Programa 60 (13-06-2014)
EDITORIAL
Los
hijos de puta se esconden en el olvido. Justo detrás de aquel manto siniestro y
oscuro, impregnado de olor a lejanía, a duda, roído por el tiempo. Después de
todo, a la distancia, los grandes fuegos, tal vez sean solo grises cenizas.
Esta quizás sea su arma más poderosa, el peor de los holocaustos, el disfraz
más augusto. Allí cambiarán su piel lentamente y brindarán jurándote un nuevo
encuentro. Cambiarán sus colores, intentarán con el blanco, se animarán al rojo
o insistirán con el negro. Y nunca los sentiremos volver, nunca. Un amigo me
confesó alguna vez que la memoria es la única trinchera posible. No lo sé.
Observo y entiendo que se ha vestido de olvido cierto rostro de mujer, cierta
palabra impúdica. Un sádico rostro de rasgos finos. Han huido a esas regiones
de la geografía de mi pensamiento situaciones que han sabido causar un profundo
dolor, y desde aquí espero su retorno. Está claro que esas bestias ya tienen su
infierno, y es por eso que me abrazo desesperado a mis escombros.
Dibujo en las
paredes los destellos ennegrecidos de la muerte
y repito por las noches cada nombre ausente. Todavía siento la
temperatura hacer arder mi cuerpo, despellejar la carne con una resistencia
algodonada. Jamás se han borrado los gritos, aquellos gritos del espanto.
Muchas veces no duermo por las noches esperando que alguien derribe mi puerta o
la del vecino. Desearía aprender a oler a esta clase de canallas, no para la
venganza, porque la venganza es para los débiles. Sino, solamente, para poder
captarles a tiempo, y aunque sea, por una vez recibirlos con la guardia en
alto. Quisiera poder cantarle a la muerte y lograr su temor con mis acordes y
aullidos. Alertar al pueblo de aquellos cóndores que oscurecen los cielos de
mis hermanos latinos. Entregaría lo que no tengo por descubrir tu cuerpo
desaparecido. Ser el rapsoda que en su canción alerte a los chicos dormidos,
entre sus cartones sucios de calles y de olvido, que a lo lejos vienen ellos,
animales muertos de la muerte, pudriendo con su hedor cualquier brillo.
Quisiera poder describir en mi rapsodia, aquella explosión de la muerte,
recitar cada uno de sus versos ante los ojos de los culpables de todo ese
sadismo. Serán versos calcinados, con olor a niño muerto, arderán en él las
suplicas por agua, los hierros de la ciudad derretidos. Será una rapsodia
oscura y espantosa. Escribiré en un solo llanto aquel texto tan vivo de
muerte, ahuyentaré al olvido, con mi rapsodia
de agosto.
Lucas
Itze.-
Canción
elegida para la Editorial
IMPRESIONES SOBRE RAPSODIA
EN AGOSTO
Claramente
no estamos ante la mejor obra del autor. En su haber encontraremos películas de
una delicadeza exquisita, de una orfebrería única, que supieron darle un nombre
y un apellido: Akira Kurosawa. Recuerdo sin hacer demasiado esfuerzo, aquel
increíble film que se llamó Ran,
basado en “El rey Lear” de nuestro
amigo William Shakespeare. Todavía tengo el sabor de la perfección en sus
planos, la elaboración de sus vestuarios. Luego vendrían “Los sueños” esa serie
de cortometrajes profundos en su relato, amables en su relectura, de una
fotografía pocas veces vista.
Antes de estas dos, recuerdo, también, la ternura
de “Dodes Ka - Den” o del impecable tratamiento en el
uso del punto de vista que se ve magistralmente aplicado en “Rashomon” La lista sigue, y es muy
extensa, porque extenso era su talento. Casi al final de su carrera nos llega “Rapsodia en Agosto” haciendo una
relectura de aquel episodio fatídico que todavía llora la cuidad de Nagasaki,
aquel holocausto siniestro que fue La bomba de Hiroshima. En su relato, Akira,
contiene las llamas de los que todavía nos envenenamos con el crimen de la
inocencia, de los que vimos a los mismos culpables apretar los mismos botones
pero ahora para invadir nuevos países, de los que escuchamos a aquellos
canallas profesar la muerte en pos de un futuro depredador y solitario. Utilizará
para este difícil acto el punto de vista de la o bachan, aquella abuela sabia y repleta de ternura. Ella vendrá a
traer la tradición y se la vendrá a entregar a ellos, que son sus nietos, esos
jóvenes que no hacen más que mirarla con desconfianza. Ellos tendrán también
otro punto de vista, que será el de sus padres, quienes le plantearán que el
futuro está en otro lado e intentarán quitar el polvo que subyace en los
argumentos de la abuela. Ella les dirá con una paz sabía que la culpa de la
muerte de su abuelo no la tiene Estados Unidos sino la guerra.
Nos costará
comprenderlo, pero haremos todo nuestro esfuerzo. Los padres de los chicos
soñaran con Hawai y verán allí un futuro. Ella no. Preferirá su tierra, su
campo, su vida. Preferirá seguir curando esas heridas, aunque tenga la certeza
de que nunca sanarán, aunque ellas la lleven a la locura. Alguna vez el mismo
Kurosawa nos dijo: El ser humano será más
humano cuando tenga conciencia de que hay aspectos de la realidad que no puede
manejar” Me gusta pensar en un
futuro donde el hombre no muera por el hombre, un futuro sin canallas
depredadores. Ojala alguno de nosotros pueda verlo para así poder dejar de
sentir al ver aquellas gotas caer, que el cielo está llorando.
Lucas
Itze.-
Canción
post análisis
También sonó un homenaje de Pedro Aznar
Y nos fuimos esperando que esta no sea Cualquier historia...
FICHA TÉCNICA
Título original: Hachigatsu no kyôshikyoku (Rhapsody in
August)
Año:
1991
Duración:
93 min.
País:
Japón
Director:
Akira Kurosawa
Guión:
Akira Kurosawa, Kiyoko Murata
Música:
Shinichiro Ikebe
Fotografía:
Shinichiro Ikebe
Reparto:
Richard Gere, Fumiko Honma, Hisashi Igawa, Mitsunori Isaki, Narumi Kayashima,
Sachiko Murase, Toshie Negishi, Tomoko Otakara
Argumento
Kane
es una anciana cuyo marido murió en Nagasaki a causa de la bomba atómica.
Mientras sus hijos se van a Hawai a visitar a un hermano de ella, sus cuatro
nietos se quedan con ella en su casa rural. La idea es que después todos se
vayan a la casa que tienen en Hawai, donde vive el hermano, y uno de sus
sobrinos, Clark, que es más americano que japonés. Mientras los niños van
conociendo Nagasaki y todo lo que dejó la bomba, los primos que viven en
América les envían un telegrama ofreciendole trabajo en el campo de piñas que
tienen en Hawai.
Los
chicos responden el telegrama, mencionando lo ocurrido en Nagasaki, generando
el enojo de los padres, quienes nuevamente en Japón, piensan que los americanos
se ofenderán por dicha mención. Sin embargo, para terminar de arreglar las
cosas, llega Clark, el primo americano, para quedarse con Kane hasta el día del
aniversario de la bomba…
TRAILER