miércoles, 4 de noviembre de 2020

AVE FÉNIX - PHOENIX

PROGRAMA 304 (23-10-2020)

 

SINOPSIS

 

Nelly Lenz, una alemana judía superviviente de Auschwitz, regresa a su Berlín natal con la cara desfigurada y acompañada por su gran amiga Lene Winter, de la Agencia Judía. Nelly pide a un eminente cirujano que le reconstruya el rostro para que sea lo más parecida a como era antes. Recuperada de la operación empieza a buscar a su marido Johnny, un pianista. Pero el reencuentro no es lo que ella esperaba. (FILMAFFINITY)

 

EDITORIAL

 

Platón trabaja desde su filosofía, o sea desde su búsqueda del conocimiento, la necesidad de demostrar que algo es estable. Tal vez sea la condena a muerte de Sócrates, su maestro, la que organice o dirija aquella búsqueda, aquella forma de ejercitar el pensamiento, de interpelar lo estipulado y por eso también, lo heredado. Sócrates muere condenado por una sentencia dictada por un tribunal de la época. ¿Hace esto que la muerte de Sócrates sea justa? Platón se preguntará entonces ¿Qué es la Justicia? En el desarrollo de su pensamiento surgirá la necesidad de sostener que hay una realidad realmente real, un absoluto, una realidad objetiva e inamovible, una realidad inmutable. Platón ubicará aquella realidad en un mundo diferente al corporal y planteará que al estar atados a un cuerpo finito y que siente, estamos condenados a un acceso sectario y parcial de la realidad. Esbozará entonces un concepto que será tal vez el origen de todas nuestras tristezas. Dirá Platón que no solo somos cuerpo, sino que hay una parte en nuestro ser que es absoluta y que es nuestro acceso a la verdad. Llamará a aquella parte: alma. Dará forma a aquella idea y la conoceremos como dualismo ontológico platónico según el cual se plantea una escisión no solo del ser humano sino también de la realidad. Vinculará al alma con el mundo de lo incorpóreo, de las ideas y al cuerpo con lo aparente, lo sensible. Dirá, tal vez con cierta pedantería, que el alma es lo verdadero, que el cuerpo, es la cárcel del alma. El cuerpo muta, se degrada y siente. El cuerpo se muere, entonces allí no puede estar la verdad. La búsqueda sobre la verdad es también una búsqueda sobre la identidad. Identidad es una palabra que deriva del termino latino IDEM, o sea, lo mismo. Buscar la verdad, buscar la identidad de las cosas es realizar un viaje hacia aquello estable e inmutable, hacia un mundo, claro, que no es este que percibimos, el nuestro. 

Preguntarnos quienes somos es tal vez exigirnos la búsqueda de algo en nosotros que se repita siempre del mismo modo. Pero si somos transformación permanente, somos aquello inestable, esa cárcel que Platón deshecha y exime de toda verdad, en dónde entonces buscar lo inalterable, la matriz, lo primario. ¿Será     posible aquella búsqueda? ¿Podremos lograr esa división entre lo que cambia y lo que permanece? ¿Cuál de todos estos caminos será el que nos conduzca a nuestra esencialidad? Tal vez la respuesta sea no sea la esperada, ni la más optimista y pensemos como David Hume que las impresiones no nos proporcionan la existencia de una substancia que contiene las cualidades percibidas por los sentidos. No hay una impresión de un “yo”, y por ende, no hay idea de un “yo”. No se puede atrapar al “yo”, solo tenemos percepciones. ¿Pueden imaginarse en qué estado de soledad nos deja aquella idea? ¿Cómo construir una unidad sino de manera ficticia? La idea de unidad se logra siempre a través del ejercicio propio de la memoria, después de todo es la memoria la que nos unifica en lo que somos, pero ¿hay algo que sea menos corrompible y subjetivo que la memoria? La identidad nos ordena y por eso también nos delimita. Supone un juego constante con la diferencia en donde se prioriza aquello que me constituye y me aleja de aquello que no es propio, de la otredad, lo otro, el otro. La identidad entonces, queridos amigos, queridas amigas: tranquiliza. Es quizás una respuesta creativa ante ese abismo oscuro producto de aquella conciencia de deriva que es lo humano. A aquel campo de batalla en donde, como decía Nietzsche, no existe un yo sino múltiples facetas que conviven en estado de tensión. Viene a tranquilizar aquella sensación de que el ser no tiene ningún sentido así como tampoco lo tiene su muerte. Aquel vacío existencial que conlleva este naufragio hacia la nada.  La identidad, entonces, podemos entenderla como una construcción, no es el destino sino el viaje. Una salida elegante, una mentira que nos acerca a la verdad. La verdad, que no es otra cosa que una mentira exitosa. La verdad, otra construcción.

