SINOPSIS
Un vendedor de
periódicos tullido vive entre los andenes y vagones de la estación de tren de
El Cairo, y se siente atraído por una atractiva vendedora de refrescos.
(FILMAFFINITY)
EDITORIAL
Entender la dinámica del mundo es siempre una tarea
compleja y casi siempre destinada al fracaso. Existe, como bien sabemos, una
forma, un dinamismo general, un nado sincronizado que nos maneja y manipula el
deseo como hilos invisibles ajustados a nuestras extremidades. Tal es nuestra
voluntad. Deconstruir aquel sistema, desmembrarlo en sus propósitos, en sus
controvertidas partes, es desatar el nudo de la angustia más primitiva. La
verdad libera, es cierto, pero el gran problema es que hacer luego con esa
verdad. El hombre está condenado a ser libre, decía hace muy poco un amigo
nuestro. Charlando con mi compañera Romina Anselmi sobre este manojo de ideas,
ella reflexionaba lo siguiente:
Vivimos de una determinada manera, con costumbres
aceptadas. Con reglas morales que acomodan y nos ayudan a determinar, de cierta
forma, el querer, el deber y el poder ser.
La pregunta sería ¿en qué momento normalizamos determinadas
situaciones, cuándo y quién decide qué cosas son aceptadas o no? ¿Cuáles son
las pautas a seguir para que una actitud o un comportamiento este dentro o
fuera de lo pautado como el bien o el
mal?
Allí, entonces, entraríamos en una discusión mucho
más profunda. Discutiríamos, con toda seguridad, sobre qué es la moralidad y cuáles son las leyes que la
definen y la vuelven regla fundamental en el devenir de una determinada
sociedad o grupo de personas.
Para que la idea de moral sea aceptada, se la debe
poner en práctica. Para poder ponerla en práctica se la delimita: esto es, se
definen límites que sobrepasan esa idea, y luego para poder validar esos
límites, se condena a quien los sobrepasa, como advertencia, como idea que
infunde temor, como algo que está más allá y que es inquebrantable, que es casi
inentendible y quizás infundamentado.
¿Será que necesitamos los limites o que estamos tan acostumbrados/as a
tenerlos marcados que no nos atrevemos a existir si no están dispuestos?
¿Cómo podemos entonces decidir o definir cuando
algo está bien o está mal, si desde que nacemos estamos condenados a introducir
estas normas de conducta en nuestro comportamiento?
¿Quién puede entonces decir que elegimos? ¿Realmente
elegimos que nos gusta y que no?
Hablamos muy a menudo de minorías, de marginales,
de los otros y otras… pero ¿quiénes son? ¿Por qué motivo son puestos en ese lugar y vistos
desde esa perspectiva?
La norma moral viene siendo puesta en discusión
desde los griegos, luego varios filósofos se preocuparon por definirla y
discutirla, ya que las ideas pueden servir tanto al visionario que tiene el
poder y la voluntad de imponerse como también a la contrafuerza que lo
contrarresta y lo boicotea. ¿De qué lado estamos? ¿Desde qué lado nos
posicionamos? ¿Desde la comodidad irreflexiva que deviene de la información
masticada y preelaborada o desde un analítico y critico?
Lucas Itze – Romina Anselmi.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES
SOBRE ESTACIÓN CENTRAL
Imaginemos un juego donde estamos todos repartidos
en un bosque. Sin nada, viviendo como los primeros seres humanos. ¿Cuánto tardaríamos
en ver como alguien mata a otro por un pedazo de territorio, por un poco de
comida o por el amor de otro ser humano? Surgirán en ese momento los líderes,
los laderos y también los rebeldes. Estarán hombres y mujeres, quizás niños.
Seguramente se impongan condiciones y más de uno hará ejercicio de un
autoritarismo desbordante. Los más fuertes serán los más temidos. Los débiles
quedarán como carne de cañón. Adaptados a la maldita idea Darwiniana de la
supervivencia del más apto, todos sabemos quienes serán los primeros en quedar
de lado. Muchos años después, ciertos jerarcas nazis exterminaron millones de
personas siguiendo ese manual y mal pensando en el Superhombre ideado por Nietzche. Y si hay un lugar donde esas
teorías se llevaron a cabo durante siglos y se siguen llevando, es África.
