SINOPSIS
Durante las vacaciones de verano, la familia de Ida,
de 9 años, se instala en un barrio de los suburbios de Oslo. Con su hermana, la
niña trata de ajustarse a su nuevo entorno y se hace amiga de otros dos niños.
Lejos de los adultos, los cuatro amigos descubren que poseen poderes
sorprendentes, que incluyen inocentemente en sus juegos. Mientras exploran sus
nuevos talentos en un bosque y un parque cercanos, su entretenimiento comienza
a adquirir poco a poco tintes inquietantes y empiezan a ocurrir sucesos
extraños. (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
Cómo lo quería a mi amigo, con todo mi corazón. Era un
amor puro y fraterno. Los dioses nos habían criado y el viento amontonado. Nos
conocimos en la secundaria, éramos los dos más bien del palo oscuro, los
marginados del fondo. Él era muy muy callado y le costaba todo, después
descubrimos que tenía un trastorno. Yo era un pibe de 13 años que vivía en un
hogar disfuncional. Mi vieja y mi viejo no se peleaban, pero en realidad no lo
hacían porque directamente no se hablaban. Y yo tampoco podía interactuar mucho
porque no había feedback. Entonces me la pasaba encerrado en mi cuarto
escuchando Linkin Park y Rammstein flasheando con convertirme en un ser de la
noche.
Cuando empecé a juntarme con Juan íbamos a su casa
después de la escuela, un caserón viejo y decorado con mal gusto. Cortinas y
manteles blancos con ribete azul, cuadros de frutas en las paredes. Todo muy
impersonal. Se explicaba la estética porque Juan era el último de cuatro hijos,
y su mamá lo había tenido a los 48 años, el hijo garrón. Y encima con
problemas. Pero nosotros nos entendíamos, hablábamos el mismo idioma, por así
decirlo. Resulta que un día fuimos a la Bond Street y nos metimos en la
librería loca que había en la galería. Nos hacíamos los especiales leyendo
Edgar Allan Poe, Bradbury, Lovecraft. Y también flasheabamos con Lavei. En esta
recorrida en particular, encontramos un libro de un tal Aslan Dikaev. “Psicoquinesia:
activa tu cerebro´´, así rezaba el título. Lo ojeamos y nos dimos cuenta de que
tenía determinados ejercicios que aseveraban poder despertar poderes
parapsicológicos. Lo compramos. Más vale.
Nos fuimos a mi casa. El cono del silencio, cómo le
decía Juan. Y nos pusimos a leer el libro cebadísimos mientras tomábamos Coca-Cola
como si no hubiera un mañana. La primera parte abordaba el despertar de la
glándula pineal. Según parecía, el poder para activar todo el cerebro, residía
en esa pequeña glándula que está en el medio de las cejas. El tercer ojo. Las
instrucciones decían que uno debía ponerse un poco bizco e ir relajando la
vista hasta ver claramente unas imágenes que aparecían dobles en el libro.
Cuando lo logré por primera vez no lo pude creer. Hacía que las fotos
duplicadas que aparecían en el libro se convirtieran en un escenario en 3D. Era
un portal dimensional. A Juan le costó más, pero una vez que lo consiguió, todo
lo que pasó a continuación le resultó inmensamente más sencillo que a mí. A eso
le siguió la visión extrasensorial. Tuvimos que comprar un juego de cartas
Zener, que es una baraja especial para comenzar a practicar no solo el ver sin
ver, sino la telepatía entre ambos. Largas fueron las tardes que pasamos en el
templo que era mi casa. Nunca me sentí tan agradecido por la indiferencia
paterna que en mi hogar residía. Nadie nos molestaba.
Juan empezó a adivinar, o mejor dicho, a ver mis
cartas con tan solo 2 sesiones. Nos enfrentábamos en la mesa de mi cuarto.
