Programa
48 (10-03-2014)
EDITORIAL
Cuando
el jabón comenzó a escurrirse por el parabrisas del Mercedes, Emilio sintió la
satisfacción de haber hecho la elección correcta. No necesitó darse vuelta para
corroborarlo con los otros tres ocupantes del auto. Sentía en su nuca la mirada
aprobatoria de cada uno. El ruido del secador arañando el vidrio lo sacó de su
éxtasis. El pibe entró su mano oscura y mugrienta por la ventanilla dejando en
su camino el olor de miles de calles y alcantarillas. Emilio lo miró con
ternura, con ojos paternales sin saber ya si era él quien lo elegía o el pibe
lo elegía a él. El semáforo cantó la luz verde y sin dejar de mirarlo Emilio
aceleró. El pibe, mareado por jaleos baratos y licores vencidos ensayo una puteada
al vacío. Solo logró retener en el único cacho de cerebro todavía vivo la
imagen de aquel rostro, de esos cachetes regordetes salpicados con unas pecas ridículas.
Logró ver también la cadenita dorada que brillaba y colgaba de su cuello blanco
y lampiño. La amargura se esfumó en el instante en que acercó el plástico
cortado a su boca y bebió un buen trago. La noche y el silencio volvían a
invadirlo todo. El pibe ya cabeceaba por el sueño cuando sintió que un auto
frenaba cerca. -Otra vez el poli violeta ese…- pensó entre sueño. Intento
entreabrir los ojos pero algo lo roció provocándole el ardor de dos brasas
incandescentes, su nariz segregaba tanto moco que casi le impedía respirar, un
miedo profundo invadió su cuerpo. Casi por reflejo intentó pararse y comenzó a
tirar golpes a las sombras que se le acercaban. Un golpe seco retumbó en la
cuadra, el cuerpo del pibe tembló en un espasmo y se desplomó sobre el asfalto oscuro.
Un
olor a sahumerio invadía el galpón, su humo agregaba a la fotografía del lugar
un clima casi cinematográfico. El pibe estaba sentado en una silla todavía
inconsciente, tenía sus manos atadas al respaldo de la misma y de su boca
abierta, asomaba parte del trapo con el que él secaba los vidrios de los autos.
La luz de una lámpara lo iluminaba desde arriba generando largas sombras bajo
sus ojos. Un hilo de sangre brotaba desde su nariz y avanzaba dándole color al
oscuro fondo que generaba su piel ennegrecida. El grupo lo observaba desde la tiniebla,
con el olfato alerta a cualquier movimiento, como lobos a punto de un banquete.
Emilio reparó en la sangre de la nariz, solo tenía ojos para aquel recorrido
lento como un orgasmo que nunca llega. Aquel rostro salvaje no llegaría a los
18 años, aunque quizás los superaba ampliamente. Nunca se sabía con certeza. El
pibe parpadeo y una danza cargada de pánico bailó por toda su columna. Como en cámara
lenta la fiera surgió desde la oscuridad y descargó un golpe certero cargado de
odio sobre la piel dura y sucia del pibe, quien cayó e intento gritar. Ahora si
el orgasmo había llegado y su nariz chorreaba sangre en cantidad. Emilio hizo
una seña para que todos se detengan. Volvió a sentarlo, se sacó el reloj dorado
que decoraba su muñeca izquierda, se arrodilló detrás de él y comenzó a olerlo
con placer. Acarició con el dorso de su mano la mejilla del pibe en una muestra
de cariño que nunca hubiera sido capaz de realizar estando en otra situación.
