viernes, 28 de julio de 2017

LA PALABRA - ORDET


EDITORIAL

La montaña está en el mismo lugar de siempre. Pese a la cantidad de veces que escuchamos cierta frase, sigue ahí, apuntando al cielo. Quizás se haya desplazado por algún movimiento tectónico, pero no más que eso. Y al cielo, justamente, apuntan también ciertos rezos implorando algún tipo de ayuda divina. Cuando la ciencia nos da la espalda, buscaremos algún milagro que nos pueda cambiar el destino. Todos sabemos que en nombre de la fe se comercializa y hasta se imponen ciertas religiones o ideologías. La fe teológica, es radicalmente diferente a otro tipo de fe, ya que tendrá que batirse a duelo con las ciencias, que siempre estarán en desventaja, pese a su probabilidad científica. Lo que marcará nuestro camino será nuestra propia fe, la individual, basada en nuestros conocimientos y decisiones. Alguna vez el amigo Miguel de Unamuno dijo “El que tiene fe en sí mismo no necesita que los demás crean en él”. Tomamos esa frase como de vital importancia, ya que un hombre sin fe, es un alma sin vida. Alguien que no cree en sí mismo, perderá la batalla antes de que empiece la guerra. La creencia de los demás, pasará a segundo plano si el que cree es uno mismo. Será ese convencimiento el que nos lleve a ganar nuestras partidas más difíciles. Hasta allá iremos enarbolando la bandera de la esperanza, creyéndonos siempre capaz de sobrepasar cualquier barrera. Será tiempo de empezar a pensar a la fe como algo individual, aunque entendamos que en ciertos momentos nos aferremos a cualquier cosa que encontremos. Hacia allá, mis amigos, apuntan nuestros pensamientos. Les damos la palabra…

Marcelo De Nicola.-

Canción post editorial


 Extraña letra de Massacre


 IMPRESIONES SOBRE ORDET


La fe acude allí donde el pensamiento se detiene. En aquel lugar donde las ideas tropiezan en su enérgico intento de ser discurso de aquello que es y sucede. Sobre aquel lugar oscuro recogerá sus frutos la fe, saciando un hambre poco pretenciosa, con la inmediatez fugaz de una tímida llama arrojada al abismo del conocimiento. En su uso cotidiano, entendemos como fe a la suposición, sin embargo, en el campo religioso, el concepto se encuentra emparentado directamente con la creencia. Será entonces la encargada de la comprensión del mundo metafísico dualista y se gestará ante la incapacidad o imposibilidad de los seres humanos de explicar fenómenos naturales. Ante tal desamparo surgirá el desesperado recurso de la construcción de la deidad y será allí, entonces, la noche más corta. Aparecerá aquel ser superior llamado dios marcando el instante en que la fe se transforme en superstición. El conocimiento, mis queridos amigos, reconoce solamente el mundo de lo finito, el mundo de las apariencias y los fenómenos visibles, aquello que cineastas como Pasolini o Bresson llamaron, quizás apresuradamente, realidad, mientras que la fe, percibe lo eterno, aquel mundo inteligible en sí. 


Será en aquel mundo, en aquel universo, donde la palabra tome un valor de carácter mágico en el binomio de la significación, y entonces, es probable que ya no seamos dueños de nuestra conciencia. Esta disputa, trabajará el director danés Carl Dreyer, en el año 1955 en aquella adaptación de la obra teatral de Kaj Munk llamada Ordet. El film acarreará de la obra teatral la tonalidad en el trabajo actoral, el cual balanceará correctamente el recurso corporal con el dialogado. La fotografía será de una calidad muy poco vista, entregando fotogramas extraordinariamente compuestos, diseñados e iluminados. Estará el lenguaje cinematográfico en su mayor esplendor en cada puesta. Se trabajará por lo general, en locaciones de interiores, lo que favorecerá al pictorialismo evidente en toda la cinta. Su estructura será lineal y estará organizada según la división clásica de los tres actos Aristotélicos. Oscar Wilde, dijo alguna vez no sin ingenio, que cada hombre, en cada instante de su vida, es todo lo que ha sido y todo lo que será. Tal idea, es probable que nos haga pensar en aquel personaje con el cual este grupo de personas poco recomendables que hace este programa, generó más empatía. 


