SINOPSIS
Ernesto hace un
viaje a la provincia argentina de San Luis, a un remoto pueblo en un valle
puntano, para recordar su infancia y las circunstancias que han determinado su
vida: sus padres se habían exiliado voluntariamente de Buenos Aires para vivir
en una comunidad campesina. La llegada de un geólogo español, contratado por el
cacique local para buscar petróleo, representa una amenaza para la forma de
vida de los campesinos. (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
Estamos aquí,
hoy, en este mundo. En este mundo donde nada es lo que parece y todo resulta
cuestionable. En donde la revoltosa mano de un niño o una niña ensaya
alegremente los garabatos que mañana crearán las leyes que enjaulen su propia
libertad. Sí, claro, aquí, en donde estamos cagados de miedo y vale más un auto
que un hermano con frio y hambre, y más aún que cualquier sentimiento profundo
capaz de entregarnos vulnerables sobre las oscuras orillas de la locura. Aquí
donde alguna vez entendimos que solo hay ahora y que el resto es un relato, un
triste acercamiento cargado de mentiras, una mala foto condenada a los
enredados vericuetos de quien la narra. Aquí, donde los que ayer se aventuraban
al heroísmo de mares embravecidos, a la ferocidad de batallas desiguales contra
bestias infernales, hoy caminan solos y encorvados, con sus ojos ciegos de
nostalgia y sus sueños derrotados bajo el espantoso puño de un salario. En este
mundo, sí, al que hemos enfermado con la agria saliva de nuestro egoísmo, al
que hemos devastado con la autoritaria mano de nuestras guerras y nuestras
estúpidas ambiciones. Sí, aquí, hoy, en este mundo. ¿Pero cuál es realmente
nuestro verdadero mundo? Digo, aquel desde donde construimos y destruimos,
aquel desde donde significamos y nombramos, aquel donde matamos o morimos.
Ese
mundo sos vos. Ante todo esto, tan inaprensible y fugaz, tan lejano y distante,
nuestra aventura en este lio, en aquel juego al que llamamos existencia, no es
otra más que la del autoconocimiento. Saber quiénes somos, aquí, hoy, no es
poco. Apartar las cortinas de lo establecido y de lo impuesto para descubrir
nuestro deseo es volver a mirar al mundo y saberlo nuevo. La tarea, por cierto,
no será fácil y el bosque por lo general será oscuro y tenebroso. Pelearemos
contra nuestros propios fantasmas y aquella será la peor de nuestras batallas.
Pero entonces llegara la mañana y algunos se abrazaran a esos soles festejando
su victoria. Llevaran así una vida somnolienta y miserable, atesoraran solo una
anécdota y se abrazaran a ella celosamente porque será la única prueba de su
paso por el mundo. Otros, entenderán que no hay victoria. Que el objetivo de
nuestra existencia es la desestabilización de toda neutralidad instalada, la
ebullición misma de toda calma aparente. Esa será nuestra militancia. Allí
encontraremos nuestro único lugar en el mundo.
Lucas
Itze.-
Canción
elegida para la editorial
IMPRESIONES SOBRE UN LUGAR EN EL MUNDO
De chico
soñábamos con ser grandes. Nuestra inocencia no nos permitía percibir todo lo
que había a nuestro alrededor. Ver a nuestros padres o abuelos trabajar horas
para poder darnos algún gusto cada tanto, era para nosotros algo natural. A
medida que avanzamos en este camino llamado vida nos daremos cuenta que no todo
es tan simple. Mientras vamos tomando nuestras propias obligaciones,
entenderemos que en este juego son muchos más los que pierden que los que
ganan. Y cuando ellos ya no estén, hundidos en el dolor, recordaremos todo lo
que heredamos. Aparecerán entonces los valores, la humildad, la preocupación
por el otro y el ir siempre con la verdad como pautas que forjarán nuestro ser
y nuestro destino. Ese destino que estará ligado también a un punto de partida.
Un lugar que será la marca que llevaremos siempre dentro de nuestro pecho. Ese
lugar al que como dice el tango, siempre estaremos volviendo, aunque nunca nos
hayamos ido. Será el gran Adolfo
Aristarain el que nos recuerde de dónde venimos, a donde vamos y que
queremos ser. Será Un lugar en el mundo,
un film que nos llevará a reflexionar, mientras nuestros ojos se humedecen en
un segundo.
Estaremos ante un drama rural muy bien logrado. La cinta abrirá con
esos caminos de tierra muy propios de nuestro país. Una ruta en el medio de la
nada, un campo con animales y de repente el relato de una voz en over que se
entremezcla con la música desoladora que suena de fondo. La llegada de un joven
al pueblo después de muchos años, será la forma de empezar a contar la
historia. En esos primeros minutos, la cámara se posará generalmente detrás del
personaje, como indicando que vendrá por su pasado. A partir de allí, el guion
romperá la linealidad para iniciar un racconto donde veremos al joven unos años
antes, siendo un pre adolescente. Un tren que se acerca a toda velocidad
romperá con la monotonía del relato. Del otro lado, el joven con un carro a
caballo intentará cruzar antes que la locomotora, mientras la cámara lo sigue
con un pequeño travelling. La banda sonora nos envolverá sin darnos cuenta. El
montaje nos llevará de una imagen a otra sin pestañear. Será un film donde la
cámara estará puesta siempre buscando el mejor plano. Habrá planos abiertos
para mostrar la inmensidad del pueblo, cercano a la cordillera. Y servirá para
destacar la soledad y el aislamiento. Mientras que en el interior, el encuadre
se situará en planos medios o primeros planos.
La fotografía de Ricardo DeAngelis servirá una paleta de
colores otoñal, reflejando la monotonía del lugar pero a su vez ensalzando la
belleza pre cordillerana. Llegará entonces la presentación de los personajes,
con Ernesto (Gastón Batyi) como el
hijo de la pareja formada por Mario y Ana, interpretados de manera magistral
por Federico Luppi y Cecilia Roth, maestro y médica en un
pueblo donde la pobreza gana la partida. En un principio veremos la llegada de
Hans (José Sacristán), tiempo
después nos enteraremos que es un geólogo español contratado por el intendente
del pueblo y será vital en el desarrollo de la trama. El director nos entregará
un film que será un espejo desolador de la Argentina de los ´90. La falta de
insumos médicos, la pobreza en los pueblos rurales, la des alfabetización
fueron temas estructurales que hundieron al país en esos primeros años de
democracia. La llegada de capitales extranjeros y las ventas de tierras al
mejor postor terminaron de dinamitar la calidad de vida de los habitantes, que
trabajaban por migajas para servir a los terratenientes de turno, que volvían a
mostrar al campo como el enemigo interior. Serán Mario y Ana, exiliados durante
la dictadura y repatriados luego, quienes intentarán llevar un poco de
esperanza al pueblo.
Será Ernesto, casualmente llamado como el Che
Guevara, quien intente seguir el legado de su padre. Y será Hans,
alguien que se define a sí mismo como vendido al mejor postor, el que terminará
cautivado por la familia. El sólido guion y los destacados diálogos no serían
lo mismo sin las maravillosas actuaciones del cuarteto protagonista ni de los
secundarios de lujo. Habrá una lucha de poder y sufriremos como Mario al ver
como sus empleados y vecinos compran espejitos de colores, quizás porque
sabemos cómo termina la historia. Nos quedaremos en silencio cuando el mismo
Mario destruya su propia cooperativa. Pero lo entenderemos. Porque también
estamos cansados de verlos triunfar a los déspotas de siempre. Y entonces
tendremos la misión de comerles el hígado, como dice Hans, para luego levantar
la bandera del honor y la ilusión por un mundo mejor. Un mundo que no sabemos
si aún existe pero que añoramos la utopía de encontrarlo. Quizás nosotros nunca
lo veamos. Quizás nuestros hijos o nietos puedan ser testigos de ese mundo
nuevo por el que tantos cayeron peleando. En el silencio del más allá,
seguiremos conversando con nuestros viejos queridos para confirmar que estamos
en el rumbo correcto. Solo así brindaremos con la copa en alto para que las
utopías alguna vez se transformen en realidad, sabiendo que encontraremos
ese lugar.
Marcelo
De Nicola.-
Canción
post impresiones
UNIVERSO ARISTARAIN
Nacido en el
barrio porteño de Parque Chas el 19 de octubre de 1943, desde muy chico se
interesó por el cine y prefirió no terminar sus estudios para ganarse la vida
dando clases de inglés (idioma que dominaba muy bien) y tener tiempo libre para
concurrir a los rodajes. Tras un pequeño papel de extra en Dar la cara (1961),
de José Martínez Suárez, se marchó por unos meses a Brasil, donde trabajó en un
laboratorio que doblaba series norteamericanas. A mediados de los 60 ya
trabajaba con continuidad en el cine argentino, primero como meritorio y luego
como ayudante de dirección. Unos años de exilio en Europa le permitieron
ponerse a las órdenes, en carácter de asistente de dirección, de realizadores
como Mario Camus, Giorgio Stegani, Vicente Aranda, Sergio Leone,
Lewis Gilbert, Gordon Flemyng y Peter Collinson. En 1974 regresó a la Argentina con la intención de
dirigir su primer largometraje. Aquí fue asistente de Daniel Tinayre y Sergio
Renán entre otros. Cuatro años después de su llegada, pero pudo dar a luz
un policial, La parte del león
(1978), que sorprendió por su calidad y por abordar un género bastante inusual
para la época en la Argentina, donde la censura impuesta por la dictadura
militar no permitía el tratamiento de ciertos temas. La historia giraba en
turno a un hombre común que se encontraba una suma de dinero en una terraza y
los ladrones originales empiezan a buscarlo. La película fue un fracaso
comercial, pero su solidez narrativa le brindó al director el reconocimiento
del ambiente cinematográfico y la productora Aries -la más grande del país por
entonces- lo contrató para dirigir dos films de una serie de musicales -La playa del amor (1979) y La discoteca del amor (1980)-, comedias
livianas de poco relieve que le dieron dinero como para sortear los años
difíciles y le valieron el cuestionamiento de la crítica, ambos con Cacho Castaña como protagonista, que
venía de realizar Los éxitos del amor y La carpa del amor. En 1981 realizó Tiempo de revancha, film que refleja
los conflictos sociales y laborales de la realidad argentina a través de la
historia de un obrero ex-sindicalista, especialista en explosivos, quien frente
al poder de un grupo financiero desarrolla un agudo juego. Logró el premio a la
mejor película en los Festivales de La
Habana y Montreal.
La trilogía
de buenos policiales la cerró en 1982 con Últimos
días de la víctima, adaptación de la novela de José Pablo Feinmann en la que brilla Federico Luppi en el papel de un asesino a sueldo. De regreso en
España, dirigió en 1983 una miniserie de ocho capítulos para Televisión
Española, Pepe Carvalho, un producto
atípico por su audacia. De nuevo en la Argentina, se hizo cargo de un film para
los estudios Columbia que no quiso estrenar en el país: La extraña (The Stranger), sobre una mujer que despierta en un
hospital sin acordarse de nada. A propósito de ella, declaró en una entrevista
en el año 2013 en el periódico La Nación: "A excepción de la que hice en Estados Unidos para Columbia, que fue un
espanto, recuerdo todo mi cine con enorme afecto." Tras el naufragio
de varios proyectos, Aristarain volvió al éxito con Un lugar en el mundo (1991), un obra diferente en su filmografía
sobre un matrimonio de ideas socialistas que se instala en un pequeño pueblo
argentino para crear un proyecto corporativo y verlo fracasar a la par de sus
ideales. Protagonizado por su actor fetiche, Luppi, Un lugar en el mundo le
valió al director un gran reconocimiento y el máximo premio en el Festival de Cine de San Sebastián. Allí
en España le financiaron su siguiente proyecto, La ley de la frontera (1995), una festejada película de aventuras
que sirvió para comenzar a introducir a Luppi en el cine hispano, sobre dos
niños criados en la frontera entre España y Portugal y que se reencuentran
después de 20 años Y también allí
realizó, en coproducción con Argentina, Martín
(Hache), con Luppi, Eusebio Poncela
y Cecilia Roth. Historia de una
familia dividida por los rencores y la distancia -la madre vive en Argentina,
el padre en España y el hijo navega entre ambos mundos-, es la obra más
descarnada y -para muchos- personal del cineasta. Una película que fue un éxito
en España.
Luego llegó el turno de Lugares
comunes, una vez más con Luppi, en este caso acompañado por la española
Mercedes Sampietro. El film trabaja nuevamente sobre las relaciones familiares
(sobre todo, padre e hijo), con un contexto político-social muy evidente como
trasfondo. Su último film llegó en 2004, hablamos de Roma, la historia de Joaquín Goñez , un escritor argentino que vive
en España hace más de veinte años y contrata al joven Manuel Cueto para que lo
ayude a escribir su autobiografía. La relación entre ambos se afianzará a
medida que la película cuente, mediante flashbacks, la vida de Goñez cuando era
joven en Buenos Aires y su relación con Roma, su madre…
FICHA TECNICA
Título original: Un
lugar en el mundo
Año: 1992
Duración: 120
min.
País: Argentina
Dirección: Adolfo
Aristarain
Guion: Adolfo
Aristarain, Alberto Lecchi (Historia: Adolfo Aristarain, Kathy Saavedra)
Música: Emilio
Kauderer
Fotografía: Ricardo
de Angelis
Reparto: Federico
Luppi, Cecilia Roth, José Sacristán, Leonor Benedetto, Gastón Batyi, Mariano Ortega, Rodolfo Ranni, Lorena del Río,
Hugo Arana, Mario Alarcón
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