martes, 29 de octubre de 2019

EL SÉPTIMO SELLO - DET SJUNDE INSEGLET (THE SEVENTH SEAL)


PROGRAMA 278 (10-10-2019)

SINOPSIS

Suecia, mediados del siglo XIV. La Peste Negra asola Europa. Tras diez años de inútiles combates en las Cruzadas, el caballero sueco Antonius Block y su leal escudero regresan de Tierra Santa. Blovk es un hombre atormentado y lleno de dudas. En el camino se encuentra con la Muerte que lo reclama. Entonces él le propone jugar una partida de ajedrez, con la esperanza de obtener de Ella respuestas a las grandes cuestiones de la vida: la muerte y la existencia de Dios. (FILMAFFINITY)

EDITORIAL

Un árbol seco, sin hojas.
Un glaciar desintegrándose.
Un bosque prendiéndose fuego ante la desidia del poder.
Un tsunami arrasando todo a su paso.
El último animal de su especie cayendo ante una bala disparada por un cazador furtivo.
Una oruga volviéndose mariposa para volar por única vez.
El aire contaminándose de todos los tóxicos que generamos.
Una rosa marchitándose por dentro.
Un rayo que perforó cientos de sueños.
Un motor que frenó su marcha.
Los laboratorios y sus negocios millonarios.
Un cigarrillo que se apaga para siempre.
Las balas de los que nos tendrían que defender. 
El poder y sus políticas saqueadoras.
La prensa y sus mentiras impunes.
La iglesia y sus ojos que no ven.
Una infancia perdida.
El hambre y sus víctimas más débiles.
Las fotos en blanco y negro de los que ya no están.
La plaza que sigue escuchando pasos.
Los pañuelos que siguen llorando tu nombre.
Un grito que nunca tuvo eco.
Las guerras con vencedores vencidos.
El Apocalipsis creado por el hombre.
Un último suspiro.
La muerte en todas sus formas.
Y el sonido de su risa mientras juega al ajedrez con Dios…

Marcelo De Nicola.-

Canción elegida para la editorial



IMPRESIONES SOBRE EL SÉPTIMO SELLO


El nihilismo viene a poner sobre la mesa aquella álgida discusión sobre la nada. Por lo general se relaciona a la nada con el no ser, con la destrucción, con el vacío, cargando de esta manera su significación de una connotación éticamente negativa. Pero cabe aquí preguntarnos: ¿Es la destrucción algo realmente negativo tal como nos sugieren? ¿O aquello tal vez no es más que una visión capitalista de la destrucción? Hemos compartido más de una vez en este espacio aquella reflexión de nuestro amigo Vicente Zito Lema sustraída de las teorías anarquistas, la cual rezaba que: destruir es fácil. Destruir y construir es la gran aventura. Construir sin destruir, no supera la ilusión. En un mundo que se nos presenta sólido, en donde el poder se naturaliza sobre aquella solidez, destruir es revolucionario. Asimismo, entonces, podemos comprender al nihilismo nietzscheano como deconstructivo ya que mostrará, expondrá, la nada que habita en aquellos grandes valores que se nos presentan como últimos, definitivos y naturales. Reducirá a la nada a aquellos conceptos absolutos evidenciando en su construcción la inminente existencia de un plan de elaboración minuciosa y con nefastos fines controladores que llegaran hasta la geo politización misma del cuerpo.

Ahora bien, la libertad es el fundamento del ser, el hombre libre es el fundamento del ser. Hay ser, porque el hombre es libre, porque, tal como decía Sartre refiriéndose al ser para si en detrimento del ser en sí, el hombre es una nada en su ahora arrojada hacia sus proyectos. En la medida que va realizando sus proyectos se va realizando a sí mismo, se va eligiendo a sí mismo. La nada es previa al ser. Para que algo sea es necesario que al mismo tiempo no sea, y esta dialéctica, claramente angustia. Pero por qué entonces la elección de buscar entender el ser y relacionarlo con lo positivo, con lo que hay, con lo establecido y no así dedicarse a entender a la nada. Si en definitiva, en aquel devenir, uno es no siendo. Uno es un recorte de la nada. Aceptar aquella perspectiva del ser es aceptar una idea absoluta del ser que se nos presenta desde una idolatría que atenta contra nuestra capacidad de libertad. Dirá Sartre también que un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él, y allí también habrá olor a libertad. Aquel pensamiento Sartreano nos hará recordar definitivamente a Antonius Block, el caballero cruzado que protagoniza esa joya cinematográfica que es El Séptimo Sello del infalible Ingmar Bergman


Su personaje será disruptivo y planteará una fisura sobre aquella idea del ser. Antonius Block, planteará desde el no ser. Hablará desde la ausencia. Se animará a cuestionar luego de haber dedicado largos años de su vida a luchar y matar por su nombre, la existencia real de dios. “Yo quiero entender, no creer” dirá en uno de los pasajes que compartirá con su muerte que viene a buscarlo. Y en aquella frase dicha desde la propia angustia comenzará a desnaturalizar esa idea fundacional de la fe sobre la creación del Ser y la existencia de una entidad previa y por eso superior. Entidad que más adelante comparará con la nada en otro de los pasajes, tal vez el más bello, el más transgresor, en el cual le pregunta a la muerte sobre qué hay después de la vida, quien nos recibe cuando todo se acaba. A lo que la muerte responde: quizás no haya nadie. Ya sé, le dice Antonius, no lo digas. El miedo nos hace crear una imagen salvadora y a esa imagen la llamamos dios. 