Hablo aquí de Johannes, aquel hombre de lengua filosa, que perdiera la cordura tras la lectura de textos filosóficos, entre ellos los producidos por el amigo Kierkegaard. Sera Johannes el encargado de cuestionar la fe de todos, aun creyéndose el mismo, el propio Cristo y producirá a través de la palabra, lo que todos interpretaran como un milagro. La fe, mis amigos, es un acto abarcador el cual no decidimos. Jamás podremos forzar la fe en algo, aunque en el barrio obliguemos a todos bajo las amenazas pertinentes a llamarnos Cristo. Los que esta mesa ocupamos hoy, carecemos lastimosamente de aquella fe de la que hablamos, aun entendiendo que el porvenir está compuesto de ella. Bien nos gustaría pensar que al final del camino, estarán aquellos a los que amamos, esperándonos en un banquete jamás imaginado. 


Varias angustias menos tendríamos sobre nuestros hombros al aventurar nuestra inmortalidad de aquella forma, imaginando fervientemente aquel festival último de las almas. Muy por el contrario, este programa en más de una ocasión, se ha manifestado a favor de aquella idea Unamuniana de que si de inmortalidad hablamos, preferimos siempre la inmortalidad de bulto y no sombra de inmortalidad. Preferimos ser dueños de nuestra conciencia, aunque el único mérito de todo esto no sea otra cosa más que pena. Todos nos moriremos y no habrá milagro para nosotros que nos convide con el reencuentro. Será nuestra tarea, entonces, hacer de esta fugacidad algo que valga la pena.

Lucas Itze.-

Canción post impresiones



Hablaba de lo bueno que puede ser, tener fe y no tener religión…



UNIVERSO DREYER


Carl Theodor Dreyer tuvo una infancia complicada. Su madre, Josephine Nilsson, era una sirvienta en la granja de Jens Christian Torp en Suecia. Al quedar embarazada, él no quiere tenerlo, por lo que ella vuelve a Dinamarca, y lo abandona una vez nacido para volver a Suecia. Termina en un orfanato, donde antes de los dos años es acogido por la familia Dreyer, aunque su madre adoptiva fallece poco tiempo después. Sus padres adoptivos eran rígidos luteranos y sus enseñanzas probablemente influyeron en la severidad de sus filmes. Desde muy joven le señalaron su privilegiada situación y la idea de que tendría que valerse por sí mismo. 
Su relación con su padre adoptivo, con quien compartían el nombre, nunca fue buena, por eso se crió en un ambiente solitario y hostil, hasta que a los 16 años se fue de la casa. De manera autodidacta, comienza estudios universitarios de historia y arte, y se dedica al periodismo trabajando para diferentes diarios. Es así como, en 1912 entra en contacto con la mayor productora cinematográfica danesa, Nordisk Films, para la que realiza rótulos de películas. Comienza a arreglar argumentos, recomendar novelas para adaptar y abandona el periodismo por una nueva profesión que resulta más rentable. Aprende montaje y pronto se convierte en un verdadero cineasta.
En 1919 dirige su primera película, El presidente, donde establece los rasgos esenciales que definirán toda su obra: importancia de los decorados, abundancia de primeros planos, rigurosidad en la labor interpretativa, importancia de los gestos, gran sentido de la composición y un montaje extraordinariamente preciso. 


Luego siguió con su primera gran película, Páginas del libro de Satán, inspirado en Intolerancia de Griffith que tanto influyó en el cine nórdico, germano y ruso. En esta película Dreyer aborda los grandes temas de tipo religioso y humano, de tradición medieval, dentro de la línea en la que se moverá todo el cine nórdico hasta Bergman. Dreyer se presenta como un director complejo, que aborda los temas medulares de la religión desde una perspectiva cristiana, con un espíritu muy crítico.
El cine danés cae en declive y Dreyer viaja a Suecia para realizar La viuda del pastor (Prästänkan, 1920), como de costumbre, una película ambientada en la Edad Media. En este film otorga una importancia fundamental al rostro humano que jamás abandonará, y que posteriormente heredará Bergman. A través de un detallado estudio del rostro el director expresa lo inexpresable del hombre, mostrando su preferencia por los rostros ancianos pero verdaderos, sin maquillajes. Este recurso lo dominará con Érase una vez..., donde los actores son auténticos habitantes del gueto berlinés. Luego llegan Los Estigmatizadores, hecha en Alemania, Érase una vez, Deseo del corazón, El amo de la casa (que le dio un gran éxito en su país) y La novia de Glomdal, esta última rodada en Suecia. Luego del éxito en los países nórdicos, recibió un llamado desde Francia, donde La Société Genérale des Films le encargó la realización de un largometraje sobre alguna heroína nacional: Juana de Arco, Catalina de Médicis y María Antonieta; por un mero sorteo, salió la primera. Era 1926 cuando filmó La pasión de Juana de Arco, que salió en 1928. 


