SINOPSIS
Lara, de 15 años, sueña con convertirse en bailarina.
Con el apoyo de su padre, se lanza de lleno a esta búsqueda interminable. Pero
su cuerpo no se doblega tan fácilmente a la disciplina que le impone.
EDITORIAL
Hemos hablado más de una vez en este mismo foro, que el objetivo de la filosofía no es otro sino cuestionar, traer la pregunta. A diferencia del sabio, que es aquel que ya posee la sabiduría, el filósofo goza con su búsqueda. Su trabajo está allí, en aquel camino de cuestionamientos y dudas. Ahí se encuentra su placer, en el amor por la búsqueda del saber, en aquella aventura sin destino final. Un recorrido teórico que cuando se cree culminado, vuelve a aparecer la pregunta para demolerlo todo y volver a comenzar. ¿Relativismo?, no, para nada, deconstrucción, desnaturalización. La pregunta por el origen es siempre política y es siempre un cuestionamiento sobre la naturaleza de las cosas, sobre su esencia. Buscar conocer algo es intentar encontrar su naturaleza. ¿Pero existe algo más cambiante que la naturaleza? Heráclito decía que la naturaleza es el infinito movimiento del ser. ¿Cómo podemos entonces afirmar que conocemos algo solo por creer haber hallado su naturaleza? Demoler el sentido común es hacer filosofía. En ese sentido, entonces, podemos afirmar que toda ley es un constructo porque en su creación interviene el lenguaje, esa trama de relaciones tan especiales, que crea ideas sobre el objeto, hipótesis, conclusiones y teorías. ¿Quién puede dudar del carácter artificial del lenguaje? ¿Cómo realizar entonces la división entre lo natural y lo artificial si todo esta intervenido, si no hay absolutos, categorías puras que lo contenga?
Los griegos entendían a la naturaleza como
algo de lo que el ser era parte y la
consideraba en constante cambio, el tiempo, que no siempre pone todo en su
lugar, la ha ubicado por fuera del hombre y la ha caracterizado como algo estable
para de esa forma facilitar su manipulación. Lo natural, entonces, es político
y en lo político hay poder y si hay poder, hay resistencia. Si hay un lugar
donde el poder se ejerce normalizando, naturalizando, es la sexualidad. La heteronormatividad está inscripta en
nuestros cuerpos. Desde su sombra más oscura, el poder atraviesa los cuerpos
modificándolos, geosexualizandolos,
instalando la categoría de normalidad en nuestro dispositivo heredado creador
de subjetividades. El poder está allí ejerciéndose, inscribiéndose en el
cuerpo, interviniéndolo, operándolo, produciéndolo, y como no hay poder más
eficaz que el que no se ve, lo que busca a través de la norma, de la normalización, no es otra cosa más
que la naturalización del ordenamiento, o sea su ocultamiento. No hay
conciencia de su ejercicio, se instala como un orden básico, incuestionable,
natural, convirtiendo al poder en algo inmanente, en algo que no puede ser de
otra manera. Genera de esa forma absolutos que hacen que la vida sea administrable
para poder atravesarla en todas sus instancias. Es así entonces como somos objeto y sujeto del poder, reproduciéndolo, trascendiéndolo, repitiéndolo.
La resistencia está en la duda, en batallar contra la inmanencia, en militar de la manera que podamos que todo siempre,
pero siempre puede ser de otra manera. Por más que nos castiguen, por más que
las leyes nos condenen, nos repriman y atraviesen nuestros cuerpos, debemos revelarnos
a ser constructos del poder. Detectarlo en lo más mínimo, en lo chiquito, en el
cotidiano de la propia vida y erradicarlo como el peor de los virus. Apropiarnos
de nuestra existencia, hacernos cargo de nuestro deseo, es la única revolución
posible.
Lucas Itze.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES SOBRE GIRL
«Si alguien
quisiera hacer una lectura de nuestra patria, de esta patria por la que hemos
jurado morir en cada himno cantado en los patios de la escuela, esta patria que
se ha llevado vidas de jóvenes en sus guerras, esta patria que ha enterrado
gente en campos de concentración, si alguien quisiera hacer un registro exacto
de esa mierda, entonces debería ver el cuerpo de La Tía Encarna. Eso somos como
país también, el daño sin tregua al cuerpo de las travestis. La huella dejada en
determinados cuerpos, de manera injusta, azarosa y evitable, esa huella de
odio.»
