jueves, 9 de octubre de 2014

LA CIENAGA

Programa 73 (12-09-2014)


EDITORIAL

Subsistir a la espera tormentosa de un gran temporal, que amenaza con destruirlo todo, quizá sea más peligroso que encontrarse bajo el primer rayo que da paso al desahogo y al comienzo del ciclo. Es que la tierra agrietada es invisible o se vela bajo las suelas de nuestros zapatos y sin embargo podemos seguir de pie y caminando hacia adelante. La vegetación ya muerta y sin retorno solo existe en polvorientas fotografías que ya ni envidiamos, pero lo pintamos todo de verde y el ambiente sigue siendo hermoso. Todo lo que habita allí alrededor teme irse sin darle oportunidad  a nuevas generaciones, y de ocurrir eso también será sin sentido la continuidad de aquel ciclo. Quizás la furia de aquellos vientos y los sofocantes chaparrones sean producto de la tardanza y la contaminación acumulada durante la cobarde espera. Serán los miedos quienes mueran primero, ahogados, porque lo único que los mantenían con vida era la incertidumbre de aquel fenómeno. 


Luego será el turno de los fantasmas, que en fila y sin protesta alguna cumplirán el mismo destino que su creador. Librar una tormenta para sanar lo invisible, lo que la maldita cobardía vela o acomoda según su conveniencia. Para contemplar el nacimiento de ríos que liberen el camino y de vida a aquellas sonrisas olvidadas en lunas de verano. Jugarle una mala pasada a las leyes de la física y movernos por lo menos una maldita vez con ayuda de nuestra tormenta más furiosa. Dejar la vida en aquel aguacero si es necesario. Ahogarse en las aguas más profundas para liberarse de una asfixia más cruel que es la mentira y aprender a convivir con ella. Ser árbol, tierra, agua, sol, luna, presa, cazador, inundación y sequía. Llorarlo y reírlo todo al mismo tiempo para no caer nunca más en la trampa del olvido porque allí es en donde comienza a engendrarse el miedo. Él buscara abarcarlo todo y al mismo tiempo te ira haciendo cada vez más hacia un costado. Despojándote de todo aquello haciéndote amo y señor de la inmovilidad. Condenándote a vivir para siempre en aquella ciénaga…

Alan Beneitez.

Canción elegida para la editorial



IMPRESIONES PARA LA CIÉNAGA


Alguna vez, Antonio Porchia, aclaró las cosas escribiendo lo siguiente: Vengo de morirme, no de haber nacido. De haber nacido, me voy. La tarde pegajosa que lo detiene todo. Los instantes que se niegan a desarrollarse. Solo se instalan. Los segundos que se llaman horas. El mañana, que ayer perdió su nombre. La fe, que ya no es vela de ningún barco. Y el calor… el calor. La Ciénaga será aquel lugar pantanoso en donde, una gran amiga de esta casa, la siempre genial Lucrecia Martel, desarrollara aquella áspera visión sobre la burguesía que es su primer film. El relato estará compuesto en su totalidad por imágenes sugerentes, metafóricas. Es inevitable sentir en su devenir cierto aroma Bressoniano, entender en cada plano aquel concepto de fotogenia, esa búsqueda de belleza en las formas, desarrollado por Jean Epstein. El film desarrollara el relato no solo a través de la yuxtaposición de planos, sino también a través del sonido. Logrará romper aquel imperio de la imagen en lo narrativo trabajando minuciosamente el relato sonoro dentro del film. Ya desde las placas de inicio nos invadirá el sonido de la tempestad, que no será otra cosa que el reflejo de la atmosfera en la que se encuentra cada uno de los personajes. Ni siquiera la lluvia podrá calmar semejante tensión.


La película abrirá con aquella burguesía patética, extraviada, ciega de licores anestésicos, experimentando la nada dentro de su terreno, que es solo una pobre maceta en el bosque de la vida. Los veremos entrar en cuadro desde una posición baja de cámara, en contrapicado. Los veremos carentes de expresión, arrastrando trabajosamente unas reposeras y quizás también sus penas. Acompañará a aquella pesada carga, y en primer plano, el sonido estridente del hierro raspando contra el piso, logrando desde el comienzo del relato una sensación de molestia e incomodidad en el espectador. La estructura narrativa será completamente lineal y el drama se desarrollara de una manera sutil casi imperceptible. En una observación superficial del material, tendremos la sensación de que la narración se estanca en aquella ciénaga a la que hace referencia el título de la obra. Pero el recorrido será por otro lado. Habrá una construcción muy profunda de los personajes que quizás nos haga pensar en el trabajo de otro compañero que ya ha pasado por estas mesas, que no es otro que Michelangelo Antonioni. Lucrecia Martel, tomara el camino más difícil, más laborioso, quizás el más artístico. Hará avanzar el drama no a través de lo que los personajes dicen o accionan, sino a través de lo que callan, a través de lo sugerido en aquel letargo que aparenta su existencia. Sentiremos las máscaras amenazando con su caída todo el tiempo. El vértigo de la explosión inminente. Temeremos seguir escarbando en aquel lodo y descubrir en un espanto a la rata muerta en los geranios.       

Lucas Itze.-     

Canción post editorial


También escuchamos algo de Intoxicados


Recordamos también a los Bandidos Rurales


También sonó Almafuerte


Homenajeamos a uno de los mejores discos de la década


Nos despedimos, caminando por la ciudad

           

FICHA TECNICA

Título original: La ciénaga
Año: 2001
Duración: 102 min.
País: Argentina
Director: Lucrecia Martel
Guión: Lucrecia Martel
Música: Herve Guyader & Emmanuel Croset
Fotografía: Hugo Colace
Reparto: Graciela Borges, Mercedes Morán, Martín Adjeiman, Leonora Balcarce, Diego Baenas, Silvia Bayel, Sofía Bertolotto

Sinopsis


Dos familias -una de clase media urbana y otra de productores rurales en decadencia- se entrecruzan en el sopor provinciano de una Salta caótica e inmutable, donde nada sucede pero todo está a punto de estallar.

PELICULA COMPLETA


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