martes, 28 de octubre de 2014

EL RESPLANDOR - THE SHINING



EDITORIAL

No sé si el hombre es social por naturaleza, sé que muchos tiemblan ante la soledad. Sé que el aislamiento, el encierro, quiebra hasta los espíritus más fuertes. Pero para esto debe haber una predisposición.
Hoy veremos a un hombre enloquecer, pero no de forma súbita. Toda su vida, toda una correlación de circunstancias lo empuja hasta ese momento de aceptación de una decisión que ya había sido tomada.
¿Por qué ser profesor? ¿Por qué casarse? ¿Cómo determinar con que mujer hacerlo? ¿Tener un hijo? ¿Por qué escribir? Y por último como culminación de una serie infinita de preguntas: ¿Qué escribir? ¿Tengo algo para decir?
Y si en ese mismo momento determinado, en esa justa pregunta, me doy cuenta de que la sociedad, empezando desde mi familia, me empuja a hacer todas esas cosas y además determina los gustos y los criterios por los cuales debo elegir? Entonces tengo algún contenido? mi respuesta sería no, al menos no propios, no auto determinados.


 "Todo trabajo y nada de ocio hace de mi un tipo aburrido"
Qué pregunta debe hacerse alguien que quiera saber si tiene dentro suyo algún contenido, alguna elección, la que sea, a través de los sentidos o el intelecto o, por qué no, la fe? Esa pregunta sería: ¿ Qué me gusta? ¿Eso que me gusta me causa verdadero placer?
Elecciones, elecciones, todo pasa por elegir. Ahí es donde puede que se manifieste la naturaleza humana, en su libertad aunque muchos digan que no existe. ¿Es el hombre un ser social por naturaleza? no lo sé, lo repito, por ahí no pasa la película. Si su elección es ser social entonces diría que sí, porque está en la naturaleza del hombre elegir.
La única posibilidad que queda es derribar barreras, desterrar a los carceleros y terminar con mis represores. Por ahí pasa la película. Jack termina de aceptar una vieja decisión en su vida, la única diría. También su obra maestra, algo que puede comunicarle a los demás... SU RESPLANDOR.

Christian Soria

Canción elegida para la editorial



Impresiones para “El Resplandor”


Me enfrento de cara a mi abismo. Hurgo entre mis dudas. Comparto mi mesa con mis miedos y bebo de su vino de lejanías y ausencias. Bajo a mis infiernos, aquellos solitarios y fríos infiernos, a aquellas tierras sin tu nombre, buscando, quizás, una mirada que me devuelva alguna imagen auténtica. He recorrido mis calles a plena luz del día, y en un descuido descubrí brillar en las sombras ciertas verdades. Cuando me faltaste, confirme cierto tu nombre. En tu ausencia, advertí lo doloroso que pueden ser un par de ojos negros. Quizás en la muerte para siempre seremos, cuando el polvo sea polvo, esa indescifrable raíz, de la cual para siempre crecerá, ecuánime o atroz, nuestro solitario cielo o infierno, nos advirtió Borges alguna vez. 


Camino, entonces, aquella oscuridad buscando lo ecuánime o lo atroz, aprendiendo de cada herida, hermanándome de alguna manera con todos mis fantasmas. Después de todo, crear tal vez sea también, morir un poco. El blanco de mi hoja, muere en el negro de estas palabras que escribo y en ellas, también se va algo mío. Dijo Nieztsche: “quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro tuyo”. Como no pensar aquí en Jack, aquel escritor sumergido en su acto creativo, aquel tipo transitando su abismo y sus miserias. En Jack veremos la sublimación del ser ante la obra. Veremos aquel terreno pantanoso y hostil que es de donde sale ese montón de espejitos de colores que es el arte. El Resplandor servirá como una gran metáfora de aquel viaje interno que exige cada material a su autor. El mundo de Jack olerá a sangre, a niñez solitaria, a ausencias y también a castración. Estructuralmente, el film comienza con el sinuoso recorrido en auto de nuestro protagonista por unas rutas montañosas. El paisaje se ira volviendo cada vez más árido y hostil en su recorrido. Así es como decide el genial Stanley Kubrick presentarnos a Jack. Lo hará desde el lugar de un personaje iniciando un viaje que comienza entre tupidos bosques verdes para terminar en el peor de los inviernos. Y lo que en un comienzo fueron solo curvas que doblaban el camino, terminara siendo el desesperado y caótico recorrido dentro de un laberinto imposible. El film trabajara aquel infierno con una fotografía muy precisa, cada plano y cada puesta, acompañara de manera extraordinaria la transición recorrida por el protagonista. La idea de viaje estará acentuada también desde cámara. Veremos gran cantidad de seguimientos en plano secuencia de personajes con el uso de Steadycam, herramienta que aportara fluidez al movimiento de cámara facilitando la realización del recorrido sin necesidad de cortes. 


