lunes, 29 de diciembre de 2014

LA SALVAJE Y AZUL LEJANIA - THE WILD BLUE YONDER


EDITORIAL

Cuando esta habitación, caprichosamente, te pone en situación de cautiverio y no existe salida alguna. Cuando este encierro te paraliza hasta las uñas y no podes escapar ni de tu reflejo. Cuando en toda posible fuga se repiten sin fin, reflejos y reflejos exactos, agobiantes reflejos. No existe más que reflejo. Esta habitación es reflejo de otra antes reflejada infinitamente. Reflejo de cautiverio, de parálisis, de uñas e intentos de escapes. Entonces hacia fuera todo se repite. Entonces nos condenamos a la estandarización de las danzas, de los sonidos, afinación 440. Un metro, leyes, comportamientos y formas de actuar en este plano. ¡El plano mismo! Repetir la misma muerte en otra galaxia no sería para nada sorprendente entonces. Alienar otras formas de vida con exacta estupidez. Olvidar a los dioses y entonces de nuevo la soledad, la agonía… tropezar tres veces seria la salvación. Ojala fuesen solamente tres. ¿Hacia dónde la fuga entonces? Hacia lo desconocido, eso desconocido que somos cada uno de nosotros. El viaje al interior, ese consejo que escuchamos de la piedra que choca salvajemente contra el mar. Aquella pregunta sabia e ignorada por lo cruel de su respuesta. Porque luego de la respuesta no deberíamos esperar otra cosa más que la muerte. Sería el verdadero acto heroico, el más puro de los sentimientos abarcando la totalidad de los tiempos pero que no duraría ni milésimas de segundo. 


No existiría el tiempo porque tampoco encontraríamos la forma de expresarlo. No en este plano ¿en qué plano volcar aquello que somos? ¿No es absurdo que quepa en el corazón, o en el hígado, en los chinchulines? ¿Qué idioma habla aquello que somos? Al parecer, no es el mismo que utilizamos hacia afuera. Deduzco entonces, estrictamente tiene que ser algo en estado salvaje. Algo que está encerrado y no dejamos salir tiene que ser si o si algo bravo. Basta con observar los rugidos que logran exteriorizarse y son como aquella piedra que hace espuma contra el mar. Quizás sea esa la explicación del porque le huimos a ese ser y preferimos dedicarnos a domesticar un gato o una tortuga ¿No? Supongamos que se emprende aquel viaje y sabemos del peligro que conlleva encontrarse con aquel salvaje ser. Habría que utilizar algún tipo de camuflaje con el cual tener alguna chance de no ser sorprendidos de golpe. ¿Qué colores o color esperar de aquel sitio? Bueno, muy claro no debe ser. Rojo sería muy obvio y estaríamos equivocándonos de camino. En todo caso, podríamos seguir con la idea del mar y su azul profundo. Buscar lo azul profundo de uno mismo. Aterrorizarse de lo azul que es eso que habita en lo más recóndito de nuestro interior para luego partir. Olvidar los idiomas que lo explican todo con palabras vacías y colores pálidos. Adentrarse en aquella jungla, cazar a la bestia y esperar que el caos lo explique todo. Acercarse a la piedra de una buena vez, aventurarse en la búsqueda y enfrentarse a la respuesta sabiendo que en el arrepentimiento solo habitará la salvaje y azul lejanía.

Alan Beneitez

Canción elegida para la editorial



IMPRESIONES SOBRE LA SALVAJE Y 
AZUL LEJANÍA


La lejanía sopla con su aliento frío sobre los débiles pétalos de mis recuerdos. La rosa de mi noche se aflige ante esos filosos susurros, se rinde ante su borracha danza tambaleante, apaciguando cualquier calor, erosionando su delicada forma, aquella forma que yo mismo le di tan cuidadosamente. Confundiendo esos colores que esparcí en nombre de cierta verdad. Generando preguntas donde busco alguna respuesta. La lejanía matará tus labios exagerando el dulzor de tu boca para luego arrojarlos, huérfanos, a la hambrienta bestia del olvido. Alguien me confeso alguna vez que, después de todo, los únicos paraísos que existen, son los paraísos perdidos. Como aquella salvaje lejanía azul, de la que nos narra, en el naufragio de la melancolía, nuestro gran amigo Werner Herzog. Alguien comenzará contando a cámara su propia historia. Sus ojos estarán desorbitados, su apariencia desalineada. 


