SINOPSIS
Los vecinos de un pueblo de las costa adriática
italiana son gentes amables y corteses que se dedican afanosamente al trabajo.
Sólo cinco jóvenes rompen la armonía de la comunidad; ninguno de ellos ha
trabajado nunca y ni siquiera se avergüenzan de ello. (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
Una de las grandes tragedias de la vida es entender que la existencia, tal como la conocemos y la experimentamos, carece de todo sentido. Alguna persona del otro lado, tal vez demasiado motivada, de aquellas adeptas al ejercicio (siempre bienvenido) de la controversia, podría llamarnos la atención y reparar en que la existencia posee todo el sentido que nosotros seamos capaces de darle. Claro que de aquella manera caería en un simplismo fácil de comprobar. Deberíamos, quizás, comenzar a pensar nuestra respuesta (mientras mi hermano Luis se levanta de su silla para el brindis) con aquella sentencia tan aguda de nuestro amigo Sartre, la cual nos dice que, después de todo, cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él. Salute querido Luigi. El existencialismo, entre otras cosas, viene a decirnos algo así como que, desde el inicio, nuestra voluntad queda reducida a la sumisión, a la aceptación de aquello que la humanidad hace de nosotros. Desde el comienzo de la historia, somos hablados, agobiados por significados asociados a sus significantes. Abrazamos la significación, entonces, como el náufrago a la tabla en medio del cataclismo tempestuoso de la existencia. Somos condicionados por el medio, por el hábitat donde nos desarrollamos, por nuestro entorno sociopolítico. Somos gobernados por aquel lenguaje que creemos controlar y es así como organizamos nuestro pensamiento y nos servimos a su vez de un discurso que juramos nuestro. Palabras y miles de palabras que llenan nuestro tiempo y nuestro espacio con convenciones creadas por otros, por relaciones de las que no fuimos invitados jamás a participar. ¿De qué sentido entonces podemos hablar cuando el banquete al que nos sentamos está compuesto solo de migajas? Es verdad que en las migajas hay un mundo y quizás ese sea el mundo que conocemos, aquel que hacemos, que construimos de aquello que hicieron de nosotros. ¿Cómo encajar lo imperfecto de nuestra humanidad con aquel organismo perfecto que es la naturaleza? ¿Qué tipo de sentido le podemos dar a una vida que sabemos injusta, dolorosa, absorbida por la oscuridad perversa de la nada? ¿Cuál es el sentido que podemos encontrarle a una vida experimentada a través de un dispositivo sensitivo tan precario como la vista, tan corruptible como el cerebro?
El filósofo de Salamanca, Don Miguel
de Unamuno nos decía con total certeza, que la condición humana está
estructurada en el segmento de la existencia de su ser por dos hechos
absolutamente irracionales, azarosos e ilógicos y por eso también trágicos y
angustiantes: nacer y morir. No hay otra cosa allí más que el tiempo. El
transcurrir sonoro y constante de aquel río circular que nos devolverá
inevitablemente al inicio. El olvido y la nada. Pensar lógicamente al tiempo,
dándole una entidad consecutiva de pasado, presente y futuro, es claramente,
volverlo ilógico. El tiempo es irracional. Jamás existimos en la lógica del
tiempo. Borges lo expresaba muy bien
en aquel verso que decía con exultante amargura:
Quizá en la muerte para siempre seremos,
cuando el polvo sea polvo,
esa indescifrable raíz,
de la cual para siempre crecerá,
ecuánime o atroz,
nuestro solitario cielo o infierno.
Jamás nos podremos afirmar en un presente,
aceptémoslo. El pasado ha transcurrido, ya no existe, entonces es nada. El
futuro tampoco lo es porque aún no ha transcurrido, se reduce a una mera
especulación, a un tímido ensayo del presente, diría también Jorge Luis. El
presente, del mismo modo, nos huye, se nos escapa en todo momento, es inaprensible
e inhabitable, es la macabra y cruda relación entre el pasado y el futuro, la
diabólica encrucijada de dos nadas. En este sentido, es preciso pensar que
desarrollamos una existencia dentro de un presente que no nos contiene,
desarrollamos una vida que se diluye por completo en la nada. La vida,
entonces, es trágica y, sobretodo, absurda. Decía nuestro amigo Albert Camus que todo lo que exalta la
vida acrecienta al mismo tiempo su absurdidad, solo una cosa es más trágica que
el sufrimiento, la vida de un hombre feliz. Hay lugares donde el espíritu, o
sea el máximo devenir de la realidad, muere para que nazca una verdad que es su
negación misma. Para un hombre adquirir conciencia de su presente es no esperar
ya nada, es haber perdido para siempre aquello que llaman esperanza.
