SINOPSIS
Un atajo imprevisto provoca que una mujer, en plena
búsqueda de un modo de romper con su novio, tenga que reconsiderar toda su
vida. (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
Tal vez uno de los pocos sentidos que podamos encontrarle a la existencia tal como la conocemos, sea la muerte. Sea el comprender que, en cualquier momento, sin importar cómo ni cuándo, más allá de todo deseo o estrategia, vamos a morirnos. Hablo del hacer consciente que esto que somos, indefectiblemente, siempre termina. Platón pensaba que la filosofía era un ejercicio para la muerte, decía el filósofo: no la resuelve pero nos ayuda a comprendernos en nuestra finitud. La realidad de una vida finita, resignifica de alguna manera todo aquello que hacemos, todo aquello que somos. La memoria juega un papel central dentro de la percepción de nuestra finitud. Recordamos porque sabemos que nos vamos a morir. El eterno, claro, puede prescindir del recuerdo porque todos los momentos son aquí y ahora, la memoria, entonces, es la angustia del tiempo. La evocación, intenta recrear desesperadamente aquello que ya no está. Lo que uno extraña, ya no existe. Heidegger decía que lo que nos define es SER para la muerte. La vida se desarrolla dentro de los parámetros de un ciclo y por ende tiene un final. La ciencia no hace más que explicar este fenómeno, investigar minuciosamente las razones por las cuales nos vamos a morir. Aquí nace, claro, aquel sentimiento trágico de la vida del que tanto hablamos y también, por supuesto, una gran paradoja. Bien sabemos que en la vida escasean las buenas noticias, hoy más que nunca. Existen pocos destellos allí afuera que verdaderamente nos hagan sentir que esto vale la pena. Solemos poner en aquella lista, por ejemplo, al amor, al pensamiento, con toda seguridad y por qué no al arte. Más allá de estos pocos pilares que uno pueda enumerar, la vida se vuelve hostil y muchas veces inhabitable. Vamos, el resto duele, nos oscurece, nos hace una peor persona y nos llena, queramos o no, de resentimiento. Son más las cosas del vivir que hacen que este lugar sea una experiencia insoportable, que las que nos enaltecen y nos mejoran. Sin embargo, y a pesar de todo esto, uno quiere vivir. Quiere seguir siendo, quiere prolongar su existencia al precio que sea, al costo que sea.
Uno siempre
quisiera vivir más y la muerte siempre se nos presenta como algo injusto.
Nuestro amigo Woody Allen comienza
aquella maravilla que es Annie Hall
con un monólogo memorable. En aquellas líneas el personaje cuenta un chiste que
refleja su sentimiento hacia la vida, dice: Se encuentran dos sujetos en el
hall de un hotel y uno le dice al otro –En
este hotel la comida es horrible- a lo que el otro responde – y las porciones son muy chicas. Allí la
paradoja de la existencia. La vida está repleta de malas noticias, pero aun así
nos quejamos de que la porción que nos ha tocado, es demasiado pequeña. Aun
así, tenemos al humano preguntándose por su muerte. Tenemos la pregunta
existencial del hombre ante el límite, ante el sentido del ser. Escribía el
dramaturgo Lajos Egri en su
emblemático libro Como escribir un Drama,
que todo camino tiene un objetivo, un destino y por eso, toda trama tiene un
sentido. ¿Cómo llevar aquello de que la única certeza que tenemos es la muerte,
que el sentido de todo este circo sea perecer? ¿Qué tipo de drama es nuestra
existencia si no conocemos su sentido, si no hallamos nunca la premisa que dirija
el desarrollo de su trama, aquella premisa que impida el corrimiento del
objetivo final, desvío al que nos lleva aquel canto de sirena que implica toda
subtrama? ¿Cómo convivir con la certeza de la inminencia de la muerte, de saber
que podemos morirnos en cualquier momento? Indagar duele pero libera. Allí
donde la ciencia explica, la filosofía cuestiona. Donde la Ciencia da
respuestas y tranquiliza, la filosofía interroga y deconstruye derribando
absolutos, recordándonos la incógnita que es nuestro ser, provocando la
angustia que implica el estar vivo. Al hombre que se pregunta no le alcanza las
respuestas de la ciencia, no duda de ella, pero concretamente no le alcanza,
sigue cuestionándose, sigue indagando más allá de toda respuesta, sigue, pensando
en el final.
