EDITORIAL
Un
muro puede dividir una familia, una sociedad y hasta un país. Si, unos pocos
ladrillos pueden llegar a hacer eso. Y a partir de ahí, los del otro lado son
los enemigos, aunque hasta hace un día eran todos hermanos.
Es
rara la vida a veces, que cuesta entenderla. Y si cuesta entender la vida,
imagínense el mundo. No siempre se necesita un muro para dividir una nación.
Tampoco es cuestión de estar a favor o en contra de esa idea, sólo que levantar
una pared como pasó aquella vez me parece una soberana estupidez…
La
caída del Muro de Berlin representó la caída del comunismo, y también nos
mostró los dientes filosos del capitalismo…
Las
marcas multinacionales empezaron a aparecer como moneda corriente en todo el
mundo, desde la gaseosa más conocida del mundo hasta las cadenas de
hamburguesas que hoy vemos a cada paso. Si algo de eso estaba en tu patria,
estabas conectado del mundo, de lo contrario, no existías, estabas alejado.
Además
de eso, el capitalismo salvaje trajo consigo la globalización, la expansión
comercial, el intercambio de productos, y el Made in China al por mayor.
El
desempleo y la explotación son quizás los mayores problemas que ha traído este
modelo económico, político y social. Donde siempre sufren los que menos tienen.
Ojo, tampoco digo que lo otro era perfecto e ideal. No… a mí nunca me gustaron
los extremos. Creo que lo mejor es encontrar el punto exacto, tratar de tomar
lo bueno de cada lado y unirlo, que esa construcción de ideas sea nuestro
propio muro, pero que nadie quede excluido.
En
este mundo que vivimos hoy es muy fácil opinar sobre alguien sin conocerlo,
sólo por estar del lado contrario, no sólo ideológicamente, sino hasta por
cuestiones de camiseta. Y ahí me viene a la mente una vez más el futbol, porque
esa Alemania que se reunificaba después de la caída del Muro, se abrazaba en
gloria y júbilo un año después, cuando nuestro Goyco no pudo con ese único y
maldito penal, y los que antes se enfrentaban casi a muerte, festejaban juntos
ese título mundial…
Creo
que es hora de hacer nuestra propia Revolución, de tener nuestro propio noviembre,
derribar nuestros muros, tomar todo lo
bueno y dejar atrás lo malo. Que el capitalismo deje de entrometerse en
nuestras vidas, y deje de llevarse todo por delante. Que los que menos tienen,
tengan las mismas posibilidades que los que más tienen. Que las grandes
empresas dejen lugar a esas empresas familiares que después de años tuvieron
que vender todo, hasta sus recuerdos.
O
simplemente, que todo sea un poco más justo, decirle adiós al capitalismo, como
alguna vez algunos dijeron Good Bye, Lenin!
Marcelo
De Nicola
Canción elegida para la Editorial
IMPRESIONES
SOBRE GOOD BYE LENIN!
Socialismo,
una historia de amor. Así podríamos llamar a Good Bye, Lenin! Film de Wolfgang
Becker, película que estamos tratando hoy. Amor de un hijo a una madre y amor
de una madre a su país.
Pero
mejor, vamos a repasar un poco del cine alemán. Este ha sido, históricamente,
de lo mejor de Europa. Ya desde los viejos años veinte nos aparecen films como
El Gabinete del Doctor Caligari de Robert Wiene en 1920 o Nosferatu de Murnau
en 1922, título que pasaron a la historia de ese modo de hacer cine que se
llamó Expresionismo Alemán (que se
basaba mucho en temas fantásticos y dramas sociales, con escenografías
abstractas y deformes y una iluminación a base de luces y sombras que llevaban
al espectador a una sensación de tensión dependiendo la iluminación del
personaje u objeto donde debía centrarse la atención). Los últimos films de
este modo de hacer cine en esa época vinieron otra vez de la mano de Murnau con
Fausto y del austríaco Fritz Lang con Metrópolis, en los años 26 y 27 respectivamente.
A
partir de ahí el cine alemán fue tendiendo más al realismo, pero la llegada de
Hitler al poder, llevó a que sus cineastas se pusieran al servicio del nuevo
régimen y que los grandes se fueran a probar suerte a Hollywood, para así darle
punto final a una época dorada.
Muchos
años después llegó otro grupo de cineastas llamativamente geniales, la
corriente se llamó Nuevo cine alemán
y a partir de los 60, nombre como Werner Herzog con Aguirre, la cólera de Dios
o Fitzcarraldo, Wim Wenders con El cielo sobre Berlín o la hermosa París,
Texas, Volker Schoklondorf con El joven Torless o el Tambor de hojalata y
Rainer Fassbinder con Todos nos llamamos Alí o El matrimonio de María Braun
llevaron al cine alemán otra vez a lo más alto del mundo.
Con
unas reminiscencias a la
Nouvelle Vague francesa y con temas como la soledad, la
depresión, el pasado y el futuro del país estos cineastas se abrieron paso a
partir de los sesenta y algunos hasta nos siguen dando lecciones en la
actualidad.
