jueves, 10 de marzo de 2016

DÍAS SALVAJES - DAYS OF BEING WILD


EDITORIAL

N. tiene 19 años. Hace poco pasó esa parte que debería ser hermosa: la adolescencia. La suya fue muy distinta. Los recuerdos de la niñez, en tanto, son simples bocetos en color gris, mezclados con negro y rojo. N. siempre sintió que no nació, sino que apareció en el mundo como si hubiera sido una falsa obra de algún brujo ya sin poderes. Aprendió a caminar entre olores de licores baratos y cigarros vencidos. Quizás, ese tóxico humo lo envolvía para llevarlo a sueños un poco más ajenos, pero más reales. El mundo, aún estaba muy lejos de lo que él veía en ese pequeño televisor en blanco y negro, que escupía absurdas telenovelas a la tarde, y vacíos personajes de plástico por las noches.
Sus primeros pasos tardaron en llegar, y la soledad era siempre la opción más rentable tras esas cortinas metálicas. En esos primeros años, dibujó sonrisas, apiló sueños y desnudó tristezas. 


Sus compinches de ocasión, aparecían y desaparecían como el bello arco iris que sale tras un típico chaparrón veraniego. Sus nombres, irían olvidándose con el paso del tiempo, tras los primeros cambios de barrio. Su primer día escolar, reunió muchas de las razones por la cual N. se sentía olvidado. Su nula historia familiar, sumada a su pobre escritura, hizo que sea un chiste fácil para la mayoría de sus compañeros. Si… el no dudó en afirmar que no sabía quiénes eran sus padres y que creció entre aromas de vino blanco y atados de cigarrillos. Para las autoridades, la mejor forma de ayudarlo, fue enviarlo a un reformatorio, porque se excusaron en la mísera compasión, aduciendo que no iba a poder alcanzar el nivel de los demás.
En los cinco años que estuvo ahí dentro, N. aprendió muchas cosas, pero sobre todo, a no confiar ni en el movimiento de su sombra. Fue una tarde de agosto, con una lluvia y temperatura que hostigaban hasta el más valiente, cuando se acercó uno de los jerarcas del lugar, y lo reunió con otros tres futuros colegas. Después de tres años de encierro, N iba a salir a la calle. 


La felicidad irrumpió en su cara como cuando el destino gambetea a la muerte. Sentía excitación por estar por primera vez subido a un auto, o mejor dicho, a una camioneta. Los tres que acompañaban a él y al chofer ya habían pasado por eso, así que se los veía tranquilos. De repente, el chofer frenó en una calle oscura. Sacó de una bolsa un par de armas y se puso a explicar el próximo paso. La inocencia estaba salteando etapas imperdonables, para meterse de lleno en el subterfugio más marginal de la decadencia. Lo que ellos no se animaban, tenía que ser hecho por N. y compañía, como si fuera un cruel juego de niños. Los chicos salieron y cumplieron con lo que debían hacer. No fue necesario usar esos pequeños pedazos de cromo para terminar con lo planeado. El debut de N. fue tan soñado que se ganó el derecho a comer un postre por una semana. Esa noche N. pensó. Pensó en los chicos del barrio. Pensó en esas habitaciones oscuras. Pensó en su madre. ¿Existiría su madre en algún punto del universo? ¿Recordaría su cuerpo tibio y sus primeros llantos? ¿O también le habrán robado la vida como hicieron con él?...


Dos años más duró esa supervivencia ahí dentro. Todavía recuerda el llanto desgarrador del Chipi, aquel pequeño con ojos color miel, después de que una de las salidas salga mal. El rojo que envolvía el cuerpo de la pequeña criatura no entraba en la razón de N., y ese día le hizo un click en la cabeza. Tenía doce años cuando en lugar de bajarse rápidamente con los otros, le apuntó directamente al chofer para que lo lleve hasta un puente que aparecía a lo lejos como en las películas. Una vez que bajó, empezó a caminar bajo la oscuridad, deseando encontrar alguna luz de esperanza para su nueva vida.
Luego de esa caminata de un par de horas, encontró refugio bajo un techo que servía de reparo para la lluvia. Se despertó nuevamente de noche, cuando un señor gordo y con un traje bastante extraño para su voluptuoso cuerpo, lo "acarició" con la suela de su zapato. Junto a él, dos morochas exuberantes lo miraban con cariño, algo que el casi ya había olvidado. Entró junto a ellos y le dieron algo de comer. Sus ojos se desorbitaban viendo mujerzuelas con poca ropa que bailaban al ritmo de los billetes que sobrevolaban sus cuerpos.


