SINOPSIS
Un hombre camina
por el desierto de Texas sin recordar quién es. Su hermano lo busca e intenta
que recuerde cómo era su vida cuatro años antes, cuando abandonó a su mujer y a
su hijo. A medida que va recuperando la memoria y se relaciona con personas de
su pasado, se plantea la necesidad de rehacer su vida. (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
Se apagó la última risa y el silencio lo envolvió todo. La ciudad se convirtió en un desierto arenoso e inmóvil. No, la vida que le habían vendido no estaba allí. Sólo quedaban restos de un cigarro que se negaba a morir. Quizás en ese pequeño humo grisáceo aparecían sus últimas alegrías. Como por arte de magia logró caminar y caminar, hasta llegar a un punto desconocido. Todos algunas vez quisimos tener esa sensación. La de llegar a ese lugar donde seamos extraños hasta para nosotros mismos. Escapando del maldito amor que tanto miedo da, como rezaba su canción preferida. Se paró y miró el cielo más celeste que jamás había visto. Las nubes parecían sólo sueños. El sol resplandeciente explotaba contra el horizonte. Ya no había edificios y sólo a lo lejos quedaba esa carretera olvidada.
Olvidada como esa noche que destruyó todo. En nombre del amor. Con
miles de preguntas sin respuestas. ¿Cuánto duele perderlo todo? Era su gran
interrogante. Sólo migajas de pequeños recuerdos le devolvían cierta felicidad.
Su único escaparate. Sabía que ya había dado hasta lo que no tenía. Y no
quedaba nada más guardado en el placard. Se dejó vencer y la piel ardió como en
esas viejas noches de pasión. No estaba preparado para agarrarse a piñas con la
soledad. Cada round hubiera sido un suplicio. Decidió tirar la toalla. Y que la
realidad se transforme en viejos recuerdos. Lo único que nadie podía sepultar.
No importaba el lugar, solo que sea con ella. Si era el campo o la ciudad. Si
era el glamour de París o el desierto de Texas.
Marcelo De
Nicola.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES SOBRE PARIS, TEXAS
El amor es imposible. Lo hemos denunciado más de una vez desde este mismo espacio. La realización de aquel concepto heredado, de aquel sentimiento aprendido es siempre un imposible, porque el amor es el otro y ese otro es siempre inabarcable e inaprensible. Todo ideal del amor es una forma de ensimismamiento. Todavía resuena entre estas mismas paredes aquella pregunta del poeta Oliverio: ¿Cómo amar sin poseer? ¿Cómo dejar que te quieran sin que te falte el aire? Amar es un pretexto para adueñarse del otro, para volverlo tu esclavo, para transformar su vida en tu vida. Aquella puja que surge sobre el deseo es por lo general lo que llamamos amor, aquello que se da cuando surge un silencio a dos voces. En la economía del amor, todo es pérdida. Hay un mandato muy sólido y pesado, incorporado a nuestro dispositivo generador de sentido, replicado por los medios y el mal arte, que reza que para ser feliz hay que enamorarse, que el amor nos completa y nos realiza. ¿Y si aquella falta, aquella ausencia no es un defecto? El amor culmina allí donde aparece el deber, donde la ley y su ordenamiento se hacen presentes. Tal como dice un amigo, nadie se enamora de un cálculo. El amor jamás funcionó a fuerza de capricho, nadie se enamora porque quiere. Enamorarse no depende de nosotros.
El impresionista James Whistler decía algo muy sencillo y no por eso menos profundo, “Art Happens” y tal como pasa en el arte, también pasa en el amor. El amor sucede. Es siempre incalculable, impredecible, inconveniente e injusto. Nadie gana en el amor. Amar es reproducir aquello que siempre supimos sobre el amor, aquello aprendido y naturalizado. Amamos con aquel bagaje heredado que nos geopolitiza la sensualidad, lo erótico, el deseo, las ganas. Huir del plan del amor, de su estúpida burocracia, de la exigencia meritocrática y la judicialización del mismo. Quemar sus guiones en la más audaz de las rebeliones, disfrutar y bailar frenéticamente sobre sus cenizas. Solo en la deconstrucción misma del amor podremos enamorarnos. El amor en su acto disruptivo profana todo aquello que creíamos sagrado, todo lo sabido se derrumba, todo lo ideado y proyectado fatalmente colapsa. Es la otredad la que nos saca, por fin, de nosotros mismos. Allí está lo maravilloso de la experiencia, lo extraordinario, lo particular, el hecho único. Amar es desarmarse, deconstruirse, derrumbar aquella estructura, aquella coraza de nociones y preconceptos que celosamente armamos para comenzar de nuevo sobre el desierto de sus escombros. Y sobre aquel desierto de lo vivido comenzará el film de Wim Wenders Paris, Texas.
