SINOPSIS
Nana (Anna Karina) es una joven veinteañera de provincias
que abandona a su marido y a su hijo para intentar iniciar una carrera como
actriz en París. Sin dinero, para financiar su nueva vida comienza a trabajar
en una tienda de discos en la que no gana mucho dinero. Al no poder pagar el
alquiler, su casera la echa de casa, motivo por el que Nana decide ejercer la
prostitución. (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
Cruzó las vías por última vez. El color carmín de sus labios se confundía con sus bellos rizos. El maquillaje escondía la peor cara. La risa le era esquiva hacía mucho tiempo. No recordaba la última vez que una carcajada brotó de sus entrañas, sin compromiso alguno. Sin olor a champagne barato y a cigarros regalados. Sin promesas de París o Ibiza de por medio. Promesas que se esfumaban como humo apenas los billetes tocaban la repisa. Y que solo servirían para pagar ajustadamente otro mes de alquiler. Mientras cruzaba esas vías recordaba los vagones desvencijados. Pero para ella, que venía de una pobreza extrema, era una locomotora de lujo. En esos años, se sucedían rostros e historias. Bailes privados y amores de una noche. Borracheras y comisarías. Todo en un mismo cuerpo, que ya pedía a gritos escapar de ahí. Muchas de sus compañeras de ruta fueron perdiéndose con el tiempo. Algunas lograron salir de ese universo. De otras no tuvo más noticias, pero nunca prefirió saberlas. Tenía bien claro que cuando de un día para el otro no las veía más, era mejor no preguntar.
A veces
saber de más no es bueno. Su miedo se transformó en una coraza que le heló el
corazón. Más de una vez también se preguntó hacia donde iría. –Si no se hacer
nada más que esto-, se respondía a sí misma, dejando el tema otra vez en
espera. Hasta que un día, el estallido. Bocinas, sirenas, puertas golpeadas y
gritos la despertaron con furia. Agarró como pudo un poco de ropa y se tiró por
la ventana. Algún que otro disparo resonó entre las habitaciones. Con las
rodillas ensangrentadas empezó a caminar sin rumbo. Algo había salido mal. Y
entendió en ese momento que lo mejor era huir. De tantos pasos inertes, llegó
otra vez a esas vías. Y creyó que el destino quería, de una vez por todas,
tirarle una soga. El sonido del tren la llenó de viejos recuerdos. Eligió el
mismo vagón que muchos años antes. Los rostros, los malos olores y las horas
sin dormir empezaron a difuminarse. Esta vez las agujas del reloj giraron en
sentido contrario. Y por fin llegó el momento de vivir su vida.
Marcelo De Nicola.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
SOBRE VIVIR SU VIDA
No hace mucho llegó a mis oídos el singular relato del narrador de historias. Fue en una cena familiar, aquellas de mesas pobladas por distintas generaciones, de parentescos forzados y de caras pocas veces vistas, donde alguien me señaló la punta opuesta a nuestra ubicación y me dijo de manera reveladora: aquel que está ahí es un primo lejano tuyo y su trabajo es contar historias. Historias de vidas reales, o sea, lleva al papel aquello que otros le cuentan. Rápidamente, y con cierto sarcasmo, contesté que, a aquello, en las cercanías de mi barrio, se lo solía llamar con el curioso nombre de escritor. Mi interlocutor lanzo sobre mí una mirada dura y desaprobatoria y volvió a la carga. No, lo que hace este pibe es distinto. No vende libros, no hace ficción (o quizás no del todo) sino más bien ordena recuerdos y los escribe. Les da un hilo. ¿Biografía? tampoco. Alguien lo contacta, le cuenta una situación particular y él la redacta intentando conservar el estilo de la narración original. Como ya sabrán, siempre me interesé por los procesos creativos, la construcción de relatos y las técnicas empleadas por aquellos que los creaban. Pero como también sabrán ustedes del otro lado, la simpatía y la capacidad de charla espontánea jamás fueron mis fuertes. Intentando apartar lo segundo, decidí ir por lo primero. Me levanté y encaré a aquel sujeto casi desconocido para mí. No hubo preámbulos, solo una copa de vino para cada uno. La charla fluyó con cierta naturalidad, más por su parte que por la mía, hasta que de pronto, la confesión llegó.
