EDITORIAL
Esto lo escribo para ti animal de mirada
estrechísima:
Imaginaron el suicidio como una ventana
gritando por más fuego
carcomidos por la neurosis,
confundidos y riéndose de todo.
Raza sentimental,
fatigada por sus penas.
Sapos,
girasoles,
labio inquietante al oído.
Urge una palabra perfecta por esos mismos
lugares que no son los lugares, que descienden a la profunda animación de la
fábrica corpórea para filmar una canción destrozada, como una nave que avanza
hacia una isla de fuego, en un mundo que aún continúa siendo lavado por las
lluvias.
Eran libres,
amaban sus desventuras.
Campo de silencio y oros,
grillos del descontento,
lecho de pesadillas,
últimas tinieblas,
aparición imperiosa de una tierra cuyas
flores culminan al anochecer.
Y yo tengo un miedo terrible,
tengo ganas de que todos lo sepan
y lloren conmigo.
Marina Rossetto.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
SOBRE LA GRAN COMILONA
Los platos se acumulan uno arriba del otro.
Los olores parecen salirse de la pantalla. La comida es cada vez más
abrumadora. El estómago no parece aguantar tantos embates. Los ojos ya no
quieren mirar. El cuerpo parece decir basta. La fiesta sigue. La sociedad mira
sin ver. Somos parte de esto. Es el espejo en el que no nos reflejamos. ¿Cuál
es el juego? Comer hasta morir. Así como hoy puede aparecer un reality sobre
quien aguanta más comiendo sin parar, en la década del ´70 el italiano Marco Ferreri sorprendió a todos con
una polémica película: La gran comilona.
El cineasta juntó a los cuatro actores europeos más importantes del momento (Marcello Mastroianni, Ugo Tognazzi,
Philippe Noiret y Michel Piccoli) y ellos hicieron el resto. El film
consistía en la historia de cuatro hedonistas amigos que habían hecho un pacto
suicida pero la sorpresa llegaba con el modo de lograrlo: juntarse en la
mansión de uno de ellos y comer hasta reventar. El guion firmado por el mismo
Ferreri y el reconocido español Rafael
Azcona, fue casi destruido por los actores, quienes gracias a su talento,
improvisaron en la mayor parte del metraje, salvo las recetas del banquete.
El
director contará la historia de modo lineal y los planos lograrán captar la
esencia de cada escena. Los planos generales se transformarán en primeros
planos a la hora de comer, lo que hace que el espectador sea parte del trato.
La música de Philippe Sarde jugará
un papel fundamental al pasar por diferentes melodías durante el film y hasta
formar parte de alguna escena. La fotografía de Mario Vulpiani será claustrofóbica y oscura dentro de la mansión y
con colores más vivos afuera. A lo largo del film, empezaran a desfilar platos
cada vez más abundantes, llegaran las prostitutas convocadas por el personaje
más caótico de todos, interpretado por el enorme Marcello Mastroiani, para terminar con unas escenas escatológicas que
quedarán en las retinas, lo que termina confirmando esa frase mundana que dice
que los tres placeres de la vida empiezan con la letra C y no vamos a
extendernos mucho en la explicación. El film será una fuerte crítica social, un
reflejo donde nadie quiere reconocerse. Veremos unos protagonistas exitosos en
lo suyo, pero cansados de la vida. Ellos, que lo tienen todo, quieren huir como
sea de ese mundo que los aburre y al que no quieren pertenecer.
