EDITORIAL
Para quedarte donde estás tenes que correr
lo más rápido que puedas... y si queres ir a otro sitio, deberás correr, por lo
menos, dos veces más rápido… esto nos avisó Lewis Carroll antes de caer para siempre en aquella madriguera de
la que jamás saldría. El amor, tal como hemos dicho más de una vez en este
foro, es peligro y nada carente de movimiento ha sido hasta el momento
merecedor de aquel título. El amor realmente vivo, el único que vale la pena
por cierto, es aquel que es una sentencia y jamás una tibia apuesta. Aquel amor
que así como un día sucede, irruptoramente, sin antesalas ni preámbulos
dilatorios, puede cualquier otro dejar de suceder. Es aquel que corre y que
algunas personas se ilusionan con capturar. Estarán, estos pobres seres,
alimentando y siguiendo entonces una estrella y un destino que ya dejo de
alumbrarlos hace tiempo. Allí, en aquella triste jaula fría como un almanaque,
se creerá estar cultivando algo que durará para siempre, algo con raíces, que
los identifique. Pero llegará el día en que estos personajes miren y busquen a
sus costados y se descubran finalmente solos. Será evidente entonces, aquella
necesidad humana de creer en absolutos, de creer en algo que se sostenga en el
tiempo para sosegar de aquella manera el miedo a la muerte.
Los que hoy hacemos
este programa, proponemos tal como lo hacía Carroll, el movimiento. Nos
adelantamos a los supersticiosos de las primeras filas, que ya se los oye
argumentar que de esa manera sufriremos también nuestros desencantos y las
angustias golpearan con sus frías manos nuestras puertas, y les diremos que
ninguno de los que aquí estamos le escapamos al dolor, menos aun si proviene de
aquello que amamos. Seremos nosotros elegantes en aquel sufrimiento e iremos a
buscar aquello que perdimos en otras experiencias, evitando reproches y vanas
solicitudes de justicia divina. Tal como hemos declarado más de una vez,
amaremos sabiendo siempre que la única manera de ser felices en aquel lío es
renunciando a la idea de veracidad. Amaremos entonces disfrutando aquellos
instantes, fugaces y milagrosos por mas ficticios que sean. Amaremos hasta
prendernos fuego, sin especulaciones y correremos dos veces más rápido para de
esa manera, escaparnos también de nosotros mismo. Porque aquel amor verdadero
que reivindicamos es libertad y ser libre no es jamás adueñarse de uno mismo,
sino huir de aquel que somos.
Lucas Itze.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
SOBRE EL SABOR DE LA NOCHE
La mirada se posa triste en el fondo de la
copa. Ni una gota rebelde de vino parece cambiar la ecuación. Los minutos se
congelan en una noche nevada. El blanco quema los ojos que ya no quieren mirar.
La luna se esconde entre nubes para hacer más oscuro el show. El amor se
deshace mientras soñamos despiertos. Las lágrimas piden permiso para escaparse
antes que uno se dé cuenta. La noche se alarga mientras las moscas de bar beben
sus últimos sorbos. El primer rayo de sol iluminará la cara y aparecerán
vestigios de la noche anterior. Es la señal de la última resaca, donde los
amores suelen suicidarse de madrugada. Entre copas y noches iluminadas, aparece
El sabor de la noche, del hongkonés Wong
Kar Wai. La hermosa voz de Norah
Jones mientras aparecen los créditos nos invita a quedarnos atentos. La
cantante debuta como actriz en un protagónico donde se enfrenta a grandes
estrellas y sale bien parada. El film será lineal, y la veremos a Elizabeth,
la protagonista, llegando a un bar y preguntando por ese alguien que se
transformará en pasado. El director y co-guionista (junto a Lawrence Block) dividirá la historia en
tres marcadas partes, en los que ella empieza un viaje buscando encontrarse a
sí misma tras la ruptura con su pareja.
Como todo el cine de Kar Wai, la
pantalla se llenará de colores brillantes que iluminan todo. De ruidos de
trenes cruzan la ciudad a toda hora. Los tonos verdes, azules y rojos a los que
nos tiene acostumbrados, aparecerán con un magnetismo que no nos permitirá
escapar de lo que estamos viendo. Los encuadres serán cuadros perfectos,
mientras la cámara se esconderá detrás de vidrios, puertas y se asomará entre
medios de muebles o frascos, demostrando su gran talento para crear unas
imágenes potentes, como si fuéramos los testigos de lo que pasan los
protagonistas. Esos silencios que vemos desde atrás de un vidrio, no necesitan
palabras. Y el director lo sabe y lo usa a su antojo, llevándonos de acá para
allá. Así juega también con la cámara, como si estuviera en puntitas de pie,
con movimientos ralentizados o acelerados, o tratando de encontrar un punto
fijo entre tanto desenfoque. Y cuando no hay palabras, bien está utilizada la
música, en la voz de Norah Jones, Ry Cooder o Cat Jones, quien hasta hace un cameo como ex novia de Jeremy.
Kar Wai desembarca en Estados Unidos con una película a su manera, con una
poesía visual que impacta a cualquiera pero también diferente a su obra. Ya no
veremos esa suavidad en los protagonistas.
