jueves, 20 de noviembre de 2025

LA TRIBU - PLEMYA DE MIROSLAV SLABOSHPITSKY

PROGRAMA 488 (14-11-2025)

 

SINOPSIS

 

Un adolescente sordomudo ingresa en un internado especial donde, para sobrevivir, tiene que formar parte de una organización salvaje, "la tribu", dedicada a todo tipo de actos delictivos. Su amor por una de las concubinas del líder lo llevará a desafiar las reglas no escritas en la jerarquía de la banda. Una película que no precisa de doblaje ni subtítulos, donde toda la comunicación es mediante el lenguaje de signos. Porque el amor y el odio no necesitan traducción. (FILMAFFINITY)

 

EDITORIAL

 

Dice Roland Barthes en su libro Lo Neutro que el héroe occidental está destinado a tomar siempre una postura. Frente a un hecho debe actuar, frente a una situación, inevitablemente, debe tomar una posición, cualquiera sea. Esta postura, claro, lo sitúa ante la duda lejos del silencio. Ante una pregunta, nuestro héroe, deberá responder, jamás podrá llamarse a la neutralidad del silencio. Dicen que el silencio es divino, los dioses, los sabios callan,  la palabra es del hombre.  La duda, la pregunta, siempre se encuentra dentro del plano de lo humano. Es el humano el que busca el saber desnaturalizando mientras duda a través de la pregunta. Es el humano el que no calla por soberbia, por narcisismo, es el humano quien se incomoda frente al silencio hasta encontrarlo amenazante. Es el humano el que pone tal peso en la palabra oral que la utiliza como sentencia, le otorga cualidades mágicas, la lleva a tales extremos que exceden lo comunicacional.  Freud decía que toda pregunta es una voluntad de saber sexual, o sea, toda pregunta es siempre indiscreta. Roland Barthes, a su vez,  agregaba  que no era un modo natural del discurso sino uno cultural y que era la peor de las violencias. Toda pregunta es indiscreta y está relacionada con el voyerismo, ya que expone al cuestionado, lo exhibe. 



Nos urge de manera imperiosa postular el derecho a callarse, ese sería el único escudo contra el peligro del habla. Hablo aquí de resignificar el silencio, de devolverle el valor perdido a través de la historia. Hablo también de callar para habitarnos, para sentirnos, para encontrar aquel equilibrio armonioso dentro de nosotros, aquel  encuentro con nosotros mismos del que escapamos con la palabra hablada. Y cuidado, temo no ser interpretado y que se piense que este mensaje ataca torpemente a la comunicación. Lejos está de las intenciones de este que les habla caer en aquellas tentadoras trampas del lenguaje. El silencio comunica porque también es signo, por lo tanto de alguna u otra manera, también es texto y aquello hace que no caiga en la nada. Jaques Derrida lo enunciaba de la siguiente manera: no hay nada fuera del texto. El ser nombra, designa, da entidad. Se estructura y se articula su universo perceptivo y cognitivo a través de un sistema heredado, arbitrario y naturalizador. La palabra recolecta toda esa información y da sentido. Mi pregunta estuvo siempre sobre aquella nada que señala el filósofo. Aquel abismo innegable y ensordecedor, aquella línea entre el significado y el significante donde suceden otras cosas, donde seguramente nada es lo que parece y solo queda el silencio para la tribu.

 

Lucas Itze.-

 

Canción elegida para la editorial

 


IMPRESIONES SOBRE LA TRIBU

 


El mundo parece un lugar tan sencillo, pero no siempre lo es. Hay muchos que están ahí, invisibilizados, olvidados. Quizás son noticias por algún motivo, pero vuelven al anonimato. La exclusión es parte de su vida. ¿Cuántos lugares vemos solo con escaleras y sin ascensores? ¿Cuántos edificios públicos no tienen ni una mísera rampa? ¿En cuántos lugares se nos enseña lenguajes de señas? Y para colmo, ni ellos escapan de los recortes presupuestarios. La sociedad los aglutina bajo la mirada de la lástima sin siquiera pensar en cómo se sienten ellos. Las miradas se esquivan, los murmullos se hacen más evidentes y los pasos se apuran solo de pasar frente a ellos. Alguna vez un amigo de esta casa, Lars Von Trier, llevó al cine Los idiotas para darle un cachetazo al mundo y mostrarle sus propias miserias. La vida de los excluidos suele tener hasta cierto morbo. También se me viene a la mente ese magistral film de Tom DiCillio llamado Living in Oblivion donde una persona de talla baja se ofende con el director de un film y le dice “a los enanos nos llaman para hacer siempre los mismos papeles”. Será que nosotros siempre los vemos como excluidos… ¿Y qué pasa cuando somos nosotros los que estamos en ese lugar? Desde ahí quizás podemos relacionar al film Plemya (o La Tribu en nuestro idioma) del ucraniano Miroslav Slaboshpitsky, que nos cuenta una historia que transcurre en un internado para sordomudos y donde el único lenguaje que vemos a lo largo de los 130 minutos es el de señas. 



