SINOPSIS
Un grupo de jóvenes comparte un mismo interés: la
idiotez. Con una casa de campo como base, pasan su tiempo libre juntos
explorando los ocultos y poco apreciados valores de la idiotez. El grupo se
dedica a enfrentarse a la sociedad con sus idioteces. Karen, una mujer
solitaria y reservada, se une al grupo después de participar involuntariamente
en una de sus actuaciones. (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
Son las 3 y media de la tarde, el café reposa sobre el escritorio mientras el vapor sale lentamente. La hoja sigue en blanco. Cualquier ruido sirve para generar una nueva distracción. Mientras tanto, el tiempo pasa. Vuelvo a intentar pensar, pero nada… entonces me empiezo a preguntar: ¿Puedo ser tan idiota que no se me ocurra nada? Pero rápidamente reconozco que hasta los más inteligentes han dudado alguna vez. Ser idiota molesta, provoca, genera rechazo. Y hacerse el idiota aún más. Aunque parte del mundo nos quiere así: idiotizados, estupidizados, ahorcados al sistema. Los medios de comunicación y las nuevas tecnologías han creado un cúmulo de idiotas a granel. En el mundo donde todo es ya y ahora, donde se prefiere ver un video de un minuto que leer una nota de 3 carillas, donde muchos profesionales juegan a ser influencers porque el rédito es mayor, la idiotez es un mercado de exploración masiva. Allí se cuecen desde las teorías más conspirativas hasta las encuestas para próximo presidente.
¿Pensar? Para qué… hoy no sirve. Es un
juego peligroso, y ahí cobra sentido la frase “lo más peligroso es un idiota
con poder…”. Ojo, aunque tampoco podemos negar que “hacerse el idiota” también
es una gran opción. Desde ese mentiroso disfraz, se pueden descubrir cientos de
verdades. Ahí caerán ciertas caretas en nombre de una inteligencia falaz. Como
dice el refrán “La ventaja de ser inteligente es que se puede fingir ser
idiota, mientras que al revés es imposible”. Será esa inteligencia la que
tendremos que obtener para romper con los prejuicios, para destruir mandatos
sociales atados a cientos de años, para crecer en una sociedad más justa e
igualitaria y para liberarnos de los verdaderos idiotas que se creen dueños de
la verdad. Así habrá que armar el juego donde ellos siempre querrán ganar, para
llegar a ese final en el que todo el mundo descubra quiénes son los
verdaderos idiotas.
Marcelo De Nicola.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
SOBRE LOS IDIOTAS
Si hay algo de lo que podemos estar seguros es que de idiota nadie decepciona. El problema en todo este lio, es siempre el doloroso engaño al que nos somete la astucia. Hablo claro, de aquellos tipos de respuesta rápida y punzante como una daga envenenada. De agudeza repentina, que invoca a fuerzas de gritos y de gestualidad exagerada, en cualquier descuido, a sus parientes más cercanos que no son otros que el ingenio y el gracejo. Oscurecer las aguas para que parezcan profundas es siempre un acto canallesco que no hace más que dilatar el oscuro momento del desengaño, la frialdad imperiosa del desamor, la fatalidad del desencanto, la furiosa desilusión de la traición. Al idiota se lo prefiere siempre urgente, urgido en las acciones mismas de su estupidez, desesperado en su plan estúpido para entorpecerlo todo. Ese claramente es nuestro idiota, ese claramente es el idiota que nosotros somos. Sin demasiados secretos ni vericuetos. Sin ninguna intención de engaño. Somos idiotas, dentro de un programa idiota, repletos de teorías idiotas, con ilusiones idiotas, ávidos de humor idiota y capaces de destrozarlo todo en el pleno ejercicio de nuestra idiotez. La moral burguesa nos desprecia y nos teme. Nos evita desesperadamente, enérgicamente. Hace un elogio de este enfrentamiento, del situarse bien lejos, en la vereda de enfrente. Ellos siempre construyen sobre una sentencia tan ilusionada, sobre unos valores que desestiman la sorpresa, los sobresaltos. Hablan desde el sentido común y nos excomulgan en el improperio mismo del buen gusto. Gritan el buen gusto desde sus despreciables corbatas que enlazan sus cuellos recién bañados y perfumados. Lo transpiran en la armonía misma de su cortesía.
