Programa
30 (07-10-2013)
EDITORIAL
“Unos
días atrás cruce la línea imaginaria que divide el norte del sur. No fui
consciente de ello hasta que paso un moreno conduciendo una yunta; cuando llega
a mi altura, se levanta del asiento y se quita el sombrero con el mayor
respeto. Tenía el pelo blanco como la nieve y una cara de gran dignidad.
Aquello me hizo sentir horrible: me hizo comprender que todavía hay esclavos.
Ese hombre tenia que descubrirse delante de mí… porque yo era de la raza
blanca. Cuando el realidad, ¡era yo quien debía descubrirme delante de él!
Debería haberle saludado como a un sobreviviente de todas las viles torturas
que los hombres blancos han infligido a los negros. Debería haberme quitado el sombrero antes que él, para hacerle saber que no formo parte de este sistema,
que pido perdón por todos mis hermanos blancos, demasiado ignorantes y crueles
como para hacer un gesto honrado y claro” este párrafo pertenece a Henry Miller
en su gran novela Trópico de Capricornio, publicada en París allá por el año
1938. Hoy, habiendo pasado más de 70 años, el significado de este párrafo,
tristemente, sigue vigente.
Hoy
ya no será aquel negro de los años 20 quien deba descubrir su rostro ante el
hombre blanco; ya poco importa el color de la piel. Si hay algo en lo que avanzo
la humanidad es en que cualquier persona esta capacitada para ser esclavizada.
El negro que ven los ojos del poder es subcutáneo, y por supuesto; si algo no
cambió es que la culpa de todos los males es siempre del negro. Es el negro el
que intentará, con mucha violencia, despojarte de tus pertenencias, el negro es
quien te golpeará por envidia, el negro es aquel drogadicto que vende
sustancias ilegales impunemente. Parecería que conforman una organización
conjunta, secreta, con el único fin de embestir la paz y el bien que prolifera
en la blanca vida de la gente bien; Cuando se habla del negro se habla como
desde un lugar divino cual rey del medioevo.
Sigue
vigente la maldita y cobarde costumbre de echarle la culpa siempre a los más
vulnerables. Aquellos olvidados de las grandes ciudades pasan de ser victimas a
victimarios. Claro, es demasiado fácil hablar desde la comodidad y la
estabilidad económica. Y más fácil es para los más poderosos, ya que cuentan
con herramientas comunicacionales a fin de demonizar a aquel sector, resultado
de un sistema mal conformado mientras crecen sus arcas de verdes papeles en el
girar de su rueda de vicios.
Ayer
me alejé un poco de la ciudad, quedaron allí las palomas viendo sólo migajas.
Creo que me perdí y llegué de casualidad al nido de un cóndor. Me contó que al
principio la visión es confusa, uno no esta acostumbrado a ver totalidades,
sólo pequeñas partes. Pero a medida en que ceden los sentidos y se asientan
allí en las alturas, se hace visible la gran maquina.
“Maldita
maquina devoradora y generadora de sueños blancos de autómatas dormidos,
aniquilando negros despiertos, amigos de un negocio dorado de oscuros y
siniestros manipuladores de castigos. Divinas criaturas aprendiendo el negocio
del dolor y la supervivencia en un océano de chapones y neumáticos quemados.
Ansiando despertar en una sociedad mas amable, menos voraz. Ansiando cansancio
de trabajo digno y paredes fuertes. Esperando ese adiós al pueblo rojo sangre
del diablo, pueblo de barro y perros carroñeros. Soñadoras de pieles fáciles y
amor profundo. Soñadores de rodillas gastadas y aventuras de horquetas
perfectas”.
Y
siguió el condor “Cuando la rueda de la droga deje de girar, se verá el cambio
en el producto final de aquella maquina. El resultado pondrá a los verdaderos
culpables en el banquillo de los acusados y aquellas ansias calmaran. Esa
interminable espera cambiará las tonalidades. Los soñadores y soñadoras serán
poseedores de vidas oníricas sólo durante las noches. Entonces aquella ciudad
si será digna de ser llamada Ciudad de Dios”….
Alan
Leonel Beneitez
Canción elegida para la editorial:
IMPRESIONES
SOBRE CIUDAD DE DIOS
La
hoja de un cuchillo afilándose sobre una roca. Los ojos exaltados de una
gallina en un primerísimo primer plano que completa casi todo el cuadro. Un
batuque que aviva el ambiente aun más que el sol, que cae de lleno sobre las
humildes chapas del caserío. Otra vez la hoja del cuchillo con el áspero ruido
de su hoja chocando contra la piedra y la gallina que emprende su escape. Corre
con desesperación, enceguecida, como lo hace quien corre por su vida. El batuque
que nunca se acaba. La pandilla que persigue al ave, una risa ruidosa de uno,
totalmente carente de alegría, carente de vida, carente de todo. Pero a pesar
de sus carencias, entendemos a aquel ruido como una tempestuosa carcajada,
aunque no nos divierta en lo más mínimo. Los pasillos de la favela, estrechos y
laberínticos respondiendo al arbitrario diseño de quien levanta sus chapas
donde puede. El ave que toma hacia la izquierda primero, luego hacia la derecha. Cientos
de pies que se cruzan, de chicos, de adultos. Pies oscuros, faltos de calzados,
vistiendo solo el polvo de la tierra que los ve nacer y que también los ve
morir. Finalmente alguien que atrapa a la gallina ante el repentino mutismo de la batucada. La vista
asustada que se levanta y descubre de un lado a la pandilla que apunta con
todas sus armas y del otro lado a la otra pandilla, a la legal, que también
apunta con sus armas y hace alarde de sus pecheras que poseen la palabra que
lava cada una de sus balas, cada una de sus siniestros asesinatos. Aquella
palabra que no los hace mejores, sino que solo los para en la otra vereda. Esa
palabra que solo dice policía.