La mezcla de incienso, sangre y tierra lo excitó de tal manera que le provocó
una fuerte erección. Todo parecía sacado de la fantasía más erótica y morbosa jamás
imaginada. Había pureza y belleza en todo aquello. La cara de miedo del pibe,
su sangre que brotaba casi pornográficamente, aquel llanto ahogado por su propio
pañuelo… dios, aquel llanto… era como un mantra que lo elevaba. Lo escuchaba
con atención, como quien intenta retener algo para toda la vida. Pero Emilio
era conciente que las cosas no son eternas, ni siquiera el sufrimiento. Aquel
pobre pibe, violado tantas veces por la vida cruel y miserable pronto dejaría
de latir. Arrancarían de una vez y para siempre su sufrimientos y angustias,
sus ausencias, sus carencias… todo. Emilio se levantó lentamente y dio un paso
hacia atrás. Los lobos purificaron aquella alma de la única manera que sabían.
El pibe no duró mucho, él estaba acostumbrado a no aferrarse a ninguna cosa, ni
siquiera a su propia vida.
Lucas Itze.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
SOBRE SURVEILLANCE
Pensemos
un momento en el sol. Aquel astro que se suicida día a día, que se incendia
apasionadamente, en la oscura y fría soledad del universo. Aquel acto de amor
shakespireano, nos convida, en su tragedia, con vida. Será entonces el sol
quien con su tibia caricia de amante ardiente reparta diversas tonalidades de
verdes a las praderas, acompañe en su crecimiento hasta a la flor más pequeña o
simplemente ilumine tu sonrisa, para que yo me pierda en ella. Ahora bien, que
sucedería si un día, aquel ojo de dragón, se cerrara para siempre
sentenciándonos, en su ausencia, a la peor de las tinieblas, quizás el único
destino posible para cualquier ausencia. O peor aun, que sucedería si aquel
coito eterno entre la tierra y el sol llegara a su orgasmo, y en aquel violento
espasmo, el sol, derramara sus llamas sobre todos nosotros, su jardín de gente.
Las certezas son intentos fallidos, tristes juegos de la mente que solo nos
sirven para convencer al vecino de que la nube de dudas donde mañana apoyará su
pie, es firme como el asfalto. Surveillance, el impactante film de Jennifer
Lynch, es el ojo de dragón que se cierra y nos llena de ausencia, es el orgasmo
del sol que nos quema como un bonzo en el momento menos esperado. La estructura
narrativa de la película estará plagada de raccontos perfectamente
diferenciados en el relato por su trabajo fotográfico. Veremos entonces,
secuencias enteras, o sea grupos de escenas agrupadas por un mismo tema,
trabajadas con altos contrastes. Todas ellas, servirán de pistas para el
espectador, serán las migas, que como en el Hansel y Gretel de los hermanos
Grimm, la directora nos arrojará para que lleguemos a destino. El film contará
con excelentísimas actuaciones como las de Bill Pullman y Julia Ormond, quienes
encarnan a aquella pareja encargada de mostrarnos que no todo es lo que parece.
Todos mentirán, y lo harán desde el principio. Pero bueno, después de todo si
estamos allí, como espectadores, es por el simple placer de ser engañados. Las
primeras mentiras caerán rápido, con los primeros raccontos. Allí descubriremos
que los policías mienten, que Bobby miente, que sus relatos son puras patrañas.
Pero nunca desconfiaremos de ellos, porque ellos son la ley, son el FBI que
viene a poner orden a ese cuarto de adolescente que es este pequeño pueblito de
Nebraska, tomado como escenario para una serie de sangrientas muertes. El film
nos convidará a creer en los agentes Anderson y Hallaway a pesar de ciertas
respuestas, a pesar de ciertos gestos. Creeremos en la mirada casi protectora
de Elizabeth para con Stephanie, aquella adorable niña que acaba de quedar
huérfana. También confiaremos en Sam, al endurecerse frente al relato del
oficial Bennett, porque a esa altura ya estaremos hartos de sus falacias. Pero
entonces, todo se llenará de sangre. Y en este inesperado giro, veremos la dualidad
en los personajes, idéntica a la que trabaja David, padre de la directora del
film Jennifer Lynch. La matanza comenzará de una forma erótica, desquiciada.
