Programa
23 (19-08-2013)
EDITORIAL
Hace
algún tiempo, mientras compartíamos un mal vino con Enrique Symns, luego de un
largo silencio, me formulo la siguiente pregunta: ¿sabes lo que hacen las ratas
cada mañana de su vida? Salen a husmear. La supervivencia nos comunica
directamente con aquel animal que somos, al cual insistimos fervientemente en ponerle ropa, nombres y perfumar sus
partes más hediondas cada día. Así como la rata, el hombre sale cada mañana de
su cueva a husmear. Es sabido que desde que la repartija del queso se redujo a
la decisión de unos pocos (poquísimos quizás) la hostilidad del medio se
elevo desmedidamente. El hombre rata
sale cada mañana, se trepa a un bondi imposible, pisa la cabeza de otros
hombres ratas por un asiento. Muestra sus dientes feroces, para defender un
queso que pertenecerá a otro, el cual le arrojara, de muy mala gana, solo
migajas al final del día. Aguantara el desprecio y la descalificación de otras
ratas, seguramente inferiores a él, solo porque sabrá que al final llegara
aquella paga que elevara su ego y lo pondrá en un lugar donde él mismo podrá
despreciar y descalificar a otras ratas. El hombre rata soñara sueños de otros,
gritara consignas de otros y te regalara su cortesía por pocas monedas. El
primer pez que tuvo hambre se convirtió en un asesino, y creo que ahí está el
peligro. El juego de la supervivencia nos invita a las peores miserias y
traiciones.
Los arrabales son siempre oscuros, y en esa tiniebla siniestra de
nada sirve tu pilcha de hombre del espacio o tu nombre de apellido pomposo, o tu
perfume de flores muertas. El hombre rata usará aquel virus que es la palabra
como su arma primordial. Con ellas justificará cada una de sus limitaciones,
creará pasados incomprobables, futuros cada vez más lejanos. Con ellas le
pondrá nombre a su dolor, un nombre que solo graficará la superficie de sus
dolencias reales. Con ellas sentenciará a la formas de las cosas, lo
estructurará todo y se convencerá de que
un simple “te amo” contiene este torbellino de sensaciones que me surgen cuando
me miro en tus ojos. Quizás un día el hombre rata se dé cuenta que el queso por
el que arriesga su lomo cada día no es más que una triste invención generada
por alguien que, embelesado por las palabras de otro, lucha por conseguir un
queso tan artificial como el que el promete. Y cuando eso suceda, mirará el
bosque con más cariño, se paseará tranquilamente por las ramas de los arboles
recordando, con una dulce melancolía cuando él mismo fue uno. Hermosamente
erguido, orgulloso de su sabia, feliz de su comunión con la madre tierra. Aquel
día llegará, te lo juro y nos daremos cuentas que estas tristes cadenas que nos
atan a ese mañana que no tuvimos el gusto de soñar, no eran más que puro
verso.-
Lucas
Itze.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
SOBRE EL VERSO
Lo
de uno es mantener la imagen. ¿Para qué? pregunta Pedro… ¿Cómo para qué? Uno se
crea una imagen, para no morirse de angustia. Creo que en estas líneas de
dialogo, que se dan entre los geniales Hugo Arana y Luis Brandoni, Pedro y
Juan, para el relato, se encuentra el germen de “El verso”, esta solida obra
del magistral Santiago Carlos Oves. La escena se desarrolla de noche, en una
especia de cementerio de autos, rodeado de chatarra y chapones oxidados,
paisaje que contrasta con su impecable traje anacrónico. Al conjugar paisaje y
dialogo, la resignificación es evidente. Oves nos regala acá un instante de
poesía precioso, nos remarca, quizás, que Juan, nuestro protagonista, solo
busca maquillar el oxido de su existencia a través de una etiqueta mínimamente presentable,
de un discurso empalagoso. Realidad y fantasía dialogan en un solo plano.
La
película ya empieza con una imagen que pertenece al mundo de lo fantasioso, del
engaño, el mundo onírico. Lo vemos a Juan bajar de un lujoso auto, varias
mujeres se abalanzan sobre él. Logra dificultosamente ingresar a los estudios
de Radio Nacional y descubrimos ahí que se trata de un popular locutor, uno
exitoso. Al comenzar a hablar delante del micrófono, su voz falla y la realidad
irrumpe, irrespetuosa. Y como pasa cada vez que la realidad aparece, el sueño
termina. Pero la mentira sigue, Juan esta acostado en una cama, con una mujer
la cual nos enteraremos luego, en el devenir del film, que no es su esposa. Y
la mentira no parará, le mentira a ella, se mentira a sí mismo, le mentira a
todos. Oves nos cuenta que la escritura de “El Verso” comienza en la época del
proceso y aclara lucidamente: Proceso de Reorganización Nacional fue el nombre
con el que las tres fuerzas armadas pretendieron encubrir el golpe militar del
`76. Dice Santiago: Recuerdo que a un periodista que fue vocero de la dictadura
militar, que se llamaba Gómez Fuentes, le oí decir en un noticiario, que se emitía
allá por el 80 en ATC (canal 7) (Creo que era 60 minutos) que el
verso era una virtud de los argentinos. Aquello me pareció un despropósito, algo que me indicaba el grado
de deterioro en el que había caído el país. Claro, el verso se extendía a todos
los slogans sustentados por el proceso: “Los
argentinos somos derechos y humanos”, “hay
que achicar el Estado”, Las urnas
están bien guardadas” más tarde aquello de que “Las Malvinas ya son nuestras”, y otras tantas mentiras que por
distintos medios lograron imponer. Porque el
verso, el de la dictadura, era eso: una mentira, pero no una cualquiera, se
trataba de una inspirada en la famosa frase de Joseph Goebbels: Una mentira repetida mil veces se convierte
en una verdad. De acuerdo con esto, lógicamente, Gómez Fuentes, como buen
empleado de la dictadura, no podía hacer otra cosa que categorizar el verso como una virtud. Y así también
lo siente Juan, protagonista del film.