Uno de los grandes valores del film de nuestro amigo Bergman, fiel a su estilo, serán los diálogos. Estarán trabajados obsesivamente, desde la reacción corporal sobre el texto así como también desde la proyección propia de la palabra. La tonalidad será claramente en clave teatral, no cinematográfica sin atentar esto último en nada a la dinámica del film. La fotografía será otra de las gemas que el relato nos dejará. Asistiremos durante el devenir de la cinta a una clase maestra de iluminación cinematográfica, de puesta de cámara y de composición de cuadro. Algunos de sus encuadres nos recordaran a la genialidad de otro exponente del género, el señor Carl Dreyer, más puntualmente a su trabajo realizado en el film La Pasión de Juana de Arco. Notaremos una cierta similitud no solo en la fotografía diseñada para ambos films sino también en el parecido físico de algunos personajes. La cinta resultara profunda, filosófica, deconstructiva y revolucionaria para su época pero también para la nuestra. Se cuestionará directamente la entidad de los grandes pilares sobre los que las sociedades fueron construidas. Quedará entonces rebotando aquella pregunta perturbadora… ¿por qué el ser y no la nada?

Lucas Itze.-

Canción post impresiones



UNIVERSO BERGMAN


Hijo de un pastor luterano y de una dominante madre de origen valón, Ingmar Bergman nació en el seno de una familia muy estricta, en la que la buena conducta y la represión de los instintos se consideraban virtudes. No resulta pues extraño que, tanto él como su hermana Margareta, se refuguaran en un universo imaginario: juntos compraban trozos de película para el proyector familiar y construyeron también un teatro de marionetas. Bergman no contaba aún veinte años cuando dejó a sus padres para instalarse en Estocolmo. Desde entonces, se dedicó al teatro universitario y fue en esta época, entre finales de los 30 y comienzos de los 40, cuando entabló amistad con Erland Josephson y Vilgot Sjöman. En 1942, tras el estreno de una de sus obras, La muerte de Punch, Bergman fue invitado a formar parte del equipo de guionistas de la Svensk Filmindustri, donde pasó dos años revisando guiones, mientras seguía escribiendo obras favorablemente acogidas por la crítica. Ya su primer guión, Tortura, llevado a la pantalla por el importante cineasta sueco Alf Sjöberg, se basa en un recuerdo personal: el terror que inspirara a Bergman uno de sus profesores, que le hizo objeto de todo tipo de vejaciones y engaños en Estocolmo. Al año siguiente, 1945, la Svensk Filmindustri ofrece a Bergman la oportunidad de dirigir su primera película, Crisis, adaptación de una obra danesa cuyo protagonista, como en casi todos sus primeros trabajos, es un alter ego apenas encubierto del autor, que expresa así sus temores, ansiedades o aversiones o aspiraciones personales. Ese mismo año también dirigió Llueve sobre nuestro amor. Si Barco hacia la India (1947) y Puerto (1948) son perfectamente representativas de este periodo, las dos últimas obras de esta década, La sed (1949) y Hacia la felicidad (1949), muestran una nueva preocupación en Bergman, que aborda el tema de la pareja enredada en una lucha sin cuartel. Prisioneros el uno del otro, los amantes protagonistas de sus películas se entregan a un combate cuerpo a cuerpo, un torneo oratorio despiadado con evidentes resonancias de Strindberg. En el medio aparecen películas como Música en la nocheLos demonios nos gobiernan o Esto no puede ocurrir aquí. Los años 50 permitieron afianzarse a Bergman. Al principio de la década rodó dos brillantes historias de amor que exaltaban a la vez el esplendor del verano sueco y los fuegos efímeros de la pasión: Juegos de verano, también llamada Juventud, divino tesoro (1950), que fue presentada en Punta del Este, y esto llevó al éxito del director en lugares tan lejanos a sus país, como lo son Argentina, Uruguay y Brasil. También dirigió Un verano con Monika (1952), donde alcanzó su plenitud la sexualidad de Harriet Andersson. La carrera de Bergman en Suecia estuvo a punto de verse frenada a causa de la desfavorable recepción crítica de Noche de circo (1953), un análisis mordaz del deseo, el sentimiento de culpa y la vulnerabilidad humana. y un año después llega Una Lección de amor