Para no quedar encasillado como místico, en 1932 filma Vampyr, la bruja vampiro, una meditación surrealista sobre el miedo, que hoy se considera maestra. La película era muda, pero con los años se le fue agregando voz mediante el doblaje. La película fue un fracaso económico, y Dreyer estuvo más de un decenio sin rodar más que documentales, que no apreciaba.
En 1943 hace al fin Dies irae (Día de ira), una severa crítica a las creencias en la brujería y sobre todo a su represión brutal mediante el fuego. Con este film Dreyer fijó el estilo que habría de distinguir sus posteriores obras sonoras: composiciones muy cuidadas, cruda fotografía en blanco y negro y tomas muy largas. Hizo en Suecia Dos personas (1944), con actores impuestos y no deseados, que para él fue fallida, si bien es una historia de interés dramático. Pasó un largo período sin rodar. Su oposición al nazismo, con sus secuelas raciales, le condujo a un violento rechazo. Para él, la expulsión de tantos artistas y escritores, desde 1933, convirtió una gran cinematografía en pura basura. Siguió entonces haciendo documentales, hasta que en 1955 dirige La Palabra.
La última obra de Dreyer fue Gertrud (1965), basada en la pieza homónima de Söderberg. Si bien es muy distinta a las precedentes, resulta una especie de testamento artístico del autor, en la medida en que trata de una mujer que al separarse de su marido se mantiene fiel a su ideal de amor: amar al otro por encima de todo, incluso, de uno mismo. Ella, con gran vitalidad, no se arrepiente nunca de las elecciones tomadas como dice al final, pasados muchos años.
Fue un director muy encerrado en sus ideas y proyectos (pero con preocupaciones políticas esenciales), de hecho no fue a ver películas en general. De los nuevos, nada vio de Bresson, alabó Jules et Jim de Truffaut y la segunda parte de Hiroshima mon amour de Resnais, asimismo El silencio de Bergman («una obra maestra»), del que no conoció mucho más. Si bien su carrera duró cincuenta años, desde los años 1910 hasta los años 1960, su concentración, sus métodos tan rigurosos, la idiosincrasia de su estilo y la obstinada devoción por su propio arte hicieron que su producción resultase menos prolífica de lo que hubiese podido esperarse. De hecho prefirió la calidad a la cantidad, lo que le llevó a producir algunos de los mayores clásicos del cine internacional. 
Su honestidad consigo mismo y su trabajo; así como, su fidelidad a su vocación y gran pasión, el cine como expresión artística, hizo que sólo hiciera las películas que pensaba debía hacer y tal como debía hacerlas. Su perfeccionismo, por ejemplo, le hizo suspender un rodaje porque las nubes no iban en la dirección esperada o elaborar costosos decorados sólo para que los actores se sintieran más inspirados. En Apuntes sobre el estilo Dreyer escribe que su cine busca las experiencias íntimas del hombre y trata de adentrarse en el misterio y en los conflictos interiores de los humanos. Por otra parte, teorizó sobre el color naciente en el cine, sobre la oscuridad como valor, sobre el cine sonoro, sobre el realismo, a la vez necesario y superable, sobre la ausencia de maquillaje como depuración.

Nos fuimos con…



FICHA TÉCNICA

Título original: Ordet
Año: 1955
Duración: 125 min.
País: Dinamarca
Director: Carl Theodor Dreyer
Guion: Carl Theodor Dreyer (Obra: Kaj Munk)
Música: Paul Schierbeck
Fotografía: Henning Bendsten (B&W)
Reparto: Henrik Malberg,  Emil Hass Christensen,  Preben Lerdorff Rye,  Cay Kristiansen, Brigitte Federspiel,  Ann Elizabeth,  Ejner Federspiel,  Sylvia Eckhausen