N. encontró en ese antiguo cabaret, una pizca de alegría. Sintió por primera vez la posibilidad de no ser invisible. Era el encargado de ordenar las sillas y ayudar a los mozos en lo que necesitaban, a cambio de tener un lugar para dormir por las noches. Sus primeras monedas le sirvieron de sueldo para comprarse un par de zapatillas y alguna que otra remera. Quería que Lucy, la jovencita más mimada del lugar, la chica color dorado, que emanaba perfume de alegría en su mirada, ya no lo viera como un niño. Cada vez que ella llegaba, el corazón se le volvía un volcán de fuego a punto de erupcionar, pero también, ese fuego era apagado por bloques de hielo cuando ella se iba con los clientes de turno. Entre bambalinas, Lucy le había hecho una promesa, cuando cumpla quince años, ella, que acusaba 19 aunque parecían menos, iba a ser su regalo de cumpleaños.
El día tan ansiado finalmente llegó. El ardor de su cuerpo apretándose contra los dulces pechos de ella los convirtió en un todo. N. sintió que había llegado a su meta más importante. Los días posteriores no mecharon la relación, pero eso debía mantenerse en secreto ante los dueños del lugar. 


En ese mundo de drogas y alcohol se sintió importante. Probó muchas cosas, pero pudo salir con vida de otras. Pero todavía tenía una espina clavada en el corazón que debía ser quitada para siempre. Cuando cumplió los 18, N. saludó con un beso a Lucy, se abrazó con la demás chicas que lo querían como su hijo y decidió ir en busca de su futuro, pero sobre todo, de su pasado. Prometió volver. Empezó una interminable recorrida por hospitales primero, y luego instituciones, reformatorios y hasta cárceles, ya que los diferentes trámites y análisis le dieron alguna proporción del nombre de la mujer que buscaba. Descubrió que se llamaba Eva y que había venido desde el mal llamado interior del país en busca de un futuro mejor para sus hijos. Descubrió que entonces no estaba sólo en este mundo, pero que iba a ser difícil acercarse a la verdad. Once fueron los meses que pasaron para encontrar las respuestas. Anotó los datos y la dirección de esa mujer que lo había abandonado antes de nacer, para encontrarse cara a cara diecinueve años después. Llegó al lugar, y con más miedos que certezas apretó suavemente el botón del timbre. Una chica de unos veinte años lo invitó a pasar, le contó que era una de las tres hijas de Eva, N. quería abrazarla con toda su fuerza, pero su cuerpo permanecía inmóvil. En ese lapso, se enteró que la hija mayor había muerto por una rara enfermedad, mientras que la más chica trabajaba con ella. 


De repente, un silencio envolvió el hogar y sólo se escuchó el ruido de la llave abriendo la cerradura. Cuando Eva entró, le salió del alma una sonrisa al ver a N. sentado en su casa, los ojos de N. se humedecieron inesperadamente. Eva, era, sin duda alguna, la mujer más importante del cabaret que él conocía como la palma de su mano. Un segundo después, el mundo se paralizó, cuando atrás de Eva apareció el hermoso rostro de Lucy, su hija menor. N. se quedó sin palabras, todo lo que había soñado por tantos años se derrumbó en un segundo... Eva lo había abandonado en la puerta de un hospital porque no iba a poder criarlo dignamente, según los datos que había reunido. El prefirió guardarse su verdad, y contó que había averiguado la dirección para pasar a saludarlas, porque iba a ser un viaje muy largo. Después de un pequeño abrazo de despedida, empezó otra vez esa larga caminata hacia el puente, allí en el lugar donde había dejado de ser invisible. Como siempre que algo se apaga, la lluvia decoraba la foto, entonces caminó por las orillas del puente, mientras el río esperaba con los brazos abiertos semejante bocado de inocencia. En unos segundos, pasaron los olores de licores, cigarros, chicos sangrando, bailes exóticos, y besos de placer, hasta recordar no sin un aroma dulzón, lo que le dejaron aquellas huellas que machacaron una y otra vez, esos malditos días salvajes.


