SINOPSIS
Segundo cortometraje de David Lynch, producido con el dinero que obtuvo
con el primero, "Six Men Getting Sick" y basado en una pesadilla
real. Una chica (Peggy Lynch) está tumbada en la cama, mientras el sonido de
unos niños cantando "A ,B, C" se escucha de fondo. Después vemos una
secuencia abstracta animada mostrando las letras A-Z en una secuencia con
varios fondos. (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
Abrió la ventana y una horda de letras entró con furia
Buscaron un cuerpo del cual adueñarse
Creyeron firmemente en ser la voz de alguien que nunca la
tuvo
Dormida empezó a balbucear ciertos vocablos
Eterno era el invierno en esa habitación
Frío sentía su moreno cuerpo cubierto de frazadas
Gozaba, eso sí, de un colchón bastante cómodo para dormir
placenteramente
Hermosos sueños le arrancaban una sonrisa
Imposible que esas imágenes se transformen en realidad
Junto a su madre transitaban un frondoso bosque
Kilos de frutos eran extirpados entre juegos y sonrisas
Luminoso, el sol penetraba con sus rayos eternos
Mientras tanto, murmuraba entre dientes términos
inentendibles
Nunca nadie le prestó atención ni a una sílaba y ahora…
Ñoquis de letras amasadas unas tras otras
Oraciones enteras que circulaban por sus labios
Palabras que por obra y gracia del destino estaban ahí
presentes
Quién pudiera obrar semejante milagro
Rumió una última frase y despertó de repente como agitada
Sollozó y en cuestión de segundos se dio cuenta que
parecía un diccionario abierto
Tiempo le llevó entender que había pasado
Unos minutos después comprendió que tenía un don especial
Viajó por su mente y recordó toda su película
Wésterns donde siempre la bala quedaba en el gatillo
Xenófobos y racistas comentarios que violentaban su
inocencia
Yutas sin licencia que osaron amedrentarla
Zarpó entonces con la frente en alto imaginando otro
alfabeto para su nueva vida
Marcelo De Nicola.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES SOBRE EL ALFABETO
De todas formas, ¿Cuál es la forma? Porque bueno, de más está decir que la forma existe. Hay formas. Miremos con los ojos que miremos, podemos ponernos de acuerdo sobre la insistencia de la forma en destacarse, en sobresalir. Es como aquel estudiante que teme no ser visto y a costa de este atroz sentimiento, destina toda su energía a hacerse ver, a hacer forma. Vivimos en un mundo repleto de formas, que se contrastan con otras y que juegan al juego de deformar otras formas. Vivimos en un mundo material, en contraposición a aquel mundo volátil de las ideas y categorías primarias, vivimos en un mundo colmado de cosas. Pero bueno, bien sabemos que esas cosas no son solo cosas. Esas cosas tienen un sentido, a veces más próximo, a veces más lejano, y ese sentido se relaciona íntimamente con su diseño, con su movimiento, con su aspecto. Hay diseños que son propios de la naturaleza y otros que buscan imitarla. Hay diseños únicos, hay formas que buscan escapar de las formas y en su desesperación de retirada del mundo de las categorías crean así, otras formas. Pero la pregunta nuevamente no es otra sino, ¿Cuál es la forma? Para dar esta respuesta podemos tomar diferentes caminos. Podríamos citar diversos autores, personas con distintas formaciones, que dieron forma a otras formas. “Personas con distintas formaciones” ¿será que el ser existe sin forma? ¿Será que la forma la va adquiriendo con su devenir? O ¿será que la idea de forma, se deforma al tomar intereses descriptivos diversos, a responder a necesidades particulares que la interpelan no desde su esencia originaria y primaria sino desde su función clasificadora?
Podemos hablar también de la forma teniendo en cuenta su reminiscencia con la naturaleza, sobre aquella memoria de lo natural, sobre aquella conexión que aún el propio diseño conserva. Sin duda la arquitectura ha sido una de las áreas del pensamiento encargadas de estudiar y definir la forma. En su manera más básica, han llegado a la conclusión de que la forma podría entenderse como la matriz de un objeto. Lo cierto, en esta instancia, es que nadie ES sin forma. Nadie. Ni el objeto que la posee, ni el diseñador que la imagina, ni el pensador que la define. Vivimos en un mundo de formas, pero antes de la forma, está la palabra. La palabra es el límite en la infernal tempestad de sombras que es la existencia. Para nombrar una posible forma de la existencia acabamos de decir “infernal tempestad de sombras”. Palabras que limitan, que separan de un todo uniforme. Palabras que diseñan una imagen y de este modo dan existencia. Palabras que nombran al que nombra la palabra. Palabras que hablan desde la ausencia porque tienen la pura certeza que fuera del texto solo hay nada. Lo innombrable, es taxativamente disuelto en su entidad. Al individuo que nace, que abre los ojos al mundo por primera vez, se lo llena de palabras. Se lo define con palabras que por contraste, por ser esto y no aquello otro, lo introducen en un mundo de categorías. Ahora es y tiene forma. La palabra limita, detiene y es por todo esto que tranquiliza. El yo siempre es liviano, dividido y disperso, necesita de la seguridad de la lengua para definirse, nos dirá Barthes.
