Programa
42 (30-12-2013)
EDITORIAL
Áridos
pensamientos recorren mi mente. La luna, con su luz maternal, busca dentro de
mi cerebro algo todavía vivo. El espacio
se vicia de gritos viejos, fotos anacrónica, en tono sepia. Siento el mar, con
su rugido húmedo. Siento la arena jugando en mis pies. Recuerdo una escena que
me seduce desde antes de que aprendiera a escribir. El mar enmudece, quizás por
respeto. Las llamas iluminan todo. Llegan hasta el cielo, con su escandalosa
danza de los sueños. Esos sueños en que te aparecías de rojo furioso, con tus
ojos conectados al otro lado, aparecías con tu vestido de bestia. Aparecías
para mi, en ese espacio mío, oscuro y solitario, mío. Eras el fuego que
brillabas en mi mente. Eras la niñez que había perdido, la sonrisa
acogedora. Eras esa maldita inocencia,
ese oro de nuestros tiempos de adulto. Las puertas se cierran, una a una, en un
estruendoso aullido. El espacio se reduce, soy en el encierro, la oscuridad,
también la muerte. Quedo
dentro de una idea absurda, en la mudez de autores muertos. Entre sus letras
escritas quedo, asustado, temeroso. Quedo entre sus perfecciones inalcanzables,
me detengo en sus obras, en sus cientos de hojas escritas, llenas de historias,
de palabras deseadas, de personajes nostálgicos, de garabatos geniales. Ahí
quedo en silencio, buscando tu mano, buscando algo que me rescate para poder,
al menos, terminar un renglón más. Tomo un trago, para despejar. Recuerdo la
simpleza de Alan, la memoria de Marcelo. Veo sus tinieblas, tan terribles como
las mías. Siento sus soledades que proyectan sombras, como paredes en una tarde
de verano. Les sonrío, sin decirles nada. Veo en sus ojos que observan las
mismas oscuridades en mí. Siento su pánico al ver mi mirada, mis fantasmas. Me
emociono al ver sus manos levantadas hacia mí, a pesar de todo. Veo en ellos
almas fuertes y nobles, veo terribles bebedores, bellos comediantes, veo amigos
infaltables. Recuerdo abrazos viejos. Nombres que sonarán hasta que mi noche no
termine. Ahí están esos jinetes, algunos
mas viejos que otros, escudando mis sonrisas, escuchando mis anécdotas cientos
de veces. Ahi están, queriéndome como les sale, a pesar de mis sombras, a pesar
de mis fantasmas.
Veo el cielo, quizás este amaneciendo. Veo palomas, que
confundo, claramente, con dragones. Siento mis poros, siento mis pestañas.
Siento la serpiente sedienta, en busca de algo de muerte. Siento el éxtasis,
que inmediatamente convierte esta estructura antigua en partículas, en instantes.
Cada célula es una fiesta, cada espacio separado se detiene en el tiempo a
experimentar. La metáfora es el destino final de aquellos fragmentos de mí ser.
Seré un sentimiento, seré un recuerdo para mis hijos. Seré un beso para ella. Seré
nada. El tiempo narrativo escapa a todos. Estaré sentenciado a las anécdotas, mentirán
mis proezas, corregirán mis versos. Me harán mejor padre, mejor marido. Seré una ausencia distinta. Sentiré miedo una
vez más. Sentiré angustia por lo callado. Mis manos jugarán con tu sombra, como
cuando no te conocía. Veré lo apostado reírse del tiempo. Veré sueños, que con
el tiempo serán angustiosos chistes, absurdas bromas. Veré puntos. Veré comas. Veré la ruleta girar sin
detenerse, una vez y otra, y otra, y otra. Veré sus caras, esperando el número
que los libre de aquellos grilletes pesados, que los detienen, que los hacen
esclavos de ellos mismos. Sentiré aquel funesto casino que es la vida, aquel
oscuro lugar donde nadie gana, porque el final se sabe desde que el juego empieza.
Veré las caras, aquellas melancólicas miradas esperando el sablazo, me sentiré
lejos. Me sentiré perdido en aquel juego. Luces, carteles, autos caros, casas
espaciales. Piernas largas como autopistas, escotes cargados para bebedores
perdidos. Sentiré el miedo de esos apostadores, Sentiré su desconcierto. Veo el
desierto, siento el calor que escupe el asfalto. Me despertaré en aquel
recuerdo, quizás solo sea una fugaz imagen de aquellos que vivieron el pánico y locura en las Vegas.
