martes, 25 de agosto de 2020

CUANDO HUYE EL DÍA - SMULTRONSTÄLLET


PROGRAMA 294 (14/08/2020)

 

SINOPSIS

 

El profesor Borg, un eminente médico, debe ir a la ciudad de Lund para recibir un homenaje de su universidad. Sobrecogido, tras un sueño en el que contempla su propio cadáver, decide emprender el viaje en coche con su nuera, que acaba de abandonar su casa, tras una discusión con su marido, que se niega a tener hijos. Durante el viaje se detiene en la casa donde pasaba las vacaciones cuando era niño, un lugar donde crecen las fresas salvajes y donde vivió su primer amor. (FILMAFFINITY)

 

EDITORIAL

 

Las paredes se resquebrajan. La pintura empieza a olvidar su color original. Ciertas telarañas se mecen al compás de una breve brisa. Un reloj empieza a anunciar el silencio. Las sirenas suenan con más fuerza. La muerte acecha y el día muere en su inocencia más cruel, más profunda, más insolente. De fondo la tv ataca. Con violencia. Con esa verborragia tan apabullante como mentirosa. Y las horas se hacen eternas. El tiempo empieza a tirar los dados y a esconder las cartas. Ya no tendremos el as bajo la manga. Será todo cuestión de azar o de destino. 

La cabeza mientras tanto sigue trabajando a mil. Los pensamientos se entrecruzan como los malditos cables de esos auriculares vencidos. La música calma las fieras y nos saca una sonrisa en medio de tanto caos. La rutina se vuelve normalidad y los días parecen clonados. Una foto vieja yace en un cajón olvidado. Recuerdos amarillentos vuelven a formar parte de la memoria. Y la sonrisa de niño empieza a desaparecer como por arte de magia. Y cae la noche y también las caretas. El reloj anuncia un nuevo amanecer y nada parece cambiar. Solo las hojas del almanaque que caen apesadumbradamente. Ya sin ganas, como ausentes de toda histeria colectiva. Gambeteando el final. Y huyendo del tiempo que se obsesiona con seguir corriendo...

Marcelo De Nicola.-

 

Canción elegida para la editorial

 


IMPRESIONES SOBRE CUANDO HUYE EL DÍA


 

En estos tiempos que nos toca transitar, donde la introspección es un puma escondido en las oscuridades de cualquier rincón, no está mal hablar del tiempo. Por lo general, en la niñez, el tiempo está vinculado a la esperanza. Por aquellas primeras épocas, donde el desengaño es un acorde que aún no nos han enseñado, tiempo y esperanza son la misma cosa. Luego pasaran los años y el presentimiento nos invitará a ir a menos, a apostar poco, a hacer del amor este almanaque obsoleto lleno de pretensiones. Ya no habrá aquella seriedad al jugar y todo estará atado a una regla, a una oscura y temible cadena. Están allí, abrazando nuestras piernas a cada paso, brillando en cada ritual, manteniéndonos fuera de los bares y del peligro. Porque lejos del peligro ya no seremos aquellas bellas panteras de miradas profundas y movimientos elegantes, con un instinto que lejos de detectar una oferta conveniente, nos salve la vida, la nuestra y tal vez, la de nuestra manada. En este sentido, mientras miramos de reojo nuestros propios tobillos, podemos aventurarnos brevemente a reflexionar sobre aquellas cadenas que construyen veredas rectas y generan esquinas arbitras. Uno de los grandes grilletes del hombre, tal vez sea el tiempo. Por más que queramos y lo deseemos con ganas ninguno o ninguna de los que hoy escuchamos o participamos de este programa podrá abrazarse a Eisenstein o gritarle en la cara todo su racismo a ese tipo que filmo películas con el nombre de Griffith. Ninguno o ninguna de los que estamos hoy acá, podrá avisarle a John que no firme ese autógrafo. Otro grillete es el espacio, claramente no podemos estar en dos lugares al mismo tiempo. Por compleja que sea la pirueta cósmica que realice quien les habla, jamás podrá estar diciendo estas zonceras en el estudio mientras lee recostado en su cama aquello escrito por Borges sobre que Chuang Tzu soñó que era una mariposa