Hablará con pasión. Ganará nuestro interés al instante. Veremos cierta tristeza en aquella mirada, tal vez melancolía. Creeremos distinguir en ella, quizás, el cansancio de alguien hastiado de ver al mundo, aburrido de su funcionamiento, desilusionado por la triste repetición de sus torpes errores. Pronto nos confesará, con total naturalidad, que es un extraterrestre y de esta manera, el personaje, nos introducirá en el género de la ciencia ficción. Entenderemos al instante la necesidad del director de buscar un observador externo para lograr el análisis sobre la sociedad que expone el relato. El film será un falso documental y se nutrirá, en casi su totalidad, del montaje de imágenes obtenidas y ofrecidas por la NASA. Recordaremos en este proceso al gran trabajo de aquel cineasta y teórico ruso, creador junto con Pudovkin, en la década del 20, del grupo de trabajo llamado “El laboratorio”. No hablo aquí de otro más que del señor Lev Kuleshov, quien a través de varios experimentos utilizando como objeto el montaje cinematográfico, esto es el armado de una estructura mediante la yuxtaposición de los distintos planos capturados en rodaje, llego a numerosas e importantes conclusiones. 


El cineasta ruso, comprendía al plano como un signo que construye al cine, del mismo modo que las letras hacen palabras, que después son textos. Nacerá, luego de una ardua investigación, el llamado efecto Kuleshov. Aquel efecto, si lo analizamos desde el punto de vista de la psicología perceptual, nos explica que la yuxtaposición consecutiva de imágenes indica, para la mayoría de las personas, la existencia de una relación entre ellas. Asimismo, al ver las imágenes se formulan hipótesis sobre su significado narrativo, generando muchas veces, una unión semántica. Herzog, entonces, utilizará las imágenes de archivo de la NASA, generando un nuevo sentido en aquel material, concediéndole a su fría lejanía, una historia. Será la historia de alguien que mira, pero desde afuera. Será la historia de alguien que sufre por la distancia, la de alguien que con tristeza nos cuenta que el futuro que planea el ser humano para su especie estará estructurado, una vez más, por el maldito capitalismo. Será la historia de alguien que quiso advertir y no lo escucharon. Será la historia, la triste historia, de alguien que partió dejando atrás, un beso y una flor.

Lucas Itze.-

Canción post impresiones


También sonó Intoxicados...


Y nos subimos a la escalera al cielo... 


Fito y Chico juntos...


Y todo es mentira en este mundo...


Fito homenajeó a Charly 


Y nos despedimos bailando con el...



FICHA TÉCNICA

Título original: The Wild Blue Yonder
Año: 2005
Duración: 81 min.
País: Alemania
Director: Werner Herzog
Guión: Werner Herzog
Música: Ernst Reijseger
Fotografía: Tanja Koop, Henry Kaiser
Reparto: Brad Dourif, Capt. Donald Williams, Dr. Ellen Baker, Franklin Chang-Diaz, Shannon Lucid, Michael McCulley

SINOPSIS


Un grupo de astronautas queda vagando por el espacio, sin posibilidad de volver a la Tierra, pues el planeta ha quedado inhabitable...

TRAILER


jueves, 18 de diciembre de 2014

LADRON DE BICICLETAS - LADRI DI BICICLETTE


EDITORIAL

Cierta vez, un poeta gnomo de tan solo cinco pétalos, susurró jugando una verdad en mi oído. Absorto en el suave vuelo de su muñeco manco, navegando en su mente otras realidades, me dijo con seriedad de gnomo: lo que queda es lo rompido. La oración misma implicaba desde su erudito postulado una ruptura. Desafiaba, sin ningún rubor, las leyes de la gramática. Bien hubiera podido yo corregir en aquel instante la errónea conjugación del verbo, alimentando, naturalmente, aquella ilusión de la educación, reparando por un instante al mundo, arruinándolo todo una vez más. Señores, el mundo jamás ha funcionado. Todo, inevitablemente, tiende al caos. Todo, ineludiblemente, tiende a la muerte. Morirá el poema en su último verso. Morirán mis ojos en tu olvido. Morirá nuestro sueño de libertad, cuando el último de nosotros baje los brazos. Morirá la tierra en nuestra necedad. Morirá la justicia en la rugiente panza de un chico con hambre. Morirá nuestra paciencia en la laberíntica burocracia. Morirá la espontaneidad, agonizando lento, en los brazos de la rutina. Morirás vos, y allí nomas, moriré yo también. Quedarán entonces las cenizas de lo que fuimos, quedarán los escombros de nuestros deseos, nos conformaremos viviendo el sencillo reflejo de aquellas complejas aventuras que nos prometimos alguna vez. Quedará “lo rompido”. Aquel pequeño gnomo continuó, con parsimonia y rebuscada veracidad, en la absurda empresa de dibujar en el aire el vuelo de su muñeco manco. Sentí helarse mi cuerpo entero al pensarme lejos de él. 