Aclaramos, no tiene nada que ver con los films que mencionamos anteriormente, ni cerca está de ser una historia Vontrieriana… ¿entonces? Bueno, la película arranca con una leyenda que nos dice que no habrá subtítulos ni voz en over y sólo se guiará por el lenguaje de señas. Ya desde un comienzo nos marca que hay que estar atentos a las imágenes y a los sonidos. Entonces… ¿Seremos capaces de seguir el ritmo, de no sentirnos excluidos de ese mundo que desconocemos? Luego, esa primera imagen, de un plano fijo donde un colectivo con fuelle color verde llega, nos llamará la atención. Entenderemos desde un principio que la cámara se situará siempre a distancia y evitará los primeros planos o planos detalle. Allí conoceremos a Sergey y lo escoltaremos hasta el internado. El sonido ambiente si nos recordará a algo de Von Trier: al Dogma 95, porque al no haber música, cada paso, cada sonido del viento, cada puerta que se abre o se cierra será clave para adentrarnos en la historia. La fotografía se nutrirá de una paleta de colores fríos que marcarán la opresión y la desesperanza del lugar. El azul y el verde estarán casi todo el tiempo en pantalla. Sumado al blanco de la nieve para esos paisajes inhóspitos. Los pasillos, las habitaciones y hasta las líneas de las paredes nos hacen pensar que es un lugar sin escapatoria. 



Como si estuviéramos encerrados juntos a ellos. El director utilizará muchos travellings y se guiará mayoritariamente por planos secuencia, necesarios para reemplazar las palabras. A medida que avanza el film, ya no estaremos esperando los subtítulos, sino que estaremos inmersos en esa historia. Con actores y actrices sordomudos y no profesionales, la película avanza lentamente. Sergey será parte de una “tribu” en la que tendrá que ir escalando para ganar poder. Como en muchas películas de este estilo, habrá malos, venta de drogas, robos, abusos y prostitución. La ley del más fuerte en la que los adolescentes son capaces de cualquier cosa por seguir perteneciendo a esa tribu. El protagonista llevará su curva dramática a medida que van pasando los minutos y llegará totalmente cambiado al final del camino. Se enamorará de una de las prostitutas, pero ese amor se terminará convirtiendo en una obsesión. Aparecerán la violencia y el sexo de manera cruda y directa, sin necesidad de subtítulos. Donde la intimidad parece no ser una opción. Está todo ahí, a la vista. Descarnado y desangelado. Y los ruidos de los pasos por las escaleras, que evocan a esos gritos que no dejan salir las palabras.

 

Marcelo De Nicola.-

 

Canción post impresiones

 


UNIVERSO SLABOSHPITSKY

 


Myroslav Slaboshpytskyi nació en Kiev el 17 de octubre de 1974. es hijo del escritor y crítico literario ucraniano Mykhailo Slaboshpytskyi. Hasta 1982 vivió en Lviv. Slaboshpytskyi Estudió en la Universidad Nacional de Teatro, Cine y TV en Kiev, se licenció en Dirección de Cine y Televisión. Ha trabajado como reportero y escrito guiones para cine y televisión. A principios de la década de 1990 trabajó en los Estudios Cinematográficos Dovzhenko. Desde 2000 es miembro de la Asociación Ucraniana de Cinematógrafos. Fue Vicepresidente de la Asociación de Jóvenes Cineastas de Ucrania. En 2002, debido a un conflicto con la jefa del Servicio Estatal de Cinematografía, Anna Chmil, se marchó a Rusia, a San Petersburgo, donde empezó a trabajar como guionista y segundo director en varios proyectos. Trabajó en el estudio cinematográfico Lenfilm de San Petersburgo, en particular en la serie Detachment, con Igor Lifanov y otros. Empezó dirigiendo cortometrajes como El incidente (2006), Diagnóstico (2009), Sordera (2010) y Basura Nuclear (2012). Con su primer largometraje, estrenado en 2014 y titulado Plemya (La tribu), sobre jóvenes sordomudos que se encuentran en un internado, logró el premio a Mejor película en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes.

 

FICHA TÉCNICA

 

Título original: Plemya (The Tribe)

Año: 2014

Duración: 130 min.

País: Ucrania

Dirección: Miroslav Slaboshpitsky

Guion: Miroslav Slaboshpitsky

Reparto: Grigoriy Fesenko, Yana Novikova, Rosa Babiy, Alexander Dsiadevich, Yaroslav Biletskiy, Ivan Tishko, Alexander Osadchiy, Alexander Sidelnikov, Alexander Panivan

Fotografía: Valentyn Vasyanovych

 

PELÍCULA COMPLETA

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