Y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre”. Finalmente, el otro de los grilletes es la lógica. Por mucho que gritemos en los bares discutiendo con nuestros amigos y amigas, Pi seguirá representando 3,141592 y esto será así por más que el dueño del boliche invite los tragos. Habiendo dicho esto, podemos entender que nuestro gran amigo Ingmar Bergman pensaba en las mismas cadenas cuando realizo este film maravilloso que hoy nos sienta alrededor de esta fogata, llamado “Fresas Salvajes” o como se conoció en Hispanoamérica, ciertamente con mayor gusto, “Cuando huye el día”. Estaremos, una vez más, frente a un film existencialista de aquel mago del guion, la puesta en escena y la fotografía llamado Bergman. El relato se centrara en Isak, un anciano profesor a quien una universidad nombrará como doctor honoris causa. En aquel suceso trascendental de su vida, se generará una introspección profunda que se servirá de herramientas surrealistas y  romperá aquellas cadenas antes nombradas para ser narrada. Habrá existencia de bulto y no sombra de existencia según términos de Unamuno. Sera el propio Isak siendo interpelado e interpelando a su vez a su pasado. Todo este juego en aquel ápice vertiginoso del presente. El film poseerá una de las más maravillosas fotografías en blanco y negro que este pobre mortal haya visto nunca. La estructura narrativa falseará una linealidad que se verá rota en si misma cuando descubramos que es el pasado el que se inmiscuirá en el presente. El director nuevamente se servirá de manera exquisita del lenguaje audiovisual, de los tiempos teatrales (en ese tono estará resuelta la dirección de actores), de la profundidad en los diálogos, de la magia del monocromo para construir un relato sólido, profundo y sincero. Por allí andará un personaje que pensará que lo tendrá todo (reconocimiento, dinero, prestigio) y que se dará cuenta con el devenir del film  que en realidad nada es lo que tiene. Será atacado en un descuido por los fantasmas del pasado que volverán sin ningún reparo ni escrúpulos a mostrarle de manera metafórica la mayoría de sus errores. Toda la película será un viaje interno de autoreconocimiento, de introspección, tal como lo describíamos en el inicio de este relato. 

Si la película ha funcionado, es probable que nos invite de alguna manera, o por lo menos nos tiente a recorrer el mismo camino que Isak. Quien les habla los ha traicionado. Desde la miseria más profundo de los sentimientos, desde la kermés misma del sentir, este aficionado al pensamiento, a la retórica, ha intentado tal como Isak, volver. Aun habiendo repetido Ad Nauseam desde este mismo micrófono que nadie vuelve a ningún lado. Que volver nos está prohibido y que el que retorna nunca es aquel que debería sino siempre otro. Hace pocos días, un amigo, un hermano me tendió su mano llena de magia y abrió una puerta. Y allí, lejos de toda ley, de toda lógica, corrí nuevamente como un nene con los cachetes rojos sobre un balcón frio y alto. Visité a mis abuelos repletos de discusiones absurdas y reproches. Lloré un amor gélido, egoísta, aquel triste amor que me encadenó a soñar con amar sin presentir. Toqué con ternura aquellas puertas del espanto, del desencuentro que también fueron puertas del deseo y del amor sincero. Aquella puerta de las lágrimas, pero también de la alegría más profunda. Aquella puerta, aquel descanso que ayudó a formar al tipo triste y descreído que hoy escribe. El tiempo fue solidario conmigo, no puedo quejarme. Encontré una gran compañera y construimos una bella familia. Una que jamás tuvimos las agallas de imaginar. Pero los fantasmas seguirán estando allí, presos de nostalgia, haciéndose más poderosos sin ninguna duda, cuando huye el día.

Lucas Itze.-                

 

Canción post impresiones

 


UNIVERSO BERGMAN

 

Hijo de un pastor luterano y de una dominante madre de origen valón, Ingmar Bergman nació en el seno de una familia muy estricta, en la que la buena conducta y la represión de los instintos se consideraban virtudes. No resulta pues extraño que, tanto él como su hermana Margareta, se refugiaran en un universo imaginario: juntos compraban trozos de película para el proyector familiar y construyeron también un teatro de marionetas. Bergman no contaba aún veinte años cuando dejó a sus padres para instalarse en Estocolmo. Desde entonces, se dedicó al teatro universitario y fue en esta época, entre finales de los 30 y comienzos de los 40, cuando entabló amistad con Erland Josephson y Vilgot Sjöman. En 1942, tras el estreno de una de sus obras, La muerte de Punch, Bergman fue invitado a formar parte del equipo de guionistas de la Svensk Filmindustri, donde pasó dos años revisando guiones, mientras seguía escribiendo obras favorablemente acogidas por la crítica. Ya su primer guión, Tortura, llevado a la pantalla por el importante cineasta sueco Alf Sjöberg, se basa en un recuerdo personal: el terror que inspirara a Bergman uno de sus profesores, que le hizo objeto de todo tipo de vejaciones y engaños en Estocolmo. Al año siguiente, 1945, la Svensk Filmindustri ofrece a Bergman la oportunidad de dirigir su primera película, Crisis, adaptación de una obra danesa cuyo protagonista, como en casi todos sus primeros trabajos, es un alter ego apenas encubierto del autor, que expresa así sus temores, ansiedades o aversiones o aspiraciones personales. Ese mismo año también dirigió Llueve sobre nuestro amor. Si Barco hacia la India (1947) y Puerto (1948) son perfectamente representativas de este periodo, las dos últimas obras de esta década, La sed (1949) y Hacia la felicidad (1949), muestran una nueva preocupación en Bergman, que aborda el tema de la pareja enredada en una lucha sin cuartel. Prisioneros el uno del otro, los amantes protagonistas de sus películas se entregan a un combate cuerpo a cuerpo, un torneo oratorio despiadado con evidentes resonancias de Strindberg. En el medio aparecen películas como Música en la nocheLos demonios nos gobiernan o Esto no puede ocurrir aquí. Los años 50 permitieron afianzarse a Bergman. Al principio de la década rodó dos brillantes historias de amor que exaltaban a la vez el esplendor del verano sueco y los fuegos efímeros de la pasión: Juegos de verano, también llamada Juventud, divino tesoro (1950), que fue presentada en Punta del Este, y esto llevó al éxito del director en lugares tan lejanos a sus país, como lo son Argentina, Uruguay y Brasil. También dirigió Un verano con Monika (1952), donde alcanzó su plenitud la sexualidad de Harriet Andersson. La carrera de Bergman en Suecia estuvo a punto de verse frenada a causa de la desfavorable recepción crítica de Noche de circo (1953), un análisis mordaz del deseo, el sentimiento de culpa y la vulnerabilidad humana. y un año después llega Una Lección de amor.