Quise espantar al tiempo. Quise desgarrar mi garganta en un aullido feroz para alejar al maldito fantasma de la muerte. Entonces, su mano hechicera acerco con cuidado al muñeco manco, quien comenzó a escalar cuidadosamente mi brazo. Al ver mi desconcierto, aquel joven poeta gnomo, estalló en la más fresca de las risas jamás escuchadas. Y allí encontré la respuesta. Allí vi morir al tiempo en un estatismo pétreo. Allí pude ver que “lo rompido” brillaba también en la caída de las viejas estructuras. En la deleitosa muerte de nuestros pavorosos fantasmas. Entendí que el mañana nos promete lejanías y ausencias, caos y muerte, y que esa promesa, lejos de invitar a la angustia, embellece invaluablemente mí hoy, mí ahora. Eso es lo que queda. Gracias pequeño gnomo por convidar tu luz. Gracias a vos y a tu hermano por regalarme estos ojos y así salvarlos de la oscuridad, aunque sea por un rato. Sigan llenando este espacio de risas y magia, de caricias y juegos. Sigan montando esa bicicleta de la vida, abriéndose camino por donde gusten, sin preguntarle nada a nadie. Y corran, aunque un día ya no los alcance. Quedará “lo rompido” para siempre, se los juro. De boca de gnomo a oído de gnomo. Confío ciegamente en ustedes, aunque el camino se llene de tristes ladrones de bicicletas.-

Lucas Itze.-

Canción elegida para la editorial



IMPRESIONES PARA LADRÓN DE BICICLETAS


La hostilidad es esa neblina espesa que sobrevuela todos nuestros barrios. Late en todas las venas de los que integramos esta maldita jauría. Intentamos ocultarla con pomposos actos de beneficencia, que rápidamente publicamos en cuanto medio de comunicación exista. Intentamos apaciguarla, practicando la comprensión, actuando la honestidad, mintiendo la humildad, jurando el amor. Pero cuidado, la raíz siempre pudo con la baldosa. Basta con salir a la calle con un par de ojos que sepan mirar. Basta con observarse a uno mismo, o abrir cualquier diario. La sangre del otro chorrea por nuestras veredas y no hacemos más que esquivarla y continuar nuestro camino, con esa prisa absurda hacia la nada. Como si el mundo se acabara mañana, o peor aún, fingiendo que nos importara que el mundo se acabara mañana. Y la hostilidad está ahí, nadando en nuestras venas como un pececito rojo y furioso, deseoso de incendiarse como un bonzo en cualquier momento. Pero no, dirá algún oyente ofendido cómodamente sentado desde su casa. Somos seres civilizados, capaces de discernir, lejos ya de cualquier tipo de barbarie. 


Pero de qué sirvió vestir nuestras pieles con estas absurdas telas. Desarrollamos una increíble astucia para legalizar e institucionalizar cada una de nuestras morbosas hostilidades. Linchamos en nombre de la justicia. Desaparecemos compañeros levantando la ensangrentada bandera de la reorganización nacional. Acribillamos pueblos enteros solo para acercarles, humildemente, la piadosa palabra de dios. Allí está la hostilidad, alimentando nuestro hambre para devorarnos entre nosotros. Allí esta Antonio Ricci, sirviendo de banquete en una cena de lobos. Antonio, junto a su hijo Bruno serán los protagonistas de ese film maravilloso de Vittorio De Sica llamado “El Ladrón de Bicicletas”. Poético exponente de aquella vanguardia que surgió a mediados del siglo XX en la Italia de posguerra llamada Neorrealismo Italiano. Rossellini, con su “Roma ciudad abierta” iniciaría este proceso allá por el año 1945. Prepararía así, el camino para que unos años después, De Sica, haga meditar y lagrimear al mundo entero con el robo de una simple bicicleta. Esta vanguardia, centro su temática en la denuncia del grave conflicto social que el fascismo intentó ocultar estupidizando a Italia con musicales menores o baratas comedias carentes de contenido. 


