PROGRAMA 108 (24-07-2015)
EDITORIAL
Yo
que creí en aquel juego soberbio del tiempo, conté grano por grano de arena que
iba cayendo delante de cada paso que daba. Recuerdo cuando podía recorrer aquel
bosque y yo era el lobo. Ese era mi juego, cada árbol, cada criatura que
acompañaba mi aventura existían porque así se le antojaba a mi parecer.
Recuerdo, la infinitud del mundo y las cosas que vivían en aquellas tardes de
mi infancia. Me vi, de repente, transitando el tiempo hecho desierto y quise
acelerar el paso. Fue en ese instante o unos pocos granos de arena más que me
di cuenta que llevaba un nombre. Desde aquel día ya no pude ser otra cosa.
Debió ser el mismo tiempo en que, en aquel infinito universo, los incontables
objetos que habitaban en mi mente y se sometían a mis fantasías, corrieron la
misma suerte que la mía y, por la maldita lógica, comencé a recordarlos más por
sus nombres que por sus cualidades. Tal fue así que recuerdo el día en que deje
de imaginar el bosque y quise viajar para conocerlo en su materialidad. Sé que
lo vi tan inmenso que salí corriendo espantado de miedo.
La valentía sostenida
por la ignorancia de las cosas con nombre se hizo inversamente proporcional a
lo cobardemente recordado. Había olvidado olvidar mientras repetía, sin
sentido, el nombre de las cosas. Me encontré entonces como aferrado a un tronco
en medio del mar creyendo más en las palabras que en lo que representaban. El
conocimiento devenido en fe logro el cometido de sentir la muerte en vida. De
que transitara desorbitado el laberinto de la comunicación. Recuerdo que un día
enloquecí y decidí terminar con mi vida. Corrí hacia el bosque y sin dudarlo me
aventuré a su suerte. Ya no quería seguir recordando, quería volver a ser
aquella criatura peluda, de colmillos temerosos y paso firme en los paisajes
olvidados. Yo quería seguir la voracidad del juego de las cosas sin nombre y no
pude lograrlo. Colonicé todo roble posado sobre la superficie verde de aquel
bosque, nombre a cada planta, animal, bicho y cosa de ese inmenso lugar.
Recuerdo mi cuerpo tirado en el barro, derrotado de palabras y falsa sabiduría
despidiéndome de cada objeto rodeando mis últimos instantes de respiración.
Recuerdo porque desperdicié toda mi vida cuando pude decirle adiós
al lenguaje…
Alan
Beneitez.
Canción
post editorial
IMPRESIONES SOBRE ADIOS AL
LENGUAJE
Abro
mis ojos nuevamente al mundo. El sol transita como un caracol perezoso los
vértices de mi ventana. Miro mi rostro en el espejo y temo su respuesta
autoritaria. Busco en aquel que me mira, algún vestigio de Lucas. Busco con
cuidado algún gesto familiar, la desordenada literatura, los planos de
celuloide que atacan desde el recuerdo. Busco desanimado cierta fortaleza
aventurera ancestral, y los miedos más profundos, alguna elegía tanguera o
cierta cadencia de acordes. Intento descubrir en aquellos ojos, el dejo
melancólico de las historias y los versos jamás encontrados, perdidos para
siempre, esperando quizás, otras vidas. Ya no sé si soy yo el que mira en su
reciente vigilia, o soy el que observa y sueña las insuficiencias del otro en
un amanecer cualquiera. Veo la flaqueza del espejo, sus carencias, su
inadecuada retórica, y descubro también, las torpezas de las palabras al
intentar llenar aquel vacío. El desánimo ahora, es infinito. Entiendo al mundo
desarrollarse, distante, en el recuadro de cada espejo, que no es otra cosa que
la parcialidad de nuestra mirada. Siento la frialdad de los objetos al intentar
abarcarlos con las ya gastadas palabras. Pienso en Godard y en su desafío, y grito ante mi espejo, con la madre de los
gritos, también su exabrupto: Adiós al
Lenguaje. Será en aquella cinta, donde nuestro gran amigo Jean Luc, ponga
luz en las consecuencias de ciertas ineficiencias y su relación con nuestra
libertad. Sera un film difícil, complejo e incómodo. Casi inabarcable.
