EDITORIAL
Queda un adiós dicho por
teléfono hace algunos años.
Quedan las noches de
risas y vinos, algún café y la cita de un libro.
Queda un aroma conocido
de mañana helada y también una caricia.
Queda mi guitarra, ahora
muda y el canto de un bosque.
Un murmullo de olas que
se acercan y luego se alejan, como nosotros mismos.
Y el sabor de un tango
que muerte en la agonía de sus ocho pasos.
Queda una larga mesa y
un mantel que aún baila sobre ella.
El humo de un cigarro que
nunca se acaba y aquella última luna que dibuja su sombra en la fría tristeza
de un almanaque.
Sentiremos como una
condena, el metálico sabor de comprender que el mundo ya no es el mismo.
Y que el mañana es
difícil sin el olvido.
Haremos algún día, una
tregua con aquel vacío y será para el viento tu nombre.
Y ya no habrá tiempo
entre tu recuerdo y el mío.
Canción elegida para la editorial
El tema con el que cierra el film
IMPRESIONES
SOBRE NO TE MUERAS SIN DECIRME A DONDE VAS
El cine se puede ver de
diferentes maneras. Para algunos es un arte, para otros es un momento de relax,
estarán los que lo ven por diversión y los que lo analizan desde diferentes
perspectivas, desde psicológicas hasta filosóficas. Y para muchos, sin dudas,
es el lugar donde podemos mostrar que algunos sueños, se hacen realidad. Desde
chicos imaginamos historias e intentamos concretar que muchos de esos sueños se
transformen en algo real. Y quien no tiene sueños, perderá las esperanzas, y
poco a poco, se le borrará la sonrisa. En este país, hermoso como pocos, nació
un creador de sueños que nos dejó un legado eterno. Hace poco, sus sueños se
esfumaron, y el cine quedó huérfano de pasión, de inteligencia y de talento.
Eliseo Subiela, para muchos, ha sido
el maestro. Alguien que soñó demasiado, y pudo transportar esos deseos a la
pantalla, para que los disfrutemos todos. Como intenta hacer Leopoldo, el
personaje interpretado por Darío Grandinetti,
en esa hermosa película titulada No te mueras sin decirme a dónde vas. Leopoldo, un inventor, desarrolla una
máquina capaz de grabar los sueños humanos, los reales, los que suceden
mientras uno duerme. Pese a estar casado, en uno de esos sueños conoce al amor
de su vida.
Ella se llama Rachel, y
un día, se la encuentra donde el proyecta los sueños, y perdone que nombre
tantas veces esa palabra, pero no hay otro sinónimo que tenga tanta importancia
como ella, pero volviendo del falso paréntesis, el lugar donde él trabaja es,
justamente, el cine. Allí se encontrarán cara a cara, hasta que en un momento,
Rachel, interpretada por Mariana Arias,
le asegura que es un espíritu, que falleció hace 110 años y que él, en verdad
no es Leopoldo, sino William, antiguo ayudante de Thomas Alva Edison, en una de sus tantas
reencarnaciones. A partir de ahí empieza la curva dramática del personaje, el
film seguirá su linealidad (con algún que otro flashback), y la fotografía será
una paleta de colores fuertes excepto en los sueños y los recuerdos, que serán
en blanco y negro y con una imagen un poco más difusa, como si fuese una vieja
película. El guion tendrá además sus momentos divertidos, generalmente gracias
a Carlitos, un robot que habla con
la voz de Carlos Gardel, creación de
Oscar, amigo de Leopoldo e interpretado por Oscar Martínez. La música, interpretada por ese talentoso que es Pedro Aznar, también le cae de maravilla al
film. Pero lo más destacado, son las preguntas que nos deja al terminar de
verla. Leopoldo, como todos nosotros, estos cobardes adoradores de sueños,
tiene miedo a morir.
Rachel está muerta, extraña algunas cosas tan simples como
un abrazo o tener deseos, pero al mismo tiempo no quiere volver a la vida, ya
que está segura que va a volver a perderlas. El director nos pone en la
disyuntiva, y a los personajes también, de la idea de la reencarnación. ¿Existe
la vida después de la muerte? ¿Cómo volveríamos? ¿Encontraríamos nuevamente a
nuestras almas gemelas? Muchas preguntas, ninguna respuesta. Rachel le dirá a
Leopoldo, si el universo fuera solo tu barrio, tu ciudad, tu país, tu
planeta... Si la vida se acabara en una caja de madera, si solo fuera esto que
conoces hasta aquí, estaríamos pensando en un Dios tan mediocre, tan
mezquino... Yo, por mi parte, creo que sí. Pero si por esas cuestiones
metafísicas o vaya a saber de qué tipo, esas cosas suceden, no sabría que
pensar. Porque si, buscaríamos la forma de hallar a esos que perdimos hace
tiempo, pero también tendríamos el miedo de volverlos a perder, en un círculo
infinito. Seguiremos soñando, porque como nos escupe el protagonista, sin
sueños no somos más que vísceras y miedos. Por eso, quizás elijamos
encontrarnos todos, Eliseo incluido, en esa eternidad donde vagarán sonriendo y
de la mano, las almas enamoradas como Leopoldo y Rachel, para que el final de
esa película no termine siendo, como tantas, otra triste canción de amor.
Marcelo De Nicola.-
Canción post impresiones
Otro tema de Aznar
Para que vea que Pappo también podía ser amoroso...
Una joyita de Luca...
FICHA
TÉCNICA
Título original: No te
mueras sin decirme adónde vas
Año: 1995
Duración: 120 min.
País: Argentina
Director: Eliseo Subiela
Guion: Eliseo Subiela
Música: Pedro Aznar
Fotografía: Hugo Colace
Reparto: Darío
Grandinetti, Mariana Arias, Oscar Martínez, Mónica Galán,
Tincho Zabala, Leonardo Sbaraglia,
James Murray, Jairo, Sandra Sandrini
SINOPSIS
Leopoldo trabaja como
proyeccionista en un cine en Buenos Aires. Lleva años intentando construir una
máquina capaz de grabar los sueños humanos. Un día consigue grabar un sueño, en
el que se enamora de una mujer que vivió 110 años antes. Poco después, conoce a
esa mujer en la puerta del cine en el que trabaja. Se llama Raquel, y dice que
ambos llevan años reencarnándose y convirtiéndose en amantes. Leopoldo no
consigue recordar nada de Raquel, pero ambos se enamoran. El problema surge
cuando Raquel se confiesa harta de reencarnaciones, y desea permanecer muerta
de una vez por todas. Leopoldo, en cambio, tiene un miedo atroz a la muerte...
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