SINOPSIS
Luo Hongwu
regresa a Kaili, su ciudad natal, de la que huyó hace varios años. Comienza la
búsqueda de la mujer que amaba, y a quien nunca ha podido olvidar. Ella dijo
que su nombre era Wan Quiwen. (FILMAFFINITY)
EDITORIAL
La memoria es un oficio que ejerzo cada vez menos. Hablo de la memoria personal, no de aquella otra colectiva que nos construye como sociedad. La angustia que trae aparejado el recuerdo nostálgico deviene sin dudas de aquel sabor a muerte que nos deja en la boca la imagen evocada cuando se esfuma en la fugaz espuma de su devenir. El aficionado al recuerdo entiende aquella soledad en la que nos deja la imagen perdida como una marea que sube y baja todo el tiempo, como un oleaje sereno que en su ronroneo nos susurra suave al oído que nada vuelve de la misma manera. Los confines del recuerdo son siempre tierras áridas, castigadas por una bruma densa y constante, habitadas por temibles fantasmas cuya malévola finalidad no es otra que la de confundir al viajante. Quien emprende la travesía de la memoria, aquel que se entrega al canto de sirenas del recuerdo, deberá saber que se encuentra siempre en peligro. Aquellos espectros infernales esperan la llegada confiada del memorioso para abusar sin ningún reparo de su fe poética. Comenzará allí un chantaje sentimental absurdo repleto de caras conocidas, de supuestos sentimientos heroicos, de coincidencias exactas, de momentos justos, de lugares precisos. Aquellos serán algunos de los materiales con los que esas sombras aberrantes levantarán las paredes del letal laberinto de la memoria. El fin del viaje es conocido por todos nosotros. Quedará el memorioso ensimismado olvidado en el centro del laberinto, perdido para siempre en los destellos de una vida que no fue. Los fantasmas del recuerdo irán modificando cada anécdota para ajustarla al relato exigido por el viajante. El hechizo será potente y ponzoñoso, el engaño será preciso para que la víctima no descubra jamás el truco.
Vivirá entonces el sentenciado una vida alumbrada por el farol de viejos
relatos, generando de esa manera una inmensa sombra que será su presente. Morirá
en el recelo de historias deformadas y mentirosas, entre frases del tenor de
“si usted me hubiera visto en aquellos años…” o aquella otra “porque en mi
época…” A partir de allí toda forma será engaño, todo brillo el de una estrella
muerta. No habrá nunca posibilidad de pensamiento para aquel olvidado en el
laberinto de la memoria. Pensar es olvidar diferencias, es conseguir la
capacidad de abstracción. De todas
maneras, siempre estaremos tentados al recuerdo porque el olvido lastima. El
olvido nos propone empezar de nuevo, genera movimiento, entrega al cuerpo para
que las cosas sucedan. Recordar nos protege de próximos fracasos, presiente
antes de amar haciendo de esa apuesta un barato juego de naipes, un negociado
inescrupuloso donde las partes protegen intereses. Nada bueno lograremos
cayendo en el sinuoso laberinto del recuerdo. No habrá premio para aquella
aventura. No volverán jamás las canciones, los poemas, los amigos ni los
amores. La única manera de reencontrar un amor perdido es en otra persona.
Buscar personas y tiempos que ya han pasado es una actitud demencial que
conduce a la perdición. Bien sabemos que este viaje será arduo y complejo, es
por eso que hemos decidido llevar aquella luz de nuestra existencia bien pegada
a nosotros, iluminando nuestro aquí y ahora. Solo de esa forma tendremos la oportunidad
de girar nuestra mirada para observar el camino transitado y ya sin correr
ningún peligro, lejos de toda nostalgia, ver el largo viaje hacia la noche.