Mezclábamos la baraja y yo tomaba una carta sin que el la vea. Memorizaba el
dibujo y después lo miraba fijamente intentando enviarle el mensaje fuerte con
mi pensamiento. Y él empezó a acertar, una y otra vez. Cuando le pregunté cómo
lo hacía, me dijo que tenía que hacer un poco de fuerza con la glándula y
mandarla a los oídos, que, de esa forma, lo iba a poder escuchar. Me costó,
pero lo escuché Damas y Caballeros, lo escuché como un grito, fuerte y claro.
Me llegó ´´Estrella´´ como si fuese una piña. De ahí en más empezamos a hablar
sin hablar. En la escuela, en clase, todo el tiempo. La gente pensaba que
estábamos más tarados de lo normal. Había uno en particular, un gil que se
llamaba Ramiro, pero quería que le dijeran Rayo. Ese nos la hacía parir, nos
metía la traba, nos ponía apodos poco agradables. Hasta llegó a pegarme porque
sí. Que caro que le costó después.
En fin, el tiempo pasaba y nosotros empezamos a hacer
cosas cada vez más extrañas. Pasamos a la telekinesis y ya el libro nos quedaba
corto. Así que fuimos a la biblioteca nacional, a buscar más data de rusos
locos. Cabe aclarar que conforme aumentaban nuestras habilidades psíquicas,
nuestras notas mejoraban. Era como que absorbíamos todo. La memoria era como
una biblioteca gigante bien ordenada a la que podía acceder, buscar una
conversación, una clase, la patente de un auto al pasar, como si fuera un
archivo. En la biblioteca nacional encontramos mucha información sobre una
señora llamada Nina Kulagina, famosa por su poder para mover objetos con la
mente. Y algunos otros manuales que daban con el secreto. Ahora no había que
hacer fuerza hacia los oídos, sino que había que sacar la pineal hacia afuera.
Como imaginar unas manos que salían de la frente y movían las cosas. Fue
difícil, muy difícil. Jornadas y jornadas de terminar con dolor de cabeza
tratando de mover un papelito saca piojos encima de un alfiler, clavado en una
goma de borrar. No sé quién de los dos lo hizo, porque estábamos los dos
mirando furiosamente el mismo papelito. Pero juntos lo logramos. Ahora podíamos
mover cosas.
Pasaron 2 años, y cada vez éramos más fuertes. El Rayo
había tenido un sin número de accidentes inexplicables. Y creo que algo
sospechaba, porque nos dejó de joder. Al menos por un tiempo. Hasta que nos
metimos con la flaca que le gustaba. Esa fue la antesala a la terrible,
terrible tragedia que lo rompió todo. Pero eso más adelante. Con Juan habíamos
aprendido hacía mucho que lo raro no se tenía que notar. Que había que ser un
poco mas normal, al menos hablar. Y tratar de hacernos amigos del resto. Y acá
es cuando la cosa se complica. Corría y el tercer año de secundaria y entró
Lara. Otra rara, era dark, y decía que era Wicca y que podía ver gente muerta.
Entendí con el tiempo, que la gente que tiene una vida normas, no se inclina
por las cosas extravagantes, porque como no tiene carencias, no necesita llamar
la atención. Lara era hermosa, hija de madre soltera, se desconocía el origen
del padre, pero daba mucho a cuento, porque escuché por primera vez a mis papás
hablar entre ellos. Mal de alguien, pero al menos hablaban. Decían que la madre
de Lara se dedicaba a la antigua profesión. Y podía ser tranquilamente cierto,
porque de noche nunca estaba. De esta manera, a la tarde nos juntábamos en el
cono del silencio con Juan a hacer nuestras cosas y algunas noches hacíamos
pijamada en lo de Lara. Yo le decía a mamá que iba a lo de Juan y Juan decía
que se quedaba en mi casa. Lara ni que mentir tenía. Ambos estábamos de acuerdo
en que todavía no confiábamos del todo en la chica, así que no le contamos nada
del secreto. Hablábamos de ocultismo, esoterismos y hacíamos sesiones
espiritistas.
