SINOPSIS
Una pequeña
ciudad eslovaca, año 1942. El humilde carpintero Anton Brtko (Jozef Króner)
intenta llevar una vida apacible ignorando a los seguidores de los nazis, que
tratan de imponer su disciplina a la comunidad y erigir una absurda pirámide de
madera en honor a la victoria. Sin embargo, las reprimendas de su esposa Evelyn
(Hana Slivková) y las burlas de su cuñado Markus (Frantisek Zvarík), un
caudillo fascista local, no le permiten vivir en paz. Cuando Markus le ofrece
hacerse cargo, en calidad de ario, de la mercería de la anciana Sra. Lautmann
(Ida Kaminská), su vida queda trastocada. Mientras Evelyn se ilusiona con la
idea de enriquecerse, Anton intenta que
EDITORIAL
La paz y el orden suele tener olor a pólvora y emanar un frío tajante de reja metálica y pesada. Una reja que divide el espacio, de manera intangible, pero precisa. Un metal que fracciona lo bueno y lo malo, que define lo aceptado distinguiéndolo con asombrosa claridad de lo repudiable. Establece lo conocido contraponiéndolo a lo ignorado, dando un orden así al espacio con distancias frías como rejas, generando entonces libertades llenas de olor a pólvora. Todo es tan tajantemente democrático a veces, ejerciendo su poder desde aquel manipulado inventario de lo prohibido que funde lo negro sobre el blanco, lo oscuro sobre lo pureza fértil de las diferencias, sobre la debilidad absoluta de toda minoría. Ahí está ese pincel homogeneizándolo todo, sentenciando un arco iris de posibilidades, acribillando para siempre toda fantasía. La paz y el orden definen al otro. Lo limitan en su esencia y su pensamiento. Procesos de reorganización nacional, genocidios, dictaduras, guerras y persecuciones. Racismo, xenofobia, homofobia, violencia de género. La pesada mirada del mundo no mira jamás los bordes, no observa nunca más allá de lo que alumbra el débil farol de sus oscuras intenciones.
Donde hay poder hay resistencia, a pesar de
los muertos, de las terribles desapariciones habrá siempre un grito denunciando
a esos asesinos de ideas, habrá siempre una voz disidente mostrando lo
siniestro y morboso de este plan. La paz y el orden nos mete en nuestro maldito
gueto y nos carga de miedo para que nunca logremos juntar el valor necesario para
salir de allí. Nos asesina el estado de ánimo para así controlar nuestra
aventura, aun aquella, la de la más salvaje rebeldía. No dormirán tranquilos hasta que se pudran en su puto infierno, se
oirá gritar, pero no sabremos nunca desde que trinchera. La mano que ordena
sentencia el cuerpo, lo define y lo gobierna, lo interviene. Liberarnos ya no
es posible, bien lo sabemos. Solo queda asumir los riesgos de una existencia
absurda, plena de sin sentido, colmada de contratiempos en el otoño mismo de
las posibilidades. La consciencia, aquella vergüenza de los dioses, será el
único tronco al que nos podamos abrazar en el maremoto eterno de la existencia.
Ser consciente no nos libera, solo nos sacude la hipocresía de los hombros.
Transitemos los bordes, las orillas del mundo, aunque ya hayamos perdido el
juego antes de empezarlo. Así de sencillo, así de complejo transcurre el
viaje.
Canción elegida
para editorial
IMPRESIONES SOBRE
No nos conocemos a nosotros mismos, nosotros los conocedores. Pero esto tiene su razón de ser. Si nunca nos hemos buscado, ¿cómo íbamos a poder encontrarnos algún día? Arranca preguntándose Nieztche en el prefacio de su Genealogía de la moral. En definitiva, lo que nos terminamos preguntando siempre es quienes somos. Somos los buenos o somos los malos. ¿Pero quien es bueno y quien es malo en este mundo? En ese mismo libro, el autor alemán hablará de la transvaloración de los valores iniciada por los judíos y los cristianos. Allí certifica dos fórmulas. En la primera “bueno” no procede de aquellos a los que se les ha deparado “bondad”, sino que se los relacionaba con los nobles, poderosos, encumbrados y de espíritu elevado quienes se sintieron y consideraron a sí mismos y a su obrar como buenos o de primer rango, en contraposición con todo lo bajo, ruin, rastrero y plebeyo. Así tomaron el derecho a tomar y crear valores. En la segunda fórmula, el rango queda invertido. Según Nieztche, son los judíos quienes, de un modo tan consecuente que inspira temor, se atrevieron a invertir la ecuación de valor aristocrático y se aferraron a esa inversión llamada odio de la impotencia. Lo que en la primera fórmula era bueno, en la segunda pasa a ser malvado, como conclusión de una reacción frente al otro, la reacción del débil ante el poderoso, bajo el nombre de moral reactiva. Si antes el noble era bueno, aquí pasa a ser malvado. En el segundo tratado del libro el filósofo alemán hablará de la crueldad, la pena, el sentimiento de culpa y la mala conciencia.
