jueves, 5 de enero de 2023

SIN TECHO NI LEY - SANS TOIT NI LOI DE AGNES VARDA

PROGRAMA 396 (30-12-2022)

 

SINOPSIS

 

Mona (Sandrine Bonnaire) es una joven vagabunda que es encontrada muerta. La historia mostrando en flashback sus últimos meses de vida, su desarraigo social y sus relaciones con la gente que conoció. (FILMAFFINITY)

 

EDITORIAL

 

La ciudad es aquella línea recta que la naturaleza desconoce. La ciudad son calles y edificios, son esquinas y baldosas. Es aquel asfalto del color del barro que no es barro. La ciudad es todo aquello que pretende ser lo que no es. Es una simulación controlada, con sus árboles mutilados y sus plantas consentidas. Es aquel control de semáforos coreográficos, aquel sincronismo en su recorrido en donde sin darte cuenta, día tras día, pisas sobre tus huellas de ayer. Es el triste plan de jamás volver a perderte. El dolor ahogado bajo el pesado y solido concreto. Aquel concreto que un millar de personas pisara sin misericordia ni tiempo alguno. Pisará por pisar, con un abismo gélido por mirada, con un hueco maldito en lugar de corazón. Aquellos pasos indiferentes que pisan cualquier pena, avanzando sobre su camino inescrupuloso hacia la nada. El dolor en la ciudad es siempre más corrosivo, más desolador que en cualquier otro lado. El escenario está preparado allí para nosotros, con sus luces resplandecientes, con sus espejos de colores que ensayan un progreso torpe que siempre anuncia más de lo que logra. La desilusión es precisa, la soledad segura. El dolor de estar allí, entre una muchedumbre enceguecida por aquel rumor del futuro, que les promete un papel picado que jamás lograrán tocar. 



Que les da de beber un vino hechos por otros, unos alimentos procesados a base de fe. Que les asegura una felicidad ficticia, efímera, una felicidad de anécdota de cola de supermercado. El dolor de saberse entre miles de personas adormecidas por una tecnología social que funciona de manera performativa y tiene a su servicio aquel conjunto de instituciones tanto lingüísticas como médicas o domesticas que constituyen finalmente la real maquina ontológica. El verdadero relato que el legítimo poder narra. Aquella sentencia naturalizada, aquel poder instalado allí donde nadie lo ve, donde el cuestionamiento no llega, allí, en la oscuridad misma del engranaje. El dolor de sentir nuestros cuerpos nombrados, atravesados por un lenguaje que nos resignifica, amenazados por el ineludible peso de la palabra que define, que se entromete en cualquier esencia, en toda elección. El dolor, tal como dice Enrique, de estar aquí, en donde los pájaros aprenden a leer y escribir las leyes que le prohíben volar.  

 

Lucas Itze.-

 

Canción elegida para la editorial

 


IMPRESIONES SOBRE SIN TECHO NI LEY

 


A veces nos preguntamos, y lo hemos hecho varias veces desde este recinto, si la libertad es sinónimo de felicidad. Creernos libres, en cierta parte, nos hace sentirnos un poco menos despreocupados y así, más cercano a eso que entendemos por felicidad. Aunque bien sabemos, que ese también es un auto engaño para rebelarse un poco. Como decía Rousseau, hay un valor ético y político de rebelarse. Porque a pesar de todo, somos personas que estamos atravesados por una comunidad. Un barrio, un pueblo, una ciudad, una provincia hasta que esa comunidad se transforma en la Patria. Recordamos muchas veces que Sartre decía que “el hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”, o sea, una libertad asfixiada en cierta manera por la amenaza de un otro. Aunque lograr Ser, ya sería un motivo de aplauso. Por su parte, para Heidegger la trascendencia y la libertad eran idénticas. Un ente que es libre es, “en sí mismo, necesariamente un ente que trasciende”. En otras palabras, la libertad es la condición estructural de la existencia humana que le permite llevar o no llevar a cabo sus posibilidades, de efectuar o no sus proyectos, en último término, de formar o no formar mundo. El mundo, sostiene Heidegger, “nunca es, sino que se hace mundo”. El mundo en el que nos han formado, está muy lejos de ciertos conceptos de libertad. Entonces habrá que salir a patear las tierras para crearla. Esa libertad es la que ansía Mona, el bello personaje de Agnes Varda en su film Sin techo ni ley