Pero la obtención por parte de Sonrisa de una noche de verano del Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes de 1955, volvió a situarle en posición privilegiada en Europa y Estados Unidos y le permitió abordar un proyecto que acariciaba desde tiempo atrás: El séptimo sello (1956), alegoría sobre la vida y la muerte donde refleja a la vez su concepción afectiva e intelectual de Dios y su intuición del posible holocausto nuclear. El clamoroso éxito obtenido por el film ofreció la posibilidad de dirigir, uno tras otro, cuatro importantes títulos: el primero fue Fresas salvajes (1956), con el director de cine Victor Sjöstrom como protagonista. Bergman recurriría nuevamente a sus recuerdos de infancia para efectuar un acercamiento lúcido y benévolo a la vejez, con toda su carga de lamentos y recriminaciones. Rodó después En el umbral de la vida (1957), un ejercicio de apariencia más documental que disecciona las reacciones de tres mujeres ante la maternidad. En El rostro (1958), un mago que no es otro que el propio Bergman, se gana la vida fascinando al público y exponiéndose a la vez a sus sarcasmos. Finalmente, El manantial de la doncella (1959) es una cruel historia de violación, asesinato y venganza, basada en una balada medieval. 


En el transcurso de los años siguientes, el estilo de Bergman experimentaría un cambio sensible. El cineasta aborda una etapa aparentemente austera. Una técnica más depurada y, una temática más profunda se ponían al servicio de un pensamiento inquieto y desgarrado. Tras filmar El ojo del diablo, llega la trilogía formada por Como en un espejo (1961), Los comulgantes (1962) y El Silencio (1963) que le permitió ajustar cuentas definitivamente con su educación religiosa. Dejando a un lado su preocupación por el lugar del hombre en el Universo para considerar el del artista en el seno de la sociedad, Bergman, se convirtió en portavoz intelectual de su tiempo, persuadido de que el ser humano había llegado a una fase crítica de su evolución y de que la apatía del mundo moderno era tan sólo el reflejo de un cierto desencanto. Luego dirige ¡Esas mujeres! parodiando al cine de Fellini. Persona (1966), una obra profundamente marcada por la influencia de Jung y el psicoanálisis, reunió a Bergman, que entonces vivía en la desolada isla de Faro, con la actriz noruega Liv Ullman


A su alrededor, el cineasta tejió en los años siguientes una serie de dramas que destacan por su crudeza y violencia, como La hora del lobo (1967), Vergüenza (1968) o Pasión (1970), que fue la primera en color. En 1971, Bergman rodó en inglés La carcoma, con Elliot Gould, que supuso un completo fracaso comercial. Por contra Gritos y susurros (1972), alucinante estudio en blanco y negro de los últimos días de vida de una mujer enferma de cáncer y del comportamiento de sus hermanas, es encumbrada como una de sus obras maestras. El director sueco siempre fue consciente del impacto de la televisión, y desde 1969, año en que realizó El rito para la pequeña pantalla, mantuvo una relación fluida con el medio, también destino original de Secretos de un matrimonio (1973) y la adaptación de La flauta mágica (1974). En 1976 dirigió Cara a Cara, y luego un escándalo fiscal llevó a Begman a exiliarse en Munich, donde dirigió para Dino de Laurentiis El huevo de la serpiente (1977), ambiciosa reconstrucción del Berlín inmediato a la posguerra. La película se hizo eco del desasosiego y las preocupaciones del realizador como ocurrió también en De la vida de las marionetas (1980), donde se reflejan la impotencia y el sentimiento de fracaso de un individuo perseguido por la sociedad. En 1978 dirigió Sonata de otoño, con la que tuvo varias nominaciones. En 1982, presentó Fanny y Alexander y anunció que sería su última producción para la pantalla grande. Fuertes connotaciones autobiográficas aclaran retrospectivamente los temas de su obra: la fascinación por el mundo de los actores, el temor a los tabúes religiosos, la complicidad con el universo femenino, el descubrimiento de la muerte... Todo dentro del marco de una gran familia de Upsala a principios del siglo XX, visto a través de los ojos de un niño de doce años que, una vez más, puede considerarse el alter ego de Bergman. A partir de entonces, trabaja regularmente en el medio televisivo, para el que dirige títulos como Después del ensayo (1983), Los dos bienaventurados (1986), En presencia de un payaso (1997), o Saraband mientras que sus guiones son llevados al cine por otros cineastas, generalmente cercanos a su entorno, como su hijo Daniel Bergman, firmante de Niños del domingo (1992), el danés Bille August, que trasladó a la pantalla Las mejores intenciones (1992), y su ex-compañera sentimental, la actriz y directora Liv Ullman, realizadora de Confesiones privadas (1997) e Infiel (2000). Bergman falleció el 30 de julio del 2007, el mismo día que se otro grande del cine europeo: Michelangelo Antonioni.

