martes, 5 de agosto de 2025

LA POSESIÓN - POSSESSION DE ANDRZEJ ZULAWSKI

PROGRAMA 476 (25-07-2025)

 

SINOPSIS

 

Berlín, antes de la caída del muro. Cuando Marc regresa de un viaje encuentra a su esposa Anna cambiada, muy nerviosa y perturbada. Por fin, le confiesa que tiene una aventura y lo abandona. Marc cae en una terrible depresión que lo lleva casi al borde de la locura. Poco después Marc se entera de que su mujer también ha abandonado a su amante, y la verdad sobre la aventura secreta de Anna se revelará monstruosa.

 

EDITORIAL

 

Hemos dicho alguna vez desde este mismo micrófono que la única manera de ser realmente feliz no era otra sino renunciando a la seductora idea de veracidad. Esa idea detectivesca de buscar hasta el último confín lo verdadero. En eso la filosofía es sabia y sabe detenerse y su amor, su felicidad, claro, está en la búsqueda, no en el hallazgo. Ese mal trago está reservado para los sabios, los que sí llegaron, los poseedores del saber alejados ya del juego, de la travesura de la duda, de la pregunta, vamos, de lo interesante de cualquier camino. En el amor, creo yo, pasa un poco lo mismo. Cualquier vínculo amoroso se destroza y se transforma en un monstruo infernal cuando la certeza reparte los naipes. La puñalada trapera luego de la certeza, que se escurrirá como una sombra entra en la casa cuando el sol cae, será la perdida inevitable del yo. La fagocitosis del yo. Esa será la herida mortal por donde brotará la sangre imparable hasta convertir aquel cuerpo herido en alguna otra cosa. La certeza, el estar seguro, nos llevará al desafortunado y perverso juego de pensar aquello que el otro pensaría, en adelantarnos en la idea matando para siempre la sorpresa, la autenticidad, el uno mismo. Lo que pensaremos estará equivocado, y no coincidirá con el deseo del otro. Pero no importa, el acento no estará puesto allí sino en el acto mismo del mentalismo, del devorar como un animal desesperado al ser deseante y moldearlo a nuestra imagen y semejanza. La noticia, en este sentido, queridos amigos y amigas, es siempre mala. La felicidad, en este operar neurótico, está siempre puesta en el otro, nunca en nosotros mismos. Amamos una otredad y como bien sabemos, la otredad siempre es un límite. El otro es lo que yo no soy. La otredad es siempre inabarcable e inaprensible, entonces ¿Cómo amar algo incomprensible, algo tan ajeno, tan lejano? 



Algo que resuelvo y completo a través de fantasías y anhelos propios, de proyecciones de deseos de otros en donde forzamos todo para que las cosas encajen y funcionen, para que de alguna manera, funcionen, sea lo que sea que eso signifique. El amor es pérdida. El amor es ensi misma miento. El amor es indigno. El amor es imposible. Y en todo esto, como una flor que vence al barro, revolucionando con sus colores el monocromático fondo de grises de la vida, nace con toda su belleza. Aparece escondido su hechizo, entre todo el peso de imposibilidades, de lejanías, de desconciertos. El amor es el único dispositivo capaz de sacarnos de nosotros mismos. Y allí está el por qué seguimos enamorándonos, el por qué, a pesar del dolor de las pérdidas, de cada cicatriz que los besos y las caricias dejan cuando se convierten en olvido y lejanía, seguimos intentándolo. El amor logra que por un instante reconozcamos a aquel otro como el gran otro, ese otro con mayúsculas. Que aparezca, tal como decía Sábato como un efímero puente y nuestros ojos se crucen. Ese instante es el amor, no seamos pretenciosos, no ambicionemos mucho más que eso. Agradezcamos ese instante único, sepámosle dar el inmenso valor que tiene. Reflexionemos sobre ese momento efímero de encuentro puro. Habitémoslo. Eso es amar también. Volvamos a la Filosofía. El filósofo estructuralista Jaques Derrida, compañero de copas de esta casa, definía a la filosofía como una experiencia de lo imposible. Nuestro compañero decía que la función de la filosofía es la de deconstruir todos aquellos intentos de naturalizar lugares de forma hegemónica, pilares estructurales sólidos, que sostienen la utilidad de la filosofía en términos tradicionales. 