Lucas Itze.-
Canción elegida para la
editorial
IMPRESIONES SOBRE PIENSO EN EL FINAL
Somos la suma de todo. Somos el tiempo y sus urgencias. Somos el reloj que avanza o retrocede según la importancia del problema. Somos el ser y sus preguntas. Somos el mundo civilizado que buscar siempre reinventarse. Somos unos queriendo ser otros. Somos el principio y el final de cada historia. Somos lo que vemos, leemos y escuchamos. Somos el presente idealizando el pasado esperando el futuro perfecto. Somos la esperanza del que se sabe finito y sufre en consecuencia. Somos esa tristeza de pensar en la muerte cada día. En esa muerte horripilante de cerdos agusanados. En esa muerte en vida para que los dueños del poder se exciten viéndonos por televisión. En esa televisión que consumió cerebros y ahora le pasa el mando a las redes sociales para exterminar lo que queda. El tiempo entonces se acaba. El mundo parece destinado a destruirse. Vientos, lluvias, fuego, nieve anuncian lo inevitable. Y vuelven las preguntas sobre que somos y que haremos. “La mayoría de la gente es otra gente. Sus opiniones son las opiniones de otros. Su vida, una imitación”, escribió alguna vez Oscar Wilde. Hoy en día esa frase toma más fuerza. En la mente de muchos está el poder de divulgar ideas sin tener certezas de lo publicado. La falta de búsqueda de información nos crea un contexto alarmante. Es todo imitable y publicable. El tiempo entonces vuelve a tomar la postura de lo efímero. Y esa suma del todo desaparece. Se transforman en retazos que habrá que unir para encontrarle un sentido. Y el final que se acerca. Y uno que piensa en cómo puede terminarse. Y así vemos pasar la vida y los recuerdos como en una película.
Pienso en las cosas que se terminan es el título original del film de Charlie Kaufman, basado en la novela de Iain Reid, titulada por estas tierras con el amargo Pienso en el final. Estamos ante un Kaufman auténtico. Habrá nieve (como en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos), habrá varias personalidades en un mismo personaje (como en Adaptation), habrá personas que modifican su imagen (como en Quieres ser John Malkovich), habrá un hombre solitario pensando en sus recuerdos (como en Anomalisa) y habrá un sinfín de mensajes escondidos como en toda su filmografía, tanto en su etapa de guionista como de director. Y habrá, una vez más, dos mundos: el que existe afuera y el que creamos dentro. Estamos ante un guion no lineal, donde el tiempo narrativo se rompe todo el tiempo. Pero de eso nos daremos cuenta a mitad del film. La película cuenta la historia de la relación de una joven mujer con Jake. Ambos viajan en auto a conocer a los padres del protagonista, mientras ella tiene intenciones de cortar la relación de apenas unas semanas. Decimos la joven mujer porque así aparece en los créditos y a lo largo del metraje cambiará de nombre: Lucy, Louisa, Lucia, Ames… En ese comienzo parecerá que el auto es la única herramienta utilizada como espacio escénico. Ahí se dirimirán pensamientos, se abroquelarán recuerdos y se suscitarán citas y charlas entre los protagonistas.
La nieve de fondo hace todo más nostálgico, más amoral, más lúgubre. Los primeros planos de ellos serán de frente o de perfil. La cámara generalmente quieta será testigo del viaje de esos enamorados. O no tanto. Habrá ya en esos primeros instantes algunos momentos para mirar con atención. Los pensamientos de ella por momentos parecen ser escuchados por él, lo que nos empieza a parecer poco razonable. “A veces, las ideas se acercan más a la verdad y a la realidad que las acciones. Puedes decir o hacer cualquier cosa, pero no puedes fingir lo que piensas” reflexionaba ella sobre una frase de Jake como para confirmar ciertas sospechas. Nuevamente los pensamientos como la base de la historia. La llegada a la casa de los padres será entonces el giro argumentativo de la película. En esa casa, se confirmará esa fotografía de colores fríos, con el azul como protagonista. Los blancos y marrones también aparecerán durante casi todo el metraje. Solo el rojo ofrecerá algo de calor en ciertos objetos. En la casa se romperá la linealidad. Aparecerán las dudas. Las escenas tendrán una apariencia más teatral. Luego de la primera cena de esa familia algo disfuncional, llegarán las sorpresas. Nosotros estaremos igual que la protagonista al ver como la madre y el padre de Jake se vuelven más jóvenes y viejos dependiendo la escena. Y para confundirnos más, además de la historia de la pareja, el film nos va mostrando la vida de un anciano conserje de un colegio amante del teatro y el cine.