 

 

FICHA TÉCNICA

 

Título original: Smultronstället

Año: 1957

Duración: 90 min.

País: Suecia

Dirección: Ingmar Bergman

Guión: Ingmar Bergman

Música: Erik Nordgren

Fotografía: Gunnar Fischer (B&W)

Reparto: Victor Sjöström, Bibi Andersson, Ingrid Thulin, Gunnar Björnstrand, Folke Sundquist, Björn Bjelvenstam, Naima Wifstrand, Jullan Kindahl, Max von Sydow, Ake Fridell

CONFESIONES - KOKUHAKU

PROGRAMA 293 (07/08/2020)

 

SINOPSIS

En un instituto, el último día de clase, una profesora se despide de sus alumnos y, además de anunciarles que deja la escuela, les confiesa que su hija de cuatro años que, aparentemente, murió ahogada en la piscina de la escuela, fue en realidad asesinada por dos estudiantes de esa misma clase. También les hace saber que ya ha puesto en marcha su venganza contra ellos. (FILMAFFINITY)

 

EDITORIAL

Confesar es el acto de decir una verdad. Pero en definitiva  ¿qué es una verdad? Y en el mismo sentido podríamos preguntarnos tal vez ¿qué es lo definitivo? ¿Será que la verdad necesita de definiciones? ¿Será que en la verdad conviven necesariamente los límites? La frontera, sin dudas es la palabra. El lenguaje limita. El lenguaje da forma. Al nombrar, se dice lo que algo es, pero a su vez también se dice lo que no es, y allí queda. Se necesitará del tiempo, de las revoluciones, de la no forma para que el volante dictatorial de la significación vire su timón algunos grados y entonces, lejos de liberarse la palabra encuentre otra forma, otra jaula, otro límite. El lenguaje, aquella dictadura sin rebelión. Pirandello sostenía que es imposible conocer a alguien. 

Somos islas incomunicadas en medio de un naufragio inconsolable hacia la nada. El conocimiento, la verdad, tal como nos lo describía Bresson, se da como un destello, un relámpago en la noche más oscura. Nuestro lugar en este mundo tal como lo conocemos (o creemos conocerlo) no es sino desesperante. Vivimos atravesados por la angustia más abrumadora de sabernos finitos, queremos comunicarla, pero el lenguaje nos ha traicionado. Nuestras palabras no son oídas o son tal vez tergiversadas. El lenguaje es una sombra del mundo que intenta expresar vanamente lo que sucede en nuestro interior. Nietzsche decía que solo pensamos en la forma del lenguaje. Si queremos salir del lenguaje dejamos de pensar. Allí, entonces, solo queda la acción. La acción, que será traducida a palabras para su conocimiento, para su interpretación, la acción que se le otorgará una forma y será verdad, y claro, también una confesión.

 Lucas Itze.-    

 Canción elegida para la editorial

 


IMPRESIONES SOBRE CONFESIONES


 

El film que nos convoca el dia de hoy es Kokuhaku (Confesiones en español/latino) del año 2010 dirigida por Tetsuya Nakashima. Va a ser el primero de sus realizaciones en ser elegida como mejor película de habla no inglesa para los Oscar del mismo año representando al país oriental.  El director va a trabajar de manera impecable la tonalidad elegida para narrar desde los colores en los que se van a destacar los grises y azules acompañando la frialdad del relato. El guión, si bien desarrolla la venganza cómo temática, va a estar preparado para interpelarnos sobre la invisibilidad. En esta modernidad que predica el éxito por mérito propio, el individualismo, la imagen ha pasado a ser condimento fundamental para lograr el reconocimiento entre individuos aunque en una sociedad que perdió la capacidad de ver. 

¿Qué podríamos acaso esperar cuando la suma de estos factores da como resultado a un montón de gente afuera? La respuesta inmediata será entonces la agresividad. Las confesiones de los protagonistas, adolescentes involucrados en una muerte, una madre y una profesora, irán construyendo este film con forma de video clip musical, una hipnotizante historia de estilo thriller psicológico que abarcará por fuera la historia de una venganza y por dentro lo antes mencionado.  El hecho de plantear la discusión de la imputabilidad de los menores de 14 años no dejará de llamar la atención. No solo porque podría haber muchas otras motivaciones más acordes al cuidado milimétrico de los planos sino que además ese detalle logra abstraerte y ponerte a reflexionar acerca de cómo el discurso de mano dura resuena cada vez con más fuerza en cada rincón del planeta. 