SINOPSIS


Hacia 1930, en un pequeño pueblo de Jutlandia occidental, vive el viejo granjero Morten Borgen. Tiene tres hijos: Mikkel, Johannes y Anders. El primero está casado con Inger, tiene dos hijas pequeñas y espera el nacimiento de su tercer hijo. Johannnes es un antiguo estudiante de Teología que, por haberse imbuido de las ideas de Kierkegaard e identificarse con la figura de Jesucristo, es considerado por todos como un loco. El tercero, Anders, está enamorado de la hija del sastre, líder intransigente de un sector religioso rival. Tal circunstancia revitaliza la discordia que siempre ha existido entre las dos familias, ya que ninguna ve con muy buenos ojos que sus hijos contraigan matrimonio.

miércoles, 26 de julio de 2017

2046


EDITORIAL

Reflexionar sobre el recuerdo en un país donde los personajes que hoy se quedan con tu trabajo, tu dignidad, tu salud, tu educación, tu deseo son los mismos que lo hicieron hace algo más de doce años, se convierte en algo, por lo menos, difícil. De todas maneras, podemos hacer el ejercicio y aunque sea jugar por un instante con aquel concepto. Alguien dijo que el recuerdo es un sendero recorrido por las lágrimas, y creo coincidir con aquella idea. Una imagen vence la erosión prudente del olvido, cuando sus detalles están esculpidos por el filoso cincel de los sentimientos. Solo de aquella manera lograremos que valga la pena sumergirnos en aquel tormentoso bosque plagado de oscuros reflejos que es nuestro pasado, para ir al encuentro de aquello que insiste en volver. Cabe destacar, como la audiencia bien lo sabe, que este programa descree por completo del recuerdo (aunque no así de la memoria) y de aquel juego del retorno que este propone. Como ya hemos repetido en distintas ocasiones, nadie vuelve sino al lugar que nunca estuvo. El retorno es imposible. 


Nos sumergiremos con patético heroísmo en el empantanado camino de la anécdota para rescatar de la lejanía inconmensurable del hoy, cierta caricia, cierto rostro. Caminaremos las cuadras de nuestra niñez chiflando con el mayor de nuestros esfuerzos a la impasible ventana de Cristian, arrojaremos piedras del material que están hechos los sueños al balcón del gordo Gomez implorando verlo salir nuevamente con aquel gesto desprolijo, suplicaremos ante el rostro atónito de cualquier anciana que deje salir a jugar Emi aunque sea una vez más… pero todo esto será en vano. Aquellas cuadras ya no existen o son parte del recuerdo de algún otro. El viajante sabio sabrá detener su búsqueda a tiempo, en el instante previo a sucumbir ante lo que Unamuno llamó el sentimiento trágico de la vida, justo algunos pasos previos a caer ante la pavorosa angustia de sabernos finitos. El camino estará repleto de profundas tristezas y eso tal vez lo haga más interesante. Habrá un lugar, para la suerte de todos nosotros, donde nos confundiremos en un único abrazo. Ese lugar, mis queridos amigos, es el olvido.-

Lucas Itze.-

Canción elegida para la editorial



Uno de los temas del film


 IMPRESIONES SOBRE 2046


El tren está esperando en la estación. Los pasos son cada vez más rápidos, transformándose en una carrera contra el tiempo. El altavoz avisa que es el horario de partida. En una de las ventanas, se ve su largo cabello negro, como si estuviera ausente. Se la ve riendo a lo lejos, hablando quien sabe con quién. Los músculos intentarán su último esfuerzo, mientras la garganta revienta algún vidrio, en un grito tan enérgico como jamás escuchado. La bocina marcará el punto de quiebre. Será el último ruido. Se producirá un silencio infinito. Vendrán a la mente cientos de imágenes que pasarán como un álbum de fotos. Un beso, una caricia, una sonrisa inmaculada. Un adiós, espontáneo como pocos. Miles de voces escondidas tras un caparazón cobarde que no vieron la luz. Preguntas que sólo encontrarán respuestas en conversaciones entre almohadas y ecos de agujas de reloj. Recuerdos de amores olvidados y de desamores inolvidables. Palabras mudas que nunca llegaron a destino, ya que se perdieron en el subconsciente, de miedo a ser rechazadas. Será el tiempo el encargado de curar las heridas. Nos mataremos a preguntas, tratando de explicarnos porque no hicimos tal o cual cosa. Repasaremos ciertas escenas una y mil veces, para tratar de cambiar un final que no estaba escrito, pero que no nos animamos a modificarlo. Aparecerán sueños con finales felices, para despertarnos y volver nuevamente a quedarnos sin nada. Veremos pasar los trenes, pero los vagones siempre estarán vacíos. ¿Habremos dejado escapar algo para toda la vida o solo disfrutamos del aquí y ahora? ¿Podremos convivir con esos recuerdos...? 


Amores, desamores, olvidos, recuerdos, un poco de todo eso es lo que nos trae el gran cineasta Wong Kar-Wai en su film 2046. La película iniciará con una voz en off hablando de un futuro lejano, en un planeta conectado por una enorme red ferroviaria, y a donde todas las almas solitarias intentan llegar a ese lugar misterioso que es 2046. Salvo Tak, el único que decidió volver. Pronto, nos daremos cuenta que él es el protagonista de una novela que está escribiendo Chow, el verdadero protagonista del film. Los entendidos del cine del director de origen chino, veremos en Chow a alguien que reconocemos de films pasados, como Días Salvajes, pero sobre todo, Deseando amar, pero sin ser una secuela propiamente dicha. Aquí, el amor de Chow con Su Li-Zhen se ha acabado. De ella, quedarán sólo los recuerdos. El volverá a Hong Kong luego de años trabajando en Singapur, y se encontrará con Lulú, un antiguo amor. Al salir, se dará cuenta que la habitación es la 2046, mismo número de sus aventuras pasionales con Su Li-Zhen. El querrá alquilar esa habitación, pero no podrá. Más tarde, se enterará que Lulú fue asesinada luego de su encuentro. Tendrá que conformarse con la habitación 2047, que está conectada a la 2046 por un pasillo en común. Allá pasará sus días, intentando borrar los recuerdos. Será ahí donde se cruce con varias preciosas mujeres, a quienes seducirá, como una especie de gigoló moderno, para no quedarse con ninguna. La historia no será lineal, ya que se moverá por diferentes líneas de tiempo. Veremos a Chow a partir de 1966, pero también recordaremos cosas del pasado, y sobre todo, nos adentraremos en el futuro, en ese 2046 multicolor, con las androides más bellas que se recuerden. 


También habrá algunas imágenes de archivo, para situarnos en ese contexto histórico. El director demostrará una vez más porque es llamado un poeta visual. Cada fotograma estará perfectamente encuadrado. Jugará con los colores de una forma brillante. Veremos la perfecta sintonía entre la vestimenta de algunos protagonistas, y las cortinas o paredes que conforman el hotel. Por momentos, la pantalla quedará casi toda verde, en otros momentos, se disfrazará todo de rojo. Algunos encuadres darán la sensación de que la cámara es el ojo del espectador, como si estuviera espiando que es lo que pasa más allá de la mirilla. También jugará mucho con las cámaras, a veces ralentizando la escena, mientras suena alguna ópera de fondo, como en ese comienzo dividido entre el hotel y el club de baile. Recurrirá mucho la profundidad de campo y los planos cortos, mezclado con ciertas luces fuera de foco, como el humo del cigarro que se superpone con la luz del televisor, demostrando que el director elige con paciencia como jugar con todo lo que tiene a mano. Las habitaciones pequeñas y los pasillos angostos se conjugarán con la frialdad de Chow para encerrar sentimientos. 


Solo veremos la terraza del hotel en los momentos donde la hija del dueño del hotel va a llorar de tristeza, como el lugar ideal para sacar las emociones afuera. En algunos casos, Kar-Wai mostrará lo justo y necesario, focalizará quizás más en los sonidos, que en las imágenes, recordando una escena donde se ven los pies de la vecina sobre una pila de libros, mientras se escucha gritos de placer de fondo. La fotografía y la música, entonces, serán fundamentales para que el film sea completo. Shigeru Umebayashi y Peer Raben serán los encargados de mezclar óperas con canciones como Perfidia y Siboney, en un español que queda sonando de fondo en nuestras mentes. Kar-Wai también utiliza distintos idiomas, según los protagonistas, como el mandarín, el cantonés o el japonés, lo que hace todo mucho más real. Real como los recuerdos, esos que vienen a la mente de Chow cada tanto y que no puede olvidar, aunque pase el tiempo. Elegirá ese camino. Preferirá pasiones de una sola noche, evitando que el tiempo lo deje otra vez sin nada. Ese tiempo que dicen que cura todo, pero no es más que una simple frase de fantasía. Ese que se escurrió una vez, mientras el tren se alejaba, y nos dejó con miles de preguntas sin responder, esperando que alguien nos saque de ese refugio que es la soledad.

Marcelo De Nicola.-

Canción post impresiones



La mañana me encuentra sospechando en el aire ¡contaminado!,
¡Vías muertas de un expreso que quedó en el pasado!


 Nos despedimos con todo



FICHA TÉCNICA

Título original: 2046
Año: 2004
Duración: 120 min.
País: Hong Kong
Director: Wong Kar-Wai
Guion: Wong Kar-Wai
Música: Peer Raben, Shigeru Umebayashi
Fotografía: Christopher Doyle, Lai Yiu Fai, Kwan Pun Leung
Reparto: Tony Leung Chiu Wai,  Zhang Ziyi,  Faye Wong,  Gong Li,  Kimura Takuya, Lau Ka Ling,  Chang Chen,  Maggie Cheung,  Ah Ping

SINOPSIS


Un escritor que creía escribir sobre el futuro, en realidad estaba escribiendo sobre el pasado. En su novela, un misterioso tren salía de cuando en cuando con dirección al año 2046. Todos los que subían a él lo hacían con el mismo propósito: recobrar los recuerdos perdidos. Se decía que en 2046 nada cambiaba. Nadie sabía a ciencia cierta si eso era verdad, porque ninguno de los que viajaron regresó jamás. Con una excepción. Él estuvo allí. Se marchó voluntariamente. Quería cambiar.

martes, 25 de julio de 2017

SOMBRAS - SHADOWS


EDITORIAL

Veredas ocultas por lagunas de barro. Una vieja leyenda, confirmada por los ancianos del barrio, dice que alguna vez, estuvieron visibles. Cientos de zapatillas chapotean en esa agua infectada de promesas incumplidas. El barrio es el mismo, aunque las urgencias son otras. Basta con caminar 500 metros para notar que hay otra vida. Las edificaciones se superponen entre torres de cemento completamente olvidadas, dejando un panorama grisáceo. El futuro hace rato que se convirtió en pasado en este costado del mundo. Los medios solo aparecen cuando una tragedia se hace noticia. Los políticos recorren la zona con sonrisas impostadas ante cada nueva elección. La policía no cuida, sólo oculta su miedo cuando hay que hacer algún negocio con el transa de turno. Los jóvenes intentan escapar de la mala vida. Algunos lo logran. Otros quedan a la deriva, marginados por una sociedad tan políticamente correcta como cruelmente miserable. Veremos rostros sombríos, sonrisas secas, ojos fantasmas. Estarán siempre marcados con el dedo acusador que dicta quienes pueden progresar y quiénes no. 


La noche los encontrará entre las tinieblas deseando volver a amanecer. Ellos igual le mostrarán la sonrisa al mundo. Será tiempo de música y bailes, hermosos carnavales paganos, iluminados con luces de diferentes colores, y caderas danzantes que no sienten vergüenza alguna. Mujeres y niños encontrando una manera de no caer ante tanta desgracia. Allá están implicados todos los sueños. En cada ventana habrá una historia que contar. Quedan escalones que parecen gastados de tantas pisadas. Se ven zapatillas colgadas de los cables de luz, marcando ciertos encuentros fantasmagóricos. En pie todavía veremos algún mural, de alguien que los cuida desde quien sabe dónde. El grafitti hará las delicias de esos artistas callejeros que parecen salidos de alguna lejana alcantarilla, para homenajear a los caídos en batalla. Vagan por las ciudades esos seres olvidados por Dios, buscando respuestas ante tanta angustia, viajando siempre en horarios nocturnos, para llevar el pan a casa. Quizás por eso descreen del sol, como si fuera un invento para los ricos. Siempre estarán entre nosotros, en cada plaza, cada colectivo, en cada marcha, aunque a veces no lo notemos y los confundamos con sombras.