Luis Alberto escribió en 1980, año en que se estrena El Resplandor, lo siguiente: Es inútil que pretendas brillar con tu historia personal. Un guerrero no detiene jamás su marcha. Quizás podamos entender a Jack como la imagen visible de aquella bella metáfora. Intentemos por un momento escapar a esa idea occidental de muerte y veamos en su oscuridad aprendida la cálida caricia de un poema concluido, la nota final de cualquier sinfonía. Tal vez entonces, cuando llegue el momento, podamos ver sus ojos con ojos más tranquilos, lejos del miedo y el espanto que supone lo finito. Entonces, quizás, en ese instante, podamos extenderle nuestras manos y darle gracias.

Lucas Itze.-

Canción post análisis


The Cure, algo que sonó en los ochenta


También sonaba esto


John Lennon ponía su voz con...


Y nos fuimos con los Rolling...



FICHA TÉCNICA

Título original: The Shining
Año: 1980
Duración: 146 min.
País: Estados Unidos
Director: Stanley Kubrick
Guión: Stanley Kubrick & Diane Johnson (Novela: Stephen King)
Música: Rachel Elkind & Wendy Carlos
Fotografía: John Alcott
Reparto: Jack Nicholson, Shelley Duvall, Danny Lloyd, Scatman Crothers, Barry Nelson, Philip Stone, Joe Turkel, Lia Beldam, Billie Gibson, Barry Dennen, David Baxt, Manning Redwood, Lisa Burns, Louise Burns, Alison Coleridge, Norman Gay

Sinopsis


Jack Torrance se traslada con su mujer y su hijo de siete años al impresionante hotel Overlook, en Colorado, para encargarse del mantenimiento de las instalaciones durante la temporada invernal, época en la que permanece cerrado y aislado por la nieve. Su objetivo es encontrar paz y sosiego para escribir una novela. Sin embargo, poco después de su llegada al hotel, al mismo tiempo que Jack empieza a padecer inquietantes trastornos de personalidad, se suceden extraños y espeluznantes fenómenos paranormales.

TRAILER


miércoles, 15 de octubre de 2014

METROPOLIS

Programa 74 (19-09-2014)


EDITORIAL

El ruido de las máquinas retumba lentamente en mi cabeza. Sonidos de diferente índole marcan el paso del tiempo, y ralentizan las agujas del reloj. Alguna que otra gota de sudor recorre mi frente, para suicidarse vilmente contra el piso, ante mi mirada perdida. De pronto, suena una alarma. Es hora de partir. Pero no, lo que parece real, no es más que un sueño. La alarma que suena, indica que me tengo que ir a trabajar, como cada mañana, para que ese sueño, se vuelva a hacer realidad.
No hay tiempo para quedarse un segundo más acostado, un desayuno a las corridas será el comienzo de un nuevo día. La parada del colectivo, el próximo paso.
Nuevamente veo las mismas aburridas caras con sus muecas tristes, vagando en alguna red social, intentando notificarse más, para tener algo que comentar de sus miserables vidas. Mientras tanto, el chofer del colectivo nos mira con aires de superioridad, y como tantas otras veces, nos deja con la mano levantada, esperando que frene.
Minutos después, ya estoy en viaje. El colectivo está abarrotado de gente, pero algunos intentan subir igual. Los cuerpos se apretujan, formando una masa uniforme de diferentes colores. El viaje se hace lento, como de costumbre, unos se quejan de algún empujón, otros hablan en voz alta, como si a todos nos interesara su última conquista. Y algunos, duermen plácidamente en acaso, lo mejor del viaje.