Pero la obtención por parte de Sonrisa de una noche de verano del Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes de 1955, volvió a situarle en posición privilegiada en Europa y Estados Unidos y le permitió abordar un proyecto que acariciaba desde tiempo atrás: El séptimo sello (1956), alegoría sobre la vida y la muerte donde refleja a la vez su concepción afectiva e intelectual de Dios y su intuición del posible holocausto nuclear. 
El clamoroso éxito obtenido por el film ofreció la posibilidad de dirigir, uno tras otro, cuatro importantes títulos: el primero fue Fresas salvajes (1956), con el director de cine Victor Sjöstrom como protagonista. Bergman recurriría nuevamente a sus recuerdos de infancia para efectuar un acercamiento lúcido y benévolo a la vejez, con toda su carga de lamentos y recriminaciones. Rodó después En el umbral de la vida (1957), un ejercicio de apariencia más documental que disecciona las reacciones de tres mujeres ante la maternidad. En El rostro (1958), un mago que no es otro que el propio Bergman, se gana la vida fascinando al público y exponiéndose a la vez a sus sarcasmos. Finalmente, El manantial de la doncella (1959) es una cruel historia de violación, asesinato y venganza, basada en una balada medieval. 


En el transcurso de los años siguientes, el estilo de Bergman experimentaría un cambio sensible. El cineasta aborda una etapa aparentemente austera. Una técnica más depurada y, una temática más profunda se ponían al servicio de un pensamiento inquieto y desgarrado. Tras filmar El ojo del diablo, llega la trilogía formada por Como en un espejo (1961), Los comulgantes (1962) y El Silencio (1963) que le permitió ajustar cuentas definitivamente con su educación religiosa. Dejando a un lado su preocupación por el lugar del hombre en el Universo para considerar el del artista en el seno de la sociedad, Bergman, se convirtió en portavoz intelectual de su tiempo, persuadido de que el ser humano había llegado a una fase crítica de su evolución y de que la apatía del mundo moderno era tan sólo el reflejo de un cierto desencanto. Luego dirige ¡Esas mujeres! parodiando al cine de Fellini. Persona (1966), una obra profundamente marcada por la influencia de Jung y el psicoanálisis, reunió a Bergman, que entonces vivía en la desolada isla de Faro, con la actriz noruega Liv Ullman


A su alrededor, el cineasta tejió en los años siguientes una serie de dramas que destacan por su crudeza y violencia, como La hora del lobo (1967), Vergüenza (1968) o Pasión (1970), que fue la primera en color. En 1971, Bergman rodó en inglés La carcoma, con Elliot Gould, que supuso un completo fracaso comercial. Por contra Gritos y susurros (1972), alucinante estudio en blanco y negro de los últimos días de vida de una mujer enferma de cáncer y del comportamiento de sus hermanas, es encumbrada como una de sus obras maestras. El director sueco siempre fue consciente del impacto de la televisión, y desde 1969, año en que realizó El rito para la pequeña pantalla, mantuvo una relación fluida con el medio, también destino original de Secretos de un matrimonio (1973) y la adaptación de La flauta mágica (1974). En 1976 dirigió Cara a Cara, y luego un escándalo fiscal llevó a Begman a exiliarse en Munich, donde dirigió para Dino de Laurentiis El huevo de la serpiente (1977), ambiciosa reconstrucción del Berlín inmediato a la posguerra. La película se hizo eco del desasosiego y las preocupaciones del realizador como ocurrió también en De la vida de las marionetas (1980), donde se reflejan la impotencia y el sentimiento de fracaso de un individuo perseguido por la sociedad. En 1978 dirigió Sonata de otoño, con la que tuvo varias nominaciones. En 1982, presentó Fanny y Alexander y anunció que sería su última producción para la pantalla grande. 
Fuertes connotaciones autobiográficas aclaran retrospectivamente los temas de su obra: la fascinación por el mundo de los actores, el temor a los tabúes religiosos, la complicidad con el universo femenino, el descubrimiento de la muerte... Todo dentro del marco de una gran familia de Upsala a principios del siglo XX, visto a través de los ojos de un niño de doce años que, una vez más, puede considerarse el alter ego de Bergman. A partir de entonces, trabaja regularmente en el medio televisivo, para el que dirige títulos como Después del ensayo (1983), Los dos bienaventurados (1986), En presencia de un payaso (1997), o Saraband mientras que sus guiones son llevados al cine por otros cineastas, generalmente cercanos a su entorno, como su hijo Daniel Bergman, firmante de Niños del domingo (1992), el danés Bille August, que trasladó a la pantalla Las mejores intenciones (1992), y su ex-compañera sentimental, la actriz y directora Liv Ullman, realizadora de Confesiones privadas (1997) e Infiel (2000). Bergman falleció el 30 de julio del 2007, el mismo día que se otro grande del cine europeo: Michelangelo Antonioni.

FICHA TÉCNICA

Título original: Det sjunde inseglet (The Seventh Seal)
Año: 1957
Duración: 96 min.
País: Suecia
Dirección: Ingmar Bergman
Guion: Ingmar Bergman
Música: Erik Nordgren
Fotografía: Gunnar Fischer (B&W)
Reparto: Max von Sydow, Gunnar Björnstrand, Nils Poppe, Bibi Andersson, Bengt Ekerot, Gunnel Lindblom, Maud Hansson, Ake Fridell.

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