Aquí también serán pobres diablos
esperando encontrar la felicidad perdida pero transmutada a la sociedad
estadounidense, donde tenemos otro tipo de perdedores, quizás también sensibles
pero que no lo demuestran. De ahí que creemos que la historia no termina de
cerrar. Desde este humilde espacio, sentimos que el director se queda en el
medio y no se atreve a pasar la línea. Sin dudas los personajes mejor logrados
aparecen a partir de la segunda historia, porque tanto Jeremy como Elizabeth
no desarrollan importantes cambios a lo largo del metraje y eso hace que el
pastel al final tenga gusto a poco. Porque Kar Wai, al igual que en casi todos
sus film, nos muestra el desamor y la soledad. Y el escapar a eso. Y no importa
si estás en la cosmopolita Nueva York, un pueblo de Memphis o el desierto de
Nevada, porque en cualquier lugar encontrarás a alguien sufriendo igual o peor.
Pero ese mundo que nos pintó de luces y pasteles suena edulcorado y poco
doloroso. Y sabemos de sobra que puede hundirse en heridas muchos más
profundas, ya que así se ganó la admiración de muchos años antes. Como esas que
tenía Arnie, quizás el personaje mejor logrado del film. Ese que
encontraremos siempre que vayamos a beber nuestra última copa en el bar para
luego convertirse en nuestro ángel de la soledad.
Marcelo De Nicola.-
Canción post impresiones
Uno de los temas del film
UNIVERSO
WONG KAR WAI
Nacido en China en 1958, emigró a Hong Kong
a los 5 años de edad, por las dificultades para hablar el idioma cantones de su
lugar adoptivo (él hablaba mandarín y dialectos de Shangai), iba con su madre
al cine pasándose horas ahí dentro.
Empezó trabajando como guionista para la
televisión, y después empezó una carrera junto a su amigo australiano Christopher Doyle, quien sería el
director de fotografía de la mayoría de sus films, gracias a ese binomio, Kar
Wai fue apodado “el poeta de la imagen”.
Su primer film fue en 1988, llamado El fluir de las lágrimas, donde la
historia se centra en dos hermanos que están inmersos en el mundo de la mafia
china.
Dos años después llegó Días salvajes, film con el que empezó a ser reconocido en
diferentes partes del mundo.
En 1994 filma Ashes of Time, donde cuenta la historia de un armador de katanas en
la antigua China, en un film de tono épico. El film ganó el premio a mejor
fotografía en Venecia.
Ese mismo año llega uno de sus films más
aclamados: Chungking Express, dos
historias de amor en el pleno barrio turístico de Hong Kong. Un joven policía y
una traficante de drogas por un lado. Un agente de policía y una camarera de un
bar por el otro. Fue nominada a mejor película en varios festivales. Uno de los
films preferidos de Quentin Tarantino.
Un año después filma la excelente Angeles caídos, un notable drama donde
conviven un asesino a sueldo que quiere retirarse, una prostituta enamorada de
el sin conocerlo, y un joven mudo que vive con su padre.
En 1997 estrena Felices juntos, la historia de Lai y Ho, dos jóvenes que vienen a
Argentina en busca de una nueva vida, pero una vez en Buenos Aires, los caminos
se separan, y Lai, que trabaja de portero de un bar, quiere volver a Hong Kong,
cuando su antiguo amante Ho, aparece, la cosas ya no son iguales. El film ganó
el premio al mejor director en Cannes.
El 2000 llega con una catarata de premios
gracias al film Con ánimo de Amar,
la historia de Chow, un redactor de un diario local que se muda a un edificio
donde conocerá a Li Zhen, quien se acaba de ir a vivir con su esposo. Ellos se
volverán cada vez más amigos, pero pronto descubrirán algo inesperado de sus
respectivos cónyuges. Es la segunda parte de la trilogía iniciada en Días
salvajes. El film consiguió el premio a mejor película extranjera en los Bafta
ingleses, los César franceses, y en el Círculo de Críticos de Nueva York.
Participa del film Eros, una película dividida en tres episodios sobre el erotismo, la
sensualidad y el amor. Junto a Steven
Soderbergh y Michelangello Antonioni. Su segmento se tituló La Mano.
En 2004 cierra la trilogía iniciada en 1991
con el film 2046, sobre un escritor
que escribía sobre el futuro, aunque en realidad estaba escribiendo sobre el
pasado. Para muchos, la obra maestra del cineasta.
Llega a Hollywood en 2007 cuando estrena My Blueberry Nights, la historia de una
jóven que realiza un viaje espiritual por América y a lo largo de la Ruta 66 se
encontrará con diversos personajes. Nominada a la Palma de Oro en Cannes. El
último largo que ha filmado fue The
Grandmaster en 2013, la historia de Ip Man, el mítico maestro de kung fu
japonés (y maestro de Bruce Lee) y la bella Gong (la gran luchadora del país en
ese momento) y su importancia en la civilización china, en la previa de la
invasión japonesa de 1936.
Sin dudas, esperamos más poesías visuales e
historias de amor como sólo Wong Kar Wai sabe contarlas…
FICHA
TÉCNICA
Título
original: My Blueberry Nights
Año: 2007
Duración: 90 min.
País: Hong
Kong
Dirección: Wong
Kar-Wai
Guion: Wong
Kar-Wai, Lawrence Block (Historia: Wong Kar-Wai)
Música: Ry Cooder
Fotografía: Darius Khondji
Reparto: Norah
Jones, Jude Law, Natalie Portman, Rachel Weisz, David Strathairn, Hector A.
Leguillow, Frankie Faison, Chad R. Davis.
SINOPSIS
Elizabeth (Norah Jones) es una joven que
comienza un viaje espiritual a través de América en un intento de recomponer su
vida tras una ruptura. En el camino, enmarcada entre el mágico paisaje urbano
de Nueva York y las espectaculares vistas de la legendaria Ruta 66, la joven se
encontrará con una serie de enigmáticos personajes que le ayudarán en su viaje.
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