Programa 73 (12-09-2014)
EDITORIAL
Subsistir
a la espera tormentosa de un gran temporal, que amenaza con destruirlo todo,
quizá sea más peligroso que encontrarse bajo el primer rayo que da paso al
desahogo y al comienzo del ciclo. Es que la tierra agrietada es invisible o se
vela bajo las suelas de nuestros zapatos y sin embargo podemos seguir de pie y
caminando hacia adelante. La vegetación ya muerta y sin retorno solo existe en
polvorientas fotografías que ya ni envidiamos, pero lo pintamos todo de verde y
el ambiente sigue siendo hermoso. Todo lo que habita allí alrededor teme irse
sin darle oportunidad a nuevas
generaciones, y de ocurrir eso también será sin sentido la continuidad de aquel
ciclo. Quizás la furia de aquellos vientos y los sofocantes chaparrones sean
producto de la tardanza y la contaminación acumulada durante la cobarde espera.
Serán los miedos quienes mueran primero, ahogados, porque lo único que los
mantenían con vida era la incertidumbre de aquel fenómeno.
Luego será el turno
de los fantasmas, que en fila y sin protesta alguna cumplirán el mismo destino
que su creador. Librar una tormenta para sanar lo invisible, lo que la maldita
cobardía vela o acomoda según su conveniencia. Para contemplar el nacimiento de
ríos que liberen el camino y de vida a aquellas sonrisas olvidadas en lunas de
verano. Jugarle una mala pasada a las leyes de la física y movernos por lo
menos una maldita vez con ayuda de nuestra tormenta más furiosa. Dejar la vida
en aquel aguacero si es necesario. Ahogarse en las aguas más profundas para
liberarse de una asfixia más cruel que es la mentira y aprender a convivir con
ella. Ser árbol, tierra, agua, sol, luna, presa, cazador, inundación y sequía.
Llorarlo y reírlo todo al mismo tiempo para no caer nunca más en la trampa del
olvido porque allí es en donde comienza a engendrarse el miedo. Él buscara
abarcarlo todo y al mismo tiempo te ira haciendo cada vez más hacia un costado.
Despojándote de todo aquello haciéndote amo y señor de la inmovilidad.
Condenándote a vivir para siempre en aquella ciénaga…
Alan
Beneitez.
Canción elegida para la editorial
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES PARA LA
CIÉNAGA
Alguna
vez, Antonio Porchia, aclaró las cosas escribiendo lo siguiente: Vengo de
morirme, no de haber nacido. De haber nacido, me voy. La tarde pegajosa que lo
detiene todo. Los instantes que se niegan a desarrollarse. Solo se instalan.
Los segundos que se llaman horas. El mañana, que ayer perdió su nombre. La fe,
que ya no es vela de ningún barco. Y el calor… el calor. La Ciénaga será aquel
lugar pantanoso en donde, una gran amiga de esta casa, la siempre genial
Lucrecia Martel, desarrollara aquella áspera visión sobre la burguesía que es
su primer film. El relato estará compuesto en su totalidad por imágenes
sugerentes, metafóricas. Es inevitable sentir en su devenir cierto aroma
Bressoniano, entender en cada plano aquel concepto de fotogenia, esa búsqueda
de belleza en las formas, desarrollado por Jean Epstein. El film desarrollara
el relato no solo a través de la yuxtaposición de planos, sino también a través
del sonido. Logrará romper aquel imperio de la imagen en lo narrativo
trabajando minuciosamente el relato sonoro dentro del film. Ya desde las placas
de inicio nos invadirá el sonido de la tempestad, que no será otra cosa que el
reflejo de la atmosfera en la que se encuentra cada uno de los personajes. Ni
siquiera la lluvia podrá calmar semejante tensión.
La película abrirá con
aquella burguesía patética, extraviada, ciega de licores anestésicos,
experimentando la nada dentro de su terreno, que es solo una pobre maceta en el
bosque de la vida. Los veremos entrar en cuadro desde una posición baja de
cámara, en contrapicado. Los veremos carentes de expresión, arrastrando
trabajosamente unas reposeras y quizás también sus penas. Acompañará a aquella
pesada carga, y en primer plano, el sonido estridente del hierro raspando
contra el piso, logrando desde el comienzo del relato una sensación de molestia
e incomodidad en el espectador. La estructura narrativa será completamente
lineal y el drama se desarrollara de una manera sutil casi imperceptible. En
una observación superficial del material, tendremos la sensación de que la
narración se estanca en aquella ciénaga a la que hace referencia el título de la
obra. Pero el recorrido será por otro lado. Habrá una construcción muy profunda
de los personajes que quizás nos haga pensar en el trabajo de otro compañero
que ya ha pasado por estas mesas, que no es otro que Michelangelo Antonioni.
Lucrecia Martel, tomara el camino más difícil, más laborioso, quizás el más
artístico. Hará avanzar el drama no a través de lo que los personajes dicen o
accionan, sino a través de lo que callan, a través de lo sugerido en aquel
letargo que aparenta su existencia. Sentiremos las máscaras amenazando con su
caída todo el tiempo. El vértigo de la explosión inminente. Temeremos seguir
escarbando en aquel lodo y descubrir en un espanto a la rata muerta en los geranios.
Lucas
Itze.-
Canción post editorial
También escuchamos algo de Intoxicados
Recordamos también a los Bandidos Rurales
También sonó Almafuerte
Homenajeamos a uno de los mejores discos de la década
Nos despedimos, caminando por la ciudad
FICHA TECNICA
Título
original: La ciénaga
Año:
2001
Duración:
102 min.
País:
Argentina
Director:
Lucrecia Martel
Guión:
Lucrecia Martel
Música:
Herve Guyader & Emmanuel Croset
Fotografía:
Hugo Colace
Reparto:
Graciela Borges, Mercedes Morán, Martín Adjeiman, Leonora Balcarce, Diego
Baenas, Silvia Bayel, Sofía Bertolotto
Sinopsis
Dos
familias -una de clase media urbana y otra de productores rurales en
decadencia- se entrecruzan en el sopor provinciano de una Salta caótica e
inmutable, donde nada sucede pero todo está a punto de estallar.
PELICULA COMPLETA
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