martes, 10 de junio de 2014

CIUDAD DE DIOS - CIDADE DE DEUS

Programa 30 (07-10-2013)



EDITORIAL

“Unos días atrás cruce la línea imaginaria que divide el norte del sur. No fui consciente de ello hasta que paso un moreno conduciendo una yunta; cuando llega a mi altura, se levanta del asiento y se quita el sombrero con el mayor respeto. Tenía el pelo blanco como la nieve y una cara de gran dignidad. Aquello me hizo sentir horrible: me hizo comprender que todavía hay esclavos. Ese hombre tenia que descubrirse delante de mí… porque yo era de la raza blanca. Cuando el realidad, ¡era yo quien debía descubrirme delante de él! Debería haberle saludado como a un sobreviviente de todas las viles torturas que los hombres blancos han infligido a los negros. Debería haberme quitado el sombrero antes que él, para hacerle saber que no formo parte de este sistema, que pido perdón por todos mis hermanos blancos, demasiado ignorantes y crueles como para hacer un gesto honrado y claro” este párrafo pertenece a Henry Miller en su gran novela Trópico de Capricornio, publicada en París allá por el año 1938. Hoy, habiendo pasado más de 70 años, el significado de este párrafo, tristemente, sigue vigente.
Hoy ya no será aquel negro de los años 20 quien deba descubrir su rostro ante el hombre blanco; ya poco importa el color de la piel. Si hay algo en lo que avanzo la humanidad es en que cualquier persona esta capacitada para ser esclavizada. El negro que ven los ojos del poder es subcutáneo, y por supuesto; si algo no cambió es que la culpa de todos los males es siempre del negro. Es el negro el que intentará, con mucha violencia, despojarte de tus pertenencias, el negro es quien te golpeará por envidia, el negro es aquel drogadicto que vende sustancias ilegales impunemente. Parecería que conforman una organización conjunta, secreta, con el único fin de embestir la paz y el bien que prolifera en la blanca vida de la gente bien; Cuando se habla del negro se habla como desde un lugar divino cual rey del medioevo.
Sigue vigente la maldita y cobarde costumbre de echarle la culpa siempre a los más vulnerables. Aquellos olvidados de las grandes ciudades pasan de ser victimas a victimarios. Claro, es demasiado fácil hablar desde la comodidad y la estabilidad económica. Y más fácil es para los más poderosos, ya que cuentan con herramientas comunicacionales a fin de demonizar a aquel sector, resultado de un sistema mal conformado mientras crecen sus arcas de verdes papeles en el girar de su rueda de vicios.


Ayer me alejé un poco de la ciudad, quedaron allí las palomas viendo sólo migajas. Creo que me perdí y llegué de casualidad al nido de un cóndor. Me contó que al principio la visión es confusa, uno no esta acostumbrado a ver totalidades, sólo pequeñas partes. Pero a medida en que ceden los sentidos y se asientan allí en las alturas, se hace visible la gran maquina.
“Maldita maquina devoradora y generadora de sueños blancos de autómatas dormidos, aniquilando negros despiertos, amigos de un negocio dorado de oscuros y siniestros manipuladores de castigos. Divinas criaturas aprendiendo el negocio del dolor y la supervivencia en un océano de chapones y neumáticos quemados. Ansiando despertar en una sociedad mas amable, menos voraz. Ansiando cansancio de trabajo digno y paredes fuertes. Esperando ese adiós al pueblo rojo sangre del diablo, pueblo de barro y perros carroñeros. Soñadoras de pieles fáciles y amor profundo. Soñadores de rodillas gastadas y aventuras de horquetas perfectas”.
Y siguió el condor “Cuando la rueda de la droga deje de girar, se verá el cambio en el producto final de aquella maquina. El resultado pondrá a los verdaderos culpables en el banquillo de los acusados y aquellas ansias calmaran. Esa interminable espera cambiará las tonalidades. Los soñadores y soñadoras serán poseedores de vidas oníricas sólo durante las noches. Entonces aquella ciudad si será digna de ser llamada Ciudad de Dios”….
  
Alan Leonel Beneitez

Canción elegida para la editorial:


IMPRESIONES SOBRE CIUDAD DE DIOS


La hoja de un cuchillo afilándose sobre una roca. Los ojos exaltados de una gallina en un primerísimo primer plano que completa casi todo el cuadro. Un batuque que aviva el ambiente aun más que el sol, que cae de lleno sobre las humildes chapas del caserío. Otra vez la hoja del cuchillo con el áspero ruido de su hoja chocando contra la piedra y la gallina que emprende su escape. Corre con desesperación, enceguecida, como lo hace quien corre por su vida. El batuque que nunca se acaba. La pandilla que persigue al ave, una risa ruidosa de uno, totalmente carente de alegría, carente de vida, carente de todo. Pero a pesar de sus carencias, entendemos a aquel ruido como una tempestuosa carcajada, aunque no nos divierta en lo más mínimo. Los pasillos de la favela, estrechos y laberínticos respondiendo al arbitrario diseño de quien levanta sus chapas donde puede. El ave que toma hacia la izquierda primero, luego hacia la derecha. Cientos de pies que se cruzan, de chicos, de adultos. Pies oscuros, faltos de calzados, vistiendo solo el polvo de la tierra que los ve nacer y que también los ve morir. Finalmente alguien que atrapa a la gallina ante el repentino mutismo de la batucada. La vista asustada que se levanta y descubre de un lado a la pandilla que apunta con todas sus armas y del otro lado a la otra pandilla, a la legal, que también apunta con sus armas y hace alarde de sus pecheras que poseen la palabra que lava cada una de sus balas, cada una de sus siniestros asesinatos. Aquella palabra que no los hace mejores, sino que solo los para en la otra vereda. Esa palabra que solo dice policía