Solo derribando aquella naturalidad, aquella forma instituida del pensamiento, vamos a poder dar lugar a lo imposible. Abordar al otro, a la otredad es siempre una fantasía, de nuevo, un imposible, porque desde el momento en que nos lo planteamos ese otro ya no es el otro. En este sentido, entonces, preguntar quién es el otro es partir del preconcepto, de la idea previa de que el otro encaja dentro de una entidad subjetiva cuando en realidad lo otro es tan otro que ni siquiera encaja en un quién. Derrida distinguía una estructura entre el yo, el otro y el radicalmente otro que sería aquel otro imposible que nos excede. ¿A quién amamos entonces? ¿De qué se trata ese juego onanista, neurótico que mata soledades, que nos encierra en una casa, que crea familias, que las organiza con reglas, que crea normas? ¿De qué se trata todo esto? “¿Cómo amar sin poseer? ¿Cómo dejar que te quieran sin que te falte el aire? Amar es un pretexto para adueñarse del otro, para volverlo tu esclavo, para transformar su vida en tu vida” Nos confesó alguna vez desde una mesa de café el poeta Oliverio. El amor culmina donde aparece la norma y el orden. Nadie se enamora de un cálculo. Bueno, casi nadie. Pareciera que el amor funciona en la libertad de habitarse a uno mismo y explorarse en su autoconocimiento, dejando al otro en su condición de otro. El amor jamás funcionó a fuerza de caprichos y tal como dice Alejandra la moral, es la gramática del deseo. Escribamos nuestra historia, con nuestra letra, de nuestro puño, autentica, dolorosa, pero siempre nuestra.

 

Lucas Itze.-

 

Canción elegida para la editorial

 


IMPRESIONES SOBRE LA POSESIÓN

 


El verbo poseer tiene diferentes significados. El ser humano, por su naturaleza destructiva, lo utiliza en gran parte para motivo personal. Busca poseer cosas que no son suyas, como la tierra, los animales y hasta las personas. Ahí radica la diferencia de poseer y tener. Poseer desde la conquista es quizás la salvajada más antigua y radical. Los procesos de colonización fueron posesiones de tierra, además de la eliminación de toda la cultura nativa que allí la habitaban. En el amor sucede lo mismo. El complejo arte de amar ha llevado a la gente no sólo a compartir la pasión mutua, sino a poseerla. El “Si es mía no es de nadie” se puede volver un mantra. Si yo te doy todo, ese amor correspondido tiene que ceder ante toda petición. Erich Fromm hace unos años mostró esas diferencias del amor tenido y poseído en dos poemas de dos autores bien distintos. En un fragmento de su libro titulado Tener y Ser, dedicó esa dualidad a la formación de vínculos, sobre todo en occidente. Allí, Fromm describe algo muy simple: encontrarse una flor durante un paseo. Y allí hace una diferencia a cómo reaccionan dos grandes poetas a ese encuentro. Por un lado, Alfred Tennyson, uno de los poetas más importantes de la época victoriana, describe ese encuentro con estas palabras: “Flor en el muro agrietado, te corté de las grietas. Te tomo, con raíces y todo, en la mano. Flor bella... si yo pudiera comprender lo que eres, con raíces y todo lo demás, sabría qué es Dios y qué es el hombre”