Por su parte Nietzsche
reflexionará aquello de que el hombre, desde la soberbia del conocimiento
y su perversa compulsión opresora respecto de las demás especies, de
otros sistemas, motivado por su orgullo, imita a dios generando sentido a
través del lenguaje. Conoce entonces solo lo que nombra, crea significación,
crea verdad, una verdad igual de arbitraria y por eso lábil, como el lenguaje
del que se sirve. David Lynch jugará
con esta idea, o desde este lugar nos gusta creer que lo hace, en su
cortometraje The Alphabet. El film
corresponderá a su etapa de experimentación con mixtura entre las pinturas
animadas y escenas desarrolladas en sets. Será la etapa de juego más importante
de David, sus primeros pasos.
Asistiremos al genio conociendo sus herramientas, entendiendo que lo importante
es la idea y tener la paciencia necesaria para atrapar aquel pez dorado. Habrá
surrealismo, habrá arte gótico, estará Lynch
siempre, en cada imagen, en cada sonido. Habrá un nacimiento en el relato, un
nacimiento sin forma. La expectativa empezará a dibujar de a poco un rostro, un
rostro que será parte de otros rostros ya conocidos. La palabra empezará a
aparecer con el abecedario, será la cura y la pesadilla. Lo nuevo tomará la
forma de lo ya dicho. Luchará de esta manera para existir, entregando su brillo
más sagrado a la reducción de la interpretación de quien observa, de quien
nombra, de la temible mirada del otro. Habrá una voz maternal que dirá: Recuerda
que te relacionas con la forma humana. Será nacimiento y muerte en simultáneo. Asistiremos a aquello que
se da y se quita en el mismo instante. Todo será lúgubre y divertido a la vez. El
juego no cesará, la muerte tampoco.
Lucas Itze.-
Canción post impresiones
UNIVERSO LYNCH
Decir David Lynch es decir surrealismo. Después de un debut en una película animada titulada Seis hombres enfermos en 1966, siguió con un par de cortos, pero no hasta el año 1977 donde se daría a conocer con la rarísima Cabeza borradora, película surrealista y sombría filmada en blanco y negro. Para Stanley Kubrick, una de sus películas favoritas de todos los tiempos. Gracias a esto, atrajo la atención del productor Mel Brooks, quien lo contrató para dirigir El hombre elefante. La catarata de nominaciones y premios que albergó la película (una de las mejores de los ´80), habla a las claras de que Brooks estaba en lo cierto. 8 nominaciones al Oscar (incluído dirección y guión adaptado) y un Bafta a mejor película.
Cuatro años después llegó Dune, su primer fiasco, una multi producción que no tuvo éxito ni en la taquilla ni en la crítica. En 1986 llegó Blue Velvet, lo que terminó de erigir en uno de los grandes directores de la época, otra nominación al Oscar como mejor director, no estuvo nominada a mejor película, a pesar de que Woody Allen, ganador por Hannah y sus hermanas, haya declarado que era la mejor película del año. Después de una par de películas para la Tv, llegó Corazón salvaje, una cinta con críticas buenas y malas pero que le valió la Palma de Oro en Cannes. Luego creó una de la series más aplaudidas de los 90, como fue Twin Peaks (con su película incluída, que fue nominada a la Palma de Oro en Cannes).
En 1997 filma otra obra maestra: Carretera perdida, donde el surrelismo al que nos tiene tan acostumbrado mezclado con el cine negro que pocos como él lo manejan. En 1999 dirige Una historia sencilla, demostrando que Lynch también puede contar historias normales, y hacerlo con gran calidad. Otra nominación en Cannes, un clásico para el a esta altura. El comienzo del siglo XXI lo encontró con otra obra cumbre: El camino de los sueños (Mulholland Drive). Una de las películas más extrañas, pero que demuestra que la marca David Lynch está en su mejor momento. Nueva nominación como mejor director en los Oscar, premio que sí consiguió en Cannes.
En 2006 dirigió INLAND EMPIRE, otra obra surrelista que dejó críticas de las mejores, y también de las peores… A partir de ahí, sólo se dedicó a filmar cortos, y documentales. Veremos si uno de los reyes del surrealismo aparece de nuevo.
FICHA TÉCNICA
Título original: The Alphabet
Año: 1968
Duración: 4 min.
País: Estados Unidos
Dirección: David Lynch
Guion: David Lynch
Reparto: Animación, Peggy Lynch
Fotografía: Animación, David Lynch (B&W)