Una de esas noches armamos una ouija improvisada y al
toque funcionó. Lara decía que tenía sueños proféticos, como la vez que soñó
que su abuela se acercaba a darle un beso de buenas noches, y al otro día se
enteró de que la abuela había muerto. Según decía, la seguía viendo a veces de
refilón, sentada en el sillón que daba al balcón, fumando sus interminables
puchos. Esa noche intentamos llamarla, pero no vino ella, vinieron otros, gente
que necesitaba más ayuda que otra cosa. Paramos a descansar, fumamos un porro
que le choreamos a la madre de Lara y seguimos. Y esta vez rescatamos algo
interesante. Vino un muerto coherente, nos mintió y nos dijo que era Oscar
Wilde y nos recomendó libros, jajaja. Nos dijo que leamos a Crowley y su libro
de la ley, y que busquemos el manual de Onironáutica de Allan Moore. La sesión
terminó rara. El muerto dijo que se tenía que ir y las velas se apagaron todas
juntas. El resto de la noche nos dedicamos a tomar birra y turnarnos para
chaparnos a Lara. Pero la información quedó en nuestras mentes iluminadas y
volvimos esa misma semana a la Bond Street. Encontramos el Libro de la Ley, el
manual de Moor y un libro de sueños lúcidos de Jung. Con Juan los devoramos, y
ahí la cosa se puso peligrosa de verdad. Ya ni teníamos que vernos en persona.
Arrancamos con viajes astrales, uno tirado en la pieza de Juan y el otro en la
pieza vacía del hermano que ya se había ido a vivir solo. El me visitaba, o yo
lo visitaba y hablábamos o dábamos vuelta la baraja de cartas, todo en el plano
inconsciente que se tornó consciente. Después, de una casa a la otra. Y a veces
a lo de Lara, sin decirle. Al otro día, en la escuela, ella decía que había
soñado con nosotros. “Que increíble”. Ella seguía ignorando nuestro pretendido
secreto.
Y llegamos a la semana en que me empecé a asustar de
verdad. Juan había estado practicando un truco nuevo. Sacó una cajita que
contenía 2 libélulas. Las había atrapado en su patio y las había alimentado no
sé con qué. Me dijo: ´´Presta atención. Míralas´´. Entonces vi como una se
acercaba a la otra y empezaba a comérsela viva. Entendí que Juan ahora no sólo
podía meterse en mi cuarto, y en mi mente, sino que con el tiempo hasta podía
llegar a manipularla. A continuación, todo se tornó en una vorágine de actos
nefastos. Intenté aprender el truco de Juan con los insectos, más por
protección que otra cosa. Y Juan empezó a plantar semillas en Lara. Una tarde
me dijo que me fijase el que Lara iba aparecer con flequillo al otro día. Y al
otro día apareció con un flequillo mal cortado. Cada vez las cosas iban tomando
un tenor más sádico. En broma el Rayo apareció rapado. Y Ezequiel, un pibe que
nos había tocado en el grupo de un trabajo práctico, apareció desnudo. Ahí
entendí que, para poder manipular a la gente, necesitaba saber en qué lugar
estaban y como era dicha locación, pues habíamos hecho el trabajo práctico en
la casa de Ezequiel, en su cuarto. Yo estaba aterrado, aterrado de Juan, de mí
mismo. Incluso tenía miedo de pensar y que me oyera. Y él se daba cuenta. Pero
cómo me quería, y yo era su único amigo, se limitaba a no decirme nada y
dejarme en paz. Llegamos al antepenúltimo día de la gran catástrofe.
Lara estaba re cortada con nosotros desde hacía un
tiempo. Y justo el día que Juan se enfermó, tomó valor y se acercó a decirme
que quería hablarme de algo. En el recreo nos fuimos a un rincón del patio que
tenía una escalera, lo más privado que pude conseguirle y me empezó a contar
todo. Lloraba, lloraba a lágrima viva. Decía que estaba asustada porque soñaba
que todas las noches iba un hombre a su cuarto y entre las sombras se le tiraba
encima y la violaba. Decía que ella no estaba paralizada, que lo recibía sin
oponer resistencia y que, hasta incluso, en el momento lo disfrutaba. Pero
cuando todo culminaba, volvía en sí y se odiaba a sí misma. Pensó en un primer
momento que quizás era un espíritu que se había quedado dando vueltas por la
ouija, hasta hacía unos días, que entre las sombras había visto el rostro de
ese ser y era estúpidamente parecido a Juan. Lloré yo también, lloré de miedo a
ser descubierto, estaba muy paranoico y sabía que quizás Juan estuviera ahí
mismo, como un testigo incorpóreo de cosas que nunca más iban a ser privadas.