Marcelo De Nicola.-

Canción post editorial



IMPRESIONES PARA DÍAS SALVAJES


Hace algunos años, en este mismo foro, pero en unas circunstancias completamente diferentes, uno de los personajes de los que hoy conforman esta casa, tal vez uno de los más admirado por este grupo, escabullía en su discurso un interrogante que sabría traspasar el hecho audiovisual y de esa manera lograr un cambio en nuestra forma de percibir al mundo, en nuestra forma de sentirlo. Tal vez aquel fue el hecho que lo convirtió en un amigo inseparable para todos nosotros. Quizás, por aquel discurso todavía levantamos la copa y brindamos a la distancia cuando reconocemos a Santa en la mirada disconforme de cualquiera que se siente a nuestra mesa, o mejor aún, cuando descubrimos algunas de sus palabras, de sus huellas, en cualquiera de nuestros discursos borrachos de pasiones truncas. Santa, ese tipo que conocimos un lunes y al sol, se preguntaba desde el cobijo del bar, con la copa en la mano y un corazón por garganta, cuanto valían 8000 pesetas, pero cuidado, no en euros, sino en pesetas. El abismo en aquella consulta era evidente. Su profundidad, por lo menos, llamativa. Entre esos dos signos interrogativos se oía el grito desesperante de la relatividad de lo que nos rodea, de lo lábil de ciertas certezas. Allí estaba viva aquella lucha entre lo evidente y lo percibido, entre el valor y el precio. 


Allí estaba la duda, destruyendo pero para construir, logrando así la gran aventura, aquel barco de velas rojas que nos prometimos hace tanto tiempo. Hoy, inmersos en otra circunstancia, la pregunta es distinta aunque parecida. Hoy, gracias a otro amigo, Wong Kar Wai, logramos preguntarnos lo siguiente: ¿Cuánto vale un instante? ¿Cuál es el valor que le damos a aquello que los señores de la mesa de enfrente insisten en miden en minutos, segundos o encerrar bajo la frialdad de inescrupulosos almanaques? ¿Cuál es el valor de aquel instante en que nuestros ojos se cruzaron, de aquellos pocos segundos que se niegan a pasar luego de más de 11 años? ¿Cuál será el valor?, ¿con que reloj medir, aquel momento en que abrace a uno de mis hermanos y nos empapamos juntos en la alegría de festejar aquel sueño precioso que crecía y se abría paso en el vientre de aquella que un día decidió darle la mano? Como medir aquel instante singular en que su emoción fue también la mía. Aquellos momentos que se revelan a todas las normas y sueñan con ser años o mejor aún, sueñan con no morir jamás, de aquellos instantes se compone el poético relato cinematográfico de nuestro amigo llamado “Days of Being Wild”. El film contará con una propuesta fotográfica inteligentemente armada, aunque un tanto oscura, utilizando en varias secuencias, una paleta en gamas de verdes. Los encuadres serán sencillos, equilibrados y muchas veces poéticos. 


La estructura del relato será lineal y estará acompañada por el uso de voces en off, donde los personajes narraran sus sensaciones con cierta tonalidad literaria. Emergerá entonces, cierta bruma melancólica y densa, asistiremos sin ningún aviso a un instante poético que probablemente nos haga pensar en la escritura y en los recursos utilizados alguna vez por Marguerite Duras. Habrá algo de la nouvelle vague en la resolución de ciertas escenas, en las composiciones actorales, en la narración de ciertos planos. Days of bieng Wild será una película que narre el conflicto vivido por cuatro personajes ante la imposibilidad de ser amados. Ellos andarán por las desoladas calles heridos de muerte por aquel melancólico instante que un día, en un terrible descuido, les supo robar para siempre el amor. Allí andarán, padeciendo las ausencias, amando lo que fueron, a contratiempo del deseo, viviendo paralelamente en aquellos instantes que se niegan a morir. Tal vez la noche sea muy oscura y descubramos en alguna copa que las transversales jamás existieron. La soledad será infinita, pero habrá que seguir adelante. Después de todo, los que esta mesa ocupamos, moriremos en la certeza de preferir nuestras mentiras de amor antes de sucumbir ante la crueldad de aquel terrible monstruo al que todos llaman verdad.

Lucas Itze.-

Canción post impresiones


¿Cuánto dura una hora para vos?