Habrá excitación en los ojos de Sam. El olor a muerte lo llevará al éxtasis.
Elizabeth, su compañera, compartirá esa excitación.
Aquel baño de sangre,
aquella ira desparramada a raudales será su fetiche mejor. No habrá explicación
para tanta violencia, nadie la necesitará. Resignificaremos cada gesto, cada
palabra y veremos que el engaño estuvo siempre ante nuestros ojos. Entenderemos
a la mentira evidente. Y solo quedara aquel vacío, esa quietud y ese silencio
que solo nace con la
muerte. Allí quedara, el desierto.
Lucas Itze.-
Canción post análisis
Bienvenidos a este gourmet del infierno
Vimos el film, y se nos vino a la cabeza esto:
Mientras esperamos que llegue la paz
Durante una tanda, bailamos un rock yugular
Y nos fuimos pensando que aunque pasen los años, no nos van a detener
FICHA TÉCNICA
Título
original: Surveillance
Año:
2008
Duración:
93 min.
País:
Estados Unidos
Director:
Jennifer Chambers Lynch
Guión:
Jennifer Chambers Lynch, Kent Harper
Música:
Todd Bryanton
Fotografía:
Peter Wunstorf
Reparto:
Julia Ormond, Bill Pullman, Pell James, Ryan Simpkins, French Stewart, Kent
Harper, Kyle Briere, Hugh Dillon, Gill Gayle, Michael Ironside
Argumento
Una serie de violentas muertes lleva a los
agentes del FBI, Hallaway y Anderson (Bill Pullman y Julia Ormond), a una
pequeña ciudad rural de Nebraska. En la sede policial se reúnen los tres sobrevivientes
de un baño de sangre en la ruta: la adicta Bobbi (Pell James), el oficial
Bennett (Kent Harper) y la pequeña Stephanie (Ryan Simpkins) para indagarlos
sobre lo sucedido.
Bennett
y su compañero Conrad (French Stewart), se dedican a dispararle a neumáticos de
autos que pasan por la ruta, y al hacerlos creer que iban a gran velocidad, los
extorsionan.
Bobbi
y su novio Johnny (Mac Miller) van a buscar drogas a lo de un dealer, pero este
muere de un ataque y ellos aprovechan para llevarse algunas drogas.
Por
su parte, Stephanie va con sus padres y su hermano de vacaciones, cuando en la
ruta ve un auto azul estacionado con manchas de sangre y una camioneta blanca
detrás. Les quiere avisar a sus padres pero ellos no la escuchan.
Tanto
la familia como la joven pareja se encuentran en un paraje y en las noticias
escuchan sobre la desaparición de una mujer.
Mientras
están en la ruta, el oficial Bennett le dispara al auto de la familia, lo que
los obliga a parar. Johnny y Bobbi que venían detrás, paran para intentar
ayudarlos.
En
ese momento vuelven a aparecer los oficiales, quienes vuelven a extorsionar de
manera violenta a tanto a la familia de la niña como a la joven pareja. Antes
de irse, Stephanie les cuenta lo que vio.
Minutos
después, la camioneta blanca impacta a toda velocidad a los dos autos, causando
la muerte de Johnny y del padre de la niña. Cuando llegan los policías se
produce un tiroteo, los asesinos matan a la madre y al hermano de Steven y el
oficial Conrad también muere en el tiroteo.
Nuevamente
en el presente, los agentes intentan descubrir la verdad, mientras en un motel
cercano aparecen tres muertos. Cuando la agente Anderson va a investigar el
hecho con los policías Wright y Degrasso, estos descubren que en realidad los
agentes eran los asesinos. Ella se da cuenta y los mata a ambos, mientras
Hallaway mata a todos los que quedaban en la oficina, excepto a Bobbi. Una vez
que llega, se reencuentran, matan a Bobbi y se van, dejando escapar a
Stephanie, la única que sabía todo…
Trailer
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