EDITORIAL
¿De
qué estamos hechos nosotros, aquí y ahora, sino de recuerdos? El recordar nos
forma suceso a suceso, lo perdido, lo ganado. Aquellos que ya no están, quizás,
aparecen en forma de recuerdo bajo una mueca minúscula que aprendió nuestro
rostro. Hay tantas cosas y anécdotas en mi mente que pelean por salir y hacerse
historia, pero en este momento no puedo contarlas todas, voy a referirme y a
reflexionar en una en particular.
El
viaje ha sido bastante azaroso pero al fin hemos llegado, se agotó el tiempo de
echar culpas a dados arrojados por dioses malditos que hacían de aquella
travesía un doloroso letargo. Habitamos la contemplación bajo mecanismos
pasivos de errores involuntarios. El término paradoja quedó sellado en mi
conformado por todas nuestras miradas encontradas, esas miradas que creyeron
ciegamente en las pautas establecidas sobre la amistad. No fueron en vano los
adioses que sangraron bronca y dolor. No fueron un desperdicio las veces que al
mirarnos al espejo solo veíamos fantasmas empuñando sus dagas buscando con
frialdad la profundidad de nuestra piel. No olvidaremos el naufragio plateado
de noches que desaparecían veloces en esta enorme ciudad tan muerta y triste
como nosotros.
Recuerdo
tus dedos, aprendiendo a caminar sobre las cuerdas de mi primer guitarra… Dios!
Cuantas notas pasaron desde aquel día. Ayer, una vieja melodía me recordaba que
alguna vez me buscaste y yo me había ido… y que luego fui yo el que te buscó
pero solo quedó de aquella vez una carta mal escrita y arrugada en una caja de
cartón. El polvo con los años cubrió el amor que gritaban aquellas palabras y
encegueció nuestros pasos que nos llevaron perdidos sobre senderos poco
amables. Si después de todo te vi de otra manera fue porque un día recordé.
Luego apareciste fresca y nueva como lo fuiste siempre, como te recordaba. Por
eso no voy a olvidarme nunca de esa brisa que liberó nuevamente las palabras
que puedo gritarte hoy tan satisfecho y lleno de calma. Por eso no olvidaré
nunca el viaje que nos dejó en estas costas reposados boca a boca, piel a piel,
no lo olvidaré para que la desdicha, no nos encuentre nunca más distraídos.
Para seguir por siempre ahí, donde el amor quema, donde la vida duele. Quizás
sea entonces desde aquí donde nos hagamos de una nueva hoja en blanco y estas
palabras ocupen las primeras líneas de un recuerdo para mañana, que ya será
nuestro y no solamente mío.
Alan
Beneitez.-
Canción post editorial
IMPRESIONES PARA AMARCORD
El
tiempo avanza, riéndose socarronamente de las heridas que va dejando atrás. En
los sueños, se detiene como parte de un momento inmaculado, plagado de
situaciones oníricas que regalan seguridad, esquivando cualquier pronóstico
adverso. Así, esos sueños se transforman en recuerdos, que con el paso de la
vida, empezaremos a desmitificar si fueron reales, o simplemente, producto de
nuestros deseos más cobardemente guardados.
De
esa manera transitamos la niñez y el paso de la adolescencia a la vida adulta,
escapando de los temores amenazantes de una sociedad moldeada bajo los escritos
de algún agrio libro de la mala memoria.
Marionetas
de la verdad, delincuentes del pensamiento, holgazanes de la moral, y cientos
de vendedores de falsas esperanzas se unirán para obstruir caminos, dinamitar
ideas y aniquilar progresos en pos de un futuro manipulado. Y en el medio de
esa calle, parado erguido frente a una formación de soldados que avanza
ferozmente, se nos presenta nuestro amigo Federico
Fellini, quien firma sus recuerdos en Amarcord
(junto a su coequiper Tonino Guerra),
una de sus obras más representativas, como si estuviera en Rimini, su ciudad de
la infancia. Y se centra en Titta, una especie de su alter ego
adolescente, y la familia de este, conformada por un grupo de queribles y
entrañables personajes. El film va a narrar la vida de este pueblo durante un
año, con las hermosas imágenes de una primavera que va llegando y dos
personajes que van relatando como es la vida ahí, como para dar paso al
conocimiento de algunos momentos históricos del lugar y a sus increíbles
protagonistas. El director decide que sus narradores sean dos hombres
perfectamente opuestos, como el vagabundo Giudizio, y el distinguido abogado.