En este siglo XXI, varias películas alemanas aparecieron de la mano de nuevos directores, podemos nombras al pasar La vida de los otros de Henckel von Donnersmarck, La caída o El experimento, ambas de Oliver Hirschbiegel, Los EduKadores de Hans Weingartner, Al otro lado o Contra la pared de Faith Akin y Corre Lola Corre o Perfume, ambas de Tom Tykwer, por citar sólo algunas.
En este siglo XXI, varias películas alemanas aparecieron de la mano de nuevos directores, podemos nombras al pasar La vida de los otros de Henckel von Donnersmarck, La caída o El experimento, ambas de Oliver Hirschbiegel, Los EduKadores de Hans Weingartner, Al otro lado o Contra la pared de Faith Akin y Corre Lola Corre o Perfume, ambas de Tom Tykwer, por citar sólo algunas.
Así, en este boom alemán, llegó Good Bye, Lenin! de
Wolfgang Becker. El director nos cuenta en esta película lineal una historia de
una familia que vive en la
Berlín Oriental del año 1989. La historia empieza en el
verano del 78, con recuerdos de la infancia del protagonista, rememorando sus
videos caseros y su amor por la astronomía, furor en esa época gracias al
primer alemán oriental en el espacio, Sigmund Jähn.
Con
un muy buen guión (escrito por Becker junto a Bernd Lichtenberg), con grandes
detalles de la historia alemana, y muchas imágenes de archivo sobre lo que iba
pasando en esa época, el director nos introduce en la vida de Alex (una genial
interpretación del hispano-alemán Daniel Brühl), alguien que duda entre las
ideologías socialistas de su madre, o las historias capitalistas que vienen del
otro lado del Muro. Luego de un enfrentamiento con la policía, su madre sufre
un infarto, y luego de ocho meses despierta del coma, con un país unificado, y
sin el muro en el medio… pero ella no lo tiene que saber
La
música compuesta por Yann Tiersen (el mismo de Amélie) nos sumerge paso a paso
y nos adentra cada vez más en la historia. En esos meses hospitalarios, Alex se
enamora de Lara, una enfermera soviética (buen trabajo de la actriz rusa
Chulpan Kamatrova) y además lidia con su hermana (intepretada por María Bello
de correcto trabajo) y su pequeña sobrina.
Con
bastante tacto, originalidad y más que nada, mucha ironía sobre el poder
Occidental (la escena de Coca Cola se roba los aplausos), el director nos
revuelve el alma con las imágenes de esa hermosa Berlín oriental que ya no
existe. También miramos con alegría y hasta un poco de ternura, ese falso
noticiero (con un genial Florian Mayer como “presentador”), que Alex le pasa
día a día a su madre, donde también, como él, soñamos que el mundo sea así, un
poco más justo.
La
película nos muestra lo que uno es capaz de hacer por una madre. En ese
complejo de Edipo que tenemos desde que nacemos… La madre, para un hombre,
siempre es nuestro primer amor. Es la primera mujer de la que nos enamoramos,
con la que reímos, lloramos y peleamos. Y uno es capaz de todo por ella,
incluso, de revivir un país que ya no existe más.
Será
por eso que uno cada vez que ve esta película, recuerda que hay que
agradecerles por siempre que nos hayan traído al mundo, y que hayan luchado por
la vida que creían justa, como hizo Christianne, la madre de Alex, a pesar de
alguna mentira de la que se arrepentirá toda su vida. Porque ellas, como
nosotros, no son perfectas, pero siempre sabrán la verdad, porque como dice la
canción de Pink Floyd, ella siempre te esperará, pero también sabrá dónde has
estado. Ahora los dejo con esta hermosa canción llamada Mother, mientras le voy
a dar un abrazo a mi vieja…
Marcelo
De Nicola
Tema elegido para el análisis
No podía faltar esta crítica al sistema
Y nos despedimos con:
FICHA
TÉCNICA
Título
original: Good Bye, Lenin!
Año:
2003
Duración:
118 min.
País:
Alemania
Director:
Wolfgang Becker
Guión:
Wolfgang Becker & Bernd Lichtenberg
Música:
Yann Tiersen
Fotografía:
Martin Kukula
Reparto:
Daniel Brühl, Katrin Saß, Chulpan Khamatova, Maria Simon, Jürgen Vogel, Michael
Gwisdek, Burghart Klaußner, Alexander Beyer, Florian Lukas, Hanna Schwamborn
Sinopsis
Berlín,
octubre de 1989. Unos días antes de la caída del Muro, la madre de Alex, una
mujer orgullosa de sus ideas comunistas, entra en coma. Cuando despierta ocho
meses después, su hijo hará lo posible y lo imposible para que no se entere de
que está viviendo en una Alemania reunificada y capitalista. Su objetivo es convertir
el apartamento familiar en una isla anclada en el pasado, una especie de museo
del socialismo en el que su madre viva cómodamente creyendo que nada ha
cambiado.
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