Entonces será
el tiempo del placer, se eliminarán las cuestiones morales y las convenciones
sociales, pero hasta las mismas prostitutas sienten ese vacío extremo en el que
están hundidos los protagonistas y deciden abandonarlos. Solamente seguirá con
ellos una maestra que los conoció de casualidad y que será la testigo ocular
del desenlace. Nos sorprenderá que sea ella quien se sume a ese festín
orgiástico, aunque lo hará en busca de su propia liberación sexual. Durante las
más de dos horas del metraje, no solo veremos una cantidad de comida asombrosa,
sino daremos paso a los placeres del sexo, la lujuria y el descontrol. Veremos
surgir las desavenencias y el fantasma de la muerte traerá el miedo a no poder
cumplir con lo prometido. Surgirán los pecados capitales, con la gula como
máximo exponente, aunque todos tendrán su pequeña cuota. La cinta pasará de
algunas risas debido a su humor negro hasta el morbo de escenas bastante
repulsivas. Entonces será el tiempo del final, que llegará con un pedazo de
ironías a cuestas, cuando un último camión con alimentos aparezca y todas las
reses sean desperdigadas por el jardín, ante la atenta mirada de los perros que
tendrán así su propio banquete. Quizás ellos sean los que aprendan a valorar la
vida y luego disfrutar del arte del buen comer.
Marcelo De Nicola.-
Canción post impresiones
Y que comemos hoy…
UNIVERSO
FERRERI
Nació el 11 de mayo de 1928 en Milán.
Sus primeros contactos con el cine fueron
mientras estudiaba veterinaria y trabajaba para una sociedad de licores. El
empleo le llevó a convertirse en realizador de los spots publicitarios de la
bebida que él representaba y de ahí, asociado con uno de los padres teóricos
del neorrealismo, Cesare Zavattini,
dio el salto como realizador.
Fundó en 1952 una revista filmada, junto a Ricardo Ghione, llamada Documento mensile, en la que
colaboraron Vittorio de Sica, Luchino
Visconti, Alberto Moravia y Antonioni.
Se traslada a España en 1955 con el fin de
vender lentes del tipo Totalscope y de trabajar como productor ejecutivo de Fiesta Brava (1956) de Vittorio Collafari.
Ante la falta de oportunidades se aventuró
en la comercialización de equipos ópticos para cine. Pero pronto tuvo la
oportunidad de conocer a Rafael Azcona,
un escritor que acababa de escribir con Luis
García Berlanga el guión de Se vende un tranvía, aunque ya tenía en el
mercado varios libros.
Es así como llegan a las pantallas tres
películas que influyen terminantemente en la marcha del cine español de finales
de los cincuenta, en un momento en que se buscaba un cambio de rumbo en cuanto
a planteamiento temático y estético. El
pisito aborda una historia de supervivientes, en la que el régimen moral
que domina a la pareja de eternos novios impone conductas muy arraigadas en los
estados anímicos de los individuos, espejos de la sociedad que les envuelve. En
este sentido, la pareja vive pendiente de la muerte de la anciana, la única
salida a la esperanza que sus marchitados cuerpos pueden tener para alcanzar
una felicidad ya adormecida.
En Los
chicos se desmenuza un mundo sin perspectiva, la razón de ser de una vida
que anhela aferrarse al horizonte de lo razonable pero absolutamente dudoso, en
donde se impone el riesgo de una aventura efímera -en la que el adolescente se
mueve en ese peligroso filo de transgredir las normas sociales- que se resuelve
en la amarga experiencia de vivir. Esta experiencia, sobre la base de la
amistad y la convivencia, se desarrolla con otro giro en El cochecito, un magistral relato en el que la necesidad de
compañía es capaz de llevar hasta extremos insospechados la actitud de un
anciano que desea comprarse un coche para poder seguir y estar con todos sus
amigos. Esta película es una historia del encuentro entre la marginación y la
coexistencia, la falta de solidaridad por parte de quienes malviven en su
existencia y la agresividad de aquel que aprecia los valores personales de los
más desfavorecidos. También es el sueño, la ilusión de quien busca un aliciente
que le permita respirar en un entorno vital y social adormecido.
La rica aportación de Ferreri se ve
contrastada con la rotunda postura que la Administración española de la época
mantiene frente a la difusión de las películas, difusión que estará
condicionada en todos los casos y que, tras duras polémicas, hará que éstas sean
estrenadas con notables retrasos. Estas aportaciones, no obstante, llevaron a
Ferreri a tener que abandonar el país, ya que fue considerado con gran
diplomacia como persona “non grata”. De su estancia se llevaría el recuerdo de
un trabajo agradecido con Azcona, con el que colaborará en varios proyectos
posteriores.