Por su parte, un amigo de esta casa, el japonés Basho, gran baluarte del Haiku, escribe lo siguiente: “Cuando miro atentamente ¡veo florecer la nazuna en la cerca”. Fromm continúa: “La diferencia es notable. Tennyson reacciona ante la flor con el deseo de tenerla. La corta con raíces y todo. Termina haciendo una especulación intelectual sobre la posible utilidad de la flor para comprender la naturaleza de Dios y del hombre, pero la flor muere como resultado de su interés por ella. Tennyson, como vemos en su poema, puede compararse con el científico occidental que busca la verdad desmembrando la vida. La reacción de Basho ante la flor es enteramente distinta. No desea arrancarla, ni aun tocarla. Sólo la mira atentamente para verla. Ésta es la descripción de Suzuki: "Es probable que Basho paseara por una vereda en el campo cuando advirtió algo casi escondido en una cerca. Al aproximarme más, miró atentamente, y descubrió que sólo era una minúscula planta silvestre, generalmente no advertida por los transeúntes. Es un hecho sencillo, descrito en el poema, y el sentimiento específicamente poético sólo se expresa, quizás, en las dos últimas sílabas con lo que en japonés se denomina kana. Esta partícula, frecuentemente vinculada con el nombre, con el adjetivo o con el adverbio, expresa cierto sentimiento de admiración o elogio, o tristeza o alegría, y a veces puede traducirse apropiadamente con los signos de admiración. Este haikai termina con este sí-no. Parece que Tennyson, en cambio, necesitaba poseer la flor para comprender a la gente y a la naturaleza, y al tenerla, mató a la flor. Basho deseaba ver, y no sólo observar la flor, sino identificarse con ésta y permitirle vivir”. Sin dudas, la cita de Tennyson es la que se nos viene a la mente cuando vemos esa obra tan de culto como diferente como es La Posesión, dirigida por el polaco Andrzej Zulawski



Estamos ante una historia con una trama y unos personajes bien definidos, pero que irán cambiando su imagen a lo largo de la curva dramática del film. Éste cuenta la historia de una pareja con un hijo que enfrenta una crisis conyugal, que luego veremos que es mucho más que eso. Ella es una profesora de ballet, él es un espía de una agencia internacional. Isabelle Adjani, una de las mejores de la historia del cine francés, se pone en la piel y, sobre todo, en el cuerpo de Anna, quien nos regalará escenas que aun hoy siguen siendo de las más poéticas, terroríficas y complejas del cine europeo. Sam Neill es Mark, alguien que empieza a perder la cordura luego de enterarse que la mujer le es infiel. En cierto sentido, la película parecería otro típico film de una crisis de pareja, como Secretos de un matrimonio de Bergman, (o como luego haría Baumbach con Historia de un matrimonio), pero esto irá mucho más allá. Como casi toda gran obra, y pensamos en Cabeza Borradora del maestro Lynch, hay algo de autobiográfico. Zulawski recién se divorciaba de su mujer y él estaba en exiliado luego de que el régimen comunista de su país le cancele su última gran obra. Que la historia esté relatada en la Berlín Occidental, a pasos del muro, no es casualidad, máxime viendo que el film empieza con un grafitti que grita: El muro debe caer. Esas dos ciudades, ese muro en el medio, es la resignificación del polaco en la historia de esa pareja, que está a punto de romperse. Para todo esto ayuda la fotografía de Bruno Nuytten, que dota la atmósfera de una manera sucia, vacía, húmeda y oscura. En una ciudad que parece muerta, con edificio enormes, pasillos angostos, ventanas tapiadas y policías vigilando. 