Ese "ruido" debilita la tensión lograda en unos primeros 30 minutos impecables, pero luego se diluye en el trabajo impecable de cámara, montaje y sonido. Confesiones, el título elegido. Confesiones porque será la suma de cada una de ellas quienes vayan ampliando el porqué. Confesiones porque la palabra al final será la pincelada que nos muestre el cuadro completo. Vamos entonces con nuestros ojos ciegos en busca de esas palabras. Hay pibes gritando y sabiendo poner palabras donde antes había silencio. Dale Wosito, habla...

 Alan Beneitez.


Canción post impresiones

 

UNIVERSO NAKASHIMA

 

Tetsuya Nakashima nació en Fukuoka, Japón, el 2 de septiembre de 1959. Luego de la secundaria, se graduó en la Universidad de Meiji. Luego trabajó en una productora de cine japonés. Junto con otros directores filman en 1988 Bakayarô!: Estoy enojado que se transforma en su primer film. Su debut en solitario llegaría recién en 1997 con Happy Go-Lucky, sobre un profesor de gimnasia y sus alumnos. Se empieza a hacer más conocido en su país con el film que rueda un año después: Beautiful Sunday, una comedia negra que se desarrolla en un hotel y gira en torno a los personajes que allí se entrecruzan. En 2004 llega Kamikaze Girls sobre la amistad de dos adolescentes que tienen poco en común. 

En 2006 filma Memories of Matsuko, con la que consigue 9 nominaciones de la Academia Japonesa llevándose tres estatuillas. Cuenta la historia de una mujer asesinada y las investigaciones de su sobrino para entender que pasó. Vuelve a trabajar sobre la adolescencia en Paco and the Magical Picture Book, sobre una niña que está internada con una grave lesión cerebral que está rodeada por amigos imaginarios. Luego llegaría Confesiones, con la que empezaría a hacerse conocido en el mercado mundial. 

En 2014 dirige Kanaku, sobre la desaparición de una joven. Lo último que ha dirigido es Kuru (It Comes), un film de terror sobre un extraño que aparece en la vida de una pareja recién casada.

 

FICHA TÉCNICA

Título original: Kokuhaku (Confessions)

Año: 2010

Duración: 106 min.

País: Japón

Dirección: Tetsuya Nakashima

Guion: Tetsuya Nakashima (Novela: Kanae Minato)

Música: Toyohiko Kanebashi, Radiohead

Fotografía: Masakazu Ato, Atsushi Ozawa

Reparto: Takako Matsu, Masaki Okada, Yoshino Kimura, Yukito Nishii, Kaoru Fujiwara, Makiya Yamaguchi, Soichiro Suzuki, Kinuwo Yamada, Ai Hashimoto, Hirofumi Arai, Ikuyo Kuroda, Mana Ashida

viernes, 21 de agosto de 2020

AL AZAR DE BALTASAR - AU HASARD BALTHAZAR

 PROGRAMA 292 (31-07-2020)

 

 SINOPSIS

 

Baltasar es un burro que vive sus primeros años rodeado de la alegría y los juegos de los niños hasta llegar a la edad adulta, en que es utilizado como una bestia de carga y maltratado por sus diferentes amos. (FILMAFFINITY)

  

EDITORIAL

 

El tipo apoyó su espalda cansada dejando caer todo su peso sobre la pared y luego cayó sentado al piso. Estaba abrumado de voces que le gritaban lo malo que se estaba poniendo todo allá afuera, de mesas llenas de alimentos y bebidas caras que servían a un grupo de hienas riendo a cara descubierta, respirando y humeando palabras de odio, discursos vacíos tejidos especialmente para el juego de la distracción. Reafirmando lo bueno que está ir por la vida a mil por hora sin detenerse a observar. Había algo en esas palabras que lo alertaban. Al salir afuera, el mundo seguiría siendo el mismo mundo de antes. Estaría fortalecido y en funcionamiento aquel dispositivo que fabrica ansiedad a gran escala y que para ello necesita ejercitar la ignorancia y la mala memoria. Recordó entonces a su amigo Alejandro diciéndole que la ignorancia es mucho más rápida que la inteligencia. La inteligencia se detiene a cada rato a examinar; la ignorancia pasa sobre los accidentes del terreno que son las nociones a gran velocidad, y jamás hay nada que le llame la atención. Así llega rápidamente a cualquier parte... especialmente a las conclusiones.  

Con malas conclusiones no se pueden crear buenas ideas. Había que ser capaz de resolver en la sencillez, ese era el terreno de batalla. Comenzó a sentirse mareado, pálido, desorientado, entonces sus ojos comenzaron a mutar, ganando unas grandes pestañas, una redondez perfecta, un brillo único. Como con un filtro que desnuda el símbolo, tan sencillo como preciso se hizo de una nueva habilidad. Capturaba imágenes con cada parpadeo. Aquellos ojos observaban el mundo. Construyendo, de ese modo, un relato simple, exacto, real. Eran millones de fotos desnudas de ideología, Hasta el mismo Dios lloraría al observar aquel álbum de fotografías. Comenzó a desplegar una visión particular, tanto hacia fuera como hacia dentro. Pasó un tiempo y desde aquel ángulo lo mejor que pudo hacer fue aprender a soportar el peso del mundo. Hubo ocasiones en las que descubrió una sonrisa en las manos de alguien. La obediencia en cuellos cansados. Así, hasta haber descubierto todo lo que existía abajo.  Y cuando comenzaba a aprender a hablar con los ojos, ya miraba el azul del cielo. Había visto todo. A todos. Nadie lo había visto a él….