La película empieza con un plano general de un campo. Luego a través de un travelling de derecha a izquierda seguiremos a un trabajador que recolecta ramas. Será este buen hombre quien encuentre un cadáver en una zanja. “Como nadie reclamó el cuerpo, éste pasó de la zanja a la fosa común. La muerte natural no dejaba rastro. Me pregunto quién se acuerda de ella entre los que la habían conocido de niña. Pero los que la conocieron hacia el final sí la recordaban. Gracias a ellos puedo contar sus últimas semanas. Ella les había impresionado. Hablaban sin saber que estaba muerta. No quise decírselo. Ni que se llamaba Mona Bergeron. Yo misma sé muy poco de ella. Aunque me parece que venía del mar”. La voz de la directora mientras el plano de la cámara sigue el recorrido de la arena hasta encontrarse con el mar, es el comienzo de esa historia que empieza por el final. A partir de allí, al igual que Varda, intentaremos conocer un poco más acerca de Mona, a través de un racconto de su vida. El guión será lineal pero estará armado como si fueran episodios donde iremos observando los últimos meses de vida de Mona. Como si de una road movie se tratara, seguiremos el camino de nuestra desgraciada heroína y las personas con las que se ha cruzado. La directora transformará el film por momentos en un documental, mostrando sus dotes de su extensa filmografía. Con ella escondida detrás de cámara, irán dando sus testimonios quienes la vieron con vida en sus últimos momentos. Se romperá más de una vez la famosa cuarta pared cuando sus personajes le hablen a la cámara directamente. La fotografía utilizará colores fríos y otoñales para remarcar el duro invierno que se avecina. 



Habrá varios actores no profesionales para darle más realidad a la trama. La banda musical funcionará muy bien con las imágenes. Imágenes que elegirán bien que mostrar y que no, para que el espectador arme su propio rompecabezas. La puesta en escena no será casualidad. Siempre habrá algo para contar. Porque la muerte siempre estará latente. La cámara la seguirá con esos travellings como una testigo de esa vida errante donde la naturaleza parece morir de a poco, anticipando el final. Máquinas abandonadas, árboles cayendo, pallets amontonados serán la marca registrada de un ojo que mira cada detalle. Y ella en su soledad en medio de la belleza campestre, pequeña ante la inmensidad. Mona será rebeldía, enjundia, belleza, caos y ternura en un alma indudablemente punk. Un trabajo extraordinario de una adolescente Sandrine Bonnaire, que nos convence con cada gesto, con cada mirada. La veremos haciendo autostop, buscando algún trabajo para ganarse el pan o durmiendo donde pueda para escapar de esa rutina que casi no conocemos (apenas sabemos que antes era secretaria). Será ni más ni menos que otra sucia marginal vagando por las calles. Será, también, una crítica feroz a ese sistema patriarcal donde ellas siempre tienen que estar bien vestidas para la sociedad. Aparecerá el miedo a lo desconocido y las reacciones negativas ante su presencia. Algunos empatizarán con ella pero pronto también acabarán desechándola. Sólo un inmigrante sabrá su nombre. Será al único que le demostrará un cariño sincero. Será el quien se quede sin palabras al recordarla. Porque a veces las palabras están de más. Allí estará también otra crítica marcada sobre esa sociedad. 



Los olvidados de siempre, los que no tienen nombre y son sólo un número más en una fosa común de un cementerio (de donde la han echado tiempo antes). Los pobres, los inmigrantes, los diferentes. “Quiero irme de aquí. La chica que vino por agua es libre y va donde quiere”, dice una joven mientras su madre sirve la mesa, quien responde “No comerá todos los días lo que le sirve su madre” a lo que la joven responde aferrándose a su idea: “A veces sería mejor no comer… Yo quiero ser libre”. Haciendo una crítica a las instituciones y a lo establecido, porque bien sabemos que en la inocencia, también se esconden ciertas verdades. El final ya lo sabemos pero no hacemos más que apartar la mirada cuando empieza a confirmarse. A pesar de que nosotros tampoco la conocimos, solo la vimos pasar. Agnes Varda también nos interpela y nos hace las mismas preguntas que a sus personajes. Encuentra poesía y glamour en la rebeldía, en contra de la sugerencia de los mandatos sociales. Y hace de su film, algo tan cercano a su protagonista. Será contestataria, valiente y orgullosa ante la hipocresía y el oportunismo social. Y es allí encontraremos esa libertad que buscamos hace tiempo...

 

Marcelo De Nicola.- 

 

Canción post impresiones

 


UNIVERSO VARDA

 


Agnès Varda nació en Bruselas, Bélgica el 30 de mayo de 1928. Es considerada por algunos críticos de cine la “abuela de la Nouvelle vague” y una de las pioneras del cine hecho por mujeres y del cine feminista. Varda estudió Historia del Arte en la École du Louvre antes de conseguir un trabajo como fotógrafa oficial del Teatro Nacional Popular o Théâtre National Populaire (TNP) de París. Le gustaba la fotografía, pero estaba más interesada en el cine. Después de pasar unos días grabando la pequeña ciudad pesquera francesa de Sète, en el barrio «La Pointe Courte», para un amigo con una enfermedad terminal que no podría visitarla por sí solo, Varda decidió hacer una película. De este modo aparece en 1954 su primera película, La Pointe Courte, que narraba la historia de una triste pareja y su relación en la pequeña ciudad. La película es la precursora estilística de la Nouvelle vague francesa. Varda fue pionera en la apertura de la dirección cinematográfica a las mujeres. “Sugerí a las mujeres que estudiasen cine. Les dije: "Salgan de las cocinas, de sus casas, háganse con las herramientas para hacer películas". Varda ha dirigido una cuarentena de piezas entre cortometrajes, documentales y largos de ficción. Su formación previa en fotografía le permite captar los pequeños detalles de la realidad que la circunda. Además de fotógrafa, fue artista plástica, directora de cine, guionista, artista, profesora de universidad, pedagoga, directora de fotografía, productora de cine, profesora y editora de cine. Luego de unos cortos, en 1962 llegó una de sus películas más importantes: Cleo de 5 a 7, sobre una joven cantante que espera a saber si padece una enfermedad terminal. La segunda fase de su obra se sitúa a partir del Mayo del 68 contagiada según la crítica del espíritu optimista de la época. 



La felicidad (1965), Las criaturas (1966), Lion´s Love (1969), cuestionan la rigidez de la sociedad burguesa. Destaca además Una canta, otra no (1977), con un estilo jovial transformando las luchas feministas en una danza de colores kitsch. Uno de sus trabajos más destacados fue Sin techo ni ley (1985), protagonizado por Sandrine Bonnaire, dando vida a una vagabunda que sobrevive sometida al azar. En la película cohabitaron actores y personas del lugar, siendo el germen de toda una corriente de cine realista contemporáneo, encabezado por los hermanos Dardenne y Ken Loach.  A su vez, nunca dejó de filmar documentales, varios considerados de los mejores del cine europeo, entre los que se encuentran: Salud a los cubanos (donde filma los primeros años luego de la revolución), Panteras Negras (1968), sobre el arresto de Huey Newton, uno de los fundadores de Panteras Negras, tras el supuesto asesinato de un policía., Daguerrotipos (1975), donde filma la calle Daguerre, en el distrito 14º de París, donde ella vivía. Filma a los comerciantes, al carnicero, a la panadera, al tendero de ultramarinos, al peluquero, a sus vecinos. Trasciende la vida apacible del francés medio. Hace un homenaje a lo cotidiano, Murs, murs (1980), sobre los murales de la ciudad de Los Ángeles, Jane B. par Agnès V. (1987), sobre la vida de Jane Birkin, Cinévardaphoto (2004), sobre el poder de la fotografía, por no hablar de Los espigadores y la espigadora... y su secuela Dos años después (2002), donde entrevista a gente que recolecta cosas de la basura ya sea por necesidad o por arte. 



