EDITORIAL
¿De
qué sirve un destello de luz si aquel sitio donde se dirige, no hay un objeto
que resplandezca? De qué sirve si ese objeto que está allí, donde ese rayo de
luz cae, ese objeto brilla… De qué sirve si no hay un par de ojos para que
puedan contemplar ese brillo, que el objeto obtiene a través de ese rayo de
luz. Recuerdo que era una noche y estaban todos esos condimentos. Estaba el
rayo de luz, caía… Eran fuegos artificiales porque se festejaba un fin de año. Estaba
aquel objeto que en esa ocasión, ese objeto era una persona. Esa persona, como
aquel hijo del zar ruso que cayó bajo
las garras de Rasputín, nació con hemofilia, desde su nacimiento, arrojado a la
oscuridad.
Aquella noche, esos ojos que miraban eran los míos, observaban
aquellos codos hinchados, ese paso tambaleante con sus piernas frágiles,
cansadas de caminar y caminar. Estábamos ahí y sabía que esa noche iba ver un
brillo que lo iba a abarcar todo. Me acuerdo que aquella persona se sentó en la
batería y ya no hicieron falta más fuegos artificiales. Estaba la vereda llena
de gente. Aquellos brazos hinchados, piernas cansadas, generaban un ritmo que
hacía vibrar a toda la cuadra. Aquel fin de año nadie prendió una puta caña
voladora porque no hacía falta. Porque aquel brillo enceguecía cualquier tipo
de pirotecnia que pueda existir. Quizás aquel objeto sintió que ese rayo de luz
que caía esa noche y esos ojos que veían el objeto, sabían que era quizás, la
última oportunidad que tenía para brillar. Lo hizo porque este mundo necesita
de esas personas que todavía crean que haya algún milagro que pueda salvarlo
todo.
Alan
Beneitez.-
Canción
elegida para la editorial
IMPRESIONES SOBRE
CLAROSCURO
El
gato se mece sobre una rama haciendo equilibrio, en sus patas está su seguridad
para caer siempre parados. Jugarán con algún hilo, esconderán ciertos papeles o
correrán alegres entre mesas y sillas, como si de obstáculos se tratase. Sabrán
a que peligros se enfrentan, entonces evitarán ese detalle para estar a salvo.
Serán, quizás, de los animales domésticos, los más independientes. El que
tratará de sobrevivir pese a la soledad, arreglándosela como pueda. Acaso sea
esa independencia la que David Helfgott,
el protagonista de Shine, sin
saberlo, añora. El film abre con él de perfil, en la oscuridad, con solo un
poco de luz que apenas maquilla su cara, hablando de su amor por los gatos,
declarando que ellos no se sienten seguros al acariciarlos, quizás, porque el
sintió siempre esa falta de afecto, ese abrazo de su padre que llegó cuando ya
no lo necesitaba. Scott Hicks nos
lleva a la pantalla, bajo un guión de Jan
Sardi, la emotiva historia de un niño prodigio australiano. Será una
historial no lineal, porque los flashbacks nos irán contando la niñez, la
adolescencia y la adultez del protagonista. Con el paso del film, iremos
descubriendo la obsesión de su padre por mantener su familia a su lado, quizás
con ese inconsciente peso que fue su pasado, cuando perdió a sus padres en un
campo de concentración nazi. Recordemos que ciertos talentos emergen de las más
impensadas pasiones.
El don nace como algo sobrenatural de modo casi milagroso
y el hombre no siempre está dispuesto a dejarlo volar. Las mentes se cierran
ante lo desconocido y violentan algunos sueños de grandeza, quizás por el
propio miedo a realizarlos. Y eso se maximiza cuando ese talento no viene de
uno mismo. La resistencia, la opresión, el poder y el dinero pueden jugar un
papel fundamental en el desarrollo de ese talento. Una mezcla de todo esto, es
lo que vemos en Peter, ese padre
excelentemente interpretado por Armin
Mueller-Stahl. En el vemos la opresión y la resistencia al crecimiento de
su hijo, alguien que padece una enfermedad mental, situación que es aprovechada
por su padre para crear de su hogar una guarida para evitar encontrarse con el
mundo salvaje que los rodea, donde, como suele repetirle a David, solo los
fuertes sobreviven. El film se sostendrá en las dos patas más importantes del
film. Por un lado, en las actuaciones, donde además de Peter, aparecen quienes
llevan el peso de la película, el de Helfgott, destacando a Noah Taylor en la adolescencia, y sobre
todo, el enorme papel que interpreta nuestro amigo Geoffrey Rush, perfecto en cuanto a gestos y la dicción de un
personaje tan particular. Por otro lado, la música, como se esperaba, es un
elemento más de la trama.
La banda musical elegida David Hirschfelder, nos lleva de Mozart a Chopin, con
escalas en Vivaldi, Beethoven o el punto más alto de la
película: Rachmaninoff, donde se da
el giro de la misma. Luego de tocar el casi imposible concierto para piano
número 3 del compositor ruso nada menos que en la Royal College de Londres, David cae al piso, aturdido por sus
problemas mentales. Lo veremos divagar por varios hospitales
neuropsiquiátricos, mientras la paleta de colores grises y marrones que
representaban esa opresión que sentía en su hogar, empieza a cambiar lentamente
a medida que crece y se aleja de Australia, para culminar en una paleta de
verdes y colores claros gracias a la aparición de Gillian, una astróloga de la que se enamorará y se terminará
casando. No podemos obviar el montaje, y esos primeros planos a las manos
reales de Helfgott, si amigos, el que tocaba era el verdadero, que parecían un
maremoto de olas golpeando entre sí, susurrando la mejor música. Y esas manos,
tan incontrolables, eran las únicas que podían unir mente y alma en un solo
movimiento para demostrarnos que la vida puede molerte a patadas en el piso,
pero siempre habrá una pequeña luz entre las sombras, que te permita brillar.
Marcelo
De Nicola.-
Canción
post impresiones
También escuchamos a ELLA...
Un gran tema de Soda Stéreo
Así nos despedimos
FICHA TÉCNICA
Título
original: Shine
Año:
1996
Duración:
106 min.
País:
Australia
Director:
Scott Hicks
Guion:
Jan Sardi
Música:
David Hirschfelder
Fotografía:
Geoffrey Simpson
Reparto:
Geoffrey Rush, Armin Mueller-Stahl, John Gielgud,
Noah Taylor, Lynn Redgrave, Sonia
Todd, Googie Withers, Nicholas Bell, Chris Haywood
SINOPSIS
Basada
en la vida de David Helfgott, un niño prodigio, Shine examina su tortuosa vida,
desde su infancia dominada por su estricto padre, hasta llegar a sus crisis
nerviosas cuando es adulto. Cuando es aceptado en una prestigiosa escuela de
música en Londres, la Royal College of Music, David se siente capaz de huir de
su padre y arriesgarlo todo por su única pasión, la música. Pero el rechazo de
su padre y las presiones de su trabajo, acaban sumiéndole en una enfermedad
mental. Sólo el amor de una mujer que le comprende de verdad, puede salvarle y
devolverle a la sociedad para que ésta disfrute con su música.
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