UNIVERSO WONG KAR WAI


Nacido en China en 1958, emigró a Hong Kong a los 5 años de edad, por las dificultades para hablar el idioma cantones de su lugar adoptivo (él hablaba mandarín y dialectos de Shangai), iba con su madre al cine pasándose horas ahí dentro.
Empezó trabajando como guionista para la televisión, y después empezó una carrera junto a su amigo australiano Christopher Doyle, quien sería el director de fotografía de la mayoría de sus films, gracias a ese binomio, Kar Wai fue apodado “el poeta de la imagen”.
Su primer film fue en 1988, llamado El fluir de las lágrimas, donde la historia se centra en dos hermanos que están inmersos en el mundo de la mafia china.
Dos años después llegó Días salvajes, film con el que empezó a ser reconocido en diferentes partes del mundo.
En 1994 filma Ashes of Time, donde cuenta la historia de un armador de katanas en la antigua China, en un film de tono épico. El film ganó el premio a mejor fotografía en Venecia.
Ese mismo año llega uno de sus films más aclamados: Chungking Express, dos historias de amor en el pleno barrio turístico de Hong Kong. Un joven policía y una traficante de drogas por un lado. Un agente de policía y una camarera de un bar por el otro. Fue nominada a mejor película en varios festivales. Uno de los films preferidos de Quentin Tarantino.


Un año después filma la excelente Angeles caídos, un notable drama donde conviven un asesino a sueldo que quiere retirarse, una prostituta enamorada de el sin conocerlo, y un joven mudo que vive con su padre.
En 1997 estrena Felices juntos, la historia de Lai y Ho, dos jóvenes que vienen a Argentina en busca de una nueva vida, pero una vez en Buenos Aires, los caminos se separan, y Lai, que trabaja de portero de un bar, quiere volver a Hong Kong, cuando su antiguo amante Ho, aparece, la cosas ya no son iguales. El film ganó el premio al mejor director en Cannes.


El 2000 llega con una catarata de premios gracias al film Con ánimo de Amar, la historia de Chow, un redactor de un diario local que se muda a un edificio donde conocerá a Li Zhen, quien se acaba de ir a vivir con su esposo. Ellos se volverán cada vez más amigos, pero pronto descubrirán algo inesperado de sus respectivos cónyuges. Es la segunda parte de la trilogía iniciada en Días salvajes. El film consiguió el premio a mejor película extranjera en los Bafta ingleses, los César franceses, y en el Círculo de Críticos de Nueva York.
Participa del film Eros, una película dividida en tres episodios sobre el erotismo, la sensualidad y el amor. Junto a Steven Soderbergh y Michelangello Antonioni. Su segmento se tituló La Mano.
En 2004 cierra la trilogía iniciada en 1991 con el film 2046, sobre un escritor que escribía sobre el futuro, aunque en realidad estaba escribiendo sobre el pasado. Para muchos, la obra maestra del cineasta.


Llega a Hollywood en 2007 cuando estrena My Blueberry Nights, la historia de una jóven que realiza un viaje espiritual por América y a lo largo de la Ruta 66 se encontrará con diversos personajes. Nominada a la Palma de Oro en Cannes.


El último largo que ha filmado fue The Grandmaster en 2013, la historia de Ip Man, el mítico maestro de kung fu japonés (y maestro de Bruce Lee) y la bella Gong (la gran luchadora del país en ese momento) y su importancia en la civilización china, en la previa de la invasión japonesa de 1936.
Sin dudas, esperamos más poesías visuales e historias de amor como sólo Wong Kar Wai sabe contarlas…

¿Qué pasa en tu nube hoy?


Cuando te busco no estás, cuando te encuentro te vas...



FICHA TÉCNICA

Título original: Ah fei zing zyun (Days of Being Wild)
Año: 1990
Duración: 95 min.
País: Hong Kong
Director: Wong Kar-Wai
Guión: Wong Kar-Wai
Música: Terry Chan
Fotografía: Christopher Doyle
Reparto: Leslie Cheung, Andy Lau, Maggie Cheung, Carina Lau, Jacky Cheung, Tony Leung Chiu Wai, Alicia Alonzo, Ling-Hung Ling, Rebecca Pan, Mei-Mei Hung

SINOPSIS


Hong Kong, años 60. Yuddy, un joven atractivo y seductor, descubre que la ex-prostituta alcohólica que le ha criado no es su verdadera madre y que además se niega a revelar la identidad de ésta. Esto provoca en Yuddy serios conflictos emocionales que le llevan a forzar a dos mujeres a luchar por su amor...

No hay comentarios:

Publicar un comentario