Baltasar es un
burro que vive sus primeros años rodeado de la alegría y los juegos de los
niños hasta llegar a la edad adulta, en que es utilizado como una bestia de
carga y maltratado por sus diferentes amos. (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
El tipo apoyó su espalda cansada dejando caer todo su peso sobre la pared y luego cayó sentado al piso. Estaba abrumado de voces que le gritaban lo malo que se estaba poniendo todo allá afuera, de mesas llenas de alimentos y bebidas caras que servían a un grupo de hienas riendo a cara descubierta, respirando y humeando palabras de odio, discursos vacíos tejidos especialmente para el juego de la distracción. Reafirmando lo bueno que está ir por la vida a mil por hora sin detenerse a observar. Había algo en esas palabras que lo alertaban. Al salir afuera, el mundo seguiría siendo el mismo mundo de antes. Estaría fortalecido y en funcionamiento aquel dispositivo que fabrica ansiedad a gran escala y que para ello necesita ejercitar la ignorancia y la mala memoria. Recordó entonces a su amigo Alejandro diciéndole que la ignorancia es mucho más rápida que la inteligencia. La inteligencia se detiene a cada rato a examinar; la ignorancia pasa sobre los accidentes del terreno que son las nociones a gran velocidad, y jamás hay nada que le llame la atención. Así llega rápidamente a cualquier parte... especialmente a las conclusiones.
Con malas conclusiones no se pueden crear buenas ideas. Había que ser capaz de resolver en la sencillez, ese era el terreno de batalla. Comenzó a sentirse mareado, pálido, desorientado, entonces sus ojos comenzaron a mutar, ganando unas grandes pestañas, una redondez perfecta, un brillo único. Como con un filtro que desnuda el símbolo, tan sencillo como preciso se hizo de una nueva habilidad. Capturaba imágenes con cada parpadeo. Aquellos ojos observaban el mundo. Construyendo, de ese modo, un relato simple, exacto, real. Eran millones de fotos desnudas de ideología, Hasta el mismo Dios lloraría al observar aquel álbum de fotografías. Comenzó a desplegar una visión particular, tanto hacia fuera como hacia dentro. Pasó un tiempo y desde aquel ángulo lo mejor que pudo hacer fue aprender a soportar el peso del mundo. Hubo ocasiones en las que descubrió una sonrisa en las manos de alguien. La obediencia en cuellos cansados. Así, hasta haber descubierto todo lo que existía abajo. Y cuando comenzaba a aprender a hablar con los ojos, ya miraba el azul del cielo. Había visto todo. A todos. Nadie lo había visto a él….
Alan Beneitez.-
Canción elegida para la editorial
IMPRESIONES PARA AL AZAR DE BALTASAR
El sonido del galope contra el piso inundaba ciertas mañanas. Un caminar cansino, cargado de sueños y desgracias, desnudaba todas las miserias. Sus dueños empacaban sus pocos útiles en esos animales que eran sus coches de piel y hueso. El sueño del cero kilómetro era algo ajeno que solo las publicidades de ese viejo tv blanco y negro emitían en esa primavera privatizada. Las blancas palomitas que oficiaban de ocupantes no entendían ese peligroso juego. Muchos de ellos solo iban a buscar quizás su única comida del día. Por la tarde, el golpe de la herradura contra el asfalto indicaba que había llegado la hora. El animal en cuestión ya sabía de memoria el camino. En ese trayecto quizás más de una vez se escuchaba un grito de desesperanza. Ese grito puede significar una idea, una declaración, un estallido. Ese sonido que puede pasar de lo sorprendente a lo tétrico es más que una expresión. En él se conjugan detalles emocionantes o los más escabrosos de la humanidad. El grito sagrado para algunos. Aunque otros nunca encontrarán la ansiada libertad que hace referencia nuestro himno patrio. Ni los animales y muchas veces menos sus dueños, que aunque griten con toda su voz, nunca serán escuchados. Y con el sonido de un grito que estremece arranca su obra Robert Bresson. Entre el rebuznar de un asno y música se suceden los créditos. Ruidos de cencerros y un pequeño asno alimentándose de su madre abren el film del francés, titulado Al azar de Baltasar. Así conoceremos a su protagonista.