El Ladrón de Bicicletas será una hermosa metáfora de una sociedad falta de esperanzas, huérfana de herramientas y respuestas. El futuro estará allí, representado por Bruno, el hermoso hijo de Antonio, quien lo acompañará en todo su periplo, expectante, marcando la urgencia y los tiempos, padeciendo el hambre y el cansancio, llorando en silencio sus lágrimas de niño. Se olerá dentro del relato cierto aroma kafkiano, particularmente, en el comienzo del segundo acto donde los personajes comienzan su naufragio en la tempestad de la pifiada burocracia estatal. Quedarán completamente solos en su búsqueda, comenzarán a ser deglutidos de a poco. La estructura del relato tendrá una rigurosa linealidad y eso lo hará más agotador, más crudo y terrible. El conflicto irá sumando situaciones cada vez más intensas y angustiantes de manera dosificada hasta llegar a la desesperada decisión de Antonio de apartarse del camino de la ley. Entonces sí vendrá el castigo, aparecerá la hostilidad del mundo junto con la condena social. Bruno llorará desesperado al ver a aquella jauría saciar su hambre de violencia con su padre. Se meterá entre los lobos para abrazarlo, para compartir su muerte en un acto de amor puro y cristalino. Llegará entonces el maquillaje para aquella hostilidad, llegará el perdón. Antonio y Bruno se irán caminando despacio de la mano. Uno aun llorando, el otro, oscurecido en su tristeza, preguntándose aun ¿Qué pasa en el barrio?

Lucas Itze.-

Canción post impresiones


Y hablando de Bicicletas, el disco homónimo de Serú Giran


Otro tema de este gran disco 


Ciro Pertusi y su tema dedicado a su Caballito de hierro


Y nos despedimos pensando que el futuro... ya llegó



FICHA TÉCNICA

Título original: Ladri di biciclette
Año: 1948
Duración: 88 min.
País: Italia
Director: Vittorio De Sica
Guión: Cesare Zavattini, Vittorio De Sica, Suso Cecchi d'Amico & Otros (Novela: Luigi Bartolini)
Música: Alessandro Cicognini
Fotografía: Carlo Montuori (B&W)
Reparto: Lamberto Maggiorani, Enzo Staiola, Lianella Carell, Gino Saltamerenda, Giulio Chiari, Vittorio Antonucci

SINOPSIS


En la Roma de la posguerra, Antonio Ricci (Lamberto Maggiorani) un obrero en paro consigue un sencillo trabajo pegando carteles a condición de que posea una bicicleta, de este modo, a duras penas consigue comprarse una, pero en su primer día de trabajo se la roban. Es así como comienza toda la aventura de Antonio junto con su hijo Bruno(Enzo Staiola) por recuperar su bicicleta mientras su esposa María espera en casa junto con su otro hijo. Obra maestra del neorrealismo italiano que forma junto con "Umberto D." y "Milagro en Milan" la famosa trilogía de De Sica.

PELICULA COMPLETA


martes, 9 de diciembre de 2014

RECUERDOS


EDITORIAL

¿En qué tren llegamos a esta estación que llamamos vida? Todos tenemos la esperanza de haber abordado aquel en el que se celebra una gran fiesta que, en definitiva, es lo único que se puede hacer con tanta vida de más. En ése en el que se pregunta por aquella palabra extraña llamada necesidad. El tren de la televisión que te abraza y la memoria renga. Aquel bólido de motor puntual y asistencia perfecta. Conductas irreprochables de los que cortan el boleto cagándose de risa en la cara de los estúpidos pasajeros. Pasajeros al azar, pasajeros porque sí. Y vos, que no tenés nada que hacer en ese lugar, de repente te cansas de ver siempre la misma película. Aquella en el que se aplaude al héroe entre la multitud. Aburre aquel beso, repetido hasta el vómito, en medio de la tormenta. No sentís orgullo de aquel viejo que se animó a la última y única aventura con la rodilla rota y la próstata por el piso. Detestás la idea de la esperanza del último suspiro por que la muerte acecha. El placer del premio consuelo, la medallita con papel autoadhesivo. Pura mierda… 


