker, que le recuerda a su Elisabeta, viaja hasta Londres "cruzando océanos de tiempo" para conocerla. Ya en Inglaterra, intentará conquistar y seducir a Lucy, la mejor amiga de Mina.


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jueves, 4 de septiembre de 2014

EL SECRETO DE SUS OJOS

Programa 67 (01/08/2014)


EDITORIAL

Mirar con los honestos ojos del pasado para comprender un presente que vive y muere constantemente siempre será la manera más difícil de prepararse para un futuro en el cual se puedan observar cosas más interesantes. Como ver tus pieles muertas a un costado del camino, poder observar aquello es parte de ese futuro. Mirar desde la colina más alta alcanzada hasta ahora y verte comiéndote el cerebro por ser otra persona tan distinta a lo que sos en este instante para volver a cambiar nuevamente y así volver a recorrer ese espiral infinito que es uno mismo.
        Poder observar sinceramente para convencerte de que no sos quien quieren que seas porque ya te cansaste de pelear con tu yo automático, obediente y rutinario. Ahora lo que queres es que el destino no sea solo una esperanza sino un hecho que se construye desde la lucha a lo establecido. Que tus anhelos no sean solamente cosas materiales sino poder llegar a comprender algo de todo esto. Poder darle un nombre a lo que solamente comprendes vos y que el resto llama de la misma manera. Ver la riqueza en una mesa con buenos amigos y largas conversaciones, en el cabello de ella reposado en tu almohada, en la sonrisa de los niños, en unas manos interpretando agradablemente alguna melodía. En aquellos que asisten siempre al buen humor sin importar las circunstancias.


        ¿Quién puede acaso saber quiénes somos, de donde vinimos, cual es el mundo que nos rodea a diario si ni siquiera lo sabemos nosotros mismos? Aunque tenemos siempre al alcance de la mano el pasaje a otro ser, a otras preguntas, a otras situaciones y sin embargo no subimos a aquellos trenes porque tememos al arrepentimiento, a creer que siempre debemos comportarnos de la misma manera, a la soledad que transforma en infinito cada segundo de la  noche. Nos apresuramos, quizás porque tenemos instalado en la conciencia que hay un final para cada uno de nosotros. Entonces es cuando nos aferramos a la ignorancia, a aquel trabajo en el que lo único que sentimos es al mundo caernos encima convenciéndonos que aquel es nuestro lugar y no otro. Que las fronteras están donde termina la vista y no más allá.
        Quizás nos apresuramos en buscar la claridad a través de otros ojos cuando ni siquiera aprendimos a ver con los nuestros. Será miedo, será comodidad, será que deba ser así, yo no lo creo. No lo quiero creer porque sino no tendría significado para mi seguir viviendo de esta manera. Creo en la sociedad pero no en las ataduras. Creo en aquellos que te alientan a seguir de este modo cuando expones ante ellos tus miserias más profundas mientras te avergonzas por haber dejado que otros construyeran libremente tus ideas sin preguntarte por muchos años si todo aquello tenía que ser así de simple; pero aquella simpleza y pasividad te hicieron esta persona que quizás no tenga la respuesta a todo pero que sin embargo puede percibir las mentiras a través de los ojos ajenos. Siento una gran alegría por todo esto. Seguramente nos encontremos al final de la vida en otra colina y recordaras que alguna vez escribiste estos párrafos y reirás alegre por las palabras que te estoy dedicando ahora. Entonces serás otro, aunque siempre escuchando “al lado del camino” redescubriendo la verdad y el secreto de sus ojos…

Alan Beneitez

Canción elegida para la Editorial


IMPRESIONES SOBRE EL SECRETO DE SUS OJOS


Una estación de tren, las imágenes se ven borrosas, las manos se tocan, se sienten, aunque esté esa ventanilla vidriada de por medio… El tren arranca, ella se queda esperando la nada misma, un vacío, quizás, irremediable… Así arranca la maravillosa El secreto de sus ojos, multipremiada película de ese gran contador de historias que es Juan José Campanella. Basada en una novela del escritor contemporáneo Eduardo Sacheri, titulado La pregunta de sus ojos, Campanella (con ayuda del mismo Sacheri en el guion) nos cuenta la vida de Benjamín Espósito, interpretado por un Ricardo Darín excelso, un Oficial de un Juzgado de Buenos Aires, quien decide escribir una novela sobre un brutal asesinato que sucedió hace 25 años, en 1974 más precisamente, y todavía lo sigue martirizando. A partir de ahí, el film recurrirá a varios flashbacks, que nos irán introduciendo primero en la escena del crimen, y luego, en todas las aristas del caso. La película irá del pasado al presente (y viceversa) todo el tiempo y nos tendrá en vilo en todo momento. El policial negro, el suspenso, y hasta los toques de comedia a los que nos tiene acostumbrados el director, harán el resto.


