SINOPSIS
Un hombre se
casa con una mujer, y ésta le es infiel. El hombre, por venganza, la asesina,
siendo condenado a muerte... Aclamada película checa por su innovador sistema
narrativo: todo el film está rodado al revés, comenzando por final y terminando
con el principio, e incluso los diálogos están pronunciados a la inversa.
(FILMAFFINITY)
EDITORIAL
El tiro se oyó de lejos pero nadie sintió el final. ¿Quién fue? Preguntó un vecino. El policía, se escuchó por detrás. Todos tienen diferentes versiones, según desde donde están. Un perito por lo pronto fue el que empezó a anotar. Y a medida que avanzaba, retrocedía más. ¿Cómo puedo seguir esto, si acabo de comenzar? Y si voy retrocediendo, cambia el sospechoso inicial. Esto es lo que pasa, cuando alguien empieza a tirar. Todos dicen él, primero, para nada confirmar. A la hora de rebobinar, es necesario encontrar, cuál es el final y el principio, para las teorías desandar. Difícil imaginar, que todo siga su cauce, si al revés y al derecho, todo termina por cambiar.
Y si empezamos por el fin y el
muerto dispara primero, ya no habrá sospechosos y pedirán libertad. La historia
quedará escrita, pero leída al revés, y quizás con un culpable, divagando en la
ciudad. Las palabras se acurrucan, escondiéndose de la verdad. Los testigos
mientras tanto, se ocultan al despertar. Sólo fue un leve disparo, que nadie
dice escuchar. Pero entre sombras camina, el verdadero rufián. Si editamos una
parte, la historia al fin cambiará. Y la verdad revelada, modificará el guión.
De gente muy sospechosa e inocentes sin igual, en el que nadie es culpable,
sólo el muerto sin parlar. La historia quedará incierta, con un final feliz
ajeno, que nadie recordará.
Marcelo De
Nicola.-
Canción elegida
para la editorial
IMPRESIONES PARA HAPPY END
Como bien ya sabemos, son pocas las buenas noticias con las que nos topamos en este pasillo de la existencia. La muerte susurra su triunfo en cada coma que escribimos, en todos los puntos finales que evitan con valentía y cierta elegancia ser seguidos por los otros dos suspensivos. Nuestros amigos olvidaron sus promesas y corrieron lejos del ardiente sol de la aventura para refugiarse bajo la acogedora sombra de la certeza. Mataron en su traición a la sorpresa sometiendo su alma a la dictadura de una agenda y apagaron todos los colores del paisaje eligiendo transitar el recto camino asfaltado de la experiencia. Sentenciaron todo el sabor de sus noches, los salvajes aullidos del bosque, la vasta poesía toda, por aplicar a un sistema que los detesta y los expulsa. Porque el juego que ahora si juegan es pertenecer, bajo cualquier costo, a ese lugar donde no hay nada. Ser partes de aquella frivolidad desesperante. Salvarse en el refugio de los elegidos por nadie. Que desolador y angustiante es trabajar para un sistema sin dueño, manejado por las manos invisibles de un poder que opera de la mejor de las maneras posible: sin ser visto. La pelota aquella que Dylan Thomas había arrojado cuando jugaba en el parque, ahora sí ha tocado el suelo. Llega el momento, entonces, en que en la oscuridad más desahuciada de la noche nos damos cuenta que siempre estuvimos solos. Que caminamos por calles desiertas guiados por el eco de una fiesta que ya ha terminado. Caminamos pateando el papel picado sucio del piso, salpicándonos con los charcos de nuestras propias ausencias.
El universo, queridos amigos, tiende al olvido. Todas las historias que contamos, hasta la nuestra propia, tienden al olvido. Todos nuestros gestos, nuestros errores, incluso las pequeñas heroicas rebeliones serán olvidadas en no mucho tiempo. Las buenas noticias escasean y el amor sin dudas es una de ellas. Inventamos el amor para engañar a la muerte. Lo inventamos aun a sabiendas que su destino es siempre trágico y solitario. Lo inventamos tal vez para recordarlo. La muerte es siempre el olvido. La memoria es la vida, no somos mucho más que nuestra memoria. En ella claro se construye necesariamente nuestra identidad. Ya hemos dicho hasta el hartazgo, desde este mismo micrófono, que construimos identidad sobre la centralización narrativa de experiencias pasadas, pero también sobre la narración especulativa de lo que se continuará siendo. Somos a fuerza de repetición, somos por memoria de lo que fuimos. Si yo pudiera como ayer querer sin presentir, es posible que a tus ojos que me gritan tu cariño los cerrara con mis besos, sin pensar que eran como esos otros ojos, los perversos, los que hundieron mi vivir, escribió Discépolo alguna vez. Si yo pudiera como ayer querer sin presentir. Si yo pudiera besar con la ingenuidad de aquella primera vez, con aquella frescura. Pero allí esta la muerte esperándome en la despedida, allí está el desengaño, el hastío, la finitud de los seres y sus pasiones, allí está la sumisión del deseo. La domesticación profunda del hedonismo y de todas las fantasías. Aquella fe en la esperanza, en el amor, vamos, se ha ido y esa es claro, otra mala noticia. Lo que queda, entonces, es olvidar el recuerdo, que es negar de alguna manera el saber. Lo que queda es morir un poco.