Con cierta angustia, y entre sorbos de vino que se hacían cada vez más largos, más profundos, como si buscara alguna verdad en el fondo de la copa, aquel primo, o lo que fuere, reconoció no ser un escritor. Continuó, luego de una pausa que utilizó para llenar su copa y la mía, con lo siguiente: con el correr del tiempo entendí que la mejor manera de contar cualquier historia es siempre a través de la anécdota. Y que lo que las personas quieren es siempre oír historias. Historias de lo que sea, tenga el contenido que tenga. Lo que pasó en la cola de un banco, el error al dar un vuelto, una alianza perdida, la traición de un amigo, una puerta que no se abrió, un amor que nunca fue. Rara vez la vida toma un sentido digno de ser narrado, dijo mirándome a los ojos, pero todos sueñan con aquel sentido, todos juegan a que en un olvido muere para siempre un ángel, que en la suma de los números que conforman nuestro documento está la clave para ser millonario. Mi tarea, siempre humilde, no es otra que darles la razón. Realizó entonces una larga pausa. El vino ya se había terminado. Fue ahí entonces cuando entendí que se equivocaba. Aquel tipo que tenía frente a mí, era realmente un escritor. Alguna vez en esta misma casa, explicamos aquel concepto imprescindible para el armado, la organización y la escritura de un guion llamado secuencia. Si entendemos que la escena, aquella unidad de tiempo y espacio, es la partícula elemental de su armado, podemos plantearnos que la escena es al guion lo que el plano es al montaje. En este mismo sentido, entonces, definimos a la secuencia como una unidad de sentido. El espacio y el tiempo que es una escena se multiplica en función de narrar una situación cuya hilaridad se resuelva en el objetivo de lograr un mismo sentido, el cual claro, tiene un principio y un final. Es por esto que las secuencias pueden nombrarse.
Podríamos hallar por ejemplo la secuencia de la seducción, la secuencia del entrenamiento, la de la persecución. Tal como podemos ver, nada más parecido a la construcción de una anécdota. Un grupo de escenas, unidas por un sentido en común que confluyen en el objetivo de contar una historia. Vivir su vida, de nuestro hermano Jean-Luc Godard se estructura según estos mismos parámetros recién descriptos. Una placa lo anuncia al comienzo del film: una vida contada en 12 secuencias. La película, como toda la filmografía de Jean-Luc será una experiencia en sí misma. Excede aquello de contar una historia. Un film de Godard es siempre mucho más que un film, logra llevar a esta expresión artística a niveles pocas veces visto, inimaginados. Podemos decir con seguridad que este director no hace películas, hace siempre mucho más. Cualquier título de su autoría es siempre un ejemplo preciso de disrupción, de uso del lenguaje audiovisual en toda su magnitud. Vivir su vida comenzara el relato de las 12 anécdotas que narraran la vida de Nana con sus dos personajes de espaldas sentados a la barra de un café. Hablaran y la cámara lejos de panear, optará por el travelling lateral. Estaremos viendo en la pantalla la separación de una pareja. Ella lo deja a él. Ella expone el por qué con calma y claridad. El problema, claramente, no es actual sino una situación, un malestar, que viene arrastrándose desde el pasado, que pesa en sus espaldas, que genera un ruido en la continuidad de su pareja. Una relación que ya no se mira con sinceridad a los ojos, sino que forma unas paralelas en sus vidas que jamás volverán a tocarse, por lo menos en este plano. Allí estará entonces la argumentación por la cual el director dispone a los cuerpos en escena de aquella particular manera, allí estará el por qué Jean-Luc decide presentar a su protagonista sin mostrarlo.
Tal como
ya lo dijimos, la estructura del film estará diseñada según el orden de 12
secuencias que a su vez obrarán como si de capítulos de una novela se tratara.
Aquella será la marca indeleble de la Nouvelle
Vague, del cine pluma. La cinta estará repleta de decisiones precisas,
correctas e innovadoras. Cada escena del metraje podría ser sometida a un análisis
meticuloso de estructura, composición y significado logrando de ellas un
material de estudio inigualable. Sigamos con las sutilezas, con otro ejemplo
magistral del manejo del lenguaje audiovisual. En otra escena, Nana charla con un hombre al que
pretende. Estarán sentados enfrentados, el punto de vista del director será de
frente a ella a una altura de cámara baja. Jean-Luc
decidirá nuevamente no panear jamás la cámara, no caer en la dinámica típica
del plano y contraplano. Aquello lo dejará para la industria, él optará por
moverse en travelling laterales apoyándose en lo que el dialogo diga. La cámara
entonces la tomará a ella cuando hable; cuando él responda, su respuesta será
siempre una definición sobre ella. Él hablará para definirla. Allí entonces la
cámara se moverá, sutilmente, con poesía, de manera lateral hasta tapar a Nana y dejar en soledad al personaje
masculino de espaldas. Después de todo, definir a alguien es siempre limitarlo,
no es más que un dialogo con uno mismo. La película planteará también una
posición filosófica sobre el lenguaje. Hablará de la palabra como una
imposición y dejará planteada la fantasía de su abolición definitiva. Fantasía
a la que le responderá el propio Godard
52 años después con aquella otra maravilla de la cinematografía experimental a
la que llamo Adiós al lenguaje. El
personaje de Nana comenzará triste y
en el transcurso de su curva dramática creerá encontrar la felicidad. Pero Jean Luc nos dejará en claro, en el último
acto de la película, que la dicha, no es una cosa alegre.
Lucas Itze.-
Canción post impresiones
UNIVERSO
GODARD
Godard nació el 3 de diciembre de 1930 en París, Francia.
Su infancia la pasó en el lado suizo del Lago Lemán donde su padre tenía una
clínica. Pero pronto su vida estuvo marcada por la guerra que vivió Europa
durante los primeros años de los 40.
Esta situación de inestabilidad no fue un impedimento
para que el joven Jean-Luc quedara prendado del séptimo arte. Este flechazo fue
debido a un libro llamado “Esbozo de una psicología del cine” del
novelista francés André Malraux. En este libro, el autor francés
reflexionaba sobre el papel del cine en la sociedad.
Terminada la guerra, Godard volvió a Francia donde se interesó
por la pintura y la antropología. El interés por la antropología
viene por la influencia de Jean Rouch, un antropólogo que se
convirtió en el primer director/teórico del cine documental cinéma
vérité («cine de realidad»).
Los cineastas del Cinéma vérité emplean equipos de
televisión ligeros para captar la realidad casi sin filtros, intentando llegar
a un acercamiento lo más cercano posible a la realidad y con ello hacer un
relato lo más objetivo posible.
Fruto de esta influencia, grabó su primer cortometraje: Opération
Béton. Un documental sobre los trabajadores de la construcción en
Suiza. Tras este primer cortometraje, el director de cine rodó otros tres
cortometrajes Une femme coquette, Une historie
d’eau y Charlotte et son Jules, rindiendo homenaje al poeta Jean
Cocteau.
Durante esa etapa de su vida se introdujo en los
cine-clubes franceses donde se hacían coloquios y se opinaba sobre cine con
mucha pasión. Jean-Luc Godard pertenecía al CCQL (Ciné-Club du Quartier
Latin): junto con el crítico Maurice Schérer y los jóvenes
cinéfilos, Francois Truffaut, Claude Chabrol y Jacques
Rivette. Todos estos jóvenes compartían su amor por el cine y todos
comenzaron sus andaduras como críticos de cine. En concreto, Godard empezó como
crítico de cine para Cahiers du cinéma
A finales de la década de los 50, concretamente en 1959,
Godard comenzó el rodaje de Al final de la escapada (A
bout de souffle). Film que a la postre significaría una revolución en la
forma de hacer cine, un cine sin reglas establecidas y una pieza clave para el
desarrollo del movimiento cinematográfico de la Nouvelle Vague.
Para esta película, su ópera prima, Godard contó con los
actores Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg. La película fue rodada
siguiendo un modus operandi en el que la improvisación era muy
importante. Godard, con ayuda de Truffaut y Chabrol, diseñaron unas series de
pautas que se debían seguir en cada escena, pero no un guion fijo. El film se
estrenó en la Berlinale, donde Godard ganó el Oso de Plata a la Mejor
Dirección.