Un muy buen guion, ayudado por la música de Federico Jusid y la excelente fotografía de Félix Monte, harán más real el film. Sin dudas, el plano secuencia que comienza con la vista de la cancha de Huracán y termina en los pasillos del estadio, cuando dan con el asesino que escapa, hasta que finalmente es retenido por la policía, es uno de las mejores escenas del cine argentino (planos que nos remiten a El resplandor de Kubrick, o a Sed de mal de Orson Welles). Escena que el mismo Campanella contó que fue retocada digitalmente con el software con el que se recrearon multitudes en El Señor de los anillos.
Las actuaciones de los demás protagonistas están a la altura del film. Guillermo Francella dejando de lado el cómico que todos conocemos, encarna a un entrañable Pablo Sandoval, tan gentil como alcohólico, sin necesidad de exagerar el personaje. Soledad Villamil demuestra porque es una de las mejores actrices de su generación (los que vimos series como Vulnerables, Culpables o Locas de amor, estamos acostumbrados a su talento), y lo demuestra con la excelente escena del interrogatorio. Javier Godino (Isidoro Gómez, el asesino) y Pablo Rago (Ricardo Morales, el viudo) también bordan sus papeles con gran altitud. Y ahí nos detenemos…


Porque además de la trama jurídica, es el amor, como siempre, el que juega un papel fundamental en esta historia. El amor de Benjamín a Irene, con esas miradas que hablan más que las propias palabras, lo dicen todo. Y nos retorcemos de bronca cuando Romano, ese ser despreciable que sólo le interesa quedar bien con los poderes de turno, le espeta un: ella es inalcanzable para usted…
O el amor incondicional de Morales, ese viudo que pasa horas y horas apostado en las diferentes terminales de trenes, para dar con el asesino de su amada. Un empleado bancario que nunca se olvidó de ella, y que según Benjamín, nunca vio tanto amor hacia otro, y él no quiere pagarle con la misma moneda, sino que cumpla una sentencia…
Y de repente, llega el final… el asesino encerrado en una jaula en un campo, como si se tratase de un animal y una frase para la eternidad: por lo menos dígale que me hable, es lo que le dice a Benjamín, mientras Morales le recuerda que él le había dicho que la condena era la cadena perpetua. Y nos quedamos sin palabras, al igual que Benjamín, que con esto, termina la historia de su novela, así como también empezará a pensar en el desenlace de su vida personal junto a Irene.
Nadie va a decir nada, el círculo se va cerrando, mientras cada uno sigue su camino, como si cada uno, hubiese firmado un pacto para vivir…

Marcelo De Nicola

Canción post análisis


También acá, vivimos día a día


Y nos despedimos soñando esos ojos rojos


FICHA TÉCNICA

Título original: El secreto de sus ojos
Año: 2009
Duración: 126 min.
País: Argentina
Director: Juan José Campanella
Guión: Juan José Campanella, Eduardo Sacheri
Música: Federico Jusid, Emilio Kauderer
Fotografía: Félix Monti
Reparto: Ricardo Darín, Soledad Villamil, Guillermo Francella, Pablo Rago, Javier Godino, José Luis Gioia, Mario Alarcón, Mariano Argento, Kiko Cerone, David Di Nápoli

Sinopsis


Argentina, años 70. Benjamín Espósito es oficial de un Juzgado de Instrucción de Buenos Aires recién retirado. Obsesionado por un brutal asesinato ocurrido treinta años antes, decide escribir una novela sobre el caso, del cual fue testigo y protagonista. Reviviendo el pasado, viene también a su memoria el recuerdo de una mujer, a quien ha amado en silencio durante todos esos años.

Trailer