Lucas Itze.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES SOBRE LOS INÚTILES
La mente se escapa hacia lugares inhóspitos. El bar esconde a los mismos refugiados de siempre. Las copas pasan, se llenan, se vacían… alguna que otra se estrella contra el suelo. Alguna risa desarma el compás de la música. Esa que suena en forma automática, como la vida misma. Allí están, siempre en sus lugares, como si de una cábala se tratase. No importa si es sábado o martes, viernes o lunes. Son un objeto más del recinto. Cada tanto se burlan de quienes vienen de cumplir con su horario de oficina. Los extraños que reciben las miradas perdidas. O de algún osado que vaya a tomar un café mientras repasa sus últimos resúmenes pre examen. Al conocerse todos, saben quién es quién. El pueblo de a poco parece quedarse en blanco y negro. Como una vieja fotografía eterna. Casi no existe allí la mediana edad. Son niños, adolescente o viejos. Los más jóvenes se van a buscar sus sueños a las metrópolis más cercanas. Pero ellos están ahí. Sin sueños, sin anhelos. Sin estudio ni trabajos. Los vemos como fantasmas a través de los vidrios. Los vemos en nuestras imágenes a través de los años. Vagos, holgazanes, atorrantes. Y varios sinónimos más. En estas fechas mucho se habla de la llamada Generación Ni Ni, significado en español proveniente del Ni estudio ni trabajo, una sigla que viene del NEET de la lengua inglesa, sobre gente joven que no estudian ni trabajan ni reciben formación. En países como Japón, China o Corea del Sur las cifras suben escandalosamente.
Son jóvenes que en su mayoría son excluidos socialmente, marginales, solitarios, que buscan ser parte de una sociedad que los limita. Todo concluye en un sistema que según ellos los deja sin ganas de trabajar o estudiar, después de varios intentos. En los pueblos chicos de América y Europa empieza a emerger con más frecuencia. Es algo que sucede después de las grandes crisis. Sucedió mucho luego de la Segunda Guerra Mundial. Jóvenes sin esperanzas se quedaban vagando en sus pueblos, sin sueños, sin ambiciones, solo dejando vivir la vida de forma automática, como esa rocola del bar. Jóvenes que fueron perfectamente expuestos por Federico Fellini en su film Los inútiles. No son parte de la Generación Ni Ni que hacemos referencia sino sus antepasados, en el que es desgano era adrede. El director nos cuenta la historia de cinco jóvenes de alrededor de 25 años que se pasan la vida sin hacer nada. Habrá un perezoso y mujeriego, un intelectual, un cantante frustrado, un inconsciente que vive con su madre y un idealista, el más noble del grupo y el único que piensa salir de ese lugar asfixiante. La película se apoyará en una pareja protagonista (Fausto y Sandra) y de ahí conoceremos a los demás personajes de ese pueblo costero italiano, muy parecido a Rimini, donde nació el director. Un narrador será quien nos vaya contando la historia. Veremos un Fellini auténtico en una obra menor y con grandes rasgos autobiográficos. Aparecerán las menciones a los carnavales como en otras películas futuras. Serán esas máscaras las que tendrán que evitar los protagonistas.
Veremos un pueblo chico y todos sus clichés, pero de una manera
realista y sincera. Se sentirá el otoño y el comienzo de invierno. Sentiremos
el frío en esas imágenes y el rugir de las olas. Será nostálgica y melancólica.