Lucas
Itze.-
Canción
elegida para la editorial
IMPRESIONES SOBRE LARGO VIAJE A LA NOCHE
Un día como cualquier otro, caminaba junto a un amigo por el microcentro porteño. De repente, entramos a esos juegos de realidad virtual. Casi sin pensarlo, mi respiración se agitaba. Tenía un arma en la mano y alguien nos perseguía. El lugar era muy oscuro. Había caños y caminos enchapados por doquier. Luces de neón verdes y rojas eran la poca iluminación que tenía. De pronto giré hacia la derecha y vi a mi compañero de viaje correr para un lado. Como si ya lo hubiese vivido antes, le grité para que vaya para el lado contrario. En ese momento sentí que eso lo había visto o soñado alguna vez. ¿Cómo iba yo a saber de ese peligro si nunca realmente estuve allí? Mis pensamientos hicieron que quede paralizado en la escena. Luego de unos minutos deambulando por ahí, la imagen se fundió a negro y otra vez estábamos en las calles porteñas. De repente el sonar de un teléfono le dio fin a la historia. Todo había sido un sueño, pero… yo sentía que lo había soñado antes, sino… ¿Cómo saber de dónde iba a venir el enemigo para dar aviso a mi compañero? ¿Por qué parecía haberlo vivido? Este mismo amigo recuerdo que contaba que él pensaba en algo y a la noche soñaba con eso, cosa que claramente no le creíamos. ¿Y si era verdad? Total, los sueños son sumamente propios. El amigo Freud fue quién empezó a interesarse por ellos. Uno de sus mayores descubrimientos fue que los individuos padecen de emociones enterradas en el subconsciente y que estos ascienden a una superficie consciente durante los sueños que cada uno tiene. Según su interpretación, en primer lugar, para lograr interpretar los sueños, se deberá descomponer el relato en diferentes partes y realizar preguntas (¿Quién había en el sueño?, ¿Qué enfrentaba?, ¿Cómo me siento con ello?) y al final se revelará el sueño como una realización de deseos propios, conocido como "deformación onírica”.
El tiempo, además, en los sueños es infinito. Es allí donde uno hace y deshace las horas a su antojo. Allí no miraremos el reloj continuamente, y aunque no lo crean, eso es un triunfo. Y la memoria, ¿Qué papel juega en todo eso? ¿Cuánto de ese subconsciente está abrazado directamente a la memoria? A lo largo de estos años hemos traído este tema muchas veces. Y todavía le seguimos dando vueltas. Sueños, tiempo y memoria. Tres palabras que siempre suelen estar conectadas. Así como las conecta el talentoso Bi Gan en su film Largo viaje hacia la noche (que nada tiene que ver con la obra de Eugene O´Neall). El cineasta chino nos trae la historia de Luo Hongwu, quien regresa a Kaili por el funeral de su padre, para comenzar la búsqueda de una mujer que amó y no pudo olvidar: Wan Quiwen. Bi Gan nos lleva por un viaje hipnótico, donde la música, las imágenes y los colores se unen para embellecer la pantalla. ¿Entendemos lo que estamos viendo? No del todo, pero seguimos ahí y eso es un punto a favor. El film estará dividido claramente en dos partes. Esa primera parte durará un poco más de una hora, notaremos que el guión no será lineal y viajaremos del presente al pasado todo el tiempo, por lo que hablamos también de una estructura circular, algo que quedará confirmado con el travelling final. Conoceremos a esos dos amantes y también a otros personajes que serán parte de la historia, como Wildcat, un ladrón y amigo de Luo por el que comenzará todo el drama. La memoria será la protagonista de todo ese desarrollo. A través de lo poco que recuerda de Wan, Luo intentará encontrarla de alguna forma. Habrá algo de Wong Kar-Wai en cada fotograma. El verde será el color protagonista por tres elementos claves de la historia: un reloj, un libro y un vestido. El rojo será el otro color que resalte. La lluvia incesante, hasta en lugares techados, creará una atmósfera pesada y densa, como si estuviera en La Zona de nuestro amigo Tarkovski.
Los planos fijos y los planos generales tendrán una perfección absoluta, habrá algunos primeros planos bellísimos y tristes a la vez. La música será la musa perfecta para la combinación audiovisual. Seguiremos en ese comienzo a Luo sin entender mucho de lo que pasa. Sabremos, eso sí, que, si una manzana aparece, una lágrima caerá por alguna mejilla. Detalles que trataremos de descifrar a lo largo del metraje. A borbotones tendremos que ir juntando información de Luo. Trabaja en un casino y se da a entender que está familiarizado con el crímen organizado. Wan, su amor perdido, era la mujer de un gángster llamado Zuo, quien además asesinó a su amigo Wildcat por no cumplir una entrega. Esa vieja historia se mezclará con el recorrido actual donde nuestro amigo visita su viejo barrio y los recuerdos empiezan a aparecer. Ciertos lugares y objetos aparecerán para darle importancia al relato: el restaurant de su madre, el cine, un libro de poesías de portada verde, una foto con un agujero, las manzanas que nombramos anteriormente… El tiempo se deforma y se trasforma y por momento nos perdemos, pero que importa, el juego ya lo estamos jugando. Otra vez un reloj, en esa metáfora del tiempo, servirá para iniciar el otro viaje de Luo, cuando encuentre un número de teléfono y una foto de Wan. Su búsqueda será incesante en otro pueblo donde parece que siempre es de noche y la lluvia no para nunca.