Marcelo De Nicola.-

Canción post editorial


Uno de los creadores del Bebop



IMPRESIONES SOBRE SHADOWS


Varias circunstancias intervienen en la vida de un hombre para otorgarle un lugar en el gran circo de esta vida. En esta jungla de postergados, donde la perversidad convida con hambre y soledad causando el peor de los genocidios visto jamás. Caminamos en aquella tiniebla, inventando sonrisas, naturalizando en nuestras fibras nerviosas, el dolor propio de la miseria, intentando ser sujeto de la oración de cualquiera. Con todas nuestras falencias, con el peso de la amputación de nuestras alegrías, en pleno acto revolucionario, aun andamos. Perdidos, equivocados, olvidados, pero andamos. Escribió alguna vez Bukowski: Somos como rosas que nunca se molestaron por germinar cuando debimos haberlo hecho y es como si el sol se hubiera hartado de esperar. Allí está la suerte para nosotros, por aquellas cuadras donde el sol ya no espera. Por aquellas esquinas donde el olvido nos espera en la oscura caricia de las sombras. Y tal fue el nombre de aquella cinta oscura y desafiante escrita y dirigida por John Cassavetes. El film tendrá una estructura lineal y contará con un grupo de personajes que recordaran a aquel mundo narrado con excelencia por Jack Kerouack en ese grito de libertad que se llamó “On the road”. Explorará la Nueva York del hot jazz, del Bebop, de la juventud desenfrenada y salvaje queriendo liberarse de aquellas cadenas malditas de los mandatos, queriendo boicotear cualquier estructura para que algo nuevo suceda. 


El plan, es el no plan. Esta también es una idea que nos acerca a Burroughs, el cual proponía aquel juego de perderse en el mundo, de caminar las calles sin ningún objetivo ni destino, perderse en aquel patio trasero del universo para dejar atrás cualquier ilusión de certeza y así, poder des adherirse para siempre de aquel triste personaje que creímos que éramos. Nos resultará inevitable encontrar ciertos conceptos Bressonianos en el tratamiento del film. Pensemos en aquella idea de figuración que nos proponía Robert Bresson. Figura, desciende del verbo latino Fingo que significa, entre otras cosas, modelar. Fue el mismo Bresson quien prefería la palabra modelo en vez de actor, por lo que entonces modelar seria dar forma a aquel cuerpo, aquel modelo que es su figura. El arte del cinematógrafo consiste entonces en llevar acabo aquel modelado, aquella figuración, mediante todas las herramientas que aporta el medio. Bresson, en aquel texto llamado Notas sobre el cinematógrafo hará un obsesivo hincapié sobre aquella idea de la verdad. Nos dirá, cito al director, que el cinematógrafo es un arte paradójico: basado en la captación de las apariencias, va en pos de un único objeto: la verdad. Aquella verdad, aquel momento de pura realidad, no es posible encontrarlo directamente sino que puede vislumbrarse con dificultad y fugazmente, en sus destellos e intermitencias. 


A esas intermitencias de percepción de la verdad de lo real, Bresson les dará el nombre de encuentros. Nos dirá que rodar, no es otra cosa que ir al encuentro. Será Shadows, una película pensada sobre aquellos encuentros. Cassavettes los provocará, los identificará y los comunicará. Esto podrá verse en el resultado actoral de la cinta. Habrá miradas reales, sentimientos reales, diálogos que escaparan a la estructurada pluma del escritor para culminar en la compleja musicalidad coloquial. El film culminará con una placa que indicará que lo que el espectador acaba de ver es el resultado de una larga improvisación. Salud Bresson nuevamente. Haciendo un claro juego con la estructura de improvisación sobre la que el bebop se basa, la placa referencia e invita a pensar nuevamente en el encuentro bressoniano, redondeando aquella idea desde la perspectiva de que improvisando, tal como un músico lo hace dentro de una estructura pautada de acordes, la verdad surgirá celosa de ser atrapada. En aquella arena se moverán estos personajes repletos de deseos truncos, aquellos jóvenes que no dejaron germinar.-

Lucas Itze.-

Canción post impresiones


Otro de los genios del Bebop


Nos fuimos con un tema que tiene el nombre del film...


FICHA TÉCNICA

Título original: Shadows
Año: 1959
Duración: 87 min.
País: Estados Unidos
Director: John Cassavetes
Guion: John Cassavetes
Música: Charles Mingus
Fotografía: Erich Kollmar
Reparto: Lelia Goldoni, Ben Carruthers, Hugh Hurd, Anthony Ray, Rupert Crosse

SINOPSIS


Benny, Lelia y Hugh son tres hermanos negros que comparten piso en Nueva York. Lelia sale con David, un intelectual neoyorquino, pero en una fiesta conoce a Tony y hacen el amor. Cuando Tony descubre que Lelia es mestiza no puede evitar sentir prejuicios raciales, por lo que Hugh le impide que vuelva a ver a su hermana.