lunes, 28 de julio de 2014

RAPSODIA EN AGOSTO

Programa 60 (13-06-2014)


EDITORIAL

Los hijos de puta se esconden en el olvido. Justo detrás de aquel manto siniestro y oscuro, impregnado de olor a lejanía, a duda, roído por el tiempo. Después de todo, a la distancia, los grandes fuegos, tal vez sean solo grises cenizas. Esta quizás sea su arma más poderosa, el peor de los holocaustos, el disfraz más augusto. Allí cambiarán su piel lentamente y brindarán jurándote un nuevo encuentro. Cambiarán sus colores, intentarán con el blanco, se animarán al rojo o insistirán con el negro. Y nunca los sentiremos volver, nunca. Un amigo me confesó alguna vez que la memoria es la única trinchera posible. No lo sé. Observo y entiendo que se ha vestido de olvido cierto rostro de mujer, cierta palabra impúdica. Un sádico rostro de rasgos finos. Han huido a esas regiones de la geografía de mi pensamiento situaciones que han sabido causar un profundo dolor, y desde aquí espero su retorno. Está claro que esas bestias ya tienen su infierno, y es por eso que me abrazo desesperado a mis escombros. 


Dibujo en las paredes los destellos ennegrecidos de la muerte  y repito por las noches cada nombre ausente. Todavía siento la temperatura hacer arder mi cuerpo, despellejar la carne con una resistencia algodonada. Jamás se han borrado los gritos, aquellos gritos del espanto. Muchas veces no duermo por las noches esperando que alguien derribe mi puerta o la del vecino. Desearía aprender a oler a esta clase de canallas, no para la venganza, porque la venganza es para los débiles. Sino, solamente, para poder captarles a tiempo, y aunque sea, por una vez recibirlos con la guardia en alto. Quisiera poder cantarle a la muerte y lograr su temor con mis acordes y aullidos. Alertar al pueblo de aquellos cóndores que oscurecen los cielos de mis hermanos latinos. Entregaría lo que no tengo por descubrir tu cuerpo desaparecido. Ser el rapsoda que en su canción alerte a los chicos dormidos, entre sus cartones sucios de calles y de olvido, que a lo lejos vienen ellos, animales muertos de la muerte, pudriendo con su hedor cualquier brillo. Quisiera poder describir en mi rapsodia, aquella explosión de la muerte, recitar cada uno de sus versos ante los ojos de los culpables de todo ese sadismo. Serán versos calcinados, con olor a niño muerto, arderán en él las suplicas por agua, los hierros de la ciudad derretidos. Será una rapsodia oscura y espantosa. Escribiré en un solo llanto aquel texto tan vivo de muerte,  ahuyentaré al olvido, con mi rapsodia de agosto.

Lucas Itze.-

Canción elegida para la Editorial  



IMPRESIONES SOBRE RAPSODIA EN AGOSTO


Claramente no estamos ante la mejor obra del autor. En su haber encontraremos películas de una delicadeza exquisita, de una orfebrería única, que supieron darle un nombre y un apellido: Akira Kurosawa. Recuerdo sin hacer demasiado esfuerzo, aquel increíble film que se llamó Ran, basado en “El rey Lear” de nuestro amigo William Shakespeare. Todavía tengo el sabor de la perfección en sus planos, la elaboración de sus vestuarios. Luego vendrían “Los sueños” esa serie de cortometrajes profundos en su relato, amables en su relectura, de una fotografía pocas veces vista. 


Antes de estas dos, recuerdo, también, la ternura de “Dodes Ka -  Den” o del impecable tratamiento en el uso del punto de vista que se ve magistralmente aplicado en “Rashomon” La lista sigue, y es muy extensa, porque extenso era su talento. Casi al final de su carrera nos llega “Rapsodia en Agosto” haciendo una relectura de aquel episodio fatídico que todavía llora la cuidad de Nagasaki, aquel holocausto siniestro que fue La bomba de Hiroshima. En su relato, Akira, contiene las llamas de los que todavía nos envenenamos con el crimen de la inocencia, de los que vimos a los mismos culpables apretar los mismos botones pero ahora para invadir nuevos países, de los que escuchamos a aquellos canallas profesar la muerte en pos de un futuro depredador y solitario. Utilizará para este difícil acto el punto de vista de la o bachan, aquella abuela sabia y repleta de ternura. Ella vendrá a traer la tradición y se la vendrá a entregar a ellos, que son sus nietos, esos jóvenes que no hacen más que mirarla con desconfianza. Ellos tendrán también otro punto de vista, que será el de sus padres, quienes le plantearán que el futuro está en otro lado e intentarán quitar el polvo que subyace en los argumentos de la abuela. Ella les dirá con una paz sabía que la culpa de la muerte de su abuelo no la tiene Estados Unidos sino la guerra. 


Nos costará comprenderlo, pero haremos todo nuestro esfuerzo. Los padres de los chicos soñaran con Hawai y verán allí un futuro. Ella no. Preferirá su tierra, su campo, su vida. Preferirá seguir curando esas heridas, aunque tenga la certeza de que nunca sanarán, aunque ellas la lleven a la locura. Alguna vez el mismo Kurosawa nos dijo: El ser humano será más humano cuando tenga conciencia de que hay aspectos de la realidad que no puede manejar”  Me gusta pensar en un futuro donde el hombre no muera por el hombre, un futuro sin canallas depredadores. Ojala alguno de nosotros pueda verlo para así poder dejar de sentir al ver aquellas gotas caer, que el cielo está llorando.

Lucas Itze.-        

Canción post análisis   


También sonó un homenaje de Pedro Aznar


Y nos fuimos esperando que esta no sea Cualquier historia...


FICHA TÉCNICA

Título original: Hachigatsu no kyôshikyoku (Rhapsody in August)
Año: 1991
Duración: 93 min.
País: Japón
Director: Akira Kurosawa
Guión: Akira Kurosawa, Kiyoko Murata
Música: Shinichiro Ikebe
Fotografía: Shinichiro Ikebe
Reparto: Richard Gere, Fumiko Honma, Hisashi Igawa, Mitsunori Isaki, Narumi Kayashima, Sachiko Murase, Toshie Negishi, Tomoko Otakara

Argumento

Kane es una anciana cuyo marido murió en Nagasaki a causa de la bomba atómica. Mientras sus hijos se van a Hawai a visitar a un hermano de ella, sus cuatro nietos se quedan con ella en su casa rural. La idea es que después todos se vayan a la casa que tienen en Hawai, donde vive el hermano, y uno de sus sobrinos, Clark, que es más americano que japonés. Mientras los niños van conociendo Nagasaki y todo lo que dejó la bomba, los primos que viven en América les envían un telegrama ofreciendole trabajo en el campo de piñas que tienen en Hawai.
Los chicos responden el telegrama, mencionando lo ocurrido en Nagasaki, generando el enojo de los padres, quienes nuevamente en Japón, piensan que los americanos se ofenderán por dicha mención. Sin embargo, para terminar de arreglar las cosas, llega Clark, el primo americano, para quedarse con Kane hasta el día del aniversario de la bomba…


TRAILER


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