jueves, 14 de noviembre de 2019

UN LUGAR EN EL MUNDO



SINOPSIS

Ernesto hace un viaje a la provincia argentina de San Luis, a un remoto pueblo en un valle puntano, para recordar su infancia y las circunstancias que han determinado su vida: sus padres se habían exiliado voluntariamente de Buenos Aires para vivir en una comunidad campesina. La llegada de un geólogo español, contratado por el cacique local para buscar petróleo, representa una amenaza para la forma de vida de los campesinos. (FILMAFFINITY)

EDITORIAL

Estamos aquí, hoy, en este mundo. En este mundo donde nada es lo que parece y todo resulta cuestionable. En donde la revoltosa mano de un niño o una niña ensaya alegremente los garabatos que mañana crearán las leyes que enjaulen su propia libertad. Sí, claro, aquí, en donde estamos cagados de miedo y vale más un auto que un hermano con frio y hambre, y más aún que cualquier sentimiento profundo capaz de entregarnos vulnerables sobre las oscuras orillas de la locura. Aquí donde alguna vez entendimos que solo hay ahora y que el resto es un relato, un triste acercamiento cargado de mentiras, una mala foto condenada a los enredados vericuetos de quien la narra. Aquí, donde los que ayer se aventuraban al heroísmo de mares embravecidos, a la ferocidad de batallas desiguales contra bestias infernales, hoy caminan solos y encorvados, con sus ojos ciegos de nostalgia y sus sueños derrotados bajo el espantoso puño de un salario. En este mundo, sí, al que hemos enfermado con la agria saliva de nuestro egoísmo, al que hemos devastado con la autoritaria mano de nuestras guerras y nuestras estúpidas ambiciones. Sí, aquí, hoy, en este mundo. ¿Pero cuál es realmente nuestro verdadero mundo? Digo, aquel desde donde construimos y destruimos, aquel desde donde significamos y nombramos, aquel donde matamos o morimos. 


Ese mundo sos vos. Ante todo esto, tan inaprensible y fugaz, tan lejano y distante, nuestra aventura en este lio, en aquel juego al que llamamos existencia, no es otra más que la del autoconocimiento. Saber quiénes somos, aquí, hoy, no es poco. Apartar las cortinas de lo establecido y de lo impuesto para descubrir nuestro deseo es volver a mirar al mundo y saberlo nuevo. La tarea, por cierto, no será fácil y el bosque por lo general será oscuro y tenebroso. Pelearemos contra nuestros propios fantasmas y aquella será la peor de nuestras batallas. Pero entonces llegara la mañana y algunos se abrazaran a esos soles festejando su victoria. Llevaran así una vida somnolienta y miserable, atesoraran solo una anécdota y se abrazaran a ella celosamente porque será la única prueba de su paso por el mundo. Otros, entenderán que no hay victoria. Que el objetivo de nuestra existencia es la desestabilización de toda neutralidad instalada, la ebullición misma de toda calma aparente. Esa será nuestra militancia. Allí encontraremos nuestro único lugar en el mundo.

Lucas Itze.-

Canción elegida para la editorial


IMPRESIONES SOBRE UN LUGAR EN EL MUNDO


De chico soñábamos con ser grandes. Nuestra inocencia no nos permitía percibir todo lo que había a nuestro alrededor. Ver a nuestros padres o abuelos trabajar horas para poder darnos algún gusto cada tanto, era para nosotros algo natural. A medida que avanzamos en este camino llamado vida nos daremos cuenta que no todo es tan simple. Mientras vamos tomando nuestras propias obligaciones, entenderemos que en este juego son muchos más los que pierden que los que ganan. Y cuando ellos ya no estén, hundidos en el dolor, recordaremos todo lo que heredamos. Aparecerán entonces los valores, la humildad, la preocupación por el otro y el ir siempre con la verdad como pautas que forjarán nuestro ser y nuestro destino. Ese destino que estará ligado también a un punto de partida. Un lugar que será la marca que llevaremos siempre dentro de nuestro pecho. Ese lugar al que como dice el tango, siempre estaremos volviendo, aunque nunca nos hayamos ido. Será el gran Adolfo Aristarain el que nos recuerde de dónde venimos, a donde vamos y que queremos ser. Será Un lugar en el mundo, un film que nos llevará a reflexionar, mientras nuestros ojos se humedecen en un segundo. 