Fellini
basará su relato por partes evidentemente marcadas, como si fuesen bloques bien
encastrados, pero no será del todo lineal ya que ofrecerá algunos flashbacks un
tanto surrealistas, para ir descubriendo situaciones y uniendo los hilos del
film.
Cada
uno de los personajes que aparecen, tienen su espacio particular en el pueblo,
empezando por Titta y su familia, conformada por su padre, Aurelio, un típico tano cascarrabias, su madre Miranda, una ama de casa y esposa ejemplar, su cuñado Lallo y su raro peinado nuevo. Además
del abuelo, un anciano bastante particular.
La
fotografía naturalista de Giuseppe Rotunno, que va cambiando
la paleta de colores depende la estación del año en que se cuente la historia,
y la música inolvidable de Nino Rota (si, el mismo de El
Padrino), le dan una aureola de obra maestra en todos los aspectos. La cámara,
siempre supeditada al relato, también es otro gran acierto del director, por
momentos en paisajes generales, pero en otros con algunos travellings
excelentes.
Fellini
hace una crítica a la represión que se está por venir con el fascismo, pero
también, no oculta su ataque en forma de sátira contra temas como la religión,
la moral y el sexo, quizás con Volpina, la prostituta del pueblo,
como máximo exponente, ya que su nombre hace referencia a Vulpes Vulpes, el
nombre científico del zorro, en un juego de palabras exquisito.
Además
de las críticas, el director hurga en su propio recuerdo, pero no el recuerdo
de las personas en sí, sino en cómo las veía él. El film, además cuenta con
mayoría de actores amateurs, o que trabajaban en pequeños teatros de pueblos,
lo que hace que el público genere empatía y se sienta identificado con la
mayoría de ellos. Quizás los dos actores más reconocidos en ese momento, sean
dos de los personajes que se llevan todas las miradas, como son la Gradisca,
esa peluquera con la que Titta sueña todo el tiempo, y que para todos es la
Greta Garbo del pueblo, una mujer que sólo quiere casarse con alguien
importante. Y el tio Teo, alguien que está loco pero que lo único que necesita,
sabiamente, es una mujer, en el episodio más caricaturesco del film.
Así
como van pasando las estaciones, y llega la muerte en forma de invierno, cuando
en una de las escenas más sentidas del film, Miranda, la madre, nos deja a
todos con el corazón helado.
Eso
lo vemos como el fin de la adolescencia, esa muerte marca el nacimiento de una
nueva vida, no sólo para el joven Titta, sino también para su padre, Aurelio, y
eso es, ni más ni menos, que la llegada nuevamente de la primavera.
Y
van volando los recuerdos, como el ramo de rosa que Gradisca tira en su boda,
en la última escena del film, y que nadie quiere agarrar. Vuelan para esconder
los recuerdos, pero también para escapar del olvido, para revivir los sueños y
para levantar nuevamente vuelo, como si fueran unos pequeños barriletes.
Marcelo
De Nicola.-
Canción
post impresiones
Todo está guardado en la memoria...
Nos fuimos con un clásico...
FICHA TECNICA
Título
original: Amarcord
Año:
1973
Duración:
127 min.
País:
Italia
Director:
Federico Fellini
Guión:
Tonino Guerra, Federico Fellini
Música:
Nino Rota
Fotografía:
Giuseppe Rotunno
Reparto:
Bruno Zanin, Pupella Maggio, Armando Brescia, Ciccio Ingrassia, Josiane
Tanzilli, Magalie Noël, Alvaro Vitali, Nando Orfei, Luigi Rossi, Antonino Faà
di Bruno, Maria Antonietta Beluzzi, Gianfilippo Carcano, Aristide Caporale
SINOPSIS
Descripción
de la vida cotidiana de la gente de un pueblo en el norte de Italia durante los
años del fascismo, en la década de los años treinta. Cuenta la adolescencia de
Titta y su familia, la llegada del fascismo, y como la gente va transitando las
cuatro estaciones.
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