Mientras, en la casa, ella visitará la
vieja habitación de Jake y se encontrará con libros y fotos que tendrán sentido
sobre el final. La vuelta a casa será con una nevada profunda, mientras las
discusiones siguen a flor de piel. “La película es totalmente tendenciosa, todo
está planeado pero no está pensado” asegura ella mientras hablan de Una mujer bajo
la influencia de nuestro amigo John Cassavettes. ¿Será esa primera parte de la
frase también válida para el film de Kaufman? Bien sabemos que a los genios les
gusta jugar con nuestras mentes. A lo largo del metraje habrá homenajes para
todas las ramas del arte. Al mencionado Wilde se sumará la poesía de Eva H.D y
de Anna Kavan, una mini película de Robert Zemeckis (o el sueño de Jake del
ideal de su vida), un libro de la crítica de cine Pauline Kael, un homenaje al
musical Oklahoma!, las pinturas románticas de Ralph Blakelock y hasta un DVD de
Una mente brillante, de donde sale el discurso que dice Jake sobre el final. En
síntesis, una imitación de la vida de otros. Y ahí ese veterano conserje,
representando a un Jake que quiso ser y no pudo. A esas mujeres que amó y
presentó a sus padres, o quiso amar y presentar, para ser más específico. A ese
ser solitario e invisible, ese buen muchacho culto, introvertido e informado,
al que hoy su memoria empieza a jugarle en contra. Rodeado de fantasías, como
esa chica del film de Zemeckis que aparece unos segundos en el auto. Como esos
recuerdos de esos padres o de ese perro que alguna vez fue, en esas lynchianas
vidas pasadas. Porque en este mundo en el que hoy vivimos, creemos que de
lógico no tiene nada y solo nuestros pensamientos y recuerdos nos quedarán para
saber cuál es la realidad en la que estamos. Y una vez que ellos se vayan
apagando, solo jugaremos con esas imágenes o esa música que la viviremos como
algo nuevo para así disfrutarlo eternamente.
Marcelo
De Nicola.-
Canción post impresiones
UNIVERSO KAUFMAN
Nacido el 19 de noviembre de 1958, es uno de los grandes guionistas del cine independiente de Estados Unidos. En 1999 escribe Quieres ser John Malkovich, dirigida por Spike Jonze. El film le valió la nominación al Oscar, al Globo de Oro y un BAFTA. Luego escribió Human Nature, la cual fue dirigida por Michel Gondry, y más adelante vuelve a trabajar con Spike Jonze como el escritor de El ladrón de orquídeas, la cual le valió otra nominación al Óscar y su segundo BAFTA. En dicha película se presentaba a un personaje, Charlie Kaufman, que resultaba ser una versión ligeramente ficticia del escritor.
Su próximo trabajo fue Confesiones de una mente peligrosa, en la primera vez que George Clooney se ponía detrás de cámara, y de quien el guionista no tuvo grandes referencias ya que alteró el guion sin consultarlo con él, en una entrevista, dijo: “Lo usual para un escritor es entregar un guion y luego desaparecer. Pero eso no es para mí. Quiero estar involucrado de principio a fin. Y estos directores (Gondry, Jonze) lo saben y lo respetan”. El genio entonces volvió a trabajar con Michel Gondry en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, y por fin, se llevó su primer Oscar a mejor guion original y vuelve a ganar el BAFTA. En 2008 dirige su primer film, Synecdoche, Nueva York, un drama muy bien interpretado por el malogrado Phillip Seymour Hoffman. Su siguiente film, fue Anomalisa, donde esta vez se mete de lleno en el stop-motion.
En 2020 estrenó su tercer filme, Pienso
en el final, y tiempo después debutó como novelista con su
libro Antkin. Este año
estrenó un corto escrito y protagonizado por la poeta Eva H.D, titulado Jackals & Fireflies, sobre una
mujer deambula por las calles de la ciudad de Nueva York, mientras piensa en su
vida, su soledad, su amor no correspondido. El año que viene se estrenaría Orión y la oscuridad, un film de
animación donde es el guionista pero dirigida por Sean Charmatz.
FICHA TÉCNICA
Título original: I'm Thinking of Ending Things
Año: 2020
Duración: 134 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Charlie Kaufman
Guion: Charlie Kaufman.
Novela: Iain Reid
Música: Jay Wadley
Fotografía: Lukasz Zal
Reparto: Jesse Plemons, Jessie Buckley, Toni
Colette, David Thewlis, Guy Boyd, Colbie Minifie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario