EDITORIAL
Cierta
vez, un poeta gnomo de tan solo cinco pétalos, susurró jugando una verdad en mi
oído. Absorto en el suave vuelo de su muñeco manco, navegando en su mente otras
realidades, me dijo con seriedad de gnomo: lo que queda es lo rompido. La
oración misma implicaba desde su erudito postulado una ruptura. Desafiaba, sin
ningún rubor, las leyes de la gramática. Bien hubiera podido yo corregir en
aquel instante la errónea conjugación del verbo, alimentando, naturalmente,
aquella ilusión de la educación, reparando por un instante al mundo,
arruinándolo todo una vez más. Señores, el mundo jamás ha funcionado. Todo,
inevitablemente, tiende al caos. Todo, ineludiblemente, tiende a la muerte.
Morirá el poema en su último verso. Morirán mis ojos en tu olvido. Morirá nuestro
sueño de libertad, cuando el último de nosotros baje los brazos. Morirá la
tierra en nuestra necedad. Morirá la justicia en la rugiente panza de un chico
con hambre. Morirá nuestra paciencia en la laberíntica burocracia. Morirá la
espontaneidad, agonizando lento, en los brazos de la rutina. Morirás vos, y
allí nomas, moriré yo también. Quedarán entonces las cenizas de lo que fuimos,
quedarán los escombros de nuestros deseos, nos conformaremos viviendo el
sencillo reflejo de aquellas complejas aventuras que nos prometimos alguna vez.
Quedará “lo rompido”. Aquel pequeño gnomo continuó, con parsimonia y rebuscada
veracidad, en la absurda empresa de dibujar en el aire el vuelo de su muñeco
manco. Sentí helarse mi cuerpo entero al pensarme lejos de él.
Quise espantar
al tiempo. Quise desgarrar mi garganta en un aullido feroz para alejar al
maldito fantasma de la muerte. Entonces, su mano hechicera acerco con cuidado
al muñeco manco, quien comenzó a escalar cuidadosamente mi brazo. Al ver mi
desconcierto, aquel joven poeta gnomo, estalló en la más fresca de las risas
jamás escuchadas. Y allí encontré la respuesta. Allí vi morir al tiempo en un
estatismo pétreo. Allí pude ver que “lo rompido” brillaba también en la caída
de las viejas estructuras. En la deleitosa muerte de nuestros pavorosos
fantasmas. Entendí que el mañana nos promete lejanías y ausencias, caos y
muerte, y que esa promesa, lejos de invitar a la angustia, embellece
invaluablemente mí hoy, mí ahora. Eso es lo que queda. Gracias pequeño gnomo por
convidar tu luz. Gracias a vos y a tu hermano por regalarme estos ojos y así
salvarlos de la oscuridad, aunque sea por un rato. Sigan llenando este espacio
de risas y magia, de caricias y juegos. Sigan montando esa bicicleta de la
vida, abriéndose camino por donde gusten, sin preguntarle nada a nadie. Y
corran, aunque un día ya no los alcance. Quedará “lo rompido” para siempre, se
los juro. De boca de gnomo a oído de gnomo. Confío ciegamente en ustedes,
aunque el camino se llene de tristes ladrones de bicicletas.-
Lucas
Itze.-
Canción
elegida para la editorial
IMPRESIONES PARA LADRÓN
DE BICICLETAS
La
hostilidad es esa neblina espesa que sobrevuela todos nuestros barrios. Late en
todas las venas de los que integramos esta maldita jauría. Intentamos ocultarla
con pomposos actos de beneficencia, que rápidamente publicamos en cuanto medio
de comunicación exista. Intentamos apaciguarla, practicando la comprensión,
actuando la honestidad, mintiendo la humildad, jurando el amor. Pero cuidado,
la raíz siempre pudo con la baldosa. Basta con salir a la calle con un par de
ojos que sepan mirar. Basta con observarse a uno mismo, o abrir cualquier
diario. La sangre del otro chorrea por nuestras veredas y no hacemos más que
esquivarla y continuar nuestro camino, con esa prisa absurda hacia la nada.
Como si el mundo se acabara mañana, o peor aún, fingiendo que nos importara que
el mundo se acabara mañana. Y la hostilidad está ahí, nadando en nuestras venas
como un pececito rojo y furioso, deseoso de incendiarse como un bonzo en
cualquier momento. Pero no, dirá algún oyente ofendido cómodamente sentado
desde su casa. Somos seres civilizados, capaces de discernir, lejos ya de
cualquier tipo de barbarie.