Allí, donde parece que ese Dios está siempre ausente, la vida pesa. El sol pega
más fuerte, y la muerte está en cada esquina. Y el futuro llega de a poco,
sobre todo en los países más débiles. En otros, el cambio cultural va mutando
lentamente, tras siglos de historia. Allí, en la vieja Alejandría, hoy ciudad
de El Cairo, vive Qinawi, un joven
vendedor de diarios de
El director utilizará elementos del neorrealismo italiano pero no se conformará solo con eso y virará hacia otro género. La estación será parte fundamental. Allí se desarrollará toda la película. No habrá mucho más espacio escénico que esa gigante estación. Una voz en off nos la irá presentando como si fuese un personaje más del film. Luego, dirá que es Madbouli, el vendedor de periódicos de la estación, que tomará como empleado a un joven cojo que deambula allí. No es otro que Qinawi, de quien dará ciertos datos, reflexionando sobre algo del pasado. Ya en ese comienzo el montaje de imágenes llamará la atención. Teniendo en cuenta la cinematografía del país, ya notamos que estamos ante algo distinto. La paleta de colores en blanco y negro con su tonalidad de grises servirá para que todo parezca más apagado. Los planos y los encuadres hablarán más por lo que no vemos que por lo que vemos. En el primer caso, los primeros planos y los planos detalle están excelentemente armados. Y su otro gran acierto es la música. No harán falta tantos minutos para darnos cuenta que en ese armado musical, está la idea de Alfred Hitchcock. Chahine toma lo mejor del británico y lo lleva para sus tierras. Pero no sólo será el plano musical lo importante. Sino como poco a poco el film se va transformando en una historia de cine negro. Habrá una femme fatale, rubia, que será el amor del antihéroe. Ahí empezará a jugar con todos los elementos de ese cine de género hasta que la muerte y la tragedia se cruzan. Aunque lo interesante del film, son todos los ingredientes que el director utiliza para contar la historia, ya que arma un relato coral y una crítica a la sociedad egipcia de la época.
A lo largo de los casi 75 minutos que dura el
metraje, Chahine muestra la diferencia entre pobres y ricos y será uno de los
primeros en el continente negro que hable de la creación de sindicatos para
defender a los trabajadores, precarizados y explotados por ese sistema
capitalista que está llegando. Veremos también la crítica al racismo y a la
misoginia, donde las mujeres son tratadas como objetos pese a la lenta
occidentalización del país. Y en esa occidentalización, el miedo al reciente
feminismo y a cualquier cultura foránea que venga a romper los moldes. Aunque
sin dudas, uno de los temas más representativos, es la represión sexual. En el
comienzo, veremos el cobertizo donde duerme Qinawi lleno de fotos de mujeres,
ese deseo se transforma en obsesión cuando conoce a Hanouma, quien vende gaseosas en la estación. Será casi un amor
platónico, claramente no correspondido. Aparecerán entonces el rechazo y las
burlas al diferente, a quien no tiene las mismas armas. Todo eso se convertirá
en frustración. Frustración que alguien sin educación no podrá manejar. Saldrá
a la luz su lado más salvaje y en un paso todo será locura y muerte. Todo, en
nombre del amor. O de lo que él entiende por amor. Lo que le faltó siempre. Una
sonrisa, una caricia. La única forma de escapar de esa sociedad que esconde al
diferente, que le roba las pocas sonrisas que le quedan y lo obligan una vida
triste y solitaria hasta el final...