De a poco, el tránsito empieza a ser insoportable. Los ruidos de las bocinas, suenan como una banda desafinada, mientras de fondo, se va acercando la sirena de una ambulancia, como para darle un matiz más tortuoso al viaje. Una vez más, tenemos que adivinar porque calle seguiremos. Ya no hay dudas, estamos llegando al microcentro. Los autos forman un tetris perfectamente encastrado, hombres de traje insultan a motociclistas ávidos de adrenalina, mientras señoras con bolsas de supermercado cruzan la calle en cualquier lugar.
La policía desordena un poco más el tráfico, mientras el reloj, esta vez, avanza sin pausa.
Decido de una vez por todas ponerle fin a este suplicio y bajar, para seguir caminando. Haré una pequeña pausa para comprar alguna gaseosa y sentirme estafado una vez más. Me cruzaré con sonrisas infames, denunciaré miradas pétreas, esquivaré trajes de etiqueta.
Pensaré en verde, analizaré en amarillo pero nuevamente, cruzaré en rojo.
Finalmente llego a destino, cruzo los portones de la gran fábrica para empezar con la maldita rutina de siempre. Otra vez se escuchan los ruidos de máquinas, las agujas que no avanzan y una nueva gota que se suicida temerariamente. Vuelvo a pensar en la hora de partir, pero esta vez, de alguna forma más radical, de tomar el coraje suficiente para que llegue el momento de escaparme de esta maldita Metrópolis.

Marcelo De Nicola

Canción elegida para la editorial



IMPRESIONES SOBRE METROPOLIS


¿Y si de verdad llegara el día en que dijeran basta? ¿Y si patearan, sin ningún preámbulo, sin dar ningún indicio, aquel tablero mísero de las limosnas? Las calles se inundarían de toda nuestra hipocresía. Desbordarían las vidrieras, chorrearían los edificios, se ahogarían al instante todas las entidades bancarias. Hipocresía de seguir acreditando las reglas del juego, de hacer de la distribución equitativa de las riquezas solo una teoría y no dejar la vida en aquel objetivo. La máquina ha vencido, y en su triunfo ha devorado la belleza de tipos excluidos, ha esclavizado sus tiempos, ha extirpado sus horas de ocio, ha escupido sobre sus minutos creativos, ha olvidado por completo todos sus derechos. Los ha condenado desde lo estético, ha menospreciado sus costumbres, sus culturas. Les ha prometido la zanahoria al final de un camino infinito. Los ha sometido, contándoles sobre aquel collar que aprieta pero no ahorca, aquella cadena infalible que es el reloj y la maldita rutina. La trampa es perfecta, no hay peor monstruo que el que no se ve. 


Recuerdo, no sin amargura, aquellas palabras de mi amigo Galeano sobre los nadies: Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres. Que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cantaros la buena suerte. Pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni nunca. Ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando la escoba. Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ningunueados. Corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos. Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no hacen arte, sino artesanías. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino números. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadie… que cuestan menos que la bala que los mata. 


Y en aquel relato maravilloso desde lo estético, que es “Metrópolis” de Fritz Lang aparecerán también los nadies, los desposeídos, el alimento de la máquina. Los veremos dejar sus vidas entre los hierros calientes, los fuegos que alimentan a esa otra ciudad, a la de la buena gente, a la de las posibilidades, tal vez. El film pertenecerá a aquel periodo extraordinario para el arte que fue el expresionismo. Lo descubriremos en su fotografía, con aquellos encuadres que trabajaran la angulosidad de las figuras. En este mismo sentido, y a través del efecto pictórico generado por la comparación objeto – fondo, veremos reflejada la crisis y las angustias sufrida tanto por los personajes dentro del relato como también por la sociedad alemana de aquella época. Aquellas puertas interminables, la inmensidad de los ventanales devoraran a la figura humana, disminuyéndola en un viaje hacia la nada. El film hablará de la explotación del hombre por el hombre, de aquella lucha eterna y nefasta, del dueño de los medios de producción y el obrero. Comenzará con una sentencia que rezara lo siguiente: El mediador entre el cerebro y las manos ha de ser el corazón. Lo que la película jamás explicará es por qué algunos nacen cerebros y otros manos, o por que ciertas manos no pueden jamás desarrollar su cerebro. Sin mencionar, claro está, la supuesta falta de corazón de ambos. 


