lunes, 30 de junio de 2014

MULHOLLAND DRIVE

Programa 47 (03-03-2013)

Enlace del programa: https://www.youtube.com/watch?v=sSgFXhcXLDs

EDITORIAL

Esta noche lamentaré la luna. Sí. Lamentaré la luna y su piel. Lamentaré la luna y su piel pero su risa ya no será la de aquella sirena. Esta vez pasará desapercibido ese sonido que parece agraciado por alguna fuerza extraña, aun durante alguna efímera distracción mía. Aun lamentando la luna. Entonces incursionaré mar adentro, en un barco de papel, a las penumbras de mi ser y no oiré nada. No veré nada ni a nadie, ni siquiera a mí mismo. No me reconoceré moralmente exitoso al finalizar la velada. Seré piedra por fuera. Estaré seguro de aquel viaje y la veracidad de su éxito será comprobable. Hasta juraré que pensaba en vos. Lamentaba la luna y pensaba en vos. La marea se agitaba y el barco se envalentonaba de atravesar la dócil marea. Daré cuenta al que se me acerque de lo fácil que puede uno hacerse de sus miedos y sus errores para luego agradecer ese lamento. Quizás este a tiempo de tener que lamentar esta luna. Podré evitarlo borrando el tiempo para que el futuro no llegue nunca. Debería ser así y no llegará el momento de lamentar esta luna. Y no habría sirena. No habría efímera distracción, moral, mareas, barcos. No habría mar. Pero entonces tampoco habría miedos, errores ni lamentos. Habría mucho de nada, poco de vida.


Decididamente tendré que lamentar esta luna una vez más y será la última de estas lunas. Sera vida y será perfecto. Las paredes de la habitación atesoraran para siempre aquellos destellos de luz, y será cierto. Habrá un camino hacia atrás y por delante un sitio esperándome dar asilo. Siempre habrá un lugar a donde llegar de este modo. Dejare que el papel se comporte de manera natural, primero se mojará, dejará de tener forma de barco y luego se hundirá. Recién ahí saldré a flote, agitado. Tragando bocanadas de aire. Y el papel estará sobre aquella misma mesa esperando palabras sinceras de una vez por todas. La mesa en medio de la habitación. La habitación vacía y yo distraído, tratando de despertar alguna luna nueva, buscando nuevos miedos, atravesando otras mareas, besando a otras sirenas en el mismo lugar de siempre, quizás en otros; eso nunca se sabe cuando uno se sumerge por completo y se deja perder en el camino de los sueños…

Alan Beneitez

Canción elegida para la editorial



IMPRESIONES SOBRE MULHOLLAND DRIVE


La intuición es sabiduría nos develó en una conferencia sobre la meditación trascendental el propio David Lynch y con eso abrió varias puertas. Fuimos malamente advertidos ante este proceso de conocimiento. Quizás cuando nuestro reino de viejas y sabias arboledas, de inmensos campos verdes, de cielos infinitos, se transformó en esta pequeña parcela que habitamos, quizás cuando resignamos ser dueños del mundo, para levantar estas paredes de frio cemento donde cultivo mi miedo, quizás en aquella mudanza entre lo viejo y lo nuevo, hayamos perdido la intuición y con ella, también, parte de sabiduría. Para la psicología, la intuición, es el conocimiento que no sigue un camino racional en su construcción y formulación, por lo tanto no puede explicarse o, incluso, verbalizarse. 


Suelen presentarse frecuentemente como reacciones emotivas repentinas a determinados sucesos, percepciones o sensaciones. Sin duda esto que describimos, es el mundo Lynchiano. Será la intuición quien guie al propio director en su proceso creativo, tendrá esa maldita libertad que nos hará sentir un poco más miserables a los que le pedimos permiso al pie derecho para mover el izquierdo. Será la intuición la que gobierne cada escena, la que dicte la estructura narrativa. Será la intuición, nuestra única arma como espectadores para atravesar aquel oscuro bosque que son los films de Lynch. William Shakespeare escribió aquel desgarrador soliloquio donde Hamlet meditaba, taciturno, lo siguiente: Morir, dormir, no despertar más nunca, poder decir todo acabo; en un sueño sepultar para siempre los dolores del corazón, los mil y mil quebrantos que heredó nuestra carne. ¡Quien no ansiaría concluir así! Morir… quedar dormidos… Dormir… tal vez soñar! No cabe duda, que sobre estos cimientos se levanta gran parte de la filmografía de David Lynch. Aquellas filosas palabras, desgarran también, los sueños de Diana, protagonista de “Mulholland Drive” inmensamente representada por Noami Watts, quizás su mayor interpretación hasta el momento. 