La mayoría de ellos están considerados por la crítica pequeñas obras maestras del género y testimonios históricos y del paso del tiempo. En 2017 presentó su película, Caras y lugares, realizada junto al artista gráfico urbano y fotógrafo JR (Jean René), y en la que vuelve a plantear esa intersección entre documental, juego y exploración social de su cine, que ya es considerada una de las mejores películas de los últimos tiempos. La película logró financiarse a través de un crowdfunding y el apoyo de su hija que buscó financiación en el MoMA que compró una copia para su fondo archivístico antes de que empezase el rodaje y la Fundación Cartier. La artista ha tenido siempre su propia idea del feminismo. Por eso mismo, un año antes de Las criaturas, tras el estreno de su película más polémica, La felicidad, le cayeron fuertes críticas feministas. “Quizás la gente espera demasiadas cosas –contaba a Cineaste 3 en el 78–. Entiendo a las feministas radicales que dicen que no odio a los hombres lo suficiente. Creo que necesitamos a las feministas radicales, pero no creo que las películas feministas tengan que retratar mal a los hombres”. Algunas feministas radicales odiaban mi trabajo, a otras les encantaba. ¡He sido como una pelota de ping-pong!”,contaba a Film Quarterly en los 80. Varda no solo ha defendido los derechos de la mujer –el aborto, la contracepción, la maternidad, etc.– y le ha dedicado al tema de la mujer largometrajes y cortometrajes –el más famoso, Réponse de femmes o el más chocante, L’Opera Mouffe, que rodó embarazada en 1958–, sino que es un ejemplo de conciliación de vida artística y familiar. “La principal solución para una mujer es ser una ‘súper mujer’ –contaba a Women and Film en el 74– y llevar muchas vidas a la vez. Esa ha sido mi máxima dificultad: no renunciar a tener hijos, ni al cine, ni a los hombres”. 



Agnès volvió de EE.UU. para rodar Una canta, la otra no, su primera película explícitamente feminista que fue un absoluto éxito de taquilla en Francia y que cuenta la amistad de dos amigas desde los 15 años, su relación con el trabajo, con el amor y la amistad entre el 62 y el 72, mientras que la historia de la mujer evoluciona. “Quería revalorizar la amistad entre mujeres como un sentimiento que incorpora violencia, ternura, coherencia y solidaridad”, contó en su día a Cahiers du Cinéma. Convencida de que las mujeres debieran ser más tolerantes dentro del feminismo, es imposible no ser partidaria del que defiende ella misma. El de la felicidad de ser mujer, lejos del victimismo y el revanchismo de otras feministas. “Peleé mucho para que muchas mujeres pudieran ver una película sobre mujeres. Mujeres al sol, como dice Molly Haskell. ¡Eso me gusta! Es donde deben estar las mujeres, no en las sombras”, contaba en Cinéaste. Por último, dejaba su idea en una entrevista: "Sí, claro, yo soy feminista. En la historia siempre que se da un paso hacia adelante, se da otro hacia atrás. Pero si comparamos la situación de la mujer a principios del siglo pasado con la de ahora, hay un gran progreso: hemos luchado por cosas básicas como el derecho a tener niños deseados. En cuanto al cine, si miras la cantidad de directoras que había cuando yo empecé, ahora hay 50 veces más. O mujeres en puestos de responsabilidad, en la política o la judicatura... Se puede discutir mucho al respecto, pero las cosas van avanzando. ¡Pero no hay que parar! En Caras y lugares, por ejemplo, hablamos con los estibadores de Le Havre, hombres muy machos, luchadores, que han ido a la huelga, pero yo les pregunto por las mujeres. Y dicen que sus prejuicios han cambiado... El feminismo hoy hay que hacerlo con los hombres, es difícil, pero es lo interesante." Su último documental fue en 2019, llamado Varda por Agnès sobre su experiencia como directora, brindando una visión personal de lo que ella llama "escritura de cine", viajando desde la Rue Daguerre de París a Los Ángeles y Pekín.  Nos dejó poco antes de su estreno, el 29 de marzo de 2019 a los 90 años, pero el film fue su último legado.

 

FICHA TÉCNICA

 

Título original: Sans toit ni loi

Año: 1985

Duración: 105 min.

País: Francia

Dirección: Agnès Varda

Guión: Agnès Varda

Música: Joanna Bruzdowicz

Fotografía: Patrick Blossier

Reparto: Sandrine Bonnaire, Macha Méril, Yolande Moreau, Stéphane Freiss, Marthe Jarnias, Joël Fosse, Yahiaoui Assouna, Patrick Lepcynski, Gabriel Mariani Flaksman

 

PELÍCULA COMPLETA

 

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