Quizás al explicar todo esto, la idea de un mediador caiga produciendo el más sonoro de los ruidos. Los obreros se organizaran gracias a María, quien a través de la fe, los incitará a la paciente espera del mediador, representado por Freder, hijo de Johan Fredersen, dueño de las máquinas  que mantienen la ciudad. Al tomar cuenta de esta organización, Johan suplanta a María por el Ser – Máquina, y aquí es donde esta mesa toma distancia de quien relata. La nueva María, con mucha más vida en sus ojos, con aquella picardía interesante, llamara a destruir las máquinas, alertara sobre lo absurdo de aquella idea del mediador que nunca llega y pregonará a los gritos la unión de mujeres y hombres para la lucha por una vida mejor y más justa, que no es otra cosa que la lucha por sus derechos. El film demonizará este punto de vista argumentando que la María original hablaba de paz y no de asesinato. Quienes hacemos este programa, optamos abiertamente por la ultima María. Nos declaramos a favor del fuego que regala su mirada, de la pasión de sus palabras y entendemos que de lo que habla ella es de libertad, de matar la opresión, que no es más que matar la máquina. Preferimos, sinceramente, morir por nuestros derechos y nuestras ideas, con la gente que amamos, con los que son parte de nuestra lucha antes que esperar entre suspiros y maldiciones la llegada del mediador. Para ellos les dejamos el mundo pensado por otros, sin más pasiones que una torpe taquicardia.

Lucas Itze.- 

Canción post análisis


En este programa homenajeamos a The Kinks


A Well Respected Man


También sonó Sunny Afternoon


Y uno de sus grandes temas


Y nos fuimos con Lola


               

FICHA TECNICA

Título original: Metropolis
Año: 1927
Duración: 153 min.
País: Alemania
Director: Fritz Lang
Guión: Thea von Harbou
Música: Bernd Schultheis & Gottfried Huppertz
Fotografía: Karl Freund & Günther Rittau (B&W)
Reparto: Gustav Fröhlich, Brigitte Helm, Alfred Abel, Rudolf Klein-Rogge, Fritz Rasp, Theodor Loos, Heinrich George, Fritz Alberti, Grete Berger, Heinrich Gotho, Georg John, Olaf Storm

SINOPSIS

Futuro, año 2000. En la megalópolis de Metrópolis la sociedad se divide en dos clases, los ricos que tienen el poder y los medios de producción, rodeados de lujos, espacios amplios y jardines, y los obreros, condenados a vivir en condiciones dramáticas recluidos en un gueto subterráneo, donde se encuentra el corazón industrial de la ciudad. Un día Freder (Alfred Abel), el hijo del todoperoso Joh Fredersen (Gustav Frohlich), el hombre que controla la ciudad, descubre los duros aspectos laborales de los obreros tras enamorarse de María (Brigitte Helm), una muchacha de origen humilde, venerada por las clases bajas y que predica los buenos sentimientos y al amor. El hijo entonces advierte a su padre que los trabajadores podrían rebelarse…

PELICULA COMPLETA




jueves, 9 de octubre de 2014

LA CIENAGA

Programa 73 (12-09-2014)


EDITORIAL

Subsistir a la espera tormentosa de un gran temporal, que amenaza con destruirlo todo, quizá sea más peligroso que encontrarse bajo el primer rayo que da paso al desahogo y al comienzo del ciclo. Es que la tierra agrietada es invisible o se vela bajo las suelas de nuestros zapatos y sin embargo podemos seguir de pie y caminando hacia adelante. La vegetación ya muerta y sin retorno solo existe en polvorientas fotografías que ya ni envidiamos, pero lo pintamos todo de verde y el ambiente sigue siendo hermoso. Todo lo que habita allí alrededor teme irse sin darle oportunidad  a nuevas generaciones, y de ocurrir eso también será sin sentido la continuidad de aquel ciclo. Quizás la furia de aquellos vientos y los sofocantes chaparrones sean producto de la tardanza y la contaminación acumulada durante la cobarde espera. Serán los miedos quienes mueran primero, ahogados, porque lo único que los mantenían con vida era la incertidumbre de aquel fenómeno. 