Estaremos ante un drama rural muy bien logrado. La cinta abrirá con esos caminos de tierra muy propios de nuestro país. Una ruta en el medio de la nada, un campo con animales y de repente el relato de una voz en over que se entremezcla con la música desoladora que suena de fondo. La llegada de un joven al pueblo después de muchos años, será la forma de empezar a contar la historia. En esos primeros minutos, la cámara se posará generalmente detrás del personaje, como indicando que vendrá por su pasado. A partir de allí, el guion romperá la linealidad para iniciar un racconto donde veremos al joven unos años antes, siendo un pre adolescente. Un tren que se acerca a toda velocidad romperá con la monotonía del relato. Del otro lado, el joven con un carro a caballo intentará cruzar antes que la locomotora, mientras la cámara lo sigue con un pequeño travelling. La banda sonora nos envolverá sin darnos cuenta. El montaje nos llevará de una imagen a otra sin pestañear. Será un film donde la cámara estará puesta siempre buscando el mejor plano. Habrá planos abiertos para mostrar la inmensidad del pueblo, cercano a la cordillera. Y servirá para destacar la soledad y el aislamiento. Mientras que en el interior, el encuadre se situará en planos medios o primeros planos. 


La fotografía de Ricardo DeAngelis servirá una paleta de colores otoñal, reflejando la monotonía del lugar pero a su vez ensalzando la belleza pre cordillerana. Llegará entonces la presentación de los personajes, con Ernesto (Gastón Batyi) como el hijo de la pareja formada por Mario y Ana, interpretados de manera magistral por Federico Luppi y Cecilia Roth, maestro y médica en un pueblo donde la pobreza gana la partida. En un principio veremos la llegada de Hans (José Sacristán), tiempo después nos enteraremos que es un geólogo español contratado por el intendente del pueblo y será vital en el desarrollo de la trama. El director nos entregará un film que será un espejo desolador de la Argentina de los ´90. La falta de insumos médicos, la pobreza en los pueblos rurales, la des alfabetización fueron temas estructurales que hundieron al país en esos primeros años de democracia. La llegada de capitales extranjeros y las ventas de tierras al mejor postor terminaron de dinamitar la calidad de vida de los habitantes, que trabajaban por migajas para servir a los terratenientes de turno, que volvían a mostrar al campo como el enemigo interior. Serán Mario y Ana, exiliados durante la dictadura y repatriados luego, quienes intentarán llevar un poco de esperanza al pueblo. 

Será Ernesto, casualmente llamado como el Che Guevara, quien intente seguir el legado de su padre. Y será Hans, alguien que se define a sí mismo como vendido al mejor postor, el que terminará cautivado por la familia. El sólido guion y los destacados diálogos no serían lo mismo sin las maravillosas actuaciones del cuarteto protagonista ni de los secundarios de lujo. Habrá una lucha de poder y sufriremos como Mario al ver como sus empleados y vecinos compran espejitos de colores, quizás porque sabemos cómo termina la historia. Nos quedaremos en silencio cuando el mismo Mario destruya su propia cooperativa. Pero lo entenderemos. Porque también estamos cansados de verlos triunfar a los déspotas de siempre. Y entonces tendremos la misión de comerles el hígado, como dice Hans, para luego levantar la bandera del honor y la ilusión por un mundo mejor. Un mundo que no sabemos si aún existe pero que añoramos la utopía de encontrarlo. Quizás nosotros nunca lo veamos. Quizás nuestros hijos o nietos puedan ser testigos de ese mundo nuevo por el que tantos cayeron peleando. En el silencio del más allá, seguiremos conversando con nuestros viejos queridos para confirmar que estamos en el rumbo correcto. Solo así brindaremos con la copa en alto para que las utopías alguna vez se transformen en realidad, sabiendo que encontraremos ese lugar.
                   
