Programa
31 (14-10-2013):
Incluye una entrevista con Eduardo Blanco
EDITORIAL
¿Cuándo
alguien hace algo lo hace para uno mismo o lo hace para el resto de las
personas? ¿Qué es lo que espera uno al realizar algún acto, Reconocimiento,
alguna gratificación, una devolución de gentileza? ¿Siembra algo en el momento
de hacer un favor y espera que florezca, en un futuro, una rosa para él? ¿Será
aquella flor un espejo? ¿Algo que nos coloca en algún lugar determinado? ¿Será
un informe parcial que nos dice en donde estamos parados al momento de cortar
sus espinas y reposarla sobre agua en algún rincón de nuestra conciencia?
Quizás
nosotros mismos seamos flores que crecen en un mismo jardín, que crecemos bajo
el mismo sol, nos alimenta la misma agua, sentimos el mismo frío y rocío de la
noche. Será que sentimos el avispón de la flor de al lado. Debe ser que todas
las flores quieren nacer, crecer y morir sin que las arranquen de su
lugar. Será que hay quienes no se
sienten así. Que no lo ven así. Que lo único que buscan de la flor es su
momento de máxima belleza para extirparlas y dejarlas morir en floreros
testigos de amores de gran cotización. Floreros que hacen olvidar engaños,
decepciones. Floreros de amores mentirosos. Floreros que son testigos de la
conciencia y la desesperación del final. Que cuando da el presente alguna
enfermedad y le dice que aproveche el tiempo de descuento es ahí cuando se les
abre otra perspectiva. Aquella noticia de repente hace olvidar los dolores de
rodillas y les recuerda como era salir a caminar. Los impulsa a cambiar los
muebles de lugar. A tirar las cosas innecesarias que juntaron durante tantos
años. Mientras su sangre se oxidaba en frente de ese televisor. Mientras sus
espaldas se encorvaban y los huesos se soldaban a las articulaciones. ¿Ahora
queres vivir no? Ahora queres disfrutar de tu familia, queres hacer las paces
con tu hermano, queres tener a tus abuelos al lado para compartir una puesta de
sol. Queres tener a tu viejita y decirle lo mucho que la queres. Ahora le
queres enseñar cosas a los jóvenes. Hasta le queres pedir disculpas hasta al
perro de tu vecino. Aquel pobre que envenenaste porque te cortaba el sueño de
las tardes. Ahora que ya no sos más el primero de la fila de aquel jardín
queres que te rieguen. Ahora que ya no sos más ese pibe que tiene un futuro
increíble te gustaría ser reconocido por algo. Ahora que ya no sos más aquel
afortunado con la minas queres ser flor.
¿Ahora qué te das cuenta que dentro de poco vas a ver las flores desde
las raíces y no desde arriba, tenes pensado seguir de esta manera? Pensalo
bien, no dejes que te agarre la vida, desprevenido. Se vos, desde el lugar que
quieras verlo. Y acá es en donde se mete en la conversación un tal José Pablo
Feinman diciéndonos «Sartre tiene una frase que dice: “Cada hombre es lo que
hace con lo que hicieron de él”. Esto para mi es una frase de las más
fundamentales de toda la historia de la humanidad. Porque, evidentemente, desde
que nacemos hacen de nosotros algo; nosotros nacemos y nos hablan, nos meten
una lengua, y nosotros la recibimos, como una esponja, palabras, palabras, palabras...
Cuando empezamos a hablar, ¿qué decimos? —Decimos las palabras que nos dijeron,
es decir, no tenemos un lenguaje propio; solo creemos que dominamos una lengua
y esa lengua nos domina a nosotros. Pero, alguna vez, vamos a tener que decir
una palabra nueva, alguna vez vamos a tener que decir una palabra que sea
nuestra, y esa va a ser nuestra libertad. Entonces, es cierto el lenguaje que
nos condiciona, el entorno sociopolítico que nos condiciona, el inconsciente
que nos condiciona, es verdad todo eso, todo lo que quieran; pero a partir de
algún momento, tenemos que ser responsables por nuestra vida nosotros mismos,
porque somos lo que elegimos ser. Entonces, bienvenida la frase del maestro
Jean-Paul, que dice “cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de
él”». Al no ser que te sienta cómodo
seguir ocupando un lugar que te asignaron. Al no ser que te guste dejar las
cosas así como están podes tomar estas palabras antes que las de la muerte.
¿Qué vas a hacer lo de lo que hicieron de vos? ¿Simplemente seguirás ocupando
un lugar terciarizado y te seguirán llamando hasta los 50, 60 años, el hijo de
la novia?….
Alan
Beneitez.
Canción elegida para la Editorial:
IMPRESIONES
SOBRE EL HIJO DE LA NOVIA
“Morir… quedar dormidos… dormir… tal vez soñar!