Luego será el turno de los fantasmas, que en fila y sin protesta alguna cumplirán el mismo destino que su creador. Librar una tormenta para sanar lo invisible, lo que la maldita cobardía vela o acomoda según su conveniencia. Para contemplar el nacimiento de ríos que liberen el camino y de vida a aquellas sonrisas olvidadas en lunas de verano. Jugarle una mala pasada a las leyes de la física y movernos por lo menos una maldita vez con ayuda de nuestra tormenta más furiosa. Dejar la vida en aquel aguacero si es necesario. Ahogarse en las aguas más profundas para liberarse de una asfixia más cruel que es la mentira y aprender a convivir con ella. Ser árbol, tierra, agua, sol, luna, presa, cazador, inundación y sequía. Llorarlo y reírlo todo al mismo tiempo para no caer nunca más en la trampa del olvido porque allí es en donde comienza a engendrarse el miedo. Él buscara abarcarlo todo y al mismo tiempo te ira haciendo cada vez más hacia un costado. Despojándote de todo aquello haciéndote amo y señor de la inmovilidad. Condenándote a vivir para siempre en aquella ciénaga…

Alan Beneitez.

Canción elegida para la editorial



IMPRESIONES PARA LA CIÉNAGA


Alguna vez, Antonio Porchia, aclaró las cosas escribiendo lo siguiente: Vengo de morirme, no de haber nacido. De haber nacido, me voy. La tarde pegajosa que lo detiene todo. Los instantes que se niegan a desarrollarse. Solo se instalan. Los segundos que se llaman horas. El mañana, que ayer perdió su nombre. La fe, que ya no es vela de ningún barco. Y el calor… el calor. La Ciénaga será aquel lugar pantanoso en donde, una gran amiga de esta casa, la siempre genial Lucrecia Martel, desarrollara aquella áspera visión sobre la burguesía que es su primer film. El relato estará compuesto en su totalidad por imágenes sugerentes, metafóricas. Es inevitable sentir en su devenir cierto aroma Bressoniano, entender en cada plano aquel concepto de fotogenia, esa búsqueda de belleza en las formas, desarrollado por Jean Epstein. El film desarrollara el relato no solo a través de la yuxtaposición de planos, sino también a través del sonido. Logrará romper aquel imperio de la imagen en lo narrativo trabajando minuciosamente el relato sonoro dentro del film. Ya desde las placas de inicio nos invadirá el sonido de la tempestad, que no será otra cosa que el reflejo de la atmosfera en la que se encuentra cada uno de los personajes. Ni siquiera la lluvia podrá calmar semejante tensión.


La película abrirá con aquella burguesía patética, extraviada, ciega de licores anestésicos, experimentando la nada dentro de su terreno, que es solo una pobre maceta en el bosque de la vida. Los veremos entrar en cuadro desde una posición baja de cámara, en contrapicado. Los veremos carentes de expresión, arrastrando trabajosamente unas reposeras y quizás también sus penas. Acompañará a aquella pesada carga, y en primer plano, el sonido estridente del hierro raspando contra el piso, logrando desde el comienzo del relato una sensación de molestia e incomodidad en el espectador. La estructura narrativa será completamente lineal y el drama se desarrollara de una manera sutil casi imperceptible. En una observación superficial del material, tendremos la sensación de que la narración se estanca en aquella ciénaga a la que hace referencia el título de la obra. Pero el recorrido será por otro lado. Habrá una construcción muy profunda de los personajes que quizás nos haga pensar en el trabajo de otro compañero que ya ha pasado por estas mesas, que no es otro que Michelangelo Antonioni. Lucrecia Martel, tomara el camino más difícil, más laborioso, quizás el más artístico. Hará avanzar el drama no a través de lo que los personajes dicen o accionan, sino a través de lo que callan, a través de lo sugerido en aquel letargo que aparenta su existencia. Sentiremos las máscaras amenazando con su caída todo el tiempo. El vértigo de la explosión inminente. Temeremos seguir escarbando en aquel lodo y descubrir en un espanto a la rata muerta en los geranios.       

Lucas Itze.-     

Canción post editorial


También escuchamos algo de Intoxicados


Recordamos también a los Bandidos Rurales


También sonó Almafuerte


Homenajeamos a uno de los mejores discos de la década


Nos despedimos, caminando por la ciudad

           

FICHA TECNICA

Título original: La ciénaga
Año: 2001
Duración: 102 min.
País: Argentina
Director: Lucrecia Martel
Guión: Lucrecia Martel
Música: Herve Guyader & Emmanuel Croset
Fotografía: Hugo Colace
Reparto: Graciela Borges, Mercedes Morán, Martín Adjeiman, Leonora Balcarce, Diego Baenas, Silvia Bayel, Sofía Bertolotto

Sinopsis


Dos familias -una de clase media urbana y otra de productores rurales en decadencia- se entrecruzan en el sopor provinciano de una Salta caótica e inmutable, donde nada sucede pero todo está a punto de estallar.