Un asno que pronto será llevado por su nueva familia. En una escena de imágenes bíblicas la pequeña Marie bautizará al asno con el nombre de uno de los reyes magos y le convidará la sal de la sabiduría. Veremos un comienzo esperanzador con los niños jugando pero rápidamente el director nos mostrará lo dura que es la vida cuando veamos a Baltasar siendo golpeado como burro de carga, ya con otros dueños. Será el final de la inocencia. Bresson escribió el guión basado vagamente en la novela El Idiota de Fiodor Dostoyevski. El relato nos llevará mediante elipsis que forman pequeños episodios que recorren la vida de Baltasar, de Marie y de la gente que los rodea. Con una fotografía en blanco y negro exquisita y unos encuadres que hablan más de lo que muestran, Bresson nos regalará escenas preciosas y también algunas de las más fuertes de su filmografía. Sus planos serán siempre cuidados. La cámara se posará en ciertos ángulos para que el espectador no sea un mero testigo de la historia. Tendrá en la banda musical obras de Schubert o de Beethoven que se fusionarán de modo perfecto con la imagen, transformándola. Como suele acostumbrar, los protagonistas serán actores no profesionales. El que no actúa es Baltasar. Su mirada, sus gestos, su paciencia, su sacrificio, su inocencia y su sufrimiento son puramente transparentes, .ya que no estaba amaestrado y solo lo adiestraron para la escena del circo dos meses luego del rodaje...
Él es el testigo de muchas atrocidades que el director nos muestra, como se ve mientras observa a los animales encerrados en el mencionado circo, donde parece ser el más libre entre sus compañeros. En contraposición, nos muestra la maldad de ser humano, su crueldad, su perversión y hasta su desamor por ellos mismos. Marie crece al igual que su asno, pero sus decisiones por miedo o por estar inmersa en esa violencia tan habitual, terminan llevándola a estar con Gerard, alguien que parece no tener corazón, en lugar de Jacques, con quien se crió y quién es su eterno enamorado. Un año después el director realzaría esa idea en Mouchette, que al igual que Marie, quiere escapar no solo de su círculo familiar, sino hasta de ella misma. Es un santo dice la madre de Marie, sobre Baltasar cuando este está viejo y enfermo. Y no será solo esa la relación religiosa en el film. El final rodeado de ovejas también lo envuelve nuevamente en una imagen bíblica. Los pedidos a Dios y el perdón que aparece como lo salvador también forman parte de este pequeño mundo creado por Bresson, mostrando su formación religiosa y su estudio de la filosofía. Alguna vez Jean-Luc Godard dijo sobre el film “Cualquiera que vea este filme quedará absolutamente deslumbrado porque este filme es, en verdad, el mundo en una hora y media”. Y ahí están todos los vicios de la humanidad, como el director alguna vez dijo en una entrevista y que para algunos serían los siete pecados capitales. Desde acá creemos que es solamente la maldad del ser humano lo que todo lo corrompe, hasta la más inocencia mirada de un burro, que solo busca la libertad.
Marcelo De
Nicola.-
Canción post
impresiones
UNIVERSO BRESSON
Robert Bresson nació en Paris el 25 de septiembre de 1901. Estudió fotografía y
periodismo antes de dedicarse al cine. En 1934 realizó su primer cortometraje: Les Affaires publiques, un cortometraje
cómico. Recién empezada
En 1956 llega otra obra maestra: Un condenado a muerte se escapa, donde se mete en el mundo carcelario durante el nazismo, con el que se llevó el premio a Mejor Director en Cannes. En 1959 rueda otro clásico: Pickpocket, sobre un ladrón que no roba por necesidad ni por vicio, sino para sentirse vivo.
En 1962 llega El proceso de Juana de Arco, basada en la heroína francesa, con la que logró premios en Cannes y en Valladolid. Luego llegaron dos obras cumbres: Al azar de Baltasar y Mouchette, donde en ambas habla del trágico paso de la niñez a la adolescencia.
Al igual que en Baltasar, sigue con sus guiones basadas en relatos de Dostoyevski como en Une femme douce (1969) y Quatre nuits d'un rêveur (1971). En 1974 llega su primer film en color: Lancelot del Lago, adaptación de la historia de Camelot y el rey Arturo. Ya en el final de su carrera llegaron el drama psicológico El diablo probablemente en 1977 y El dinero en 1983, con el que se llevó el premio a mejor director en Cannes. Creador de un lenguaje cinematográfico diferente, fue uno de los grandes realizadores del cine mundial. Ya retirado, se dedicó a escribir, a dar simposios y a cuidarse de una enfermedad que lo tenía a mal traer. Murió en París a los 98 años el 18 de diciembre de 1999.
FICHA
Título original: Au hasard Balthazar
Año: 1966
Duración: 95 min.
País: Francia
Dirección: Robert Bresson
Guion: Robert Bresson
Música: Jean Wiener
Fotografía: Ghislain Cloquet (B&W)
Reparto: Anne
Wiazemsky, Walter Green, François Lefarge, Philippe Asselin, Nathalie Joyaut,
Jean-Claude Guilbert, Pierre Klossowski
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