Este
es el inicio del film “Ciudad de Dios” película dirigida por Fernando Meirelles
y quizás en este comienzo encontremos la metáfora que abarcará todo el film.
Allí estará plasmada la batalla que le espera librar a cada uno de los
integrantes de la Ciudad
de dios, a cada uno de sus protagonistas. Correrán todo el tiempo por sus
vidas, aunque tengan la certeza de que una bala duerme en el vientre de algún
cargador esperando, paciente, ir a su encuentro. Correrán tanto de la policía
como también de la misma favela, correrán por sus pecados, correrán para
esconderse, correrán para cubrirse. Hasta correrán de ellos mismos. Morirán por
haber delinquido, y si no lo hicieron, morirán porque el miedo los hizo escapar
ante alguna sorpresiva entrada de las fuerzas. Pero siempre morirán, porque la
favela es muerte. Se hace muy difícil subsistir cuando primero se dispara y
luego se interroga. Estamos ante un film no lineal, su estructura esta dividida
en capítulos, en los cuales se trabajan las historias de sus múltiples
personajes, aunque cabe destacar que el film posee un protagonista, con el cual
generaremos empatía automáticamente. Será él, el mismo Cohete, el narrador en
off del relato. Es inevitable, al comprender la dinámica de la estructura
ideada por Braulio Mantovani, genial guionista del film, hacer un paralelismo
con otra película de un genero similar. Hablo de Pulp Fiction, de nuestro amigo Quentin Tarantino.
Ambos Films, quiebran su linealidad en pos de generar una dinámica de
relato, en donde la narración vuelve en el tiempo con el objetivo de ver una
misma situación desde otro punto de vista, pudiendo trabajar de esta manera la
lectura de los distintos personajes sobre un hecho puntual según el devenir de
su propia historia dentro de la narración del relato. Ciudad de Dios nos
mostrara un trabajo de fotografía impecable, trabajando distintas paletas de
colores para remarcar los saltos en el tiempo. Nos entregara encuadres de belleza
inolvidable y trabajara la crudeza de los rostros, de las miradas de manera
certera y efectiva. Notaremos la utilización de la cámara en mano, en casi
todas las secuencias que suceden dentro de la favela, lo que generará un
movimiento del cuadro que intensificara el dramatismo y remarcara aquella idea
que se trabaja durante todo el film, esa que dice que el que se queda quieto,
dentro de la favela, muere. La película
mostrara imágenes cuya crudeza se tallara en nuestro espíritu para siempre.
Veremos la muerte de la inocencia, veremos cuerpos de chicos de no más de 5
años destrozados por las balas.
Insultaremos con fuerza, con la angustia más
primaria, aquella maldita sentencia que significa la favela y evitaremos caer
en la estupidez de reivindicarla. Nada bueno puede salir de la exclusión y la
falta de oportunidades. Sabemos con certeza que la gente que nace allí ya esta
muerta, y que nosotros también somos sus asesinos al ser funcionales a este
morboso y funesto sistema que le extirpa sus sueños de la manera más fría y
desalmada, para que mañana yo pueda comprarme mis zapatillas nuevas. Entendamos
que en su muerte también morimos nosotros, porque muere nuestra dignidad al
soltarle la mano, de la manera más canalla, a nuestro hermano. Tengamos el
valor de abrir los ojos, aunque sea por una única vez, para entender que ese,
que esta ahí tirado, ese chico que aparece con su cuerpito baleado en la tapa
del diario, aunque no sepamos su nombre, sus gustos, ni la fecha de su
cumpleaños, ese, ese que esta ahí, es también nuestro guri…
Lucas
Itze.-
Canción post análisis
Y porque todos transan, elegimos este tema:
Y Los Caballeros nos dejan esta gran historia:
FICHA
TÉCNICA
Título
original: Cidade de Deus
Año:
2002
Duración:
130 min.
País:
Brasil
Director:
Fernando Meirelles, Kátia Lund
Guión:
Braulio Mantovani (Novela: Paulo Lins)
Música:
Antonio Pinto, Ed Cortes
Fotografía:
César Charlone
Reparto:
Alexandre Rodrigues, Leandro Firmino, Phellipe Haagensen, Douglas Silva, Seu
Jorge, Jonathan Haagensen, Matheus Nachtergaele, Jefechander Suplino, Alice
Braga, Emerson Gomes, Luis Otávio, Babu Santana, Gero Camilo
Sinopsis
Basada
en hechos reales, este es relato del incremento del crimen organizado en Cidade
de Deus, un suburbio de Río de Janeiro, desde finales de los años sesenta hasta
el comienzo de los ochenta, cuando el tráfico de drogas y la violencia
impusieron su ley en las favelas. Todo comienza a finales de los sesenta,
cuando Buscapé tiene 11 años y es sólo un niño más en Cidade de Deus. Tímido y
delicado, observa a los niños duros de su barrio, sus robos, sus peleas, sus
enfrentamientos diarios con la policía. Ya sabe lo que quiere ser si consigue
sobrevivir: fotógrafo. Dadinho, un niño de su misma edad, se traslada al
barrio. Sueña con ser el criminal más peligroso de Río de Janeiro y empieza su
aprendizaje haciendo recados para los delincuentes locales. Admira a Cabeleira
y su pandilla, que se dedica a atracar los camiones del gas y hacen otros
pequeños robos armados. Un día Cabeleira da a Dadinho la oportunidad de cometer
su primer asesinato...
Trailer
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