En sus buenos días, pase por aquí, en sus, primero usted y disculpe, en el temeroso maquillaje del no vaya a creer. Allí está el desprecio al idiota, allí descansa, agazapado en la tolerancia misma de sus buenas intenciones. El idiota, entonces, tal como decíamos antes, por oposición y también por empatía, siempre es preferible inminente, desbordante en su necesidad de idiotez ya que, en aquella prisa, evitaremos de manera infalible otra vez al desencanto, a la generación de vínculos, de lazos o la creación de efímeros puentes comunicacionales. Sepa la audiencia, que estas apreciaciones, están lejos de ser hijas de la inteligencia, ni siquiera resultan cercanas a la astucia, ni poseen el destello enceguecedor de la picardía, no se confundan. Están realizadas desde la cúspide misma de la estupidez, sin resultar de esta manera un elogio de la tontera o la necedad, claro está. Nuestro gran amigo, tan impresentable como la mayoría de todos ellos, hablo del señor Lars Von Trier, realizó por allá lejos, por el año 1998, un film disruptivo como toda su filmografía, desafiante como cualquiera de sus proyectos, llamado, justamente, Los Idiotas, en el cual, a modo de experimento social, expone algunas de estas ideas sobre la moral burguesa. El film está construido cumpliendo casi todos los mandamientos estipulados e impuestos por el grupo del Dogma 95. Encontraremos una fotografía pensada y diseñada desde el concepto de luz natural, en escenarios reales, con cámara en mano y en movimiento continuo. La estructura narrativa, tal como siguen dictando los 10 mandamientos dogmáticos, es rigurosamente lineal, sin cambios geográficos ni temporales. Aparecerán en escena, más de una vez, parte del equipo técnico, se verán micrófonos, reflejos donde descubriremos al propio director operando la cámara de 35 milímetros, cables, etc, todo aceptado y hasta motivado por la estética planteada por este movimiento.
Tal como decíamos al comienzo, la idea dramática de Von Trier será la documentación de una suerte de experimento social / actoral según el cual un grupo de personas bastante diferente entre sí, se reúne con el objetivo de buscar y desarrollar su idiota interno. De esa forma buscaran exponerlo a la sociedad en distintos ámbitos y situaciones, llevando al límite la incomodidad, el absurdo, las diferencias, exponiendo crudamente el trato y el miedo a lo distinto, al otro amenazante. ¿Pude ser considerada Los Idiotas una obra Dadaísta? Esta sería una buena pregunta para realizarse ante semejante película, por su desafío ético, por su desafío moral y su propuesta dialéctica. Vamos un poco a los textos duros para buscar acercarnos lo más que podamos a alguna verdad. Vamos al manifiesto dadaísta, para ver si allí encontramos algo que pueda aplicarse al film de nuestro querido y odiado Von Trier. Reza el primer texto publicado por Tzara en sus primeros párrafos: Se es humano y autentico por diversión, se es impulsivo y vibrante para crucificar el aburrimiento. Hay acá, en estas primeras líneas, quizás, la motivación misma de los personajes que desarrollan el relato. La impulsividad de la que habla Tzara es tal vez la misma que ejerce el grupo de Von Trier para realizar sus intervenciones, crucificando para siempre al aburrimiento propio de la burguesía. Continua Tzara: Yo escribo un manifiesto y no quiero nada y, sin embargo, digo algunas cosas y por principio estoy contra los manifiestos. Leo estas líneas y pienso en la dialéctica propuesta por Lars Von Trier en cada una de sus obras, esta filosofía de desnaturalizar hasta el núcleo, de continuar la búsqueda por la simple pulsión de la búsqueda misma, de la ausencia de cualquier sentido.
El ejercicio filosófico de la doctrina cínica
rechazando convencionalismos sociales y morales establecidos. ¿Pertenecerá
nuestro querido amigo Lars al grupo de los filósofos llamados perros que tan bien
describía Michel Onfrey en su libro Cinismos?