En el tren de al lado ves que la gente sabe bajarse a tirarle piedras a ese estúpido vagón de ventanas rotas. Cargado de pastillas y olor a alcohol. Nunca habías observado a una vida irse de manera tan violenta y hermosa hasta que te fijaste en el tren de los rieles paralelos. En esos vagones las lágrimas son saladas de verdad y vale la pena ahogarse en ellas. Porque la suerte en verdad les pateó el culo y los dejó adormecidos desde la primer hasta la última estación. Porque las cartas que llevan en sus manos son la única posibilidad que tienen de ganar la partida. La música es música porque así lo reflejan sus sonrisas ¿Quién necesita la novelita para sentir algo? En el tren de los lujos se llora al cuadripléjico salir campeón del baile y el señor pasajero siente miedo de perder su aburrida existencia por las manos de aquella gente indeseable. Ni siquiera se dan cuenta de que las vías de ambas formaciones se dirigen al mismo basural. Descorchan, victoriosos, que el tren de al lado acelera pasionalmente a carcajadas y se pierde en la noche haciéndose un punto en el horizonte. Y temen por sus cuentas, por su tecnología acechada por el paso de los días. El tren, a efecto de aquel temor, se ralentiza y con él los latidos de los corazones de aquellas personas que solo se acercan al sentido de la vida cuando hablan de aquella formación perfectamente imperfecta que vieron pasar velozmente por al lado casi sin darse cuenta. Puede haber muchas miserias en esos relatos, mucho dolor y sangre envenenada pero es necesario que se hable de aquel tren a toda velocidad. Que pasa como la luz más incandescente. Es necesario, además, porque las vidas del tren festivo no valdrían nada si en algún momento se desprendieran de aquellos recuerdos…

Alan Beneitez

Canción elegida para la editorial



IMPRESIONES SOBRE RECUERDOS


¿A dónde están aquellos versos que rugen? ¿Qué desierto alejó tu nombre de todos los poemas? Las pinturas bajan su mirada y se esconden, tímidas, en el frio abrazo de la distancia. ¿Es que se acabaron los espejos en esta galería? Plumas blancas sobre cadáveres al costado de un camino. Aquellos bellos cuerpos fríos se esfuerzan por hablarme. Sus bocas destrozadas intentan, aunque sea, murmurar mi nombre. Su esfuerzo ya no me conmueve. ¿Es que ya nadie se acuerda de mis lágrimas? Camino entre los cuerpos buscando el tuyo, temiendo encontrar el mío. 


La tierra levanta cierto polvo que dificulta ver el fondo. Ese es el truco. ¿Hasta dónde pensaban llegar con esas pobres chispas de pólvora húmeda? ¿Es que en serio no ven que el mundo continúa; acentuando las distancias; olvidando para siempre los nombres de nuestros amigos? Busco con pena, entre los escombros, los restos de aquellos puentes amarillos. Veo los pájaros asustados, volar hacia las jaulas. Sus alas ensangrentadas, heridas de muerte, golpean sobre los nefastos hierros de sus celdas. El ruido hiela mi alma. No hay cuerpo que genere sombra. La tarde se apaga en mi muerte. Evoco aquel consejo: transformar lo cotidiano en símbolos, transformarlo en algo que pueda perdurar en la memoria de los hombres. ¿Será que habremos arruinado todos los recuerdos? Digo esto como si aún poseamos alguno. Digo esto creyendo, todavía, saber lo que es recordar, o peor aún, lo digo, quizás, en el frustrado intento de aquel juego con el tiempo, en la inútil búsqueda de aquellas marcas de lo loable. Sandy Bates derrama estas mismas lágrimas, aunque desde un análisis mucho más profundo y poético llamado “Stardust Memories”, firmado y actuado por un compañero de esta mesa, el señor Woody Allen. Quizás una de las películas más profundas de Allen. Quizás la más catártica. 