 

Alan Beneitez.-

 

Canción elegida para la editorial

 


IMPRESIONES PARA AL AZAR DE BALTASAR

 

El sonido del galope contra el piso inundaba ciertas mañanas. Un caminar cansino, cargado de sueños y desgracias, desnudaba todas las miserias. Sus dueños empacaban sus pocos útiles en esos animales que eran sus coches de piel y hueso. El sueño del cero kilómetro era algo ajeno que solo las publicidades de ese viejo tv blanco y negro emitían en esa primavera privatizada. Las blancas palomitas que oficiaban de ocupantes no entendían ese peligroso juego. Muchos de ellos solo iban a buscar quizás su única comida del día. Por la tarde, el golpe de la herradura contra el asfalto indicaba que había llegado la hora. El animal en cuestión ya sabía de memoria el camino. En ese trayecto quizás más de una vez se escuchaba un grito de desesperanza. Ese grito puede significar una idea, una declaración, un estallido. Ese sonido que puede pasar de lo sorprendente a lo tétrico es más que una expresión. En él se conjugan detalles emocionantes o los más escabrosos de la humanidad. El grito sagrado para algunos. Aunque otros nunca encontrarán la ansiada libertad que hace referencia nuestro himno patrio. Ni los animales y muchas veces menos sus dueños, que aunque griten con toda su voz, nunca serán escuchados. Y con el sonido de un grito que estremece arranca su obra Robert Bresson. Entre el rebuznar de un asno y música se suceden los créditos. Ruidos de cencerros y un pequeño asno alimentándose de su madre abren el film del francés, titulado Al azar de Baltasar. Así conoceremos a su protagonista. 

Un asno que pronto será llevado por su nueva familia. En una escena de imágenes bíblicas la pequeña Marie bautizará al asno con el nombre de uno de los reyes magos y le convidará la sal de la sabiduría. Veremos un comienzo esperanzador con los niños jugando pero rápidamente el director nos mostrará lo dura que es la vida cuando veamos a Baltasar siendo golpeado como burro de carga, ya con otros dueños. Será el final de la inocencia. Bresson escribió el guión basado vagamente en la novela El Idiota de Fiodor Dostoyevski. El relato nos llevará mediante elipsis que forman pequeños episodios que recorren la vida de Baltasar, de Marie y de la gente que los rodea. Con una fotografía en blanco y negro exquisita y unos encuadres que hablan más de lo que muestran, Bresson nos regalará escenas preciosas y también algunas de las más fuertes de su filmografía. Sus planos serán siempre cuidados. La cámara se posará en ciertos ángulos para que el espectador no sea un mero testigo de la historia. Tendrá en la banda musical obras de Schubert o de Beethoven que se fusionarán de modo perfecto con la imagen, transformándola. Como suele acostumbrar, los protagonistas serán actores no profesionales. El que no actúa es Baltasar. Su mirada, sus gestos, su paciencia, su sacrificio, su inocencia y su sufrimiento son puramente transparentes, .ya que no estaba amaestrado y solo lo adiestraron para la escena del circo dos meses luego del rodaje... 

Él es el testigo de muchas atrocidades que el director nos muestra, como se ve mientras observa a los animales encerrados en el mencionado circo, donde parece ser el más libre entre sus compañeros. En contraposición, nos muestra la maldad de ser humano, su crueldad, su perversión y hasta su desamor por ellos mismos. Marie crece al igual que su asno, pero sus decisiones por miedo o por estar inmersa en esa violencia tan habitual, terminan llevándola a estar con Gerard, alguien que parece no tener corazón, en lugar de Jacques, con quien se crió y quién es su eterno enamorado. Un año después el director realzaría esa idea en Mouchette, que al igual que Marie, quiere escapar no solo de su círculo familiar, sino hasta de ella misma. Es un santo dice la madre de Marie, sobre Baltasar cuando este está viejo y enfermo. Y no será solo esa la relación religiosa en el film. El final rodeado de ovejas también lo envuelve nuevamente en una imagen bíblica. Los pedidos a Dios y el perdón que aparece como lo salvador también forman parte de este pequeño mundo creado por Bresson, mostrando su formación religiosa y su estudio de la filosofía. Alguna vez Jean-Luc Godard dijo sobre el film “Cualquiera que vea este filme quedará absolutamente deslumbrado porque este filme es, en verdad, el mundo en una hora y media”. Y ahí están todos los vicios de la humanidad, como el director alguna vez dijo en una entrevista y que para algunos serían los siete pecados capitales. Desde acá creemos que es solamente la maldad del ser humano lo que todo lo corrompe, hasta la más inocencia mirada de un burro, que solo busca la libertad.

