Programa 74 (19-09-2014)
EDITORIAL
El ruido de
las máquinas retumba lentamente en mi cabeza. Sonidos de diferente índole
marcan el paso del tiempo, y ralentizan las agujas del reloj. Alguna que otra
gota de sudor recorre mi frente, para suicidarse vilmente contra el piso, ante
mi mirada perdida. De pronto, suena una alarma. Es hora de partir. Pero no, lo
que parece real, no es más que un sueño. La alarma que suena, indica que me
tengo que ir a trabajar, como cada mañana, para que ese sueño, se vuelva a
hacer realidad.
No hay
tiempo para quedarse un segundo más acostado, un desayuno a las corridas será
el comienzo de un nuevo día. La parada del colectivo, el próximo paso.
Nuevamente
veo las mismas aburridas caras con sus muecas tristes, vagando en alguna red
social, intentando notificarse más, para tener algo que comentar de sus
miserables vidas. Mientras tanto, el chofer del colectivo nos mira con aires de
superioridad, y como tantas otras veces, nos deja con la mano levantada,
esperando que frene.
Minutos
después, ya estoy en viaje. El colectivo está abarrotado de gente, pero algunos
intentan subir igual. Los cuerpos se apretujan, formando una masa uniforme de
diferentes colores. El viaje se hace lento, como de costumbre, unos se quejan
de algún empujón, otros hablan en voz alta, como si a todos nos interesara su
última conquista. Y algunos, duermen plácidamente en acaso, lo mejor del viaje.
De a poco,
el tránsito empieza a ser insoportable. Los ruidos de las bocinas, suenan como
una banda desafinada, mientras de fondo, se va acercando la sirena de una
ambulancia, como para darle un matiz más tortuoso al viaje. Una vez más, tenemos
que adivinar porque calle seguiremos. Ya no hay dudas, estamos llegando al
microcentro. Los autos forman un tetris perfectamente encastrado, hombres de
traje insultan a motociclistas ávidos de adrenalina, mientras señoras con
bolsas de supermercado cruzan la calle en cualquier lugar.
La policía
desordena un poco más el tráfico, mientras el reloj, esta vez, avanza sin
pausa.
Decido de
una vez por todas ponerle fin a este suplicio y bajar, para seguir caminando.
Haré una pequeña pausa para comprar alguna gaseosa y sentirme estafado una vez
más. Me cruzaré con sonrisas infames, denunciaré miradas pétreas, esquivaré
trajes de etiqueta.
Pensaré en
verde, analizaré en amarillo pero nuevamente, cruzaré en rojo.
Finalmente
llego a destino, cruzo los portones de la gran fábrica para empezar con la
maldita rutina de siempre. Otra vez se escuchan los ruidos de máquinas, las
agujas que no avanzan y una nueva gota que se suicida temerariamente. Vuelvo a
pensar en la hora de partir, pero esta vez, de alguna forma más radical, de
tomar el coraje suficiente para que llegue el momento de escaparme de esta
maldita Metrópolis.
Marcelo De
Nicola
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
SOBRE METROPOLIS
¿Y si de
verdad llegara el día en que dijeran basta? ¿Y si patearan, sin ningún
preámbulo, sin dar ningún indicio, aquel tablero mísero de las limosnas? Las
calles se inundarían de toda nuestra hipocresía. Desbordarían las vidrieras,
chorrearían los edificios, se ahogarían al instante todas las entidades
bancarias. Hipocresía de seguir acreditando las reglas del juego, de hacer de
la distribución equitativa de las riquezas solo una teoría y no dejar la vida
en aquel objetivo. La máquina ha vencido, y en su triunfo ha devorado la
belleza de tipos excluidos, ha esclavizado sus tiempos, ha extirpado sus horas
de ocio, ha escupido sobre sus minutos creativos, ha olvidado por completo
todos sus derechos. Los ha condenado desde lo estético, ha menospreciado sus
costumbres, sus culturas. Les ha prometido la zanahoria al final de un camino
infinito. Los ha sometido, contándoles sobre aquel collar que aprieta pero no
ahorca, aquella cadena infalible que es el reloj y la maldita rutina. La trampa
es perfecta, no hay peor monstruo que el que no se ve.
Recuerdo, no sin
amargura, aquellas palabras de mi amigo Galeano sobre los nadies: Sueñan las
pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres. Que
algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cantaros la
buena suerte. Pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni nunca. Ni en
lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y
aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o
empiecen el año cambiando la escoba. Los nadies: los hijos de nadie, los dueños
de nada. Los nadies: los ningunos, los ningunueados. Corriendo la liebre,
muriendo la vida, jodidos, rejodidos. Que no son, aunque sean. Que no hablan
idiomas, sino dialectos. Que no hacen arte, sino artesanías. Que no practican
cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no
tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino números. Que no figuran en
la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadie…
que cuestan menos que la bala que los mata.
