Enlace del programa: https://www.youtube.com/watch?v=sSgFXhcXLDs
EDITORIAL
Esta
noche lamentaré la luna. Sí. Lamentaré la luna y su piel. Lamentaré la luna y
su piel pero su risa ya no será la de aquella sirena. Esta vez pasará
desapercibido ese sonido que parece agraciado por alguna fuerza extraña, aun
durante alguna efímera distracción mía. Aun lamentando la luna. Entonces
incursionaré mar adentro, en un barco de papel, a las penumbras de mi ser y no
oiré nada. No veré nada ni a nadie, ni siquiera a mí mismo. No me reconoceré
moralmente exitoso al finalizar la velada. Seré piedra por fuera. Estaré seguro
de aquel viaje y la veracidad de su éxito será comprobable. Hasta juraré que
pensaba en vos. Lamentaba la luna y pensaba en vos. La marea se agitaba y el
barco se envalentonaba de atravesar la dócil marea. Daré cuenta al que se me
acerque de lo fácil que puede uno hacerse de sus miedos y sus errores para
luego agradecer ese lamento. Quizás este a tiempo de tener que lamentar esta
luna. Podré evitarlo borrando el tiempo para que el futuro no llegue nunca.
Debería ser así y no llegará el momento de lamentar esta luna. Y no habría
sirena. No habría efímera distracción, moral, mareas, barcos. No habría mar.
Pero entonces tampoco habría miedos, errores ni lamentos. Habría mucho de nada,
poco de vida.
Decididamente tendré que lamentar esta luna
una vez más y será la última de estas lunas. Sera vida y será perfecto. Las
paredes de la habitación atesoraran para siempre aquellos destellos de luz, y
será cierto. Habrá un camino hacia atrás y por delante un sitio esperándome dar
asilo. Siempre habrá un lugar a donde llegar de este modo. Dejare que el papel
se comporte de manera natural, primero se mojará, dejará de tener forma de
barco y luego se hundirá. Recién ahí saldré a flote, agitado. Tragando
bocanadas de aire. Y el papel estará sobre aquella misma mesa esperando
palabras sinceras de una vez por todas. La mesa en medio de la habitación. La
habitación vacía y yo distraído, tratando de despertar alguna luna nueva,
buscando nuevos miedos, atravesando otras mareas, besando a otras sirenas en el
mismo lugar de siempre, quizás en otros; eso nunca se sabe cuando uno se
sumerge por completo y se deja perder en el camino de los sueños…
Alan
Beneitez
Canción elegida para la editorial
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
SOBRE MULHOLLAND DRIVE
La
intuición es sabiduría nos
develó en una conferencia sobre la meditación trascendental el propio David
Lynch y con eso abrió varias puertas. Fuimos malamente advertidos ante este
proceso de conocimiento. Quizás cuando nuestro reino de viejas y sabias
arboledas, de inmensos campos verdes, de cielos infinitos, se transformó en
esta pequeña parcela que habitamos, quizás cuando resignamos ser dueños del
mundo, para levantar estas paredes de frio cemento donde cultivo mi miedo,
quizás en aquella mudanza entre lo viejo y lo nuevo, hayamos perdido la intuición
y con ella, también, parte de sabiduría. Para la psicología, la intuición, es
el conocimiento que no sigue un camino racional en su construcción y
formulación, por lo tanto no puede explicarse o, incluso, verbalizarse.
Suelen
presentarse frecuentemente como reacciones emotivas repentinas a determinados
sucesos, percepciones o sensaciones. Sin duda esto que describimos, es el mundo
Lynchiano. Será la intuición quien guie al propio director en su proceso
creativo, tendrá esa maldita libertad que nos hará sentir un poco más
miserables a los que le pedimos permiso al pie derecho para mover el izquierdo.
Será la intuición la que gobierne cada escena, la que dicte la estructura
narrativa. Será la intuición, nuestra única arma como espectadores para atravesar aquel oscuro bosque que
son los films de Lynch. William Shakespeare escribió aquel desgarrador
soliloquio donde Hamlet meditaba, taciturno, lo siguiente: Morir, dormir, no despertar más
nunca, poder decir todo acabo; en un sueño sepultar para siempre los dolores
del corazón, los mil y mil quebrantos que heredó nuestra carne. ¡Quien no
ansiaría concluir así! Morir… quedar dormidos… Dormir… tal vez soñar!
No cabe duda, que sobre estos cimientos se levanta gran parte de la filmografía
de David Lynch. Aquellas filosas palabras, desgarran también, los sueños de
Diana, protagonista de “Mulholland Drive” inmensamente
representada por Noami Watts, quizás su mayor interpretación hasta el momento.
El comienzo del film nos dará algunas pistas para transitar su curva dramática.
Igualmente, el desconcierto vendrá pronto a nuestro encuentro. Destruirá
certezas, teorías, pondrá en jaque nuestros conocimientos previos. Aquel
vendaval nos atemorizará. Nos sentiremos nuevos frente a semejante obra. Será,
entonces, cuando dejemos de luchar contra ella, cuando realmente comencemos a
disfrutarla. Nos dejaremos llevar a través de su corriente y confiaremos en la
intuición cuando tengamos la necesidad de pisar sobre suelo firme. David Lynch
nos propone, nuevamente desde un ambiente con tintes surrealista, un relato de
estructura no lineal. Tomarán las riendas de aquel universo el desplazamiento y
la condensación, fuerzas que gobiernan el inconsciente, según la teoría
freudiana. Y no estará mal. El relato sucede dentro de aquel espectro
delimitado por el sueño, que no es otra cosa que una de las tantas maneras que
encuentra el inconsciente para expresarse. Veremos dentro de este sueño, caracteres
que cambian de nombre repentinamente,
terribles dualidades en sus personalidades, interminables repeticiones verbales
de afecto desplazado.
En algún momento, desde un escenario, alguien nos jurará
que todo está grabado, que no hay banda. Que todo es una ilusión, aunque eso no
nos tranquilizara, porque entenderemos las lágrimas de Diana como genuinas, a
pesar de la mentira evidente. Las cosas irán empeorando, el film cambiara su
paleta de colores de cálidos a fríos helando tanto la imagen como nuestro
espíritu. Nos sumergiremos un poco en las frivolidades hollywoodenses y Lynch,
en pocas imágenes, nos contará que el dinero no es la clave si la caja de ideas
está vacía. Nos quedaremos con ese consejo, por lo menos los que soñamos alguna
vez contar lo que sentimos a través de una película. Intentaremos seguir con la
mente clara para que las ideas fluyan y apelaremos a nuestra sensibilidad para
poder pescarlas. Defenderemos nuestro sueño, a pesar del dinero y de cualquier
contratiempo. Soñaremos todo el tiempo, por más que los hijos del razonamiento
insistan en mostrarnos los débiles hilos de nuestras ideas, intentando
convertir toda nuestra magia en una horrible pesadilla.-
Lucas Itze.-
Canción post análisis
Nos encargamos de guardar algunos secretos pasadizos...
Y escuchamos algo de Zeppelin
Y todos seguimos pensando en La Llave
Y nos despedimos pensando si esto que pasó... no lo soñamos
Canción post análisis
Nos encargamos de guardar algunos secretos pasadizos...
Y escuchamos algo de Zeppelin
Y todos seguimos pensando en La Llave
Y nos despedimos pensando si esto que pasó... no lo soñamos
FICHA TÉCNICA
Título
original: Mulholland Drive
Año:
2001
Duración:
147 min.
País:
Estados Unidos
Director:
David Lynch
Guión:
David Lynch
Música:
Angelo Badalamenti
Fotografía:
Peter Deming
Reparto:
Naomi Watts, Laura Elena Harring, Justin Theroux, Ann Miller, Robert Forster,
Brent Briscoe, Jeannie Bates, Melissa George, Dan Hedaya, Lori Heuring, Billy
Ray Cyrus, Rena Riffel, Katharine Towne
Argumento
Betty, una joven aspirante a
actriz llegada desde Ontario, se instala en Hollywood, en la casa de una tía
que se marcha para hacer una película. En la casa se encuentra con Rita, una
morena que, escapando de un secuestro, tuvo un accidente en Mulholland Drive,
quedó amnésica, y se escondió allí.
Por
otra parte, Adam, director de cine, está realizando un casting para dirigir su
próxima película, aunque una extraña mafia le obliga a elegir a su actriz
protagónica: Camilla Rhodes. Adam pasa por varios momentos en los que es
amenazado para que la contrate, desde un mafioso italiano, hasta un extraño
vaquero, a la vez que también descubre que su mujer lo engaña con el limpiador
de la piscina.
Mientras,
Betty ayuda a Rita a descubrir quién es, lo único que tienen son varios fajos
de billetes de dólares y una llave azul. Rita recuerda el nombre de Dianna
Selwyn, y después de intentar llamarla por teléfono deciden ir hasta la casa.
Llegan al apartamento12 pero una vecina les dice que ahora se mudó al
apartamento número 17. Una vez que logran entrar descubren que en la cama yace
un cadáver y ambas salen corriendo.
Rita
decide cortarse el pelo y ponerse una peluca rubia para que nadie la encuentre,
luego de dormir juntas, se despierta diciendo unas palabras y recuerda un
lugar: el Club Silencio. Allí hay un ilusionista, y una cantante que termina
desmayada, mientras ambas lloran. Descubren en el bolso una caja negra donde va
la llave que tiene Rita. Cuando llega Betty a la casa, la imagen de Rita desaparece.
La casa se convierte en el departamento de Dianna, y aparece el vaquero que le
dice: Preciosa, es hora de despertar…
De
vuelta en la realidad, Dianna, tal su nombre real, va a una fiesta realizada
por Adam y su novia, Camilla, el verdadero nombre de Rita. Ella llega a la
fiesta, que en realidad era el compromiso de Adam y Camilla. Embriagada de
tristeza, decide vengarse…
Trailer
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