 

Marcelo De Nicola.-

 

Canción post impresiones

 


UNIVERSO BRESSON

 

Robert Bresson nació en Paris el 25 de septiembre de 1901. Estudió fotografía y periodismo antes de dedicarse al cine. En 1934 realizó su primer cortometraje: Les Affaires publiques, un cortometraje cómico. Recién empezada la Segunda Guerra Mundial, fue apresado por más de un año en un campo de concentración alemán. Por ese motivo, luego realizó en 1943 su primer largo: Los ángeles del pecado (Les Anges du péché), basado en diálogos de Jean Giradoux. Su segundo film llegó dos años después: Las damas del bosque de Bolonia (Les Dames du Bois de Boulogne), guión suyo y diálogos en este caso de Jean Cocteau. Una gran tragedia psicológica. A partir de ahí empezó a imponer su estilo, basado en renunciar a actores profesionales como su gran marca. Así llega en 1950 Diario de un cura rural, basada en la novela homónima de Georges Bernanos, logrando el Gran Premio en el Festival de Venecia

En 1956 llega otra obra maestra: Un condenado a muerte se escapa, donde se mete en el mundo carcelario durante el nazismo, con el que se llevó el premio a Mejor Director en Cannes. En 1959 rueda otro clásico: Pickpocket, sobre un ladrón que no roba por necesidad ni por vicio, sino para sentirse vivo. 

En 1962 llega El proceso de Juana de Arco, basada en la heroína francesa, con la que logró premios en Cannes y en Valladolid. Luego llegaron dos obras cumbres: Al azar de Baltasar y Mouchette, donde en ambas habla del trágico paso de la niñez a la adolescencia. 

Al igual que en Baltasar, sigue con sus guiones basadas en relatos de Dostoyevski como en Une femme douce (1969) y Quatre nuits d'un rêveur (1971). En 1974 llega su primer film en color: Lancelot del Lago, adaptación de la historia de Camelot y el rey Arturo. Ya en el final de su carrera llegaron el drama psicológico El diablo probablemente en 1977 y El dinero en 1983, con el que se llevó el premio a mejor director en Cannes. Creador de un lenguaje cinematográfico diferente, fue uno de los grandes realizadores del cine mundial. Ya retirado, se dedicó a escribir, a dar simposios y a cuidarse de una enfermedad que lo tenía a mal traer. Murió en París a los 98 años el 18 de diciembre de 1999.

 

FICHA TÉCNICA

 

Título original: Au hasard Balthazar

Año: 1966

Duración: 95 min.

País: Francia

Dirección: Robert Bresson

Guion: Robert Bresson

Música: Jean Wiener

Fotografía: Ghislain Cloquet (B&W)

Reparto: Anne Wiazemsky, Walter Green, François Lefarge, Philippe Asselin, Nathalie Joyaut, Jean-Claude Guilbert, Pierre Klossowski

 

 

martes, 18 de agosto de 2020

LOVE

 PROGRAMA 291 (19/06/2020)

 


SINOPSIS 

Un 1 de enero por la mañana, el teléfono suena. Murphy se despierta junto a su esposa y su hijo de dos años. Escucha el mensaje, la madre de Electra, muy inquieta, le pregunta si tiene noticias de su hija que está desaparecida. Teme que le haya sucedido algo grave. A lo largo de un día lluvioso, Murphy se encuentra solo en casa, recordando su historia de amor más grande; dos años con Electra. Una pasión llena de promesas, juegos, excesos, errores... (FILMAFFINITY)


EDITORIAL


Allí estaban. Deshaciéndose entre el fuego y el hielo. Quemándose por dentro pero helándose por fuera. Instantes. Flacos segundos que pasan como fotografías oxidadas. Inicio. Sonrisas al compás de las sábanas retorcidas. Éxtasis. Pasión. Locura. Miles de promesas grafitteadas en el aire. Garabatos de alegría dibujados en los más bellos sueños. Caminos sinuosos atravesados de la mano. Bosques, mares y montañas como lienzos eternos. Y el destino. Con su as bajo la manga. Decisiones. De las que somos los únicos dueños y que pueden cambiarlo todo. 


Quizás. Tal vez. Solo palabras que suenan como simples excusas. ¿Y si esto? ¿Y si aquello? Preguntas que repiquetearán en las mentes. Aquí. Allá. En el medio, ya nada... solo lo que fue. Rencores del pasado. Final. Destrucción. Desesperanza. Llantos confundiéndose con el agua que golpea tibiamente las mejillas. La lluvia como testigo cruel e innecesario. Corazones hechos jirones. Un adiós mudo de sentimientos. Y el recuerdo de una frase eterna. Como es que algo tan maravilloso puede causar tanto dolor. Un dolor tan fuerte como la muerte. Todo muere. Como el amor... 