Este es el inicio del film “Ciudad de Dios” película dirigida por Fernando Meirelles y quizás en este comienzo encontremos la metáfora que abarcará todo el film. Allí estará plasmada la batalla que le espera librar a cada uno de los integrantes de la Ciudad de dios, a cada uno de sus protagonistas. Correrán todo el tiempo por sus vidas, aunque tengan la certeza de que una bala duerme en el vientre de algún cargador esperando, paciente, ir a su encuentro. Correrán tanto de la policía como también de la misma favela, correrán por sus pecados, correrán para esconderse, correrán para cubrirse. Hasta correrán de ellos mismos. Morirán por haber delinquido, y si no lo hicieron, morirán porque el miedo los hizo escapar ante alguna sorpresiva entrada de las fuerzas. Pero siempre morirán, porque la favela es muerte. Se hace muy difícil subsistir cuando primero se dispara y luego se interroga. Estamos ante un film no lineal, su estructura esta dividida en capítulos, en los cuales se trabajan las historias de sus múltiples personajes, aunque cabe destacar que el film posee un protagonista, con el cual generaremos empatía automáticamente. Será él, el mismo Cohete, el narrador en off del relato. Es inevitable, al comprender la dinámica de la estructura ideada por Braulio Mantovani, genial guionista del film, hacer un paralelismo con otra película de un genero similar. Hablo de Pulp Fiction, de nuestro amigo Quentin Tarantino


Ambos Films, quiebran su linealidad en pos de generar una dinámica de relato, en donde la narración vuelve en el tiempo con el objetivo de ver una misma situación desde otro punto de vista, pudiendo trabajar de esta manera la lectura de los distintos personajes sobre un hecho puntual según el devenir de su propia historia dentro de la narración del relato. Ciudad de Dios nos mostrara un trabajo de fotografía impecable, trabajando distintas paletas de colores para remarcar los saltos en el tiempo. Nos entregara encuadres de belleza inolvidable y trabajara la crudeza de los rostros, de las miradas de manera certera y efectiva. Notaremos la utilización de la cámara en mano, en casi todas las secuencias que suceden dentro de la favela, lo que generará un movimiento del cuadro que intensificara el dramatismo y remarcara aquella idea que se trabaja durante todo el film, esa que dice que el que se queda quieto, dentro de la favela, muere.  La película mostrara imágenes cuya crudeza se tallara en nuestro espíritu para siempre. Veremos la muerte de la inocencia, veremos cuerpos de chicos de no más de 5 años destrozados por las balas. 


Insultaremos con fuerza, con la angustia más primaria, aquella maldita sentencia que significa la favela y evitaremos caer en la estupidez de reivindicarla. Nada bueno puede salir de la exclusión y la falta de oportunidades. Sabemos con certeza que la gente que nace allí ya esta muerta, y que nosotros también somos sus asesinos al ser funcionales a este morboso y funesto sistema que le extirpa sus sueños de la manera más fría y desalmada, para que mañana yo pueda comprarme mis zapatillas nuevas. Entendamos que en su muerte también morimos nosotros, porque muere nuestra dignidad al soltarle la mano, de la manera más canalla, a nuestro hermano. Tengamos el valor de abrir los ojos, aunque sea por una única vez, para entender que ese, que esta ahí tirado, ese chico que aparece con su cuerpito baleado en la tapa del diario, aunque no sepamos su nombre, sus gustos, ni la fecha de su cumpleaños, ese, ese que esta ahí, es también nuestro guri…

Lucas Itze.-

Canción post análisis 


Y porque todos transan, elegimos este tema:


Y Los Caballeros nos dejan esta gran historia:



 FICHA TÉCNICA

Título original: Cidade de Deus
Año: 2002
Duración: 130 min.
País: Brasil
Director: Fernando Meirelles, Kátia Lund
Guión: Braulio Mantovani (Novela: Paulo Lins)
Música: Antonio Pinto, Ed Cortes
Fotografía: César Charlone
Reparto: Alexandre Rodrigues, Leandro Firmino, Phellipe Haagensen, Douglas Silva, Seu Jorge, Jonathan Haagensen, Matheus Nachtergaele, Jefechander Suplino, Alice Braga, Emerson Gomes, Luis Otávio, Babu Santana, Gero Camilo

Sinopsis


Basada en hechos reales, este es relato del incremento del crimen organizado en Cidade de Deus, un suburbio de Río de Janeiro, desde finales de los años sesenta hasta el comienzo de los ochenta, cuando el tráfico de drogas y la violencia impusieron su ley en las favelas. Todo comienza a finales de los sesenta, cuando Buscapé tiene 11 años y es sólo un niño más en Cidade de Deus. Tímido y delicado, observa a los niños duros de su barrio, sus robos, sus peleas, sus enfrentamientos diarios con la policía. Ya sabe lo que quiere ser si consigue sobrevivir: fotógrafo. Dadinho, un niño de su misma edad, se traslada al barrio. Sueña con ser el criminal más peligroso de Río de Janeiro y empieza su aprendizaje haciendo recados para los delincuentes locales. Admira a Cabeleira y su pandilla, que se dedica a atracar los camiones del gas y hacen otros pequeños robos armados. Un día Cabeleira da a Dadinho la oportunidad de cometer su primer asesinato...

Trailer


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