Tras instalarse de nuevo en su país,
Ferreri fue poco a poco arremetiendo contra las estructuras sociales, el
individuo, las tragedias personales y colectivas, los condicionamientos que
pesan sobre el hombre desde el punto de vista moral, religioso, sexual. Ferreri
busca comunicarse a través de todas y cada una de las historias que aborda,
pero su conversación, contundente, agresiva y despiadada, no da margen a una
posible maniobra evasiva.
Ferreri siguió rodando con su L’ape regina en 1962, una sátira
anticatólica que fue censurada, incluso su título modificado debido a la
crítica que hacía sobre la institución del matrimonio.
En Se
acabó el negocio (La donna scimmia), de 1963, habla sobre las relaciones
entre los sexos dominadas por la explotación del más débil, con el final
también censurado, esta vez por decisión del productor Carlo Ponti.
Más adelante, realizó el capítulo de Il professore dentro de la película
colectiva Controsesso en 1964, y
luego el cuento antimachista El harén
(L’harem) de 1967. Sin embargo, la que se considera su obra maestra es Dillinger ha muerto (Dillinger è
morto), de 1969, un ensayo sobre la soledad del hombre contemporáneo en la
sociedad capitalista.
Luego rodó la triste alegoría sobre el
futuro El semen del hombre (Il seme
dell’uomo) en 1970, un cuento kafkiano anticlerical, y La audiencia (L’udienza) en 1971. Más tarde, realizó una curiosa
por no decir surrealista relectura de la derrota del general Custer en Little
Big Horn llamada No tocar a la mujer
blanca (Non toccare la donna bianca) en 1975.
Pero cuando alcanza de nuevo la cumbre es
gracias a la adaptación del cuento de François Rabelais La gran comilona (La grande abbuffata), de 1973, que anticipó la
furia iconoclasta del Saló o los 120 días de Sodoma de Pier Paolo Pasolini.
Desde entonces podríamos citar las
siguientes obras: La última mujer
(L’ultima donna), de 1976, y La casa del
sorriso, de 1988. Homenajeando el cine que ya no existe en Nitrato
d’argento (1995), concluyó con una nota de melancolía su recorrido como
cineasta, a la vez genial e inclasificable.
La existencia del hombre, su preocupación
por el placer y la muerte, por la satisfacción y degradación de las relaciones
entre los individuos, se pondrá de manifiesto desde Dillinger ha muerto hasta
Los negros también comen, pasando por la corrosiva disección de la sociedad de
la época en La gran comilona y la destrucción del hombre en Adiós al macho.
La trayectoria de Ferreri es la historia de
un director que a lo largo de más de treinta años ha luchado contra corriente y
ha mantenido una coherencia creativa díscola en la que sus reflexiones son algo
más que metáforas sobre la existencia de la contemporaneidad.
FICHA
TÉCNICA
Título original: La grande bouffe
Año: 1973
Duración: 125 min.
País: Francia
Dirección: Marco Ferreri
Guion: Rafael Azcona, Marco Ferreri
Música: Philippe Sarde
Fotografía: Mario Vulpiani
Reparto: Marcello Mastroianni, Ugo
Tognazzi, Philippe Noiret, Michel Piccoli, Andréa Ferréol, Solange Blondeau,
Florence Giorgetti, Monique Chaumette, Louis Navarre.
SINOPSIS
Cuatro amigos unidos por el hedonismo y el
tedio más absoluto se reúnen en una mansión con la idea de suicidarse comiendo
sin tregua. Pronto añaden a la gula otro pecado capital: la lujuria, y así
empiezan a llegar las prostitutas. El sexo obsceno se entremezcla con los
cerdos, los quesos, los jamones, el caviar…
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