Continua Tristán en su texto de 1918 reafirmando este pensamiento: Escribo este manifiesto para demostrar cómo
se puede llevar a cabo al mismo tiempo las acciones más contradictorias con un
único y fresco aliento; estoy contra la acción y a favor de la contradicción
continua, pero también estoy por la afirmación. No estoy ni por el pro ni por
el contra, y no quiero explicar a nadie por qué odio el sentido común. Bien
podría ser este fragmento una síntesis argumental del film. Esta debería haber
sido la charla dada - en el sentido verbal y estético del termino - a los actores y actrices en el momento propio
del trabajo actoral, de la preparación de los personajes. Allí está la
motivación que va desarrollándose con el correr de la curva dramática de Los
Idiotas. Ya más avanzado en su manifiesto, Tristán Tzara se aventura diciendo: La obra de arte no debe ser la belleza en si
misma porque la belleza ha muerto; ni alegre, ni alegre ni triste, ni clara ni
oscura, no debe divertir ni maltratar a las personas individuales sirviéndoles
pastiches de santas aureolas o los sudores de una carrera en arco a través de
la atmósfera. Y continúa más adelante: El
principio ama a tu prójimo es una hipocresía. Conócete a ti mismo es una utopía
más aceptable porque también contiene la maldad. Allí, en estas breves
palabras, quizás se contenga la filmografía entera de nuestro amigo Von Trier.
Sobre estos conceptos quizás se levante Bailarina
en la Oscuridad, o Dogville, o
tal vez su versión de Medea hasta
también quizás El jefe de todo esto
y también, claro, Los Idiotas. Dada
no significa nada, tal vez tampoco todo esto.
Lucas Itze.-
Canción post impresiones
UNIVERSO VON TRIER
Nació en Copenhague (Dinamarca) el 30 de abril de 1956. Lars von Trier fue uno de los creadores de Dogma 95, un movimiento cinematográfico con el cual se llama al regreso de historias más creíbles en la industria fílmica, al uso mínimo de los efectos especiales. Empezó a fines de los 70 con pequeñas películas en su país natal, y fue en el año 1984, cuando recién salido de la escuela de cine, empezó a ser reconocido por la crítica. Con El Elemento del crimen, dio comienzo a la trilogía Europa, que siguió con Epidemic en 1987 y que se cerraría con Europa en 1990. En 1996 lanzó otra trilogía, a la que tituló Corazón Dorado, que arrancó con Rompiendo las olas, con el que terminó de afianzarse en todo el mundo. Luego llegó Los Idiotas en 1998, y Bailarina enla oscuridad en 2000.
Otra trilogía iba a armar a partir del 2003,
cuando con Dogville dio origen a la trilogía USA,
donde el director muestra el punto de vista del país americano. En 2005
filmó Manderlay, y se espera Washington, que nunca vio la luz. En
el medio filmó el documental Las cinco obstrucciones, junto al
antiguo director Jorgen Leth. En 2007 filmó la única película que no forma
parte de una trilogía: El jefe de todo esto. Su nueva trilogía se
dio a llamar Trilogía de la Depresión y comenzó
con Anticristo en 2009, siguió con Melancolía en
2011 y en 2013 salió la polémica Nymphomaniac. En 2018 dirigió hasta ahora su último film, titulado La casa de Jack, con Matt Dillon y Bruno Ganz. En los años ´90 creó la miniserie El reino, sobre un hospital que esconden secretos demasiado
terribles que van saliendo a la luz. El año pasado volvió con la tercera
temporada luego de 25 años.
FICHA
TÉCNICA
Título original: Idioterne (The Idiots)
Año: 1998
Duración: 117 min.
País: Dinamarca
Dirección: Lars von Trier
Guion: Lars von Trier
Fotografía: Jan Schut
Reparto: Bodil Jørgensen, Jens Albinus, Troels Lyby,
Nikolaj Lie Kaas, Anne Louise Hassing, Louise Mieritz, Henrik Prip, Luis
Mesonero, Knud Romer Jorgensen, Trine Michelsen, Anne-Grethe Bajrup Riis
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