martes, 9 de mayo de 2023

UMBERTO D. DE VITTORIO DE SICA

PROGRAMA 405 (21-04-2023)

 

SINOPSIS

 

Umberto Domenico Ferrari es un jubilado que intenta sobrevivir con su miserable pensión. Sumido en la pobreza, vive en una pensión, cuya dueña lo maltrata porque no consigue reunir el dinero necesario para pagar el alquiler de su habitación. Los únicos amigos que tiene en este mundo son una joven criada y sobre todo su perro Flike. (FILMAFFINITY)

 

EDITORIAL UMBERTO D.

 

Salió de su habitación por última vez. No cruzó una palabra con nadie. Ese pasillo que tantas veces había transitado, se volvió monocromático. El humo de ese cigarro maltrecho hacía la película más desolada. No tenía un destino definido. Empezó a caminar como un poseído. Bebió una ginebra en el bar amigo, que ya no era tan amigo desde que no tenía dinero. Algún maní de ocasión le sirvió para no irse a dormir con la panza vacía. Deambuló por los adoquines de Barracas, San Telmo, La Boca… en cada baldosa mojada se espejaban los recuerdos de una vida que ya no era suya. Llegó a plaza Constitución y se sentó a admirar ese palo borracho que tenía seguramente más años que él. No le importaban las espinas ni las cucarachas gigantes que le pasaban por arriba de los zapatos. Cada tanto, algún taxi reducía la velocidad creyendo que podía ser el último pasajero de la madrugada. También por momentos voces indistintas sonaban más lejos e iban acercándose lentamente. Alguno osaba pedirle unas monedas, pero desistía al verlo. El cansancio lo venció y se dejó caer. De repente, estaba en una playa con lujosos yates alrededor. Una música alegre invadía todo mientras hombres y mujeres bailaban sin parar. El aroma a cerveza ligera y fresca lo elevaba. Era feliz nuevamente. 



Hasta que unas luces azules lo iluminaron de golpe. Se dio cuenta que era un loco sueño cuando escuchó la voz de un policía que lo zamarreaba para despertarlo. Vio en esos bigotes su angustia más profunda. Se le vinieron a la mente los momentos más oscuros de su vida. Sintió un dolor en el pecho recordando algún golpe mientras pedía una jubilación más digna. Siempre supo que a los azules eso poco les interesa. Temía volver a visitar un calabozo tantos años después. Pero esta vez zafó, solo le pidieron su identificación. Pasado el susto, se levantó nuevamente y enfiló para la estación. Iba en contra del gentío que llegaba desde el conurbano para laburar temprano por un sueldo miserable. Algo que él mismo había vivido, hasta que ancló sus pies en la metrópolis cansado de viajes y promesas. Se subió a uno de esos viejos vagones con destino hacia el sur. Fue mirando estación por estación mientras pensaba en el niño que alguna vez fue. Llegó a su lugar de origen y bajó con cierta timidez. Empezó a cruzar las vías, pero se frenó súbitamente. Sus oídos lo devolvieron otra vez a su pasado. Como pudo, encaró por ese cúmulo de maderas y hierros rectos y se acostó a esperar. Una bocina atronó en toda la estación. Y ese sonido se ensambló con el último suspiro de su respiración….

 

Marcelo De Nicola.-

 

Canción elegida para la editorial

 


IMPRESIONES SOBRE UMBERTO D.

 


Es recurrente en este espacio, recordar aquella idea desarrollada por nuestro amigo James Joyce en su Ulises respecto de los fantasmas. Hoy no será la excepción, cito a James: ¿Qué es un fantasma?, preguntó Stephen. Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres. Existe la niñez y la vejez, en el medio no hay nada, me dijo alguna vez un amigo, para en un descuido convertirse en sombra y luego, definitivamente, en olvido. ¿En dónde quedó aquel animal feroz que éramos? ¿Cuándo fue que tocó el suelo aquella pelota que arrojamos en el parque cuando juagábamos hace tantos años atrás? ¿Cuándo fue que perdimos la seriedad en el juego, para encerrarnos en esta jaula de nostalgias, en este cementerio de palabras que sueñan con ser metáforas y arruinan en su silencio cualquier verso? ¿Dónde fue que olvidamos nuestra farola de magos, aquella que iluminaba los jardines donde jugábamos cuando éramos niños? La vejez nos ha alcanzado y eso es terrible. El acorde final, aquellas notas que no reverberarán jamás, nos esperan un par de compases más adelante. La trampa se nos sincera y nos mira ya con calma a los ojos. No hay apuro porque no hay donde correr. La sabiduría que nos prometieron no ha llegado, en cambio hay un cúmulo de argumento mal entendidos, el descortés resentimiento que descorcha cada uno de nuestros vinos, hay la demanda, la seguridad de los rituales, el placer burgués de la ausencia de todo riesgo. 