Después de este film, Godard realizó catorce
películas: Le petit soldat (1960), Una mujer
es una mujer (1961), Vivir la vida (1962), Los Carabineros,
(1963), El desprecio (1963), Banda aparte (1964), Una
mujer casada (1964), Pierrot El loco (1965), Masculino
Femenino (1966), Made in U.S.A. (1966), 2 o 3 cosas
que yo sé de ella (1967), La Chinoise (1967), Week-end (1967).
Posiblemente, la película más famosa de ese periodo
revolucionario fue el drama de ciencia ficción Alphaville (1965).
La película fue reconocida con el Oso de Oro del Festival de Cine de
Berlín. El film cuenta con numerosas referencias a Metrópolis (1926) de Fritz
Lang y se centraba en las investigaciones de un periodista llamado
Ivan Johnson, quien llegaba a la ciudad de Alphaville para investigar el
paradero del profesor Von Braun, creador de una máquina con la que controlaba
la mente de los habitantes de esa ciudad.
Una de las figuras más importante en la vida de Godard
fue Anna Karina, modelo y actriz danesa con la que Godard se casó
en el año 1961. Anna Karina protagonizó numerosas películas del director galo,
entre las que se encuentran: la comedia romántica Una Mujer Es Una
Mujer (1961), Vivir Su Vida (1962) o Banda
Aparte (1964). El matrimonio entre Anna Karina y Jean-Luc
Godard duró 6 años, aunque ese mismo año el director se casó con Anne
Wiazemsky, también actriz.
A partir de los años 70 la calidad y cantidad de las
películas de Godard fue descendiendo llegando a ser muy irregular. En la década
de 1980 participó en proyectos cinematográficos en su país, así como en
California y Mozambique. Su obra más notable de la década fue su «trilogía
de lo sublime «, que consistió en tres películas: Pasión (1982), Nombre:
Carmen (1983), y el controvertido film Yo te saludo,
María «Je vous salue, Marie» (1985), película en la que introdujo
su punto de vista sobre feminidad, naturaleza y cristianismo.
En los 90, el cineasta se centró en el documental sobre
la historia de la cinematografía: Histoire(s) du cinéma (1988 – 1998),
que ofrecía una construcción muy personal sobre los primeros 100 años de la
historia del cine. Esta obra es para algunos, la mirada más lúcida sobre la
Historia del Cine.
En este documental, Godard utiliza varias técnicas como
collages, fragmentos de films, textos, citas, fotos, cuadros, fragmentos
musicales, sonidos, y lecturas a cargo de narradores de excepción (Juliette
Binoche, Alain Cuny, Julie Delpy y el propio Godard).
Jean-luc fue sobre todo una persona con un fuerte
carácter y una gran conciencia política, lo que le diferencia de su colega
Truffaut que nunca permitió que la política condicionara su cine y su forma de
ver la vida. En este sentido, Jean-Luc Godard politizó sus películas desde
los tiempos revolucionarios de 1968, año en el que creó el Dziga Vertov
Group, conjunto de cineastas atraídos por las ideologías marxista y
maoísta.
Sus últimas películas son el collage experimental Film
socialisme (2010), Adiós al lenguaje (2014), una
narrativa fragmentada sobre un hombre, una mujer y un perro, filmada en 3-D. Su
último estreno fue El Libro De Imágenes (2018) siendo un
ensayo cinematográfico, con un montaje de clips de películas, fotografías e
imágenes de guerra, en el que Godard aporta comentarios. Jean-Luc Godard fue
galardonado con un Oscar honorífico al conjunto de su carrera
en el año 2010. El maestro nos dejó el 13 de septiembre de 2022 a los 91 años.
FICHA
TÉCNICA
Título original: Vivre sa vie: Film en douze tableaux
Año: 1962
Duración: 83 min.
País: Francia
Dirección: Jean-Luc Godard
Guion: Jean-Luc Godard
Música: Michel Legrand
Fotografía: Raoul Coutard (B&W)
Reparto:
Anna Karina, Sady Rebbot, André S. Labarthe, Guylaine Schlumberger, Gérard
Hoffman, Monique Messine
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