 

Lucas Itze.-  

 

Canción elegida para la editorial

 


IMPRESIONES SOBRE PHOENIX



Encerrados solo por los límites de nuestra piel la vida nos da la oportunidad de ser. Tener una identidad, dejar brillar aquella luz particular que nos representa en la infinitud de las almas. Solemos jugar y decir que esa sensación solo es fugaz porque al momento de darnos un nombre, aquel al que responderemos hasta el día de nuestra muerte, ya nos carga la responsabilidad de portarnos como Juan, Miguel, Laura o Jesús. Nacer en una fecha y horario particular, por ejemplo, también determinará aspectos que solo los nacidos en esa fecha y horario obtendrán. Y hasta nos enseñarán a aceptar todo aquello como un regalo. Es que en definitiva si bien pareciera que son aptitudes universales y naturales funcionan como moldes. En ese sentido podríamos hablar sobre los procesos de sociabilización que nos explica Max Weber como fundamentales para el desarrollo humano en vías de encajar en este engranaje social. Habrán dos instancias según el sociólogo que serán fundamentales: el proceso primario y de mayor relevancia será aquel entorno familiar que sentará las bases de la personalidad del niño, determinará en ese proceso costumbres, nociones sobre el bien, el mal, desarrollará las emociones y formas de expresarlas. Luego estarán las instituciones para el proceso secundario que acompañarán la individualidad del sujeto haciendo de espejo y en el reflejo se darán la afirmación o rectificación de la personalidad. En ese sentido podríamos pensar en una idea de inestabilidad originaria que necesita de objetos estables para desarrollarse. La familia es un concepto, una idea tan antigua como la humanidad. Hoy establecida como institución funciona como objeto estable en la idea que estamos trabajando. Instituciones más novedosas como los países y estados tendrán luego, también, su rol de objeto estable. La identidad de una persona estará conformada por un conjunto de convenciones establecidas a partir de instituciones que se perciben como la representación máxima de la estabilidad. Pareciera ser muy simple pero la dinámica histórica nos muestra que una guerra puede destruir todo aquello que consideramos sólido y establecido. Cuando una bomba cae en una ciudad nos enrostra que la estabilidad solo son dos jóvenes enamorándose un verano.

Ave Fénix, la historia escrita en común entre Christian Petzold y el fallecido Harun Farocki, es una adaptación de la novela "Retorno de las cenizas", de Hubert Montelhet, que tuvo anteriormente dos versiones cinematográficas. Estrenada en 2014 en Alemania, nos encontraremos con una historia de posguerra, un drama que buscará jugar con el metamensaje para simbolizar el proceso de reconstrucción de un país azotado por la segunda guerra mundial. Mientras que el mensaje será aquel rostro de Nelly Lenz protagonizado por Nina Hoss, veremos el rostro desfigurado de Nelly, por primera vez, al mismo tiempo que los escombros del edificio en el que ella vivía antes de la guerra y por los que camina unos segundos hasta que desiste enseguida al verse reflejada en un espejo roto. Le dirá a continuación a Lene (Nina Kunzedorf), su amiga, que ella ya no existe. A partir de ese momento podremos captar aquel juego propuesto por el director alemán. Se reforzará desde el dialogo que mantendrán dentro del vehículo la importancia en la semántica en la palabras utilizadas: reconstrucción / restauración. La conversación será sobre aquella cara irreconocible pero también sobre las calles de Berlín. Ella, cantante, buscará a su esposo Johnny (Ronald Zerfeld), pianista, con la esperanza de encontrar en él pedazos de lo que fue ella para, de alguna manera, volver a reconocerse. Aquel será el nudo de la historia en la que se desarrollaran ideas sobre la traición, el miedo, los valores, el amor, y la identidad. 

Este último concepto será el que sobresalga a partir de planos que buscaran afirmar la idea mostrando siluetas humanas indefinidas a través de vidrios esmerilados o reflejados en otros objetos. Quedará afirmada la idea de que el concepto de realidad tal como Platón explicó alguna vez se encuentra delimitado siempre bajo algún reflejo. La imposibilidad de llegar a lo genuino aun hasta nuestras propias verdades, aquellas que solo nos definirían a nosotros mismos podría llegar a ser solo un buen reflejo de nuestras propias sombras. Tanto la fotografía como la puesta en escena estarán muy bien utilizadas por lo que el retrato de la época será casi perfecto. La banda musical esta realizada por Stefan Will, pianista, compositor y podríamos decir que socio de Petzold ya que ha trabajado la música de la mayor parte de sus realizaciones. Con respecto a la música podemos decir que tendrá un rol minimalista pero de gran importancia porque el film comienza y finaliza con “Speak Slow” de Kurt Weill, compositor alemán que obtuvo el éxito definitivo con "La ópera de cuatro cuartos" en 1928, escrita en colaboración con el dramaturgo Bertolt Brecht. 