Ya no se ve en ningún horizonte aquella moral heroica que velaba por nuestro honor. Ya lejos quedó el peligro de la ausencia de toda planificación, del deseo enloquecedor atravesando la integridad de nuestro cuerpo. El desorden del sobresalto, el fabuloso sentimiento de la sorpresa, el huir de nosotros mismos para ir en la búsqueda desesperada de aquella naturaleza que asesinamos a fuerza de buenas costumbres, de sentido común. La vejez es siempre la ausencia del desconcierto, es el ocaso definitivo de todo asombro. ¿Dónde quedo el sarcasmo en nuestras miradas, la complejidad a la que aspirábamos en cada pregunta, en todas nuestras decepciones? ¿En qué anécdota quedó olvidado aquel farol donde escondíamos el culo de los rayos para iluminarnos? Hoy solo proyecta una sombra oscura e insoportable de aquello que supimos ser. Hoy caminamos lento, arrastrando nuestros zapatos cansados, sobre aquel fantasma que se dibuja con nostalgia en la orilla de nuestras pisadas. Aquel monstruo oscuro en cuyo estómago aúllan todas nuestras historias pasadas, nuestras mentiras consensuadas, aquellos logros inventados. Envejecer es estar cada vez más solo, es ir desapareciendo de a poco a la vista de aquellos jóvenes que no pierden el tiempo en mirar de dónde vienen, sino a dónde van. Porque para ellos todavía el tiempo es un aliado inofensivo, una oportunidad repleta de posibilidades. Envejecer es olvidar para siempre nuestro destino, es convertirnos de a poco en un fantasma al que nadie ya ve, al que nadie, en consecuencia, ya toca. 



Umberto D., escrita y dirigida por nuestro gran amigo Vittorio De Sica, viene a contarnos la historia de este adulto mayor, Don Umberto, que poco a poco se desvanece con el devenir del epilogo de su vida. Si bien el film se encuentra enmarcado dentro del periodo correspondiente al neorrealismo italiano (la película de De Sica es de 1952 y esta vanguardia se inicia varios años antes, en 1945 con aquella joya de Rossellini llamada Roma, ciudad abierta) podemos descubrir rápidamente que el film de De Sica carece de la mayoría de las características que distinguen a este movimiento. Por lo general el neorrealismo recurrió a un estilo de producción de rodaje (mas por necesidad que por elección) destacada por su austeridad. Es común ver en este tipo de films locaciones naturales, debido a que los estudios se encontraban en ruinas por la guerra. Esto traerá como consecuencia la utilización de iluminación natural, el doblaje como recurso por la imposibilidad de tomar sonido directo, una fotografía precaria, de cámara en mano, de iluminación defectuosa, un equipo de rodaje reducido y actuaciones de artistas no profesionales. Umberto D. es todo lo contrario. El film se caracteriza por su extraordinaria fotografía, sus locaciones cuidadosamente elegidas, sus interiores reproducidos dentro de un estudio, su complejo diseño de iluminación y sus actuaciones orgánicas. Encontraremos al neorrealismo en el punto de vista del director, en la temática elegida para su relato. 



Estaremos frente a lo que nuestro querido amigo Santiago Carlos Oves llamaba “una película de cuentito”. Un relato lineal en su estructura donde se expondrá con claridad el punto de vista realista con ciertos tintes católicos característico de De Sica. El director optará por realizar una película de denuncia, lejos del panfletismo típico de la etapa anterior. De Sica denunciará el maltrato a los ancianos, la deshumanización en el trato cotidiano y la pobreza de una Italia de posguerra arrasada por el fascismo. El film comenzará con un grupo de ancianos organizados en una marcha pidiendo por sus derechos. Durante el desarrollo de la curva de acción, Umberto, tal como comentamos el programa anterior respecto de la reflexión de Camus, irá adquiriendo conciencia de su presente, lo que lo llevará a no esperar ya más nada de nadie, a perder aquello que todo el mundo llama esperanza. Se cruzará por su cabeza la peor de las ideas para entrar en el tercer acto ya abatido. Umberto comprenderá que no está solo, que no todo está perdido, que la naturaleza lo espera allí, para devolverlo a lo más salvaje de su esencia, para seguir luchando por su supervivencia. El film retomará entonces la imagen del comienzo y cambiará aquellos ancianos abatidos y reprimidos por la policía local, por un grupo de chicos y chicas jugando en una plaza. De Sica demostrará una vez más su magistral uso del lenguaje audiovisual. Su agudo punto de vista sobre una realidad que nos excede, finalmente, a todos.