La abracé y le dije que no sabía cómo, pero que lo iba a arreglar todo.
Faltaban dos días para la fiesta del sábado en la casa
de Cristian, un pibe concheto que tenía pileta y aparentemente los padres se
iban a Brasil. Casa sola, verano, lujo. Íbamos todos, invitados o no. Hacia dos
días que no sabía nada de Juan, pero estaba seguro que iba a aparecer. Y así
fue. No me saludó, mala señal. Se quedó en un rincón sin tomar, sin comer. Y
mientras la fiesta transcurría, Lara y el Rayo empezaron a chapar en la pileta.
Todo muy normal considerando el lugar y el momento. Lo anormal fue que ambos
salieran de la pileta demasiado rígidos y caminaran como zombies atravesando la
muchedumbre. Ni rastro de Juan. Lo empecé a buscar entre la gente, que era
muchas. Había venido todo el mundo. No lo encontré por ningún lado de la planta
baja. Subí por la misma escalera por la que se habían ido Lara y Rayo y empecé
a fijarme en cada habitación. ¿Para qué alguien quería una casa con tantos
cuartos, tantos baños? El Indio dice que el Lujo es vulgaridad, y mientras
habría puerta tras puerta de esa casa laberíntica, entendí la frase por primera
vez. Por fin los encontré, estaban en el cuarto el fondo de todo. Lo que vi a
continuación es difícil de explicar porque pasó todo a los pedos. Lara estaba
en la cama desnuda, Juan otro tanto encima de ella, penetrándola, mordiéndola,
lastimándola. Y Ramiro estaba en un rincón hecho estatua observando y
gritando.
Nadie escuchaba porque la música estaba al palo. Yo me
abalancé sobre Juan y lo zamarreé gritándole que qué carajo hacía. El hechizo
se rompió mientras nosotros nos fajábamos tirados en el suelo de la habitación.
Rayo recuperó el conocimiento y se le tiró encima a Juan con toda su
corpulencia de rugbier y lo empezó a golpear mucho. Pero de la nada se detuvo,
y se empezó a golpear a sí mismo, primero con los puños, después a darse la
cabeza contra el placard antiguo estilo provenzal que había en la habitación,
de esos que tienen espejos en las puertas. El espejo del placard estalló en mil
pedazos y vi cómo se le metían en los ojos a Ramiro, pero nada hacía que se
detuviera. Se estaba haciendo papilla a sí mismo. Entonces fui consciente de lo
que tenía que hacer. Juan debía morir, era la persona más importante y querida
en mi vida. Pero debía morir por el bien de todos. Miré los cristales rotos
desparramados por el piso de la habitación y encontré con la vista uno lo
suficientemente grande. Lo levanté con la mente y lo hice volar por el aire
hasta la carótida de mi mejor amigo. De mi hermano. Juan me miró con los ojos
llenos de traición mientras se sacaba el cacho de vidrio del cuello y se
sostenía la herida. Escupía sangre y agonizaba. Lara estaba en la cama a los
gritos pelados, llorando histérica y desnuda. La música se había apagado y yo
estaba paralizado en el marco de la puerta. La gente subía las escaleras. Se me
partía el corazón, veía como a mi amigo se le escapaba la vida, y una parte de mí
se moría también con él.
Me llego un último sonido de la voz de Juan. Un último
mensaje
“perdón, se me fue de las manos. Con los bichos se me fue la inocencia”.