Alberto Camus dice que aquel absurdo en el que estamos siendo
nace en la forzada búsqueda de una estabilidad, de una continuidad. Si la
existencia es una inestabilidad insoportable, ¿para que forzar la linealidad de
los hechos? La pelea por la verdad es siempre una pelea por el sentido. Pero si
la verdad es una construcción elaborada por la invisible mano del poder,
entonces el sentido también lo es. Happy
End del director Oldrich Lipský no
escapa a este razonamiento. El film será moderno y atrevido. Disruptivo.
Delirante. Deconstructivo. El director jugará con las herramientas
cinematográficas, principalmente con el montaje y el guion, piezas
fundamentales en la narración fílmica, logrando una obra artística
completamente novedosa. Jugará con el absurdo en tono de comedia. Con la resignificación
constante a la que la pantalla cinematográfica nos tiene acostumbrados. No
habrá grandes puestas de cámaras, ni tampoco una fotografía destacada. No habrá
actuaciones inolvidables ni diálogos de hierro. Lo que si habrá será una gran
idea asentada en la lectura cómica de una tragedia. Invertir los registros,
cambiar el punto de vista, alterar el sentido es lo que se plantea el director
en este experimento llamado Happy End.
La película narrará la trágica historia de un femicidio y la muerte en la
guillotina de su ejecutor. El director logrará mostrar que el poder ejercido
sin titubeos sobre la relectura de un hecho, puede cambiar el sentido mismo de
una historia aun cuando esta sea la más oscura de las tragedias. Nos convocará
a ser espectadores de un trabajo audaz y desafiante y descubriremos la
inteligencia escondida en cada sonrisa robada. Nos sorprenderemos con la
sutileza hilvanada en el delirio generado por los diálogos invertidos y todo
aquello nos ayudará a huir, aunque sea por unos instantes de la muerte. Eso sin
dudas, será otra buena noticia.
Lucas Itze.-
Canción post
impresiones
UNIVERSO LIPSKÝ
Nació en Bohemia
el 4 de julio de 1924. Su padre dirigía un teatro de aficionados y el joven
Oldrich desde chico se interesó por el teatro, el cine y el circo. En 1943,
luego de haber sido deportado, regresa y junto a su hermano mayor Lubomir y
otros socios crean la compañía de teatro Comedia
Joven. A su vez, empezaría a aparecer como actor en algunas películas.
Luego de la guerra, la compañía fue a actuar a Praga, y el éxito animó a Lipský
a fundar otra allí, Divadle satiry
(Teatro de
Luego llega su gran éxito Happy
End y en 1970 filma dos películas: una sátira sobre los films de Humphrey Bogart titulada Cuatros asesinatos son suficientes, querida
y la distópica: Yo maté a Albert
Einstein, caballeros, sobre una accidente nuclear futuro que hace que todas
las mujeres tengan barba, idean una
máquina que viaje en el tiempo para matar a Einstein antes que realice su
Teoría de la relatividad. Durante los ´70 y los ´80 siguió dirigiendo, donde se
destacaron los films circenses como Seis
osos locos y un payaso o Circus in the Circus. Otras películas
de esa época fueron Jachyme, tiralo a la
máquina, Marecka, dame un bolígrafo
o Adela aún no ha cenado. Sobre el
final hizo el film infantil Que vivan
los fantasmas y la adaptación de una novela de Julio Verne a la que tituló El
misterioso castillo en los Cárpatos. Su último film fue Tres veteranos, donde cuenta las
peripecias de tres veteranos de guerra que se ven envueltos en todo tipo de
líos derivados de la posesión de unos objetos mágicos entregados por unos
duendes. Estaba filmando El gran robo
del cine, cuando en 1986 lo sorprendió la muerte el 19 de octubre en Praga,
el film fue terminado por Zdeněk
Podskalský. Sigue siendo considerado uno de los más grandes del cine checo.
Su hijo se transformó en montajista y su nieto es el actor Tomas Lipsky.
FICHA TÉCNICA
Título original:
Stastny konec (Happy End)
Año: 1967
Duración: 71 min.
País: Checoslovaquia
Dirección: Oldrich
Lipský
Guion: Oldrich
Lipský
Música: Vlastimil Hála
Fotografía: Vladimir Novotny (B&W)
Reparto: Vladimir Mensik, Jaroslava Obermajerová,
Josef Abrhám, Bohus Záhorský, Stella Zázvorková
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