La resolución, casi como una conclusión final será la letra de la canción. Phoenix quedará resuelta en esos últimos minutos que son el punto más alto de la película, siendo la trama en algunos pasajes un poco endeble en la verosimilitud de los acontecimientos que construyen las relaciones y que van develando información acerca de los personajes y de la historia a cuenta gotas, pero que sin embargo, retomando lo dicho sobre el metamensaje, importará poco y funcionará por lo que representa simbólicamente el largometraje. La veremos a Nelly resuelta en dejar aquellos espejos rotos atrás y decidida en confiar solamente en los suyos. Aceptando sus nuevas formas pero sobre todo sintiendo que después de tanto tiempo puede estar en pie…

 

Alan Beneitez.-

 

Canción post impresiones

 


UNIVERSO PETZOLD

 


Nació en Hilden Haan, Renania del Norte-Westfalia, el 14 de septiembre de 1960. Luego de la secundaria, estudió teatro y filología en Berlín. En 1988 entró a la Escuela de Cine de Berlín, donde se recibió en 1994. En esos años, más precisamente en 1992 dirigió el mediometraje Das warme Geld, sobre dos amigas que roban en bares para sobrevivir. Su primer largo fue para la televisión y llegó en 1995. Se tituló Pilotinnen, y trataba sobre la vida de una representante de cosméticos que ve peligrar su trabajo. Un año después filma también para la TV Cuba libre, una road movie sobre dos indigentes que fueron pareja y se vuelven a reencontrar. En 1998 dirige Die Beischlafdiebin, otro telefilm con una ladrona como protagonista. Su gran salto se da en el año 2000 cuando estrena La seguridad interior, sobre dos terroristas de izquierda que huyen de la policía hace 15 años y se complica la situación cuando la hija se enamora de un desconocido. 

Logra el premio a Mejor película en Alemania. Luego filma otro telefilm llamado Toter Mann, en la que la protagonista es quien se transformaría en su actriz fetiche: Nina Hoss. En 2003 llega Wolfsburg, la historia de un hombre depresivo que atropella a un niño en bicicleta y entra en contacto con la madre de ella, sin decir quien es. En 2005 filma Fantasmas sobre una mujer que busca a su hija desaparecida desde los 3 años, hasta que cree dar con ella. Nuevamente trabaja con Nina Hoss en Yella, quien gana el Oso de plata en Berlin luego de interpretar a una mujer que renuncia a todo para buscar una nueva vida. En 2008 llega Triangulo, otro drama romántico con tres protagonistas que llevan complejas historias de vida. Hace un parate para otra peli para la tv llamada Dreileben y continúa con Barbara, uno de sus mejores films, que tiene a una enfermera que es enviada a trabajar a un pequeño pueblo de Alemania Oriental como castigo.

Nina Hoss nuevamente como protagonista, gana el premio a Mejor director en Berlín. Luego llega Phoenix en 2014 y cuatro años después estrena Transit, nuevamente sobre la Segunda Guerra Mundial, esta vez con un refugiado alemán que está en Marsella y quiere llegar a México bajo la identidad de un escritor muerto pero se enamora de una joven que no quiere escapar. Nominada a mejor película extranjera en varios festivales. 

Lo último que ha filmado llegó este año: Undine, sobre una historiadora llamada Ondina (como las ninfas acuáticas de la mitología griega) que da conferencia sobre el desarrollo urbano de Berlín. Pero cuando su amante la abandona, el mito se apodera de ella y solo quiere venganza de una sola manera: matándolo para regresar a las aguas.

 

FICHA TÉCNICA

 

Título original: Phoenix

Año: 2014

Duración: 98 min.

País: Alemania

Dirección: Christian Petzold

Guion: Christian Petzold, Harun Farocki (Novela: Hubert Monteilhet)

Música: Stefan Will

Fotografía: Hans Fromm

Reparto: Nina Hoss, Ronald Zehrfeld, Uwe Preuss, Nina Kunzendorf, Michael Maertens, Uwe Preuss, Imogen Kogge, Eva Bay, Kirsten Block, Megan Gay, Valerie Koch

 

PELÍCULA COMPLETA

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