Programa 70 (22-08-2014)
EDITORIAL
Hoy
desperté más temprano que de costumbre. Quise ir a recorrer las calles de esta
ciudad por última vez con la esperanza de lograr divisar otro color que no sea
ese profundo e incansable gris. Quise poner a prueba una vez más mi fe y
encontrar algún ángel entre tanto ente endemoniado.
Luego
de doblar mi colchón y envolver mis pertenencias las coloqué debajo del mismo
árbol de siempre y emprendí mi caminata, lenta y hacia ningún lugar. Más lenta
que de costumbre, es que no quería perderme ningún detalle. Acá arriba estaba
el sol que brillaba más que de costumbre y era hasta más cálido. Allí abajo
estaban los mismos ojos de siempre fijados a las baldosas rotas y envoltorios
tirados, rellenando los huecos. Las nubes se paseaban lentas en contraposición
de aquellas pobres almas a mi alrededor que se dirigían hacia quien sabe dónde
a paso acelerado y con los hombros preparados para embestir contra todo lo que
se cruzara por delante. Yo lo vi todo y a todos. Nadie me vio a mí. Hable con
todos ellos. Los perdoné y les dije que comprendía que tenía sus costos lograr
pertenecer.
Entre ellos, mi soledad y las desesperadas ganas de charlar con
alguien. Entre ellos el abandono a la búsqueda de su yo más sincero. Y entre
tantos otros, el costo más engañoso de todos: el de creer en la existencia de personalidades
únicas, originales, cuando solo somos infinitos puntos idénticos formando la
misma línea, convencidos de ser diferentes, de estar fuera del todo. Será
quizás porque soy consciente de eso que sentía una distancia tan grande para
con los demás. Las reglas de la geometría que dicen que entre un punto y otro
hay infinitos puntos me impidieron acercarme a los demás y me condujeron a ese
puente que atraviesa un profundo río. Tan profundo e idéntico a todos los ríos.
Entonces el tiempo me cedió por única vez la certeza del futuro. Aquel futuro
que si compartimos cada uno de nosotros, el que llega a todos por igual sin
condición alguna ni preferencias. Decidí darle mi hueco en aquel árbol a la
siguiente exactitud de mi persona.
Comprendí que fui ya demasiado egoísta al adueñarme de tanto silencio regalado
por los demás y que había deambulado ya por demasiado tiempo repitiendo el
libreto del amigo de la manada de perros y el sujeto silencioso. Poco quedaba
ya de mis ropas agujereadas de espanto y fríos nocturnos. Observé, desde la
altura de aquel puente, las aguas que formaban una línea hasta más allá de la
vista y en un ataque único de originalidad decidí atar mis pies a aquella roca.
Me arrojé sin miedos al origen, dejé en la tierra la incontestable pregunta
acompañada de una profunda psicosis…
Alan
Beneitez.
Canción
elegida para la editorial
IMPRESIONES SOBRE PSICOSIS
Dejarlo
todo y marcharse. Sentir el golpe final
de aquella puerta y continuar con el valor intacto. No girar la mirada nunca más.
Tomar cualquier ruta y perderse en la selva, olvidar nuestro cuerpo en alguna
esquina. Mandar todo este mundo a la mierda, para construir otro, con otras
torpezas, bajo otros rituales. Patear la maldita pecera y prometernos, una vez más,
el océano. Cuantas veces vimos amanecer con estos ojos de piedra, con cuantas
ginebras intentamos apagar esta angustia que nos genera mirar por la ventana
del bar y ver la decadencia de nuestras aventuras, ver el plan desarrollarse
con tanta precisión, ver el deseo agonizando, durmiendo aquel sueño tan
parecido a la muerte.
A la altura quizás,
si aceptan el posible exabrupto de quien les habla, del coche de bebé cayendo
por las escalinatas del “Acorazado Potemkim” de Eisenstein
o aquel tren que nos atemorizó a todos de los hermanos Lummiere. Vendrá el asesinato de la bañera, oiremos la música,
aquella música terrible, atormentadora que nos remitirá al filo del acero, ella
misma será todo lo cortante que una nota pueda serlo. Lloverá una cantidad de
planos excesiva, respecto de otras secuencias de la película pero magistrales
cada uno de ellos. La ducha continuara cayendo, las puñaladas también. Todo será
sangre y dolor. Luego lo veremos a Norman salir de aquella casa en lo alto, esa
casa que representa tan bien la relación con su madre. Él quizás sea ese hotel,
pequeño y sometido a la visión avasallante y controladora que ofrece la casa
donde en teoría habita su madre. Aquella residencia será oscura y no será otra
cosa que el lugar de su flagelo. Norman no matará por placer, será justo el
placer lo que busque exorcizar de la culpa, será aquella sensación la que
busque purificar hasta de su propia madre.-
Lucas
Itze.-
Canción
post análisis
También sonó algo de Bersuit
Y nos fuimos con algo bien punk
FICHA TÉCNICA
Título
original: Psycho
Año:
1960
Duración:
109 min.
País:
Estados Unidos
Director:
Alfred Hitchcock
Guión: Joseph Stefano (Novela:
Robert Bloch)
Música: Bernard Herrmann
Fotografía: John L. Russell
(B&W)
Reparto: Anthony Perkins, Janet
Leigh, John Gavin, Vera Miles, John McIntire, Martin Balsam, Simon Oakland,
Patricia Hitchcock
Sinopsis
Una
joven secretaria, tras cometer un robo en su empresa, huye de la ciudad y,
después de conducir durante horas, decide descansar en un pequeño motel de
carretera regentado por un tímido joven llamado Norman. Todo parece normal y
tranquilo tanto en el apartado motel como en la casa de al lado en la que viven
Norman y su madre, pero las cosas no son lo que parecen.
TRAILER
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