Cualquier relato, logra su orden y cierta coherencia mediante la supeditación
de su mensaje a las reglas establecidas por cierto lenguaje. Así, un relato
estructurado según el lenguaje de señas, solo será decodificado por aquel que
conozca sus reglas. Al despedirse uno del lenguaje, entonces, aquellas reglas
destinadas a organizar los signos elegidos para comunicar, caerán, otorgándole
al mensaje una libertad de la que carecía, instalando incertidumbre en el
receptor, o por lo menos, sorpresa. El relato, entonces, tendrá el aspecto de
un collage audiovisual, exigiendo del espectador un trabajo mucho más
intensivo. Entra aquí quizás en juego, aquella teoría de Paulo Freire expuesta en su libro “Pedagogía del Oprimido”,
según la cual divide la educación en dos sistemas: Uno bancario, el cual
requiere de un alumno sumiso y pasivo, esperando ser cultivado por un educador
poseedor del saber; y un sistema de educación problematizadora, donde la figura
del alumno es dinámica y critica. Godard, entonces, saca al espectador de su
postura de oprimido, de su sumisión ante el mensaje, apelando a su función
crítica y haciendo de él un ser dinámico poseedor de conocimiento. Entendemos,
en consecuencia, que estamos ante un film que nos habla de la libertad, que denuncia
cierta opresión del lenguaje sobre la humanidad toda.
En algún momento,
comparara el nacimiento de la televisión con el nazismo y vendrá a nuestra
mente, otro amigo de esta casa, el señor Marshal
Mc Luhan con aquel concepto de que el medio es el mensaje y veremos allí la
opresión a través de los medios calientes. La idea de la opresión será
representada también a través de lo visual con la insistencia de ciertos
planos, viene a mi memoria la imagen de ELLA sentada detrás de una reja, la
mano de EL que entra en cuadro diciendo: Estoy a tus órdenes. Se
desprende, tal vez, desde ahí, el concepto de familia como idea antinatural y
base de la opresión y organización capitalista. Más adelante, alguien dirá: DESDE
QUE NACEMOS, ESTAMOS CONFUNDIDOS CON OTRO. LO EMPUJAMOS, LO TIRAMOS. LO
OBLIGAMOS A PONERSE EN PERSONAJE. Quizás sea esta una propuesta del
director para trabajar el film desde las herramientas aportadas por Jacques
Lacan al plantear al sujeto como un sujeto hablado (o pensado) por el otro,
entendiendo al “otro” como el prójimo y al mismo tiempo el conjunto de sujetos
que constituyen a la cultura y a la sociedad. Básicamente, Lacan plantea que el lenguaje antecede al ser humano y que lo
adquiere a través de las significaciones impuestas por aquel “otro”. Así
entonces, destruir el lenguaje, quebrar la arbitrariedad de la significación,
según términos Saussureanos, aquel
matrimonio carente de sentido entre el significante y el significado, es
también buscar la libertad. Aunque en aquella búsqueda, volvamos a caer,
inevitablemente, en la dictadura de todas estas palabras.-
Lucas
Itze
Canción
post impresiones
Era
callejero por derecho propio
Su
filosofía de la libertad
Fue
ganar la suya sin atar a otros
Y
sobre los otros no pasar jamás
Aunque
fue de todos nunca tuvo un dueño
Que
condicionara su razón de ser
Libre
como el viento era nuestro perro
Nuestro
y de la calle que lo vio nacer
Habla
conmigo,
viejo
perro blanco,
busca
descanso,
con
tu molinete,
que
los amos,
no
descansan...
ya
no existen...
Nos fuimos con esta gema...
FICHA TECNICA
Título
original: Adieu au langage
Año:
2014
Duración:
70 min.
País:
Suiza
Director:
Jean-Luc Godard
Guión:
Jean-Luc Godard
Fotografía:
Fabrice Aragno
Reparto: Héloise Godet, Zoe
Bruneau, Kamel Abdelli, Richard Chevalier, Jessica Erickson, Alexandre Païta,
Dimitri Basil
SINOPSIS
A
pesar de la fragmentación del relato, se puede entrever la relación entre una
mujer casada y un hombre soltero que se aman y se pelean. Mientras, un perro
vaga entre el campo y la ciudad.
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