Lucas Itze.-

 

Canción post impresiones

 


UNIVERSO DE SICA

 


Nació en Sora, Italia el 7 de julio de 1901. estudios primarios y secundarios. Posteriormente se trasladó con su familia a Florencia y más tarde a Roma, donde se graduó en contabilidad. Durante varios años formó parte de grupos teatrales universitarios y de aficionados, y ya en 1922 ingresó en la compañía teatral de Tatiana Paulova. Dos años más tarde encarnó el papel de galán en The Play's the thing en substitución del primer actor, que había caído enfermo. A partir de entonces construyó personajes destacados, y en la temporada 1927-1928 logró un gran éxito en la compañía de Sergio Tofano recitando textos de Luigi Pirandello, Marcel Achard y otros. En 1933 organizó una compañía con Tofano y Rissone; dos años después dirigió un nuevo grupo teatral, que formó con Rissone y Melnati. De forma paralela debutó en el cine como galán protagonista de diversas comedias ligeras: en 1931 participó en La vecchia signora, de Amleto Palermi. Se inició en la dirección en 1940, con la película Rosa Escarlata. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Vittorio De Sica emprendió su producción más característica, encuadrada en el neorrealismo italiano, corriente cinematográfica que reflejó la dura situación social y económica de la sociedad italiana en aquellos años. En varias ocasiones se ha dicho de él que pasó de ser un intérprete brillante de comedias de vodevil a director, poeta y portavoz de los pobres y humildes. En este sentido, resultó vital la colaboración con su guionista habitual de la época, Cesare Zavattini. En 1946 dirigió El limpiabotas, con la que obtuvo su primer Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Inspirándose en el relato homónimo de Luigi Bartolini, repitió el galardón con la más aplaudida y recordada de sus cintas, Ladrón de bicicletas (1948): las melodramáticas desventuras de un padre y un hijo por subsistir en la miseria se convierten en la imagen misma de un país abatido y deshecho. 



Convertido ya en gran figura del panorama cinematográfico internacional, Vittorio De Sica fue galardonado con la Palma de Oro del Festival de Cannes por Milagro en Milán (1951). Umberto D. (1952) y Estación Termini (1953) completan la lista de filmes de su etapa neorrealista. En 1955 se le concedió el Trofeo de Oro de Selznick por "los valores humanos expresados en sus filmes". En 1953 interpretó Pan, amor y fantasía, de Luigi Comencini, junto a Gina Lollobrigida, con tal éxito que un año más tarde repetiría en Pan, amor y celos (esta vez bajo la dirección de Dino Risi). Pese a que a partir de entonces de decantó por proyectos más comerciales, para los que contó con figuras de la talla de Sophia Loren y Marcello Mastroianni, De Sica mereció todavía un tercer y un cuarto Oscar a la mejor película de habla no inglesa por Ayer, hoy y mañana (1963) y El jardín de los Finzi-Contini (1970), siendo ésta última el inicio de un giro hacia un cine más personal. Durante el rodaje de El viaje (1973), su último filme, cayó enfermo de una afección bronquial; un año después falleció en una clínica de París, adonde había acudido para asistir al estreno de dicha película. Otras películas importantes de su filmografía son: El oro de Nápoles, El techo, Dos mujeres, El juicio universal, Los condenados de Altona, Bocaccio 70 (junto a Federico Fellini y Mario Monicelli), El especulador, Matrimonio a la italiana y Los girasoles de Rusia.

 

FICHA TÉCNICA

 

Título original: Umberto D.

Año: 1952

Duración: 84 min.

País: Italia

Dirección: Vittorio De Sica

Guion: Cesare Zavattini, Vittorio De Sica

Música: Alessandro Cicognini

Fotografía: Aldo Graziati

Reparto: Carlo Battisti, Maria Pia Casilio, Lina Gennari, Memmo Carotenuto, Alberto Albani Barbieri

 

PELÍCULA COMPLETA

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