La paleta de colores hará el resto. El blanco estará por todos los rincones, quizás personificando la pureza, o esa cruz que aparece en el principio del film, que nos da una idea de ese pensamiento católico y del “matrimonio nos une para siempre” que cree Mark. El azul, por su parte, será el color que sobresaldrá a lo largo del metraje, con esos vestidos que la protagonista utiliza, y también en los trajes de Mark. Y obviamente el rojo será el color que rompa esa paleta gracias a esa sangre siempre a punto derramarse. La película irá en un in crescendo donde los asesinatos, la sangre, el gore y la muerte se unificarán para dar paso al otro amante que encontrará Anna. Y ahí aparecerá el surrealismo. Ahí beberemos de las migajas que han dejado H.P. Lovecraft, Kafka y su coterráneo Polanski, entre otros, para crear un monstruo fálico ideado por el italiano Carlo Rambaldi, quien había trabajado en Alien y un año después crearía nada más y nada menos que al mítico ET. Varios de los autores contemporáneos, bebieron sorbos de La Posesión. Desde Cronenberg y Lynch, hasta Gaspar Noé y Von Trier, pasando por los actuales Eggers y Ari Aster. El descenso a los infiernos, encriptados en una pasión sexual de ella y de un control totalitario de parte de él, empieza a ser la lucha de dos fuerzas ambiguas dispuestas a no darse por vencidos. La cámara será testigo de todo, por momentos viajará con los protagonistas como si estuviera al hombro, aunque sabemos que no. Por eso, resultará invasiva durante las peleas a gritos y los reproches que se genera entre la pareja. La composición de planos será de excelencia, y nos recordará a Kubrick más de una vez. 



La cámara hará paneos lentos, pero también bailará al ritmo frenético de la Adjani. Todo tan epiléctico. La fe estará presente todo el tiempo, dividiendo lo bueno de lo malo, lo santo de lo profano, como un Dios que juzga desde los recovecos más escondidos. “He visto parte de la cara de Dios, la otra parte eres tú”, le deja escrito a Anna, su amante Heinrich, una especie de playboy refinado, que vive con su madre y sabe karate. Anna dirá en un momento: “Es como si esas dos hermanas fueran la suerte y la fe. Mi fe no puede excluir mi suerte, pero mi suerte puede explicar mi fe. Mi fe no me permitió esperar a la suerte y mi suerte no me dio fe suficiente. La alternativa que tengo es traspasar la realidad. Pero no puedo vivir por mí misma porque me tengo miedo, porque soy el motor de mi propio mal”. Ese infierno interior termina con el punto culmine que lleva a la protagonista de la risa al llanto en los pasillos del metro de Berlín. Nunca unos pasillos subterráneos dieron tanto miedo hasta que apareció Gaspar Noé con Irreversible. Esa danza macabra, un aborto truculento, la sangre derramada por doquier y una imagen que se volvió eterna. 



Cuando Anna le cuenta a Mark del aborto, le dice que “lo que extravió allí fue su fé, y no le quedó más que su suerte, así que tuve que cuidar de mi fe, protegerla”. Luego de un par de asesinatos y un encuentro con Mark, este le dice “Tu Fe está indefensa”, para finalizar diciendo que “para mi Dios sigue debajo de la escalera”. Acaso un anticipo de ese final, en una escena tan extraña como hitchcockiana. Quien en conversaciones con Truffaut dijo “El drama es una vida de la que se han eliminado los momentos aburridos. Luego, entra en juego la técnica y aquí soy enemigo del virtuosismo. Hay que sumar la técnica a la acción”, palabras que Zulawski utilizó para crear la trama del largometraje, con un guion muy bien escrito. Zulawski logra de Adjani una actuación superlativa, y el mérito es de ambos. Llegará un final, aparecerán unos personajes que significarán la pareja ideal, esos dobles perfectos que la sociedad admira. El Doppelganger que siempre les llamó la atención a distintas ramas del arte. Entonces, nos quedan preguntas… ¿Fue todo real lo que vimos? ¿Es una fantasía? ¿Puede uno convivir con sus propios miedos una vez que aparecen? ¿Hasta dónde juegan la fe y la suerte? Todavía no tengo muchas respuestas, pero la sangre empieza a derramarse y sé que alguien puede estar haciendo un vudú en ella.