Y en aquel relato maravilloso desde
lo estético, que es “Metrópolis” de Fritz Lang aparecerán también los nadies,
los desposeídos, el alimento de la máquina. Los veremos dejar sus vidas entre
los hierros calientes, los fuegos que alimentan a esa otra ciudad, a la de la
buena gente, a la de las posibilidades, tal vez. El film pertenecerá a aquel
periodo extraordinario para el arte que fue el expresionismo. Lo descubriremos
en su fotografía, con aquellos encuadres que trabajaran la angulosidad de las figuras.
En este mismo sentido, y a través del efecto pictórico generado por la
comparación objeto – fondo, veremos reflejada la crisis y las angustias sufrida
tanto por los personajes dentro del relato como también por la sociedad alemana
de aquella época. Aquellas puertas interminables, la inmensidad de los
ventanales devoraran a la figura humana, disminuyéndola en un viaje hacia la
nada. El film hablará de la explotación del hombre por el hombre, de aquella
lucha eterna y nefasta, del dueño de los medios de producción y el obrero. Comenzará
con una sentencia que rezara lo siguiente: El mediador entre el cerebro y las
manos ha de ser el corazón. Lo que la película jamás explicará es por qué
algunos nacen cerebros y otros manos, o por que ciertas manos no pueden jamás
desarrollar su cerebro. Sin mencionar, claro está, la supuesta falta de corazón
de ambos.
Quizás al explicar todo esto, la idea de un mediador caiga
produciendo el más sonoro de los ruidos. Los obreros se organizaran gracias a
María, quien a través de la fe, los incitará a la paciente espera del mediador,
representado por Freder, hijo de Johan Fredersen, dueño de las máquinas que mantienen la ciudad. Al tomar cuenta de
esta organización, Johan suplanta a María por el Ser – Máquina, y aquí es donde
esta mesa toma distancia de quien relata. La nueva María, con mucha más vida en
sus ojos, con aquella picardía interesante, llamara a destruir las máquinas,
alertara sobre lo absurdo de aquella idea del mediador que nunca llega y
pregonará a los gritos la unión de mujeres y hombres para la lucha por una vida
mejor y más justa, que no es otra cosa que la lucha por sus derechos. El film
demonizará este punto de vista argumentando que la María original hablaba de
paz y no de asesinato. Quienes hacemos este programa, optamos abiertamente por
la ultima María. Nos declaramos a favor del fuego que regala su mirada, de la
pasión de sus palabras y entendemos que de lo que habla ella es de libertad, de
matar la opresión, que no es más que matar la máquina. Preferimos,
sinceramente, morir por nuestros derechos y nuestras ideas, con la gente que
amamos, con los que son parte de nuestra lucha antes que esperar entre suspiros
y maldiciones la llegada del mediador. Para ellos les dejamos el mundo pensado
por otros, sin más pasiones que una torpe taquicardia.
Lucas
Itze.-
Canción post análisis
En este programa homenajeamos a The Kinks
A Well Respected Man
También sonó Sunny Afternoon
Y uno de sus grandes temas
Y nos fuimos con Lola
FICHA
TECNICA
Título original: Metropolis
Año: 1927
Duración: 153 min.
País: Alemania
Director: Fritz Lang
Guión: Thea von Harbou
Música: Bernd
Schultheis & Gottfried Huppertz
Fotografía: Karl
Freund & Günther Rittau (B&W)
Reparto: Gustav
Fröhlich, Brigitte Helm, Alfred Abel, Rudolf Klein-Rogge, Fritz Rasp, Theodor
Loos, Heinrich George, Fritz Alberti, Grete Berger, Heinrich Gotho, Georg John,
Olaf Storm
SINOPSIS
Futuro, año 2000. En la megalópolis de Metrópolis la
sociedad se divide en dos clases, los ricos que tienen el poder y los medios de
producción, rodeados de lujos, espacios amplios y jardines, y los obreros,
condenados a vivir en condiciones dramáticas recluidos en un gueto subterráneo,
donde se encuentra el corazón industrial de la ciudad. Un día Freder (Alfred
Abel), el hijo del todoperoso Joh Fredersen (Gustav Frohlich), el hombre que
controla la ciudad, descubre los duros aspectos laborales de los obreros tras
enamorarse de María (Brigitte Helm), una muchacha de origen humilde, venerada
por las clases bajas y que predica los buenos sentimientos y al amor. El hijo
entonces advierte a su padre que los trabajadores podrían rebelarse…
PELICULA COMPLETA
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