Sobre aquella muerte del pasado caminará Travis, desafiante y enérgico. Sobre aquel paisaje desolador y desesperante lo veremos pasar de la nada a la vida, del silencio a la palabra. Allí estará su nacimiento, ahí amanecerá el hombre nuevo, sobre aquellos escombros de la culpa, la posesión y la violencia surgirá nuestro personaje. El film trabajará sobre el armado de Travis, sobre su construcción, dosificando inteligentemente la información referente al aspecto social de su tridimensionalidad. Manejará una fotografía que arderá en lo profundo de los rojos, complementándose con la paz y armonía de los verdes esmeraldas para desarmarse en el ocaso propio de los naranjas. Paris, Texas será una película que hable del amor en el peor y más peligroso de sus estados, la idealización. En todas sus secuencias flotará l amor idealizando, construyendo a un otro según las propias necesidades, avasallando ferozmente su deseo. Aparecerá entonces allí la idea del amor como una construcción, como la elaboración de un producto, como un objeto de producción, una economía misma, el amor como una forma de disciplinamiento. Se pondrá sobre la mesa la idea de monogamia como una imposición necesaria para la construcción de la felicidad, la construcción de aquel ideal de pareja adquirido, aprendido y heredado. Si el amor es al mismo tiempo deseo y falta, ¿cómo puede entonces existir un pacto monogámico que lo constituya?
La monogamia es claramente un hecho político. Domestica,
delimita los modos, administra las fuerzas y restringe al deseo con el
canallesco objetivo de ser más productivo. La monogamia capitalista hará
posible la aparición de entidades opresivas como la pareja y el matrimonio que
funcionaran, según términos foucaultianos, como dispositivos normativos que
plantearan los límites aceptables y normales del amor. Aquel será el modelo de
felicidad que Paris, Texas planteará
y buscará demostrar y argumentar desde su narrativa. El único que no
jugará ese juego será Travis porque
de aquel infierno es de donde este personaje viene. Manejará el film el
lenguaje audiovisual de manera interesante, particularmente en la escena donde Travis se encuentra con su ex compañera
Jane. El diálogo se dará en una
especie de cámara Gesell armada dentro del burdel donde ella trabaja. Wenders utilizará los reflejos para
superponer imágenes y crear de esa manera nuevos cuadros dentro del plano.
Armara así a un Travis con la figura
reflejada de Jane y nos contará de
esa cruda manera el atropello sobre el
otro al que el amor nos somete. Pensar la libertad desde el amor mientras
reproducimos al pie de la letra su guion es un acto inadmisible. Paris, Texas será una película que nos
haga comprender que solo encontraremos el amor cuando dejemos de buscarlo. Así
como el único paraíso posible es el paraíso perdido, el único amor verdadero
entonces, queridos amigos, queridas amigas, no es otro que el amor imposible.
Lucas Itze.-
Canción post
impresiones
UNIVERSO WENDERS
Nació el 14 de
agosto de 1945 en Düsseldorf, Alemania. Estudió parcialmente medicina y filosofía
en la universidad de Friburgo de Brisgovia (en un momento llegó a planear
convertirse en sacerdote), luego hizo fotografía. Estuvo a los 21 años en un
curso (1966) en París, iba diariamente a la filmoteca y veía el nuevo cine. En
1967 finalmente comenzó a estudiar en
Se trata de un thriller centrado en la cuestión moral, donde se presenta la amistad como valor en sí mismo. Con este film gana su primera Palma de Oro en Cannes. A partir de ese momento, e instalado en parte en los Estados Unidos, Wenders comenzó lo que podría denominarse su etapa más prolífica, encadenando títulos experimentales como Lightning Over Water (Relámpago sobre el agua) (1980), documental sobre la agonía y muerte del director Nicholas Ray, que lo codirigió, y Hammett, El estado de las cosas (ambas de 1982) con historias intimistas como Paris, Texas (segunda Palma de Oro en Cannes, en 1984), El cielo sobre Berlín (1987) o su secuela ¡Tan lejos, tan cerca! (1993).
En 1985, había rodado una película singular, Tokio-Ga, sobre la vida del director japonés Yazujiro Ozu, el director con el que, dijo, más había aprendido en su vida. También rodó en Portugal, Lisboa Story (1995), Más allá de las nubes (1995), dirigida en colaboración con Michelangelo Antonioni; El fin de la violencia (1997), El hotel del millón de dólares (1999)
y el documental Buena Vista Social Club (1999), un interesante
recorrido por la música popular cubana que ayudó a revalorizar a legendarios
músicos y cantantes cubanos como Omara
Portuondo, Rubén González o Compay Segundo. En los 2000 llegaron films como
Tierra de abundancia, Llamando a las
puertas del cielo, Palermo Shootting (con Campino, cantante de Die
Toten Hosen y Dennis Hopper como
protagonistas), Pina (documental
sobre la coreógrafa Pina Bausch), La sal de la tierra, Todo va a estar bien, Los hermosos días de Aranjuez, Inmersión y por último el documental
sobre el Papa Francisco: un hombre de
palabra.
FICHA TÉCNICA
Título original: Paris, Texas
Año: 1984
Duración: 144 min.
País: Alemania del Oeste (RFA)
Dirección: Wim
Wenders
Guion: Sam
Shepard
Música: Ry Cooder
Fotografía: Robby Müller
Reparto: Harry Dean
Stanton, Nastassja Kinski, Dean Stockwell, Aurore Clément, Hunter Carson,
Bernhard Wicki, Socorro Valdez, John Lurie, Sally Norvell, Sharon Menzel, Tom
Farrell, Viva
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