El ve al verso como su única herramienta
frente a la vida. A través del uso de las palabras, Juan lograra crear imágenes
e historias que le servirán, como bien dice él mismo, para no morirse de
angustia. A través de las palabras lograra un préstamo monetario de parte de su
amigo, logrará que su esposa le pida plata prestada a su padre, a pesar de
haberle confesado su pánico a enfrentarlo, lograra conseguir algún café gratis,
hasta le robará una sonrisa a sus hijos, a los cuales ve muy de vez en cuando. A
través de su propio verso, se convencerá de que su miserable existencia en
realidad es la de un caballero, la de un señor que viste de civil, y no con ese
uniforme de mierda y esos termos que usan los cafeteros y que no hacen más que
servir y servir. La película tendrá una estructura bastante lineal, salvo por
una elipsis temporal que surgirá casi al final de la película, cierre del
segundo acto. Recordemos que el concepto de elipsis narrativa responde a la
omisión que efectúa el guionista de ciertos datos que no aportan mayor
información a la línea argumental del relato, generando con esto, un salto en
el tiempo y por lo tanto en la linealidad. Un claro ejemplo puede ser el
siguiente: alguien llega a un edificio, entra y llama al ascensor. Hacemos un
corte (una elipsis) y vemos al personaje bajar del ascensor para entrar en su
departamento. Este recurso utilizara Santiago Carlos Oves, luego que aquel
monstruo generado por Juan, esa bestia repleta de mentiras, engaños y verso, lo
devore y acabe con todo su entorno. Juan quedara solo por completo. Perderá a
sus amigos, perderá a su amante y a Rosa, su esposa, ese ángel que no dejara de
sufrir desde el comienzo de la película.
Creo que “El verso” no tiene nada que
envidiarle a ninguna película del neorrealismo italiano. Sus personajes hasta
su conflicto fraternizan perfectamente con los trabajados en aquella época. El
eje principal de este movimiento se ubicaba entre la clase trabajadora y la
situación económica y moral de la
Italia de posguerra. Este grupo surge en los años 40, de la
mano de Rossellini, Visconti, De Sica y Antonioni entre otros. Todos ellos,
héroes de Santiago. En alguna entrevista él mismo dirá: Yo soy un poco de todos
los directores que me gustan. En sus películas no es difícil reconocer a Hitchcock,
a Leone, a Berlanga. La mayoría de sus films tocaran temas duros y difíciles,
pero nunca lograra separarse de esa ternura que le era tan propia y que
armonizaba cada uno de sus actos. Recuerdo una anécdota con Santiago en uno de
los recreos cuando yo era su ayudante en la cátedra de guion del SICA. El me
estaba comentando el guion del cortometraje de Sheila, su hija, llamado “La
moneda”. Yo le pregunte de que se trataba el relato, y entonces se tomó unos
segundos y su cara se iluminó. Me miró y me respondió: Es una historia tierna…
como ella. Santiago nos dejo hace ya tres años. Me quedaron sus películas, sus
anécdotas, un café que nunca nos tomamos y una linda amistad con Sheila. A todo
esto me abrazo fuerte cuando te extraño. Si algo ha cambiado, eso es nosotros. El
otro cambio, los que se fueron… adelante maestro.-
Lucas
Itze.-
Canción post análisis
En algún momento, esperamos que llegue la paz
Y mientras seguimos esperando un milagro
Y nos despedimos con un clásico de Bersuit
FICHA
TÉCNICA
Título
original: El verso
Año:
1995
Duración:
95 min.
País:
Argentina
Director:
Santiago Carlos Oves
Guión:
Santiago Carlos Oves
Música:
Alberto Quercia Lagos
Fotografía:
Jorge Ruiz
Reparto:
Luis Brandoni, Virginia Lago, Hugo Arana, Marcos Zucker, Tincho Zabala, Andrea
Tenuta, Héctor Tealdi, Juan Manuel Alvarez, Sergio López Castellanos, Diego
Wainstein, Ágatha Fresco
Sinopsis
Entre
el sainete y el grotesco, Juan, que ha perdido su trabajo, versea en un
colectivo los valores de un afilador de cuchillos, no puede contra las deudas
que contrae ni puede con su familia, la mujer y dos chicos. Un día, la mujer lo
deja, se le termina el crédito y a Juan sólo le queda su sueño de ser locutor
de radio.
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