miércoles, 15 de octubre de 2014

METROPOLIS

Programa 74 (19-09-2014)


EDITORIAL

El ruido de las máquinas retumba lentamente en mi cabeza. Sonidos de diferente índole marcan el paso del tiempo, y ralentizan las agujas del reloj. Alguna que otra gota de sudor recorre mi frente, para suicidarse vilmente contra el piso, ante mi mirada perdida. De pronto, suena una alarma. Es hora de partir. Pero no, lo que parece real, no es más que un sueño. La alarma que suena, indica que me tengo que ir a trabajar, como cada mañana, para que ese sueño, se vuelva a hacer realidad.
No hay tiempo para quedarse un segundo más acostado, un desayuno a las corridas será el comienzo de un nuevo día. La parada del colectivo, el próximo paso.
Nuevamente veo las mismas aburridas caras con sus muecas tristes, vagando en alguna red social, intentando notificarse más, para tener algo que comentar de sus miserables vidas. Mientras tanto, el chofer del colectivo nos mira con aires de superioridad, y como tantas otras veces, nos deja con la mano levantada, esperando que frene.
Minutos después, ya estoy en viaje. El colectivo está abarrotado de gente, pero algunos intentan subir igual. Los cuerpos se apretujan, formando una masa uniforme de diferentes colores. El viaje se hace lento, como de costumbre, unos se quejan de algún empujón, otros hablan en voz alta, como si a todos nos interesara su última conquista. Y algunos, duermen plácidamente en acaso, lo mejor del viaje.


De a poco, el tránsito empieza a ser insoportable. Los ruidos de las bocinas, suenan como una banda desafinada, mientras de fondo, se va acercando la sirena de una ambulancia, como para darle un matiz más tortuoso al viaje. Una vez más, tenemos que adivinar porque calle seguiremos. Ya no hay dudas, estamos llegando al microcentro. Los autos forman un tetris perfectamente encastrado, hombres de traje insultan a motociclistas ávidos de adrenalina, mientras señoras con bolsas de supermercado cruzan la calle en cualquier lugar.
La policía desordena un poco más el tráfico, mientras el reloj, esta vez, avanza sin pausa.
Decido de una vez por todas ponerle fin a este suplicio y bajar, para seguir caminando. Haré una pequeña pausa para comprar alguna gaseosa y sentirme estafado una vez más. Me cruzaré con sonrisas infames, denunciaré miradas pétreas, esquivaré trajes de etiqueta.
Pensaré en verde, analizaré en amarillo pero nuevamente, cruzaré en rojo.
Finalmente llego a destino, cruzo los portones de la gran fábrica para empezar con la maldita rutina de siempre. Otra vez se escuchan los ruidos de máquinas, las agujas que no avanzan y una nueva gota que se suicida temerariamente. Vuelvo a pensar en la hora de partir, pero esta vez, de alguna forma más radical, de tomar el coraje suficiente para que llegue el momento de escaparme de esta maldita Metrópolis.

Marcelo De Nicola

Canción elegida para la editorial



IMPRESIONES SOBRE METROPOLIS


¿Y si de verdad llegara el día en que dijeran basta? ¿Y si patearan, sin ningún preámbulo, sin dar ningún indicio, aquel tablero mísero de las limosnas? Las calles se inundarían de toda nuestra hipocresía. Desbordarían las vidrieras, chorrearían los edificios, se ahogarían al instante todas las entidades bancarias. Hipocresía de seguir acreditando las reglas del juego, de hacer de la distribución equitativa de las riquezas solo una teoría y no dejar la vida en aquel objetivo. La máquina ha vencido, y en su triunfo ha devorado la belleza de tipos excluidos, ha esclavizado sus tiempos, ha extirpado sus horas de ocio, ha escupido sobre sus minutos creativos, ha olvidado por completo todos sus derechos. Los ha condenado desde lo estético, ha menospreciado sus costumbres, sus culturas. Les ha prometido la zanahoria al final de un camino infinito. Los ha sometido, contándoles sobre aquel collar que aprieta pero no ahorca, aquella cadena infalible que es el reloj y la maldita rutina. La trampa es perfecta, no hay peor monstruo que el que no se ve. 


Recuerdo, no sin amargura, aquellas palabras de mi amigo Galeano sobre los nadies: Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres. Que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cantaros la buena suerte. Pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni nunca. Ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando la escoba. Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ningunueados. Corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos. Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no hacen arte, sino artesanías. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino números. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadie… que cuestan menos que la bala que los mata. 


