domingo, 8 de junio de 2014

EL VERSO

Programa 23 (19-08-2013)


EDITORIAL

Hace algún tiempo, mientras compartíamos un mal vino con Enrique Symns, luego de un largo silencio, me formulo la siguiente pregunta: ¿sabes lo que hacen las ratas cada mañana de su vida? Salen a husmear. La supervivencia nos comunica directamente con aquel animal que somos, al cual insistimos fervientemente  en ponerle ropa, nombres y perfumar sus partes más hediondas cada día. Así como la rata, el hombre sale cada mañana de su cueva a husmear. Es sabido que desde que la repartija del queso se redujo a la decisión de unos pocos (poquísimos quizás) la hostilidad del medio se elevo  desmedidamente. El hombre rata sale cada mañana, se trepa a un bondi imposible, pisa la cabeza de otros hombres ratas por un asiento. Muestra sus dientes feroces, para defender un queso que pertenecerá a otro, el cual le arrojara, de muy mala gana, solo migajas al final del día. Aguantara el desprecio y la descalificación de otras ratas, seguramente inferiores a él, solo porque sabrá que al final llegara aquella paga que elevara su ego y lo pondrá en un lugar donde él mismo podrá despreciar y descalificar a otras ratas. El hombre rata soñara sueños de otros, gritara consignas de otros y te regalara su cortesía por pocas monedas. El primer pez que tuvo hambre se convirtió en un asesino, y creo que ahí está el peligro. El juego de la supervivencia nos invita a las peores miserias y traiciones.


Los arrabales son siempre oscuros, y en esa tiniebla siniestra de nada sirve tu pilcha de hombre del espacio o tu nombre de apellido pomposo, o tu perfume de flores muertas. El hombre rata usará aquel virus que es la palabra como su arma primordial. Con ellas justificará cada una de sus limitaciones, creará pasados incomprobables, futuros cada vez más lejanos. Con ellas le pondrá nombre a su dolor, un nombre que solo graficará la superficie de sus dolencias reales. Con ellas sentenciará a la formas de las cosas, lo estructurará todo y se convencerá  de que un simple “te amo” contiene este torbellino de sensaciones que me surgen cuando me miro en tus ojos. Quizás un día el hombre rata se dé cuenta que el queso por el que arriesga su lomo cada día no es más que una triste invención generada por alguien que, embelesado por las palabras de otro, lucha por conseguir un queso tan artificial como el que el promete. Y cuando eso suceda, mirará el bosque con más cariño, se paseará tranquilamente por las ramas de los arboles recordando, con una dulce melancolía cuando él mismo fue uno. Hermosamente erguido, orgulloso de su sabia, feliz de su comunión con la madre tierra. Aquel día llegará, te lo juro y nos daremos cuentas que estas tristes cadenas que nos atan a ese mañana que no tuvimos el gusto de soñar, no eran más que puro verso.-

Lucas Itze.- 

Canción elegida para la editorial


IMPRESIONES SOBRE EL VERSO


Lo de uno es mantener la imagen. ¿Para qué? pregunta Pedro… ¿Cómo para qué? Uno se crea una imagen, para no morirse de angustia. Creo que en estas líneas de dialogo, que se dan entre los geniales Hugo Arana y Luis Brandoni, Pedro y Juan, para el relato, se encuentra el germen de “El verso”, esta solida obra del magistral Santiago Carlos Oves. La escena se desarrolla de noche, en una especia de cementerio de autos, rodeado de chatarra y chapones oxidados, paisaje que contrasta con su impecable traje anacrónico. Al conjugar paisaje y dialogo, la resignificación es evidente. Oves nos regala acá un instante de poesía precioso, nos remarca, quizás, que Juan, nuestro protagonista, solo busca maquillar el oxido de su existencia a través de una etiqueta mínimamente presentable, de un discurso empalagoso. Realidad y fantasía dialogan en un solo plano. 


La película ya empieza con una imagen que pertenece al mundo de lo fantasioso, del engaño, el mundo onírico. Lo vemos a Juan bajar de un lujoso auto, varias mujeres se abalanzan sobre él. Logra dificultosamente ingresar a los estudios de Radio Nacional y descubrimos ahí que se trata de un popular locutor, uno exitoso. Al comenzar a hablar delante del micrófono, su voz falla y la realidad irrumpe, irrespetuosa. Y como pasa cada vez que la realidad aparece, el sueño termina. Pero la mentira sigue, Juan esta acostado en una cama, con una mujer la cual nos enteraremos luego, en el devenir del film, que no es su esposa. Y la mentira no parará, le mentira a ella, se mentira a sí mismo, le mentira a todos. Oves nos cuenta que la escritura de “El Verso” comienza en la época del proceso y aclara lucidamente: Proceso de Reorganización Nacional fue el nombre con el que las tres fuerzas armadas pretendieron encubrir el golpe militar del `76. Dice Santiago: Recuerdo que a un periodista que fue vocero de la dictadura militar, que se llamaba Gómez Fuentes, le oí decir en un noticiario, que se emitía allá por el 80 en ATC (canal 7) (Creo que era 60 minutos) que el verso era una virtud de los argentinos. Aquello me pareció un despropósito, algo que me indicaba el grado de deterioro en el que había caído el país. Claro, el verso se extendía a todos los slogans sustentados por el proceso: “Los argentinos somos derechos y humanos”, “hay que achicar el Estado”, Las urnas están bien guardadas” más tarde aquello de que “Las Malvinas ya son nuestras”, y otras tantas mentiras que por distintos medios lograron imponer. Porque el verso, el de la dictadura, era eso: una mentira, pero no una cualquiera, se trataba de una inspirada en la famosa frase de Joseph Goebbels: Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad. De acuerdo con esto, lógicamente, Gómez Fuentes, como buen empleado de la dictadura, no podía hacer otra cosa que categorizar el verso como una virtud. Y así también lo siente Juan, protagonista del film. 