Se encuentra con una prostituta que le dice que espere en un cine.
Luo se pone sus anteojos 3D y… el título de la película comienza. Asistiremos entonces
a aproximadamente 59 minutos de una de las cosas más bellas, hipnotizantes y
perfectas que dio el cine. Será un viaje en un plano secuencia que nos llevará
con Luo a recorrer esa noche. ¿Lucimiento egocéntrico o un recurso expresivo?
Pueden ser las dos, o ambas a la vez. “La diferencia entre cine y memoria es
que las películas siempre son falsas. Están compuestas por una serie de
escenas” nos había anticipado nuestro protagonista. Aparecerán personajes que
nos recordarán a otros, pero ni nosotros ni el protagonista tendremos la
respuesta final. Nos meteremos en una mina abandonada, nos subiremos a una moto
y luego a una aerosilla, para terminar en un pool o recorriendo pasillos de ese
pequeño pueblo. Lo veremos desde la tierra, pero también desde el cielo,
volando por sobre esos techos. Aquí ya no hay lluvia y las luces le dan un poco
de vida al lugar. La cámara seguirá todo hasta que se apague la última chispa
de una bengala. Nos quedaremos pensando si ese final es todo producto de un
sueño. O si todo en definitiva lo fue. O que parte de eso será relativo a la
memoria. Capaz no tendremos muchas respuestas, aunque, en definitiva, lo
importante fue ser parte de ese onírico viaje.
Marcelo
De Nicola.-
Canción
post impresiones
UNIVERSO BI GAN
Bi Gan nació en la ciudad de Kaili en la provincia de Guizhou en junio de 1989. Durante sus años universitarios, Bi vio Stalker de Andrei Tarkovsky, y luego declaró en una entrevista: "El cine puede ser diferente [de las películas convencionales]; puedes hacer lo que quieras. Lo que había visto hasta ese momento eran principalmente películas de Hollywood. Lo que me enseñaron fue bastante aburrido". Debido a esta película en particular, decidió dedicarse al cine. "Antes de eso, mis padres y mis parientes pensaron que me quedaría sin trabajo después de graduarme porque no quería hacer nada". En 2010 realizó el cortometraje de ficción South, que ganó el primer premio en el Festival de Cine "Guang Sui Ying Dong" (La luz sigue el movimiento de la sombra), patrocinado por la universidad. Dos años más tarde, en 2012, realizó un cortometraje en blanco y negro, Diamond Sutra (también conocido como El poeta y cantante), que presenta una historia de asesinato en un pequeño pueblo aislado en la montaña. La película recibió el Premio de Mención Especial de la 19.ª Ifva de Hong Kong (Incubadora de Cine y Medios Visuales en Asia), un premio organizado por el Centro de Artes de Hong Kong, y se ubicó entre los 10 primeros en el 9º Festival de Cine Independiente de China en Nanjing. En 2015, el largometraje debut de Bi, Kaili Blues, escrito por él, le dio al director emergente una mayor exposición. La película obtuvo el premio al Mejor Director Revelación en la 52.ª edición de los Golden Horse Awards, el Premio FIPRESCI, el Premio Montgolfiere de Oro en el 37º Festival de los Tres Continentes de Nantes, y la Mejor Ópera Prima Premio en el 68.º Festival de Cine de Locarno.
Kaili
Blues nos narra qué en la mística y subtropical provincia de Guizhou, hay una
pequeña clínica donde trabajan dos doctores de vida tranquila. Uno de ellos,
Chen Sheng, debe viajar para ir a buscar a su sobrino, que ha sido abandonado
por su padre. Durante el viaje, Chen Sheng para en un lugar llamado Dang Mai,
donde el tiempo parece haberse detenido y donde la vida de sus habitantes es un
misterio. En 2017, Bi escribió y dirigió su segundo largometraje, Largo viaje hacia la noche,
protagonizado por Tang Wei, Huang Jue, Sylvia Chang y Lee Hong-chi. La película
también tiene su sede en la provincia de Guizhou y se estrenó en 2018. Su
último trabajo también es un corto titulado Una historia corta.
FICHA TÉCNICA
Título original: Di qiu zui hou de ye wan
(Long Day's Journey Into Night)
Año: 2018
Duración: 133 min.
País: China
Dirección: Bi Gan
Guion: Bi Gan
Reparto: Sylvia Chang, Yongzhong Chen, Jue
Huang, Lee Hong-Chi, Meng Li, Wei Tang
Música: Lim Giong,
Point Hsu
Fotografía: Dong Jingsong, David Chizallet,
Yao Hung-i
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