Camila Dubisky.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
SOBRE PODERES OCULTOS
El bien y el mal están ahí, siempre al acecho. Es la disputa entre esas dos fuerzas opuestas lo que dividen lo moral cuando nos hacemos adultos. ¿En qué momento uno empieza a reconocer lo bueno de lo malo? ¿El niño es malo por naturaleza hasta que va aprendiendo con el paso de los años? La crueldad es algo que aparece en esos momentos de los primeros pasos. Esos desafíos que tienen que ser acompañados por adultos que les indiquen cual es el camino correcto. La muerte para cierta edad todavía es un juego. Y los juegos de niños a veces pueden ser peligrosos. El mal además suele estar asociados con el poder. A más maldad, más poder. Eso nos enseñaron las historias de súper héroes, que tenían al villano ejerciendo el poder para el famoso lado oscuro. Y en esos mundos de niños, los secretos también son parte de esas andanzas. Y los adultos como meros espectadores. Algo que suele evidenciarse en el film noruego Poderes Ocultos (o The Innocents como se tradujo al inglés), del director y guionista Eskil Vogt. No hace falta nieve pero ya sabiendo que es cine nórdico, con un par de escenas nos lleva a recordar esa hermosa película sueca de la que hablamos hace un tiempo: Criaturas de la noche (o Déjame entrar) de Thomas Alfredson. Pero la diferencia será lo que se cuenta y como. El film sueco era un film sobre vampiros y tenía su historia romántica y poética. Aquí estamos ante una historia de dos hermanas (una de ellas autista) que se van a vivir a unos edificios de arquitectura brutalista en un pueblo de noruego y empiezan a conocer a algunos niños del vecindario. En especial a Ben y Aisha.
El film arranca con un plano detalle que se enfoca sobre la nariz y los ojos de Ida, una niña de aproximadamente 9 años. El despertar en la ruta, mientras su madre maneja, será resignificado más adelante como el despertar de esas preguntas sobre lo bueno y lo malo, ya que en esa primera escena lo primero que hace es pellizcar a su hermana Anna, más grande, quien es autista y no puede casi comunicarse. Quizás por celos ante la atención que recibe su hermana, o malestar debido a la mudanza al nuevo vecindario, lo cierto que las primeras actitudes de Ida suelen ser bastante crueles. Eso en principio se irá intensificando cuando conozca a Ben, uno de los chicos del vecindario. El mostrará sus poderes, como mover una piedra con la mente, para luego empezar a mostrar más crueldad lo que hará que ella empiece a despegarse. También descubrirá con el tiempo que tiene poderes que puede utilizarlos de algún modo. La dicotomía entre lo bueno y lo malo, lo natural y lo salvaje o la crueldad y la inocencia lo expondrá en los personajes de Ida y Ben por un lado, y de Aisha (una niña con manchas en la piel en la cara y que es capaz de comunicarse telepáticamente) y Anna por otro. El guion tomará la postura de mostrar más que decir, pero, sobre todo, de no explicar. Y también será interesante que, como decimos siempre, los diálogos sean escasos y se cuente mucho a través de imágenes, gestos y miradas. La trama de la película irá in crescendo pero muy lentamente, bien al estilo nórdico. A diferencia del cine comercial mainstream, no aparecerán escenas de terror de golpe, sino todo se masticará con tranquilidad. La música será fundamental para entender que es lo que está por venir. Los sonidos estarán bien conectados con las imágenes que vemos que nos hacen sentir inmersos en ese mundo de niños.