El sentimiento de culpa tuvo su origen en el ámbito comercial, entre acreedor y deudor. La compensación del acreedor sobre el deudor puede no consistir en una retribución material en dinero, bienes, etc., sino en el derecho a la crueldad sobre el deudor. Mientras que la mala conciencia es para Nietzsche la crueldad que al no poder exteriorizarse debido a que el hombre se encuentra encerrado en la sociedad, y obligado por ésta a ser pacífico, se vuelve hacia uno mismo. El individuo se tortura y castiga a él mismo, se vuelve cruel consigo mismo, porque no puede exteriorizar esa crueldad y ese ser natural que el hombre es hacia afuera. La diferencia entre el bien y el mal, pero sobre todo el sentimiento de culpa y la mala conciencia, se ven reflejadas de forma exquisita en el film de Ján Kadár y Elmar Klos titulado La calle de la tienda Mayor. Para muchos, la obra maestra de la nueva ola checoslovaca, basada en una historia de Ladilsav Grossman, quien escribe el sólido guión junto a ambos directores. La acción transcurre en Eslovaquia en el año 1942. Los delirios de Hitler (un admirador de Nietzche, que casualidad...) empiezan a hacer estragos en Europa y comienza la arianización de los negocios. Todo judío que tenga uno, deberá dejárselo a un llamado “arianizador”. La película arrancará con unas cigüeñas en un techo que volarán hacia otro lado. La cámara desde el cielo nos mostrará la procesión en círculo de unos presos en las cárceles, mientras que tras la pared, la gente camina apaciblemente por la calle. La música le da un tono alegre a esos primeros minutos.
Luego de ese comienzo con la gente paseando feliz mientras pasan los títulos, aparecerá una leyenda sobre la invasión nazi y luego un tren llevando tanques y soldados. Los días alegres estaban por terminar. Mientras el tren pasa, veremos a Tono y su entrañable perro. En ese comienzo conoceremos a ese carpintero sencillo, bonachón y algo cobarde, que está en pareja con una mujer que tiene un carácter y una ambición más fuertes que las de él. En una cena, nos presentarán al cuñado, miembro de uno de los partidos fascistas y con quien Tono no tiene la más mínima simpatía. Sin embargo, para hacer las paces, su cuñado le ofrece un negocio de una señora judía para que administre, en el proceso de arianización, donde los judíos no podían atender tiendas. Así arrancará una historia que tocará diferentes vaivenes emocionales. Con una hermosa fotografía en blanco y negro, el dúo de directores manejará la cámara con una excelente cantidad de planos. Utilizarán la cámara en mano en ciertos momentos, veremos unos hermosos travellings por la ciudad y tendrán sobre el final un plano secuencia maestro para finalizar el metraje. La puesta en escena será excelente, aprovechará muy bien el espacio interior como el exterior. La claustrofóbica media hora final será de un detalle visual y técnico altísimo. Sin embargo el film tendrá su base en dos ejes fundamentales.
Por un lado las excelentes actuaciones de los protagonistas, el humilde Tono (Jozef Kroner) y la anciana que padece
algo de sordera y demencia senil interpretada por la veterana actriz polaca Ida Kamínska. Cada mirada, cada gesto
entre ellos sumarán a la verosimilitud de la historia. Los secundarios también
estarán a la altura, además de contar con varios actores no profesionales en el
plató. El segundo acierto es el cambio que se produce a medida que pasan los
minutos. La película arrancará, como muchos de los films checos de esa época,
como una sátira a la sociedad, una crítica disfrazada. Habrá escenas que nos sacarán
más de una sonrisa. Las cenas familiares o las charlas con la anciana serán
momentos de risa fácil, para luego transformarse en un drama oscuro con todas
las letras y con un giro argumental que tiene, para muchos, los últimos minutos
más fuertes que se hayan rodado sobre
Marcelo De
Nicola.-
Canción post
impresiones
UNIVERSO
KLOS - KADAR
Elmar Klós nació en Brno el 26 de enero de 1910. Se
inició en el cine mudo donde se familiarizó con casi todas las profesiones
cinematrográficas. Luego de la ocupación nazi, fue uno de los principales
organizadores de la nacionalización del cine checoslovaco. Ján Kadár, por su
parte, nació en el Imperio Austrohúngaro el 1 de abril de 1918. Con la
aplicación de las leyes antijudías, Kádár fue detenido en un campo de trabajo.
Más tarde dijo que era la primera vez en su vida que actuaba como judío: se
negó a convertirse y sirvió en una unidad de trabajo con un brazalete amarillo
en lugar de blanco, que era privilegio de los bautizados. Sus padres y su
hermana fueron asesinados en el campo de exterminio de Auschwitz. Kadár comenzó
a dirigir en Bratislava después de
En 1965 logran el Oscar a Mejor película extranjera gracias a su obra más renombrada:
La tienda de
FICHA
TÉCNICA
Título original:
Obchod na Korze (The Shop on Main Street)
Año: 1965
Duración: 121 min.
País: Checoslovaquia
Dirección: Ján Kadár, Elmar Klos
Guión: Ladilsav Grossman, Ján Kadár, Elmar Klos.
Historia: Ladilsav Grossman
Música: Zdenek Liska
Fotografía: Vladimir Novotny
Reparto: Josef
Kroner, Frantisek Zvarik, Ida Kaminska, Hana Slivkova, Martin Holly, Helena
Zvarikova, Martin Gregory, Adam Matejka
No hay comentarios:
Publicar un comentario