PELICULA COMPLETA


jueves, 2 de octubre de 2014

CROSSROADS

Programa 72 (05-09-2014)


IMPRESIONES SOBRE CROSSROADS


Abrí mis ojos por la mañana y el cielo aún no había despertado. Las gotas de lluvia recorrían mi ventana con la misma pereza de mis ojos. Como un recuerdo que se instala y fracasa en su retirada. Una y otra vez. Como el recuerdo de ella, que todavía se esconde en la oscuridad de mi memoria y se pierde, creando una pared más en el laberinto de mí ser. Todo es sombras y falsas evocaciones en aquella habitación que añora imágenes en sepia, en esa cama desordenada, revuelta, como ciertas anécdotas que me instalan en otro lugar, en otro tiempo. Afuera la lluvia y el viento siguen disputándose la noche. Quizás sean los años 80, otra vez. Quizás sea que este cuerpo recuerda cuando era más viejo, evocando esa frialdad del futuro. 


Tal vez solo sea yo el objeto de recuerdo de otro, que espera desde la soledad de su cama que el sol renueve alguna esperanza. Pero las gotas continúan cayendo. Pronto el sonido se convierte en pulso, el pulso en imágenes. Unos dedos ásperos y negros atacan las cuerdas de una guitarra. No hay técnica, no hay virtuosismo. Aquel diapasón es ahorcado ante la cara de espanto de cualquier músico docto. Hay crudeza, hay lágrimas que cuentan historias de abusos, hay esclavitud, hay alcohol, hay solo un puñado de palabras sencillas, alguna mañana perdida que intenta curarlo todo sobre los campos de algodón. Hay tres acordes, no más. La mano golpea como un látigo las cuerdas y desgarra con voz rasposa en un idioma que no es el propio. Hay el diablo. Alguien se acerca a un cruce de caminos, un sauce reseco llora por su alma. Es Willie Brown, aquel perro ciego, que camina con paso tímido. Espera en medio de la ausencia agobiante. El sol del mediodía castiga su piel oscura. Un auto aparece, cruzan algunas palabras. El del auto le entrega un papel y una lapicera. Willie ensaya una lectura mentirosa del texto. Lo mira sin verlo. Lo invade el miedo. Dibuja una cruz a modo de firma. El auto desaparece. Su alma ya le pertenece. A cambio vendrá la música, tocar con Robert Johnson. Noches y noches de insomnio, quizás alguna chica. Y 29 canciones. El tiempo traerá a un joven. Él si es virtuoso. 


Su guitarra cuenta otras historias, mas prolijas, dolores de otros tiempos. Le prometerán la canción número 30 y de alguna manera, también venderá su alma por ella. La canción no existirá. Será un embuste más en aquel camino de la vida. Ojala nunca encontremos la canción 30. Y si un día, por descuido o aburrimiento, damos con ella, ojala tengamos la entereza para seguir buscando la 31. Saber, es reconocer que algo ha muerto. Miro por la ventana y el cielo ensaya sus primeros colores. Amanece despacio otro lunes lluvioso.

Lucas Itze.-

Las canciones elegidas para la Editorial y el análisis fueron: 



Y en un programa dedicado enteramente al Blues, escuchamos...


Sonó el gran Muddy Water con


Algo mas de T-Bone Walker

   
Y una más, del homenajeado del film:


Otro clásico


Y una más de Muddy


El último del gran Johnson


Y nos fuimos con otro grosso: Freddy King



FICHA TÉCNICA

Título original: Crossroads
Año: 1986
Duración: 105 min.
País: Estados Unidos
Director: Walter Hill
Guión: John Fusco
Música: Ry Cooder
Fotografía: John Bailey
Reparto: Ralph Macchio, Joe Seneca, Jami Gertz, Joe Morton, Harry Carey Jr., Robert Judd           

SINOPSIS


Eugene tiene un gran talento para la guitarra clásica, aunque su verdadero sueño es llegar a ser una estrella del Blues. Para conseguirlo, se pone en contacto con el legendario músico Willie Brown, que, después de una vida marcada por el éxito, vive en un asilo de ancianos.

Trailer