Tomará como base del relato al film “Fellini 8 y ½”. Federico, aquel pilar. Aquel doble espejo, en donde Allen ve reflejado tanto lo maravilloso de lo estético como también lo inalcanzable. Esta apreciación se mantendría intacta si de Bergman habláramos. Stardust Memories¸ como también lo hiciera la ya citada película de Fellini, viene a contar la crisis de un artista, que no es otra que la crisis sufrida por el mismo Allen en aquella época. Luego de “El Dormilón”, hablo del año 1973, la narrativa de Woody Allen varía buscando mayor profundidad en el análisis, en la trama, escapando a la estructura de sketch televisivo. Aparecerá, entonces, Love and Death, marcando el inicio de este camino, el cual se ira intensificando en los años consecutivos con Annie Hall, Interiores y Manhattan. Por allí, olerá a Shakespeare y Bergman, otros pilares de nuestro gran amigo. Este punto de giro en la búsqueda artística de Allen está claramente reflejado en Stardust Memories. Veremos en el relato la presión ejercida por la productora, por el público, hasta por sus padres, exigiendo el retorno a la comedia más pura, al chiste como finalidad. Aparecerá la realidad social como un peso más en la angustiosa carga del protagonista. Los relatos comprendidos en este nuevo periodo, estarán presentes dentro del film con la sutil aparición de sus personajes adornando escenas, interactuando mínimamente con el protagonista, solo para recordar al ojo despierto sobre lo que realmente estamos hablando. El film contará con una extraordinaria fotografía, la cual estará a cargo de Gordon Willis. Se trabajará el blanco y negro y se remarcará con precisión los distintos cambios en el estado de ánimo de Bates a través del encuadre de cámara. 


El relato no será lineal, ya que el protagonista evocará rupturas amorosas, jornadas de rodajes las cuales serán narradas mediante el uso del racconto. Stardust Memories, relatará las horrendas presiones sufridas por un autor en crisis. Se le exigirá al protagonista ser otro que ya no es. Quizás en este reclamo, veamos justificado aquel apellido Hitchcockiano elegido por Allen para el protagonista de la obra, que no hace más que remitirnos al personaje de “Psicosis”. Tal vez allí este reflejada la dolorosa carga que implica aquella añosa lucha entre el deseo y el deber. Sandy Bates, finalmente, terminará cediendo su visión y todo culminará en un final con beso. Pero Allen destacará la ironía de la vida al mostrar al público, conformado por los mismos personajes del film, levantarse de la sala de proyección discutiendo sobre las profundidades narradas en el relato. Bates aparecerá en la soledad de la sala, se pondrá unas gafas negras y se ira melancólicamente, como un recuerdo de alguien que se aventura a la evocación desde las sucias páginas de los libros de la buena memoria.

Lucas Itze

Canción post impresiones


También sonó


Y según la Rolling Stone, el puesto nº 2 de la historia


Algo de los Beatles no podía faltar


Homenaje al Chavo, con los recuerdos de tantas sonrisas

  

FICHA TÉCNICA

Título original: Stardust Memories
Año: 1980
Duración: 90 min.
País: Estados Unidos
Director: Woody Allen
Guión: Woody Allen
Música: Varios
Fotografía: Gordon Willis (B&W)
Reparto: Woody Allen, Charlotte Rampling, Jessica Harper, Marie-Christine Barrault, Tony Roberts, Daniel Stern, Amy Wright, Helen Hanft, John Rothman, Anne DeSalvo, Joan Neuman, Sharon Stone

Argumento

Sandy Bates (Allen) es un cineasta cansado de hacer películas cómicas. En un mal momento de su vida, los ejecutivos de un estudio quieren cortar el final desesperado de su próxima película para hacerlo más comercial. Al mismo tiempo, es invitado a un festival de retrospectiva de sus películas, donde es asediado por fanáticos.

Ahí conoce a Daisy (Jessica Harper), una violinista que le recuerda a una ex novia problemática, Dorrie (Charlotte Rampling), pero su novia francesa Isobel (Marie-Christine Barrault) lo visita con sus dos hijos. Incapaz de decidirse a quién amar, qué nuevo final poner para su película y lidiar con sus demonios del pasado (revividos mediante las preguntas de los fans y por la proyección de sus películas), fantasea acerca de su propia muerte y promete a Isobel reescribir no sólo el final de su película, sino su vida. La película cierra con los protagonistas saliendo de la sala de proyección del festival, comentando la película misma.