 

Marcelo De Nicola.-

 

Canción post impresiones

 


UNIVERSO ZULAWSKI

 



Andrzej Zulawski nació el 22 de noviembre de 1940 en Lwów (Leópolis), en ese entonces territorio polaco, hoy pertenenciente a Ucrania, en plena Segunda Guerra Mundial. A fines de la década de 1950, estudió cine en Francia, en el Institut des Hautes Études Cinématographiques (IDHEC) de París. Durante los años ´50 y ´60 realizó algunos cortometrajes y en 1970 debutó con su primera película: La tercera parte de la noche, basada en una novela de su padre, Miroslav Zulawski, que narra la historia de un hombre cuya huida y supervivencia se convierten en una búsqueda de la propia identidad, durante la ocupación polaca en la 2GM. Su segunda película, El diablo (1972), fue prohibida en Polonia por las autoridades soviéticas y Żuławski se mudó a Francia. El film está ambientado en 1793, durante la invasión de Polonia a cargos de los prusianos. Donde un joven es testigo del caos y la falta de moral y termina cometiendo una serie de asesinatos. Luego llega el éxito en 1975 con Lo importante es amar, donde Servais Mont es un fotógrafo freelance que trabaja para algunos gánsteres sacando fotos comprometedoras. Un día conoce a Nadine Chevalier, una actriz casada que se gana la vida actuando en películas de bajo presupuesto. 



Luego, regresó a Polonia donde pasó dos años creando En el globo plateado (1988). El trabajo de esta película fue destruido por órdenes del régimen de la Unión Soviética. La película, que estaba completa, tuvo que rehacerse con el material rescatado. Su sinopsis dice: El film utiliza la ficción para acercarse más a la filosofía que a lo estrictamente científico y/o tecnológico. A fuerza de pura cinematografía, en escenarios naturales y sin mayores efectos especiales que algunos pocos filtrados, Zulawski reflexiona aquí sobre lo humano a través de una prosa poética que da forma a un relato que abreva tanto en las preguntas como en el simbolismo de distintas tradiciones místicas y religiosas. Posteriormente, regresó a Francia donde alcanzó notoriedad por sus películas controvertidas y violentas de cine arte. Sobre todo, con el film La posesión junto a Isabelle Adjani y Sam Neill. En 1984 filma La mujer pública, la historia de una actriz que a la que excéntrico director del film, la lleva a un estado en el que no sabe que es ficción y que es realidad. 



Un año después llega Un amor alocado, una adaptación de Dostoievski y en 1989 llegan dos films: Mis noches son más bellas que tus días, sobre una mujer con una enfermedad terminal y Boris Gudunov, una ópera sobre las dictaduras soviéticas. En 1991 llegó La nota azul, un film sobre Fredric Chopin. Vuelve a Polonia luego de muchos años para filmar Szamanka en 1996, sobre un profesor de antropología, quien en busca de su tesis doctoral se obsesiona crecientemente con un chamán momificado y con la bella, enigmática, sexualmente voraz y violentamente perturbada estudiante de ingeniería conocida como “la italiana,” a quien conoce cuando busca un departamento en el cual quedarse. En el año 2000 filma La fidelidad, una historia romántica con la fotografía como punto de encuentro. Su última película fue en el año 2015, titulada Cosmos, un drama surrealista donde dos jóvenes llegan a una casa donde empiezan a suceder cosas extrañas. Zulawski falleció de cáncer el 17 de febrero de 2016 a causa de un cáncer.

 

FICHA TÉCNICA

 

Título original: Possession

Año: 1981

Duración: 127 min.

País: Francia

Dirección: Andrzej Zulawski

Guion: Andrzej Zulawski, Frederic Tuten

Reparto: Isabelle Adjani, Sam Neill, Margit Carstersen, Carl Duering, Heinz Bennett, Johanna Hofer

Música: Andrzej Korzynski

Fotografía: Bruno Nuytten

 

PELÍCULA COMPLETA

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