Marcelo De Nicola.-

 

IMPRESIONES SOBRE LOVE


El miedo, tal como hemos charlado algunas veces, está hecho de tiempo, de inminencia. Funciona como una cruel amenaza inscripta en el futuro desde donde nos asegura que todo va a empeorar. Que todo de alguna u otra manera dolerá aun un poco más. Dostoyevski ha explicado la dinámica del miedo en Los Demonios, donde escribió que si estuviera suspendida sobre nosotros una piedra del tamaño de una casa, y aun sabiendo que si se nos cayera no causaría dolor, todos sentiríamos miedo. El mayor sabio del mundo, el mejor de los médicos, todos. Todos sabrán que no causará dolor y aun así, todos tendrán miedo de que lo cause. Es entonces el carácter finito de nuestra existencia la sustancia fundamental de todos nuestros miedos. Todos moriremos y es allí donde cesan todas las risas de nuestros festejos. Es en aquel destello de lucidez donde todas las fiestas se acaban, donde cualquier alegría, tenga el tamaño que tenga, se vuelve insignificante y nos abandona con frialdad en las oscuras orillas de nuestro abismo. Somos fugaces, un relámpago entre dos oscuridades. 


Aun así, todavía creemos que aunque efímero, el amor es una de las trampas que podemos tenderle a la muerte. El amor como necesidad de que no todo termine en uno mismo. El amor con fe poética, aquel que como diría un amigo dura un instante para toda la vida. Nos enamoramos para no morirnos. Tal vez así también lo piensa Electra, aquella artista que enciende la pantalla con sus palabras y su belleza en la película Love de Gaspar Noé. En un pasaje del film será ella misma quien de un tirón le quite el disfraz a Murphy, el protagonista de la historia, cuando luego de una discusión lo mire a los ojos y le diga con tanta claridad como crudeza: estás cagado de miedo. Ese será el eje temático sobre el cual se construirá el relato. La estructura será no lineal y estará construida a través de raccontos. El film narrará la búsqueda interna del protagonista de aquel amor que ya no está, que ya no existe. La fotografía acompañará perfectamente cada instante de aquella búsqueda trabajando la predominancia de colores en el cuadro respecto de las sensaciones narradas. Veremos encuadres inteligentes, bien compuestos. 


Estará aquella marca de los films de Noé que es la cámara en mano, los travellings y los planos secuencia. La idea del recuerdo afectará también al diseño del montaje. El ritmo será un tanto caótico, atravesado por cuadros negros, perdiendo en aquella construcción la idea del tiempo. La película se inspirará en la obra de varios artistas tanto visuales como audiovisuales. Tal vez el más notorio, el más evidente, será nuestro amigo Almodóvar. Habrá algo de él en la búsqueda de colores, en los diseños de placas, en la sensualidad y la provocación de los personajes. Murphy, tal como lo ha hecho toda su vida, seguirá pensando solo en él aun cuando la busque a ella. En definitiva, nuestro protagonista no estará buscando a Electra ni a su amor sino aquella sensación de eternidad que su presencia le generaba. Pero como bien sabemos, todo intento de regreso es engañoso e imposible. Nadie vuelve a ningún lado. Desde este espacio nos queda solo decir que no creemos en las certezas ni en las frases elocuentes de los que dicen saberlo todo. Huimos hacia adelante, sea cual sea ese destino. Nuestras verdades son como nuestros amores que mueren a cada instante, que cambian, como todo lo que está realmente vivo.

 Lucas Itze.-

  

UNIVERSO NOE


Gaspar Noé nació en Argentina el 27 de diciembre de 1963, hijo del pintor y escritor Luis Felipe Noé. Estudió cine en Francia y se radicó allá. Arrancó con los cortometrajes Tintarella di Luna, de 1985, y Pulpe Amère, de 1987. En 1991 se empezó a hacer conocido en el mundo con su cortometraje Carne, que fue premiado en Cannes. Su primer largo fue una secuela de Carne, el carnicero protagonista de ese film se convertiría en Sólo contra todos, con las que obtuvo muy buenas críticas. Pero sin dudas el film que lo marcaría como un artista único y polémico, que lo hizo entrar por la puerta grande de Cannes fue Irreversible, con la famosa escena de la violación de 9 minutos que escandalizó al mundo. Las críticas fueron diversas, pero a partir de ahí logró lo que suele pasar con grandes cineastas: ser amado u odiado pero nunca pasar desapercibido. 

En 2009 llegó otro film por demás interesante como Enter the Void, donde vuelve a demostrar un manejo de la cámara y un modo de contar historias exquisitas. 

Su próximo film no podía ser menos polémico: Love, con secuencias de sexo explícito, volvió a poner al argentino en boca de todos. En 2018 apareció Climax, esta vez donde se inserta en el mundo de las drogas y vuelve a mostrar todo su talento para filmar. Sin dudas, su película mejor catalogada hasta la fecha. 

Lo último que ha hecho es el mediometraje Lux Æterna donde dos actrices, Béatrice Dalle y Charlotte Gainsbourg, cuentan en un plató historias de brujas. Lux Æterna es también un ensayo sobre el cine, sobre el amor por el cine y la histeria en un set de rodaje.

 

FICHA TÉCNICA

 

Título original: Love

Año: 2015

Duración: 135 min.

País: Francia

Dirección: Gaspar Noé

Guion: Gaspar Noé

Fotografía: Benoît Debie

Reparto: Karl Glusman, Aomi Muyock, Klara Kristin, Benoît Debie, Vincent Maraval, Gaspar Noé, Juan Saavedra, Déborah Révy, Ugo Fox