La composición de planos estará
bien pensados y logrados, sobre todo en esos planos picados y contra picados
que muestran el poder que tienen sus personajes y quien es el que lleva las de
ganar. Utilizará planos secuencia para mostrar los espacios habitacionales y
planos generales para mostrar el sitio en donde viven. La composición
fotográfica también será interesante, ya que por momentos jugará con luces y
sombras para que todo sea vea en el mismo encuadre. La fotografía será en
muchos casos de colores fríos, sobre todo cuando empiece a llevarse la curva dramática
de los personajes. Mención especial para el casting. Recordando una vieja frase
de Alfred Hitchcock que decía “no trabajes con niños ni con perros”, aquí los
cuatro protagonistas muestran una gran habilidad y resultan creíbles, pero el
premio honorario recae en Alva Brynsmo
Ramstad, la joven que encarna a Anna, que por momento nos hace pensar que
su condición de autista es real. La curva dramática se empezará a definir
cuándo Ida empiece a diferenciar lo que es un juego de lo que no. Lo que se
plantea la película no es porque tienen poderes especiales, sino que uso le
dan. Allí empieza la pelea entre lo moral y lo inmoral. Como decíamos antes,
los adultos sólo son una extensión de esos niños y la película está contada
desde el punto de vista de ellos, quienes a lo largo del metraje irán tomando
sus decisiones y entendiendo como funciona todo. Para mostrar que esa niñez
sigue intacta ellos sufrirán, se lastimarán y llorarán, porque, a fin de
cuentas, no son súper héroes, sino que siguen siendo niños. La pregunta
entonces que girará a lo largo del film y también cuando terminemos de verla,
es entender que esos chicos cuando sea adultos sabrán distinguir el bien y el
mal, y algunos decidirán ejercer lo segundo. Lo más aterrador, entonces es que
detrás de esas mentes humanizadas, podemos encontrar a esos niños monstruos en
cada esquina, dispuestos a todo.
Marcelo De Nicola.-
Canción post impresiones
UNIVERSO VOGT
Eskil Vogt nació en Oslo, el 31 de octubre de 1974. Vogt estudió en la academia de cine francesa La Fémis. Empezó con algunos cortometrajes en su país y luego en Francia. Más adelante se convirtió en colaborados de Joachim Trier, uno de los directores más importantes de Noruega en estos momentos. Participó en la mayoría de los guiones del director desde sus comienzos. En 2006 escribieron Vivir de nuevo, sobre dos escritores que intentan llegar al éxito, uno lo consigue mientras el otro empieza a padecer trastornos psiquiátricos que lo terminan dejando internado un tiempo. Fue nominada a mejor película en Nueva York y en los Premios del cine Europeo. En 2011 llegó Oslo, 31 de agosto (segunda parte de lo que se conoce como Trilogía de Oslo). La historia de un joven que está en un proceso de desintoxicación que no encuentra el rumbo. Nominada a los Premios César como mejor película extranjera. Su primera película detrás de cámara fue Blind, en el año 2014, que narra la historia de una mujer llamada Ingrid, que tras quedarse ciega decide volver a su hogar en busca de tranquilidad. Logró el mejor guion en el prestigioso Festival de Sundance y varios premios en otros festivales.
Vuelve con Trier para escribir Más fuerte que las bombas, sobre el
hijo de una fotógrafa de guerra que vuelve a sus pagos para reencontrarse con
su familia, con Jesse Eisenberg, Gabriel Byrne e Isabelle Huppert, logra
el premio a mejor película en Estocolmo. En 2017 llega Thelma, sobre una chica que no se considera normal y tiene poderes
sobrenaturales. Gana el premio especial del Jurado en Sitges. En 2021 logra una
nominación a mejor guion original en los Oscar gracias al film La peor persona del mundo, con el que
cierran la trilogía de Oslo, film sobre una joven que piensa que su vida es un
desastre existencial. Múltiples premios y nominaciones alrededor del mundo.
Luego filma su segundo largometraje propio: Poderes ocultos, que obtiene muy buenas críticas. Su último guion
fue Copenhagen Does Not Exist,
dirigida por Martin Skovbjerg, donde
una joven llamada Ida desaparece sin dejar rastro. Su novio se deja encerrar
voluntariamente para ser interrogado por el padre y el hermano de Ida, pero
Sander no cuenta toda la verdad. En el 2025 se espera Valor sentimental, nuevamente dirigida por Trier.
FICHA
TÉCNICA
Título original: De uskyldige
Año: 2021
Duración: 113 min.
País: Noruega
Dirección: Eskil Vogt
Guion: Eskil Vogt
Reparto: Rakel Lenora Fløttum, Sam Ashraf, Alva
Brynsmo Ramstad, Kadra Yusuf, Ellen Dorrit Petersen
Música: Pessi Levanto
Fotografía: Sturla Brandth Grøvlen
PELÍCULA COMPLETA
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