Allí hay algo que detiene al mejor. Cuando del mundo no percibamos ni un rumor,
¡que sueños vendrán en ese sueño de la muerte!” Este planteo que alguna vez se hizo Hamlet, quizás
pueda olerse sobre la melancólica atmósfera que genera el film “El hijo de la
novia” escrita y dirigida por Juan José Campanella. Esa sensación que se desprende
de aquel inolvidable soliloquio del personaje Shakesperiano, aquella falta de conexión
con el mundo, aquel sueño tan hermano de la muerte como el silencio que lo
genera, me recuerdan un poco al personaje de Norma, soberbiamente interpretado
por Norma Aleandro, con seguridad, la mejor de todas. Norma Belvedere, sufre
del mal de Alzheirmer, esa maldita enfermedad que mutila su propia historia,
esa triste broma del cerebro que se juega a los dados cada uno de sus recuerdos,
dejándola cada vez más sola, encerrándola en las estrechas paredes del
presente. Un efímero presente que se diluye entre sus dedos, inatrapable como
la arena del tiempo.
En esa habitación sin muebles que es su memoria, ella
guarda recelosamente, el recuerdo de Nino, su pareja, otro bello personaje
interpretado por Héctor Alterio y Rafael, su hijo, realizado magistralmente por
Ricardo Darin. Poco hizo la enfermedad con estos dos personajes, capaces de
robarle lágrimas a Norma cuando los ve llegar desde la enloquecedora
tranquilidad de la residencia para ancianos donde vive. Campanella realiza un
film melancólico, lleno de recuerdos, de anécdotas viejas, de dolorosos
olvidos. El relato estará construido de manera no lineal. Comenzará con una
elipsis de unos 30 años, recordemos que este concepto se refiere a la omisión
de datos o situaciones a fin de agilizar el desarrollo dramático. La secuencia
inicial nos mostrara el pasado, y culminara en un primer plano de los ojos de
Rafael siendo niño, para encadenarse en un fundido a los ojos cansados y
gastados del adulto en que Rafael se convirtió. Su insomnio, su celular que
nunca deja de reclamar, sus interminables discusiones y problemas, nos hablaran
de lo lejos que quedo aquel chico que soñaba con aventuras al otro lado del
mar, con el sublime canto de espadas chocando por la libertad de alguna
princesa. Sus batallas se volvieron imperdonablemente materiales. Sus antiguos
molinos de vientos ahora serán proveedores, bancos, cheques revotados. Ni
siquiera se dará cuenta de esos ojos enamorados que lo miran, y que mueren por
soñar su sueño entre sus brazos. Brazos que ahora la abrazan acostumbrados,
flojos brazos que sueltan y no invitan a quedarse, jamás.
Esa hada que es Naty,
nos enseñara entre llanto y ternura que para lograr querer y respetar al otro,
primero, tengo que quererme y respetarme a mí mismo… aunque eso implique muchas
veces decir adiós.
Campanella trabajará las secuencias del pasado con una
paleta de colores donde predominara el amarillo rozando lo sepia. Estos colores
imperaran también dentro del restaurant de Rafael, y no nos llamará la
atención. Aquel negocio, es lo que ancla al protagonista en el pasado. En ese
pasado donde todavía lucha para mostrarle a su madre que él no es un boludo, en
donde grita como un nene enojado que él es alguien, y que no le fue mal. Sus
colores cambiaran solo cuando decida vender el restaurant, cuando ya no viva
para demostrarle nada a nadie, sino para disfrutar de lo que él tiene. Hace
poco escuche que alguien dijo que uno es infeliz por comparación, y me pareció
brillante.
El infierno de Rafael, como el de muchos de nosotros, reside en esa
pesada cruz que significa medirse con las medallas de otros, en la estúpida
creencia de que el ritmo y las llegadas son marcados por los logros ajenos.
Matsuo Basho, ese genial poeta del haiku, escribió hace ya tiempo: no sigan los pasos de sus maestros,
busquemos lo que ellos buscaron. Ojala aprendamos algún día a caminar con
nuestros propios pasos, a sufrir nuestros propios tropiezos, porque en aquel
barro de lo recorrido estará también nuestra felicidad. Aunque el vértigo del
camino te encuentre quedándote o yéndote.
Lucas
Itze.-
También escuchábamos esta canción:
Y nos despedimos con un tema de amor de John Lennon
FICHA
TÉCNICA
Título
original: El hijo de la novia
Año:
2001
Duración:
124 min.
País:
Argentina
Director:
Juan José Campanella
Guión:
Fernando Castets, Juan José Campanella
Música:
Ángel Illarramendi
Fotografía:
Daniel Shulman
Reparto:
Ricardo Darín, Héctor Alterio, Norma Aleandro, Natalia Verbeke, Eduardo Blanco,
Gimena Nóbile, Claudia Fontan, David Masajnik, Atilio Pozzobon, Salo Pasik
Sinopsis
Rafael
dedica 24 horas al día a su restaurante, está divorciado, ve muy poco a su
hija, no tiene amigos y elude comprometerse con su novia. Además, desde hace
mucho tiempo no visita a su madre, internada en un geriátrico porque sufre el
mal de Alzheimer. Una serie de acontecimientos inesperados le obligan a
replantearse su vida. Entre ellos, la intención que tiene su padre de cumplir
el viejo sueño de su madre: casarse por la Iglesia.
Película completa
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