El ve al verso como su única herramienta frente a la vida. A través del uso de las palabras, Juan lograra crear imágenes e historias que le servirán, como bien dice él mismo, para no morirse de angustia. A través de las palabras lograra un préstamo monetario de parte de su amigo, logrará que su esposa le pida plata prestada a su padre, a pesar de haberle confesado su pánico a enfrentarlo, lograra conseguir algún café gratis, hasta le robará una sonrisa a sus hijos, a los cuales ve muy de vez en cuando. A través de su propio verso, se convencerá de que su miserable existencia en realidad es la de un caballero, la de un señor que viste de civil, y no con ese uniforme de mierda y esos termos que usan los cafeteros y que no hacen más que servir y servir. La película tendrá una estructura bastante lineal, salvo por una elipsis temporal que surgirá casi al final de la película, cierre del segundo acto. Recordemos que el concepto de elipsis narrativa responde a la omisión que efectúa el guionista de ciertos datos que no aportan mayor información a la línea argumental del relato, generando con esto, un salto en el tiempo y por lo tanto en la linealidad. Un claro ejemplo puede ser el siguiente: alguien llega a un edificio, entra y llama al ascensor. Hacemos un corte (una elipsis) y vemos al personaje bajar del ascensor para entrar en su departamento. Este recurso utilizara Santiago Carlos Oves, luego que aquel monstruo generado por Juan, esa bestia repleta de mentiras, engaños y verso, lo devore y acabe con todo su entorno. Juan quedara solo por completo. Perderá a sus amigos, perderá a su amante y a Rosa, su esposa, ese ángel que no dejara de sufrir desde el comienzo de la película. 


Creo que “El verso” no tiene nada que envidiarle a ninguna película del neorrealismo italiano. Sus personajes hasta su conflicto fraternizan perfectamente con los trabajados en aquella época. El eje principal de este movimiento se ubicaba entre la clase trabajadora y la situación económica y moral de la Italia de posguerra. Este grupo surge en los años 40, de la mano de Rossellini, Visconti, De Sica y Antonioni entre otros. Todos ellos, héroes de Santiago. En alguna entrevista él mismo dirá: Yo soy un poco de todos los directores que me gustan. En sus películas no es difícil reconocer a Hitchcock, a Leone, a Berlanga. La mayoría de sus films tocaran temas duros y difíciles, pero nunca lograra separarse de esa ternura que le era tan propia y que armonizaba cada uno de sus actos. Recuerdo una anécdota con Santiago en uno de los recreos cuando yo era su ayudante en la cátedra de guion del SICA. El me estaba comentando el guion del cortometraje de Sheila, su hija, llamado “La moneda”. Yo le pregunte de que se trataba el relato, y entonces se tomó unos segundos y su cara se iluminó. Me miró y me respondió: Es una historia tierna… como ella. Santiago nos dejo hace ya tres años. Me quedaron sus películas, sus anécdotas, un café que nunca nos tomamos y una linda amistad con Sheila. A todo esto me abrazo fuerte cuando te extraño. Si algo ha cambiado, eso es nosotros. El otro cambio, los que se fueron… adelante maestro.-    

Lucas Itze.-

Canción post análisis


En algún momento, esperamos que llegue la paz 


Y mientras seguimos esperando un milagro


Y nos despedimos con un clásico de Bersuit


FICHA TÉCNICA

Título original: El verso
Año: 1995
Duración: 95 min.
País: Argentina
Director: Santiago Carlos Oves
Guión: Santiago Carlos Oves
Música: Alberto Quercia Lagos
Fotografía: Jorge Ruiz
Reparto: Luis Brandoni, Virginia Lago, Hugo Arana, Marcos Zucker, Tincho Zabala, Andrea Tenuta, Héctor Tealdi, Juan Manuel Alvarez, Sergio López Castellanos, Diego Wainstein, Ágatha Fresco

Sinopsis


Entre el sainete y el grotesco, Juan, que ha perdido su trabajo, versea en un colectivo los valores de un afilador de cuchillos, no puede contra las deudas que contrae ni puede con su familia, la mujer y dos chicos. Un día, la mujer lo deja, se le termina el crédito y a Juan sólo le queda su sueño de ser locutor de radio.


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