Marcelo De Nicola.-

Canción post impresiones


UNIVERSO ARISTARAIN


Nacido en el barrio porteño de Parque Chas el 19 de octubre de 1943, desde muy chico se interesó por el cine y prefirió no terminar sus estudios para ganarse la vida dando clases de inglés (idioma que dominaba muy bien) y tener tiempo libre para concurrir a los rodajes. Tras un pequeño papel de extra en Dar la cara (1961), de José Martínez Suárez, se marchó por unos meses a Brasil, donde trabajó en un laboratorio que doblaba series norteamericanas. A mediados de los 60 ya trabajaba con continuidad en el cine argentino, primero como meritorio y luego como ayudante de dirección. Unos años de exilio en Europa le permitieron ponerse a las órdenes, en carácter de asistente de dirección, de realizadores como Mario Camus, Giorgio Stegani, Vicente Aranda, Sergio Leone, Lewis Gilbert, Gordon Flemyng y Peter Collinson. En 1974 regresó a la Argentina con la intención de dirigir su primer largometraje. Aquí fue asistente de Daniel Tinayre y Sergio Renán entre otros. Cuatro años después de su llegada, pero pudo dar a luz un policial, La parte del león (1978), que sorprendió por su calidad y por abordar un género bastante inusual para la época en la Argentina, donde la censura impuesta por la dictadura militar no permitía el tratamiento de ciertos temas. La historia giraba en turno a un hombre común que se encontraba una suma de dinero en una terraza y los ladrones originales empiezan a buscarlo. La película fue un fracaso comercial, pero su solidez narrativa le brindó al director el reconocimiento del ambiente cinematográfico y la productora Aries -la más grande del país por entonces- lo contrató para dirigir dos films de una serie de musicales -La playa del amor (1979) y La discoteca del amor (1980)-, comedias livianas de poco relieve que le dieron dinero como para sortear los años difíciles y le valieron el cuestionamiento de la crítica, ambos con Cacho Castaña como protagonista, que venía de realizar Los éxitos del amor y La carpa del amor. En 1981 realizó Tiempo de revancha, film que refleja los conflictos sociales y laborales de la realidad argentina a través de la historia de un obrero ex-sindicalista, especialista en explosivos, quien frente al poder de un grupo financiero desarrolla un agudo juego. Logró el premio a la mejor película en los Festivales de La Habana y Montreal


La trilogía de buenos policiales la cerró en 1982 con Últimos días de la víctima, adaptación de la novela de José Pablo Feinmann en la que brilla Federico Luppi en el papel de un asesino a sueldo. De regreso en España, dirigió en 1983 una miniserie de ocho capítulos para Televisión Española, Pepe Carvalho, un producto atípico por su audacia. De nuevo en la Argentina, se hizo cargo de un film para los estudios Columbia que no quiso estrenar en el país: La extraña (The Stranger), sobre una mujer que despierta en un hospital sin acordarse de nada. A propósito de ella, declaró en una entrevista en el año 2013 en el periódico La Nación: "A excepción de la que hice en Estados Unidos para Columbia, que fue un espanto, recuerdo todo mi cine con enorme afecto." Tras el naufragio de varios proyectos, Aristarain volvió al éxito con Un lugar en el mundo (1991), un obra diferente en su filmografía sobre un matrimonio de ideas socialistas que se instala en un pequeño pueblo argentino para crear un proyecto corporativo y verlo fracasar a la par de sus ideales. Protagonizado por su actor fetiche, Luppi, Un lugar en el mundo le valió al director un gran reconocimiento y el máximo premio en el Festival de Cine de San Sebastián. Allí en España le financiaron su siguiente proyecto, La ley de la frontera (1995), una festejada película de aventuras que sirvió para comenzar a introducir a Luppi en el cine hispano, sobre dos niños criados en la frontera entre España y Portugal y que se reencuentran después de 20 años  Y también allí realizó, en coproducción con Argentina, Martín (Hache), con Luppi, Eusebio Poncela y Cecilia Roth. Historia de una familia dividida por los rencores y la distancia -la madre vive en Argentina, el padre en España y el hijo navega entre ambos mundos-, es la obra más descarnada y -para muchos- personal del cineasta. Una película que fue un éxito en España. 


Luego llegó el turno de Lugares comunes, una vez más con Luppi, en este caso acompañado por la española Mercedes Sampietro. El film trabaja nuevamente sobre las relaciones familiares (sobre todo, padre e hijo), con un contexto político-social muy evidente como trasfondo. Su último film llegó en 2004, hablamos de Roma, la historia de Joaquín Goñez , un escritor argentino que vive en España hace más de veinte años y contrata al joven Manuel Cueto para que lo ayude a escribir su autobiografía. La relación entre ambos se afianzará a medida que la película cuente, mediante flashbacks, la vida de Goñez cuando era joven en Buenos Aires y su relación con Roma, su madre…

FICHA TECNICA

Título original: Un lugar en el mundo
Año: 1992
Duración: 120 min.
País: Argentina
Dirección: Adolfo Aristarain
Guion: Adolfo Aristarain, Alberto Lecchi (Historia: Adolfo Aristarain, Kathy Saavedra)
Música: Emilio Kauderer
Fotografía: Ricardo de Angelis
Reparto: Federico Luppi, Cecilia Roth, José Sacristán, Leonor Benedetto, Gastón Batyi,  Mariano Ortega, Rodolfo Ranni, Lorena del Río, Hugo Arana, Mario Alarcón

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