Lucas
Itze.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
SOBRE PÁNICO Y LOCURA EN LAS VEGAS
Hunter
Thompson dice: “Aquel que hace una bestia de sí mismo, se libera del dolor de
ser un hombre” Estas terribles palabras, sonarán en nuestra cabeza durante toda
la película, serán la escalofriante premisa que necesitaremos transitar para
poder terminar aquel viaje que nos propone Terry Gilliam en “Pánico y Locura en
Las Vegas”. El marco en el que suena aquella revelación chamanica es, por
cierto, el más crítico. Helicópteros estadounidenses vaciando sus vientres de
acero sobre Vietnam, esparciendo muerte en cada rincón de tierra viva.
Manifestantes levantando tristes pancartas, todas unidas en un único y sordo
grito: SAQUEN LAS TROPAS DE VIETNAM. Ahí comienza el viaje. Allí aparecerán
drogas y botellas. Raoul Duke,
interpretado con soltura, por Johnny Depp será el encargado de guiarnos a
través de la curva dramática propuesta por los guionistas Tony Grisoni, Alex
Cox y Tod Davies en esta adaptación del libro homónimo escrito por el genial
Hunter Thompson, otra mente salvajemente despierta que hará, junto a la
generación beat, aquellas descarnadas descripciones de lo que fueron los años
70. Encontraremos a su ayudante en el Dr. Gonzo, genialmente interpretado por
Benicio Del Toro, personaje que aparecerá y desaparecerá todo el tiempo, a
veces llamando a la cordura, otras arruinándolo todo.
El film trabajará el
grotesco, y esta será una decisión acertada. Habrá tramos de comedia que
funcionarán como simples trampas para el espectador que decida caminar solo por
la superficie del relato. El engaño es claro y estará ante nuestros ojos todo
el tiempo, invitándonos a no profundizar, poniendo a la luz todos nuestros
prejuicios y pre conceptos. Pido a ustedes y a los oyentes, dos segundos para
intentar hilvanar una idea: El conocer algo, nos invita a transitar un camino
arduo, lleno de obstáculos, repletos de preguntas más que de respuestas. Este
camino, nos convidara una aventura que comprometerá tanto el cuerpo como el
espíritu en una batalla salvaje contra uno mismo. Tal es el pantano del
conocimiento, tan poco prometedor para aquellas almas que buscan la solución
fácil, amantes de los cursos rápidos, del saber sin experimentación, tristes
lectores de resúmenes, agitadores de chismes gritados por otros, fatales
espectros que confían perdidamente en la velocidad del mensaje, porque viven en
la idea de que el mundo terminara mañana. Quizás lo haga, quizás termine mañana
o pasado, pero ¿qué más da? En todo
caso, estamos en este juego sabiendo su final desde el principio.
Esta
película, tal vez, plantee aquel dilema del conocimiento. Podremos transitar
sus secuencias en el morboso placer de ver las payasadas realizadas por dos
tipos drogados hasta el orgasmo o quizás, logremos entregar nuestro cuerpo al
relato, liberando por un instante a nuestra mente de los terribles prejuicios
que la habitan, y en ese heroico acto, descubrir aquella feroz crítica a la sociedad
norteamericana que yace inmersa en cada línea de dialogo, en cada plano del
relato. Tal vez, corriendo algunos velos, descubramos aquellos helicópteros,
tan similares a los que actualmente sobrevuelan medio oriente, vaciar su
bestial imperio sobre víctimas inocentes. Tal vez, apaguemos el televisor, con
la certeza de sentirnos, una vez más, otro idiota americano.-
Lucas
Itze.-
Canción post análisis
Seguimos con Bersuit
FICHA
TÉCNICA
Título
original: Fear and Loathing in Las Vegas
Año:
1998
Duración:
118 min.
País:
Estados Unidos
Director:
Terry Gilliam
Guión:
Tony Grisoni & Terry Gilliam (Novela: Hunter S. Thompson)
Música:
Ray Cooper
Fotografía:
Nicola Pecorini
Reparto:
Johnny Depp, Benicio del Toro, Craig Bierko, Tobey Maguire, Michael Jeter,
Ellen Barkin, Christina Ricci, Gary Busey, Cameron Diaz, Jenette Goldstein,
Christopher Meloni, Katherine Helmond, Mark Harmon
Sinopsis
Un
periodista y un misterioso abogado que viajan en un descapotable rojo se
dirigen, a través del desierto, a Las Vegas. El maletero del coche es una
auténtica farmacia: dos bolsas de marihuana, 75 pastillas de mescalina, 5 hojas
de ácidos y muchas otras drogas.
Trailer
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