Pero de qué sirvió vestir nuestras pieles con estas
absurdas telas. Desarrollamos una increíble astucia para legalizar e
institucionalizar cada una de nuestras morbosas hostilidades. Linchamos en
nombre de la justicia. Desaparecemos compañeros levantando la ensangrentada
bandera de la reorganización nacional. Acribillamos pueblos enteros solo para
acercarles, humildemente, la piadosa palabra de dios. Allí está la hostilidad,
alimentando nuestro hambre para devorarnos entre nosotros. Allí esta Antonio
Ricci, sirviendo de banquete en una cena de lobos. Antonio, junto a su hijo Bruno
serán los protagonistas de ese film maravilloso de Vittorio De Sica llamado “El
Ladrón de Bicicletas”. Poético exponente de aquella vanguardia que surgió a
mediados del siglo XX en la Italia de posguerra llamada Neorrealismo Italiano.
Rossellini, con su “Roma ciudad abierta” iniciaría este proceso allá por el año
1945. Prepararía así, el camino para que unos años después, De Sica, haga
meditar y lagrimear al mundo entero con el robo de una simple bicicleta. Esta
vanguardia, centro su temática en la denuncia del grave conflicto social que el
fascismo intentó ocultar estupidizando a Italia con musicales menores o baratas
comedias carentes de contenido.
El Ladrón de Bicicletas será una hermosa
metáfora de una sociedad falta de esperanzas, huérfana de herramientas y
respuestas. El futuro estará allí, representado por Bruno, el hermoso hijo de
Antonio, quien lo acompañará en todo su periplo, expectante, marcando la
urgencia y los tiempos, padeciendo el hambre y el cansancio, llorando en
silencio sus lágrimas de niño. Se olerá dentro del relato cierto aroma
kafkiano, particularmente, en el comienzo del segundo acto donde los personajes
comienzan su naufragio en la tempestad de la pifiada burocracia estatal. Quedarán
completamente solos en su búsqueda, comenzarán a ser deglutidos de a poco. La
estructura del relato tendrá una rigurosa linealidad y eso lo hará más
agotador, más crudo y terrible. El conflicto irá sumando situaciones cada vez
más intensas y angustiantes de manera dosificada hasta llegar a la desesperada
decisión de Antonio de apartarse del camino de la ley. Entonces sí vendrá el
castigo, aparecerá la hostilidad del mundo junto con la condena social. Bruno
llorará desesperado al ver a aquella jauría saciar su hambre de violencia con
su padre. Se meterá entre los lobos para abrazarlo, para compartir su muerte en
un acto de amor puro y cristalino. Llegará entonces el maquillaje para aquella
hostilidad, llegará el perdón. Antonio y Bruno se irán caminando despacio de la
mano. Uno aun llorando, el otro, oscurecido en su tristeza, preguntándose aun ¿Qué
pasa en el barrio?
Lucas
Itze.-
Canción
post impresiones
Y hablando de Bicicletas, el disco homónimo de Serú Giran
Otro tema de este gran disco
Ciro Pertusi y su tema dedicado a su Caballito de hierro
Y nos despedimos pensando que el futuro... ya llegó
FICHA TÉCNICA
Título
original: Ladri di biciclette
Año:
1948
Duración:
88 min.
País:
Italia
Director:
Vittorio De Sica
Guión:
Cesare Zavattini, Vittorio De Sica, Suso Cecchi d'Amico & Otros (Novela:
Luigi Bartolini)
Música:
Alessandro Cicognini
Fotografía:
Carlo Montuori (B&W)
Reparto:
Lamberto Maggiorani, Enzo Staiola, Lianella Carell, Gino Saltamerenda, Giulio
Chiari, Vittorio Antonucci
SINOPSIS
En
la Roma de la posguerra, Antonio Ricci (Lamberto Maggiorani) un obrero en paro
consigue un sencillo trabajo pegando carteles a condición de que posea una
bicicleta, de este modo, a duras penas consigue comprarse una, pero en su
primer día de trabajo se la roban. Es así como comienza toda la aventura de
Antonio junto con su hijo Bruno(Enzo Staiola) por recuperar su bicicleta
mientras su esposa María espera en casa junto con su otro hijo. Obra maestra
del neorrealismo italiano que forma junto con "Umberto D." y
"Milagro en Milan" la famosa trilogía de De Sica.
PELICULA COMPLETA
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