El comienzo del film nos dará algunas pistas para transitar su curva dramática. Igualmente, el desconcierto vendrá pronto a nuestro encuentro. Destruirá certezas, teorías, pondrá en jaque nuestros conocimientos previos. Aquel vendaval nos atemorizará. Nos sentiremos nuevos frente a semejante obra. Será, entonces, cuando dejemos de luchar contra ella, cuando realmente comencemos a disfrutarla. Nos dejaremos llevar a través de su corriente y confiaremos en la intuición cuando tengamos la necesidad de pisar sobre suelo firme. David Lynch nos propone, nuevamente desde un ambiente con tintes surrealista, un relato de estructura no lineal. Tomarán las riendas de aquel universo el desplazamiento y la condensación, fuerzas que gobiernan el inconsciente, según la teoría freudiana. Y no estará mal. El relato sucede dentro de aquel espectro delimitado por el sueño, que no es otra cosa que una de las tantas maneras que encuentra el inconsciente para expresarse. Veremos dentro de este sueño, caracteres que cambian de nombre     repentinamente, terribles dualidades en sus personalidades, interminables repeticiones verbales de afecto desplazado. 


En algún momento, desde un escenario, alguien nos jurará que todo está grabado, que no hay banda. Que todo es una ilusión, aunque eso no nos tranquilizara, porque entenderemos las lágrimas de Diana como genuinas, a pesar de la mentira evidente. Las cosas irán empeorando, el film cambiara su paleta de colores de cálidos a fríos helando tanto la imagen como nuestro espíritu. Nos sumergiremos un poco en las frivolidades hollywoodenses y Lynch, en pocas imágenes, nos contará que el dinero no es la clave si la caja de ideas está vacía. Nos quedaremos con ese consejo, por lo menos los que soñamos alguna vez contar lo que sentimos a través de una película. Intentaremos seguir con la mente clara para que las ideas fluyan y apelaremos a nuestra sensibilidad para poder pescarlas. Defenderemos nuestro sueño, a pesar del dinero y de cualquier contratiempo. Soñaremos todo el tiempo, por más que los hijos del razonamiento insistan en mostrarnos los débiles hilos de nuestras ideas, intentando convertir toda nuestra magia en una horrible pesadilla.-

Lucas Itze.-

Canción post análisis


Nos encargamos de guardar algunos secretos pasadizos...


Y escuchamos algo de Zeppelin


Y todos seguimos pensando en La Llave


Y nos despedimos pensando si esto que pasó... no lo soñamos


FICHA TÉCNICA

Título original: Mulholland Drive
Año: 2001
Duración: 147 min.
País: Estados Unidos
Director: David Lynch
Guión: David Lynch
Música: Angelo Badalamenti
Fotografía: Peter Deming

Reparto: Naomi Watts, Laura Elena Harring, Justin Theroux, Ann Miller, Robert Forster, Brent Briscoe, Jeannie Bates, Melissa George, Dan Hedaya, Lori Heuring, Billy Ray Cyrus, Rena Riffel, Katharine Towne

Argumento

Betty, una joven aspirante a actriz llegada desde Ontario, se instala en Hollywood, en la casa de una tía que se marcha para hacer una película. En la casa se encuentra con Rita, una morena que, escapando de un secuestro, tuvo un accidente en Mulholland Drive, quedó amnésica, y se escondió allí.
Por otra parte, Adam, director de cine, está realizando un casting para dirigir su próxima película, aunque una extraña mafia le obliga a elegir a su actriz protagónica: Camilla Rhodes. Adam pasa por varios momentos en los que es amenazado para que la contrate, desde un mafioso italiano, hasta un extraño vaquero, a la vez que también descubre que su mujer lo engaña con el limpiador de la piscina.
Mientras, Betty ayuda a Rita a descubrir quién es, lo único que tienen son varios fajos de billetes de dólares y una llave azul. Rita recuerda el nombre de Dianna Selwyn, y después de intentar llamarla por teléfono deciden ir hasta la casa. Llegan al apartamento12 pero una vecina les dice que ahora se mudó al apartamento número 17. Una vez que logran entrar descubren que en la cama yace un cadáver y ambas salen corriendo.
Rita decide cortarse el pelo y ponerse una peluca rubia para que nadie la encuentre, luego de dormir juntas, se despierta diciendo unas palabras y recuerda un lugar: el Club Silencio. Allí hay un ilusionista, y una cantante que termina desmayada, mientras ambas lloran. Descubren en el bolso una caja negra donde va la llave que tiene Rita. Cuando llega Betty a la casa, la imagen de Rita desaparece. La casa se convierte en el departamento de Dianna, y aparece el vaquero que le dice: Preciosa, es hora de despertar…
De vuelta en la realidad, Dianna, tal su nombre real, va a una fiesta realizada por Adam y su novia, Camilla, el verdadero nombre de Rita. Ella llega a la fiesta, que en realidad era el compromiso de Adam y Camilla. Embriagada de tristeza, decide vengarse…

Trailer


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