Y en aquel relato maravilloso desde lo estético, que es “Metrópolis” de Fritz Lang aparecerán también los nadies, los desposeídos, el alimento de la máquina. Los veremos dejar sus vidas entre los hierros calientes, los fuegos que alimentan a esa otra ciudad, a la de la buena gente, a la de las posibilidades, tal vez. El film pertenecerá a aquel periodo extraordinario para el arte que fue el expresionismo. Lo descubriremos en su fotografía, con aquellos encuadres que trabajaran la angulosidad de las figuras. En este mismo sentido, y a través del efecto pictórico generado por la comparación objeto – fondo, veremos reflejada la crisis y las angustias sufrida tanto por los personajes dentro del relato como también por la sociedad alemana de aquella época. Aquellas puertas interminables, la inmensidad de los ventanales devoraran a la figura humana, disminuyéndola en un viaje hacia la nada. El film hablará de la explotación del hombre por el hombre, de aquella lucha eterna y nefasta, del dueño de los medios de producción y el obrero. Comenzará con una sentencia que rezara lo siguiente: El mediador entre el cerebro y las manos ha de ser el corazón. Lo que la película jamás explicará es por qué algunos nacen cerebros y otros manos, o por que ciertas manos no pueden jamás desarrollar su cerebro. Sin mencionar, claro está, la supuesta falta de corazón de ambos. 


Quizás al explicar todo esto, la idea de un mediador caiga produciendo el más sonoro de los ruidos. Los obreros se organizaran gracias a María, quien a través de la fe, los incitará a la paciente espera del mediador, representado por Freder, hijo de Johan Fredersen, dueño de las máquinas  que mantienen la ciudad. Al tomar cuenta de esta organización, Johan suplanta a María por el Ser – Máquina, y aquí es donde esta mesa toma distancia de quien relata. La nueva María, con mucha más vida en sus ojos, con aquella picardía interesante, llamara a destruir las máquinas, alertara sobre lo absurdo de aquella idea del mediador que nunca llega y pregonará a los gritos la unión de mujeres y hombres para la lucha por una vida mejor y más justa, que no es otra cosa que la lucha por sus derechos. El film demonizará este punto de vista argumentando que la María original hablaba de paz y no de asesinato. Quienes hacemos este programa, optamos abiertamente por la ultima María. Nos declaramos a favor del fuego que regala su mirada, de la pasión de sus palabras y entendemos que de lo que habla ella es de libertad, de matar la opresión, que no es más que matar la máquina. Preferimos, sinceramente, morir por nuestros derechos y nuestras ideas, con la gente que amamos, con los que son parte de nuestra lucha antes que esperar entre suspiros y maldiciones la llegada del mediador. Para ellos les dejamos el mundo pensado por otros, sin más pasiones que una torpe taquicardia.

Lucas Itze.- 

Canción post análisis


En este programa homenajeamos a The Kinks


A Well Respected Man


También sonó Sunny Afternoon


Y uno de sus grandes temas


Y nos fuimos con Lola


               

FICHA TECNICA

Título original: Metropolis
Año: 1927
Duración: 153 min.
País: Alemania
Director: Fritz Lang
Guión: Thea von Harbou
Música: Bernd Schultheis & Gottfried Huppertz
Fotografía: Karl Freund & Günther Rittau (B&W)
Reparto: Gustav Fröhlich, Brigitte Helm, Alfred Abel, Rudolf Klein-Rogge, Fritz Rasp, Theodor Loos, Heinrich George, Fritz Alberti, Grete Berger, Heinrich Gotho, Georg John, Olaf Storm

SINOPSIS

Futuro, año 2000. En la megalópolis de Metrópolis la sociedad se divide en dos clases, los ricos que tienen el poder y los medios de producción, rodeados de lujos, espacios amplios y jardines, y los obreros, condenados a vivir en condiciones dramáticas recluidos en un gueto subterráneo, donde se encuentra el corazón industrial de la ciudad. Un día Freder (Alfred Abel), el hijo del todoperoso Joh Fredersen (Gustav Frohlich), el hombre que controla la ciudad, descubre los duros aspectos laborales de los obreros tras enamorarse de María (Brigitte Helm), una muchacha de origen humilde, venerada por las clases bajas y que predica los buenos sentimientos y al amor. El hijo entonces advierte a su padre que los trabajadores podrían rebelarse…

PELICULA COMPLETA




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