Nos mostrará los sueños, las ilusiones y las fantasías de esos vagos que no
quieren madurar. Analizará la masculinidad y la ridiculizará. También dará su
punto de vista sobre esos burgueses mediocres y la crítica a esos pueblerinos
poco cultos. Alzará a las mujeres y mostrará la mirada italiana post segunda guerra
mundial y su afición por americanizar todo, con el comienzo de la elección de
Miss Sirena. Acertará con la elección de planos y con un montaje dinámico por
momentos. El guión usará las elipsis para recortar los tiempos narrativos. La
cámara adoptará siempre el punto de vista subjetivo de alguno de los
personajes. La fotografía en blanco y negro le dotará al film más síntomas de
realidad, el del hastío y del desamparo. Y qué decir de la música de Nino Rota que siempre queda perfecta. El
director no hará una crítica social sino que la actitud que toma es la de un
testigo que todo lo mira. Que conoce a sus personajes y no los acusa ni los
provoca. Solo los muestra tal cual son. Esa parte de la sociedad dormida que no
quiere despertar, como muestra esa gran escena final. Esos compañeros de bar
con los que a veces nos encontramos cuando no tenemos ganas de hacer nada…
Marcelo
De Nicola.-
Canción post impresiones
UNIVERSO FELLINI
Considerado uno de los mayores exponentes del cine mundial, Federico Fellini nació en Rimini, el 20 de enero de 1920. Desde chico fue admirador de Charles Chaplin y de los cómics estadounidenses, sobre todo de Winsor McCay. Antes de terminar el secundario, empieza a colaborar en periódicos y revistas como dibujante. Por ejemplo de la tira de Flash Gordon, cuando el gobierno fascista prohíbe la importación de cómics estadounidenses y los autores italianos han de continuarlas para no defraudar a sus lectores. En 1939 empieza a escribir para la revista Marc´Aurelio con notable éxito y terminó escribiendo guiones para actores italianos de la época. En 1941 llega a la radio y sus guiones empezaron a tomar mayor protagonismo. En 1945 conoce a Roberto Rosellini y comienza a trabajar con él en su película más representativa: Roma Ciudad Abierta. Para esa época participó de los guiones de otros directores de la época como Pietro Germi, Luigi Comencini y Alberto Lattuada, con quien co-dirigió su primer film en 1950: Luces del varieté, donde narra las vicisitudes de un grupo de artistas. Dirige su primer film en 1952, de nombre El Jeque, basada en una historia de Michelangelo Antonioni y co-guionada por Tullio Pinelli y Ennio Flaiano. Sigue en 1953 con Los Inútiles, donde solo 5 jóvenes de una pequeña ciudad son los que no trabajan y son la vergüenza de la comunidad. Nominada al Oscar como mejor guion original. Un año después presenta La Strada, ganadora de la mejor película extranjera. En 1955 dirige El Cuentero y dos años después logra su segundo Oscar con Las noches de Cabiria.
En 1960 llega otro
de sus clásicos: La Dolce Vita, con el que obtiene 4 nominaciones
al Oscar, aunque no fue nominada como mejor película. Si se lleva la Palma de
Oro en Cannes. En 1962 junto a Vittorio Da Sica,
Luchino Visconti y Mario Monicelli dirigen la
comedia satírica Bocaccio ´70. Luego del éxito de 8 y ½, en 1965
lanza Julieta de los espíritus que gana el Globo de Oro como
mejor película extranjera. Se une a Louis Mallé y Roger Vadim para
dirigir un cuento de Edgar Allan Poe en lo que se llamó Historias
Extraordinarias, de 1968 y un año después sale Satiricón. Tres
años después filma Roma y en 1973 se lleva otro Oscar por la
recordada Amarcord.
En 1976 dirige a
Donald Sutherland quien protagoniza Casanova. Vuelve a coincidir
con Marcello Mastroianni en el film La ciudad de las
mujeres de 1979, año que dirigió el falso documental político Ensayo
de Orquesta. En 1983 llegó para lo que muchos fue su última gran
obra, Y la nave va sobre la Primera Guerra Mundial. Dos años
después dirige Ginger y Fred, otra vez con sus dos actores fetiche,
su esposa Giulietta Massina y Marcello Mastroianni.
En 1987 lanza Entrevista y en 1990 dirige su último
film: La voz de la luna, con Roberto Benigni. En 1993
recibe el Oscar Honorifico y meses más tarde, durante una operación por una
angioplastia, sufre un derrame cerebral en Zúrich. Dos meses después es
trasladado a Roma, ya que su mujer también estaba internada allí y es donde
sufre el segundo derrame y queda en coma. La vida de este talentoso director se
apagó el 31 de octubre de 1993 y a su funeral, asistieron 70 mil personas. Su
esposa Giulietta falleció 4 meses después por un cáncer de pulmón. Entre tantos
homenajes, uno de los más importantes es el del Aeropuerto de Rimini,
su ciudad, que lleva su nombre.
FICHA
TÉCNICA
Título original: I vitelloni
Año: 1953
Duración: 101 min.
País: Italia
Dirección: Federico Fellini
Guion: Federico Fellini, Tullio Pinelli, Ennio Flaiano
Música: Nino Rota
Fotografía: Otello Martelli (B&W)
Reparto: Alberto Sordi, Franco Fabrizi, Franco
Interlenghi, Leopoldo Trieste, Leonora Ruffo, Lida Baarova
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