Camila Sosa Villada
Nacimos y crecimos en una sociedad donde lo binario era lo normal, lo natural, lo lógico. Cuando algo se escapó de esa norma, decidimos denunciarlo, vandalizarlo, silenciarlo. Estamos todavía en un proceso de deconstrucción continua, que bienvenida sea. En mi infancia la imagen de una persona trans, un travesti como se lo conocía, era mirado con desconfianza, era de lo más bajo de la sociedad. Sus historias, sus nombres, sus vidas, eran generalmente invisibilizadas. Aparecían más en noticias policiales que en otras secciones del diario. La irrupción de Cris Miró, fue quizás la que, en muchas personas como yo, empezó a darle otra identidad. Podían hacer otra cosa. Podían no esconderse. Me siento a pensar, y en este proceso de deconstrucción en el que uno está avanzando lentamente, pienso en mí y en mi círculo íntimo. Al menos en mi caso, no tengo conexión cercana con alguien no binario. Y, casi con seguridad, pese a la deconstrucción social de la mayoría, mis amigos o familiares tampoco. Ni siquiera en el trabajo, pese a los cupos que tienen que abrirse. Será que todavía faltan años de lucha para lograr esa igualdad que tanto se anhela. Eduardo Galeano dijo al respecto “Pero ellos y ellas, los raros, los despreciados, están generando, ahora, algunas de las mejores noticias que nuestro tiempo transmite a la historia. Armados con la bandera del arco iris, símbolo de la diversidad humana, ellas y ellos están volteando una de las más siniestras herencias del pasado. Los muros de la intolerancia empiezan a caer. Esta afirmación de dignidad, que nos dignifica a todos, nace del coraje de ser diferentes y del orgullo de serlo. Como canta Milton Nascimento: Cualquier manera de amor vale la pena, cualquier manera de amor vale amar.”
En otro momento, en otro punto del mapa, la visibilidad también es una cuestión diferente. Cada cultura lo palpita de manera diferente. Aunque todas tienen sus víctimas. Eso notamos inmediatamente luego de ver el film Girl, del belga Lukas Dhont. El joven cineasta nos trae la historia de Lara, una adolescente de 15 años que tiene pasión por la danza. Pero Lara está en un proceso de transformación sexual, entonces esa niña que nació como niño, tendrá que empezar a transitar esos duros caminos con la seguridad de lo que quiere ser. Inspirada en la vida de la bailarina transgénero, Nora Monsecour, quien participó activamente, junto al director, en la escritura de la ficción. Estamos ante un guión de estructura lineal, donde la tridimensionalidad del personaje principal está muy bien descripta. Lara vive con su padre, alguien que da la vida por ella y por su proceso, y con su hermano menor, Milo, con quien tiene una relación de amor y cuidado dada la diferencia de edad. El tiempo del relato será pausado, lento, como la transformación de nuestra protagonista. Será un ensayo intimista. Solamente cambiará ese estado cuando la cámara se mueva de aquí para allá en esos ensayos que servirán de paralelismo para los movimientos internos que está viviendo el personaje, porque tanto para la danza como para ella, su cuerpo necesita una adecuación y es al que tiene que gobernar. No habrá muchos diálogos. Lara no hablará mucho, solo sonreirá constantemente. Y nosotros nos enamoraremos de esa sonrisa delicada y casual.