Marcelo De Nicola.-
Canción post impresiones
UNIVERSO CHAHINE
Nació en Alejandría el 25 de enero de 1926. Estudió
en Victoria College, en su ciudad natal. Desde temprana edad, a Chahine le
fascinaba el mundo de las artes y la actuación. Con 9 años, la tragedia llega
al hogar cuando su hermano mayor fallece de neumonía. En su juventud, Chahine
ingresa en
Con El alba de un nuevo día (1965), Chahine anunció su apoyo al nuevo
régimen socialista. Es un canto de amor a El Cairo. Sin embargo, nada de esto
le valió ante el régimen. Se vio obligado a emigrar al Líbano, donde empezó su
segunda etapa artística. En esa transición hacia sus etapas tercera y cuarta,
dirigió El vendedor de anillos
(1965) y Como un ídolo de arena
(1967). Su conciencia política, como él mismo reconoce, no alcanzó la mayoría
de edad hasta
Tras el premio obtenido en el Festival de Berlín, Chahine logró su segunda recompensa importante con la participación de Una historia egipcia, la segunda parte de su autobiografía, en el Festival de Venecia de 1982. Con la llegada del Partido Socialista al gobierno francés en 1982 y de la mano de la política del ministro de Cultura Jacques Lang, que cambió el cine en Francia y en Europa, Chahine inició la etapa a la que pertenecen las ocho coproducciones con ese país realizadas entre 1985 y 2004. Chahine tuvo que pagar un precio por la larga relación de desencuentros entre Egipto y Francia cuando, en su primera coproducción, Adiós, Bonaparte (1985), establecía una relación de amistad entre el protagonista y un general francés debido al deslumbramiento que le producían al egipcio los aparatos científicos modernos que veía en la casa del general. También, le cuestionaron la elección para el título de una palabra francesa que significaba, además de “despedida”, “hasta pronto”. El cineasta egipcio cumplió 60 años mientras dirigía El sexto día (1986), la segunda película de su nueva etapa y la más francesa de todas sus producciones de ese período. En ella expresa por primera vez sus obsesiones acerca de la muerte, a través de un viaje que la protagonista realiza con su nieto, enfermo de cólera, en un barco por el Nilo que se dirige a Alejandría con la esperanza de ver el mar y alcanzar la curación antes de que llegue el sexto día, en el que mueren los afectados por ese mal. El film supuso un fracaso en Egipto y en Francia, con el que tuvo que cargar Chahine el mismo año que lloró el suicidio de Dalida, la protagonista de la película. Con Alejandría, aún y siempre (1989), se situaba en el campo de los partidarios de la libertad y la democracia en Egipto. Después, se volvió hacia el pasado lejano con la película El emigrante (1994), con la que se enfrentó por segunda vez en su carrera a la prohibición de uno de sus films, esta vez por estar inspirado en el profeta Yusuf. La prohibición fue en el mismo año en el que Naguib Mahfuz sufrió un atentado. Del dolor sentido por ambos sucesos nació El destino (1997), una película sobre la vida del filósofo árabe-andaluz Averroes, que narra cómo tuvo que enfrentarse a los extremistas islámicos, quienes lo declararon infiel y quemaron sus libros, y cómo éstos llegaron a Egipto.
Después vino El otro (1999),
en el que dio rienda suelta a su rabia por el deseo de los Estado Unidos de
dominar el mundo. A los 75 años dirigió Silencio...,
se rueda (2001), en la que cultiva el musical, una de sus grandes pasiones.
Finalmente, llega Alejandría - Nueva
York (2004), la cuarta parte de su autobiografía y en la que narra lo que
le hubiera gustado que pasara y nunca sucedió. Su última película, El Caos (codirigida con Jalid Yusuf) se
estrenó en 2007. Con ella volvió a practicar una crítica mordaz de la
actualidad con un tema político relacionado con los cambios producidos en la
última década y que dieron lugar a una merma en la estructura política y social
en todos los niveles. En junio de 2008 fue víctima de una hemorragia cerebral
que lo dejó en coma y del que no volvió a salir hasta su muerte, el 27 de julio
de 2008.
FICHA
TÉCNICA
Título original: Bab el hadid (Gare Centrale)
Año: 1958
Duración: 77 min.
País: Egipto
Dirección: Youssef Chahine
Guion: Mohamed Abu Youssef, Abdel Hay Adib
Música: Fouad El-Zahry
Fotografía: Alevise Orfanelli (B&W)
Reparto: Farid Shawqi, Hind Rostom, Youssef
Chahine, Hassan el Baroudi, Abdel Aziz Khalil, Naima Wasfy, Said Khalil, Abdel
Ghani Nagdi, Loutfi El Hakim, Abdel Hamid Bodaoha, F. El Demerdache, Said El
Araby, Ahmed Abaza, Hana Abdel Fattah, Safia Sarwat, Asaad Kellada
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