Siempre decimos que el silencio es la mejor forma de contar ciertas historias, y acá el director lo confirma. Los gestos y las miradas forman parte de ese mundo donde se habla sin decir. La fotografía será naturalista con bases en los tonos pasteles, no tendrá estridencias, pasará casi desapercibida, como ella. Al contrario de los planos, que en muchos casos serán cerrados, centrados en distintas partes de cuerpo y expuestos como tan hacia la cámara. Desde muchos ángulos y con los espejos que aparecen constantemente para resaltar la idea. De esos espejos habla Adrián Grassi en “Identidad sexual, identidad de género y derechos de niños/adolescentes”: “La constitución del Yo en el espejo, con sus dos vías, escópica y sensorial, tienen varias etapas (…) Luego vendrán los procesos puberal-adolescentes a darle una nueva vuelta a la Imagen Inconsciente del Cuerpo con la irrupción de los caracteres sexuales secundarios y el cuerpo genital (como decía Gutton en 1993). Ahí se consolida una imagen del cuerpo reorientando lo infantil hacia lo genital”. Al decir de Grassi, la “imagen inconsciente del cuerpo” no es autónoma ni nace por generación espontánea, sino que está soldada “al cuerpo-deseo del Otro”. Por tanto, el cuerpo y su imagen siempre es vincular tanto como la inscripción del cuerpo puberal-genital.
Lara, está justo en el proceso de transformación de
su cuerpo, con las dudas lógica de una adolescente y sumado a las preguntas si
los hormonas y los demás tratamientos podrán darle la finalidad que su mente
desea de su cuerpo. Al igual que su familia, todos los profesionales con los
que la vemos, la tratan con amor y cuidado. La película nos muestra el
desarrollo y los traumas psicológicos de una persona encerrada en un cuerpo que
no desea. La naturalidad con el que se lo toman Lara y su familia, contrastan
con la vehemencia y cuestionamientos que recibe de ciertas personas, sobre todo
por sus compañeras. Allí será ultrajada, mentalmente hablando y será el giro
dramático del desarrollo del personaje. Solo en la danza ella logra ser quien
es. Con sus bailes y su profesora, a pesar de las lastimaduras externas que se
le generan. Allí entonces se tendrá que enfrentar a sus propios miedos de
adolescente, lo lógica para una niña en desarrollo con sus inseguridades, que
la transformará en su propia enemiga. El acto final llega con una escena fuera
de contexto pero que sintetiza el objetivo de Lara. Su sueño a cualquier
precio. Porque a pesar de las diferencias que puede haber con otros casos, el
sufrimiento es el mismo. Y porque como dice Camila Sosa Villada en Las
Malas, “el mundo del deseo no es todo lo luminoso que se cree”.
Marcelo
De Nicola.-
Canción post impresiones
UNIVERSO DHONT
Lukas Dhont nació en Gante,
Bélgica el 11 de junio de 1991. Su madre es profesora de moda en una escuela de
arte y el empezó como asistente de diseño en vestuarios de sets de televisión y
cine. Luego empezó su carrera detrás de las cámaras con algunos cortometrajes,
como Skin of Glass, un documental de
10 minutos sobre un grupo de niños residentes en un internado que escriben
cartas a sus ausentes padres, ya sea por ser marineros y trabajar en un barco o
por cumplir pena en prisión. Luego dirige Corps
perdu, que gira en torno a un joven bailarín de ballet visita una ciudad
extranjera, con motivo de un concurso de danza. La soledad de su habitación de
hotel se ve interrumpida con la irrupción de un extraño. Otro de sus cortos fue
L'Infini, sobre la relación de un
niño y su padre. En 2018 llega su debut en un largometraje, con sólo 26 años,
cuando presenta Girl, con el que
logra 3 premios en el festival de Cannes,
además de ser nominado a película extranjera tanto en los Globos de Oro como en diferentes festivales (gana el premio del Público en San Sebastián).
Sigue con otro corto titulado Our Nature
y en el año 2022 llega su segundo largometraje titulado Close, la historia de dos amigos de 13 años que se separan después
de un suceso impensable los separa. Vuelve a llamar la atención de la crítica
al lograr el Gran Premio del Jurado en
Cannes, nominaciones al Oscar y
al Globo de Oro, como película
extranjera y premios en festivales de todo el mundo. Con poco más de 30 años y
sólo dos films, va camino a convertirse en uno de los directores más
reconocidos de su generación.
FICHA TÉCNICA
Título original: Girl
Año: 2018
Duración: 100 min.
País: Bélgica
Dirección: Lukas Dhont
Guion: Lukas Dhont, Angelo
Tijssens
Reparto: Victor Polster, Arieh Worthalter, Valentijn
Dhaenens, Tijmen Govaerts, Oliver Bodart.
Música: Valentin Hadjadj
Fotografía: Frank van den
Eeden
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