martes, 25 de octubre de 2022

EL CHACAL DE NAHUELTORO DE MIGUEL LITTÍN

PROGRAMA 387 (14-10-2022)

 

SINOPSIS

 

Basado en un suceso real acaecido en la región sureña de Chillán en 1960, relata la historia de un campesino analfabeto que, en estado de embiaguez, asesinó a la mujer con quien mantenía relaciones y a sus cinco hijas. (FILMAFFINITY)

 

EDITORIAL

 

Me ahoga la pena de seguir viviendo. ¿Será el mundo el que me transformó en monstruo? Mi pena capital es seguir cumpliendo años cuando otros ya no lo pueden hacer. Encerrado entre cuatro paredes las imágenes van y vienen. Mi mente está borrosa. Sólo el olor a sangre me trae de vuelta. Y me despierto queriendo vomitar mi pasado. Nombres que susurran mis oídos. Pero mis labios no se animan a pronunciarlos. No se escribirlos, nunca lo supe. La educación jamás se cruzó en mi camino. Qué clase de animal soy me pregunto a menudo. Quizás lo que hicieron de mí. No lo sé. No tengo excusas, tampoco motivos. Soy lo que soy. El monstruo que por las noches se esconde en esa oscuridad de la que no quiere salir. Las palabras ya no me salen. Mis andrajosos pies se balancean sin sentido. Días, meses, quizás años. Pero tampoco lo sé. 



Digo... ¿se me curará esta locura? Ni se si estoy loco, si tampoco se quien soy. Y gente que viene y que va. Y preguntas buscando respuestas. Historias entrecruzadas que tejen cientos de vulgares episodios. Aunque en ninguno cambiará el final. Está todo escrito. El perverso guionista se salió con la suya. Guionista... palabra que desconocía hace tiempo atrás. Antes hubiese dicho Dios o el Señor y listo. Pero hay más titiriteros en esta reunión. Todos buscan saldar futuras deudas. Todos encontrarán un héroe o un demonio. Ahí estará también la locura. Una palabra cambia todo. Mientras yo sigo así, sentado con los ojos vendados. Unas voces dan indicaciones. Unos gritan, otros callan. Y yo acá, sentado frente a ellos, esperando de una vez que descarguen el maldito fusil.

 

Marcelo De Nicola.-

 

Canción post editorial

 


IMPRESIONES PARA EL CHACAL DE NAHUELTORO

 


Es bien conocido por todos nosotros aquel dicho del finado Darwin donde afirmaba que, en el proceso de selección natural, algunos mueren y otros se adaptan. Es decir que la lucha por la existencia dentro de un ambiente inestable, cambiante, genera alteraciones orgánicas en el curso de las cuales sobreviven solo los más aptos, quienes de este modo transmiten a sus descendientes las modificaciones que han sido exitosas. Se ha hecho una lectura, y en la actualidad algunos la continúan haciendo, del desarrollo de las sociedades utilizando esta teoría darwiniana que declara tal como hemos comentado, la supervivencia del más apto, lectura inescrupulosamente defendida, claro, por aquellos que se consideran pertenecientes a aquel grupo de elite, a aquella raza prevaleciente distinguida como la más capaz de subsistir. Alguna vez Malthus dijo aquello de que la población crece más rápido que los recursos y en consecuencia de ello, se produce una lucha por la existencia. Podemos cuestionarnos con sinceridad en esta instancia entonces ¿qué es lo que nos distingue como los más aptos, los más capacitados para desarrollarnos en este medio? ¿Dónde nacen las diferencias sobre las que se decide quienes quedan fuera y quienes adentro, quienes gozan de los privilegios y quienes son arrojados al oscuro margen del descarte social? El hombre en su estado natural nació libre, pero sin embargo está encadenado. Su vida en sociedad le ha puesto cadenas, hablo de las cadenas de la propiedad privada, las cadenas de las leyes, las cadenas del poder arbitrario que ejercen algunos pocos hombres, aquel fatal 1 por ciento, sobre las mayorías. 



De este modo, podemos afirmar que la sociedad civil es ilegítima por la simple razón de que es injusta. Decía el sociólogo William Samner que la disputa real en el ámbito social se da entre dos modelos bien claros y antagónicos, siendo el primero de ellos: libertad, desigualdad y supervivencia del más apto y el segundo: no libertad, igualdad y supervivencia del menos apto. Supuestamente, el primero de los modelos llevaría a la sociedad al progreso dando lugar y oportunidades a sus mejores miembros, mientras que el segundo, la atrasaría, ya que favorecería a los miembros más bajos de la misma. Sería interesante, aunque controversial, lograr definir aquí la idea de progreso para una sociedad determinada. Entiendo, desde mi humilde lugar, que una sociedad progresa, crece y avanza cuando logra construir un estado presente capaz de intervenir con sus herramientas para garantizar la libertad, la justicia social y la soberanía de su territorio. En aquel progreso, claro, no hay mejores ni peores, no hay una concepción binaria de la vida sino un comprometido reconocimiento de las desigualdades, de las diferencias y una clara visibilización de las minorías. Decía Rousseau en su texto El contrato social, que existe la posibilidad de una reconciliación entre la naturaleza y la cultura: el hombre puede vivir en libertad en una sociedad verdaderamente igualitaria. El problema fundamental es “Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con toda la fuerza común proporcionada por la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos los demás, no se obedezca más que a sí mismo, y permanezca, por tanto, tan libre como antes”. 



Agregaba más adelante: El pueblo, partícipe de la soberanía, es también al mismo tiempo súbdito, y debe someterse a las leyes del Estado que el mismo pueblo, en el ejercicio de su libertad, se ha dado. Se concilian así libertad y obediencia mediante la ley, que no es sino concreción de la voluntad general y alma del cuerpo político del Estado. El film El Chacal de Nahueltoro relata la historia de un personaje que transita y padece algo similar a lo que este divague de ideas quiere graficar. El campesino Jorge del Carmen Valenzuela Torres será el protagonista de esta difícil trama que expone claramente desde su contenido estético y la construcción de su guión, el funcionamiento violento de una sociedad que excluye, estigmatiza y se organiza de acuerdo a una representatividad que parcializa su accionar e intenciones en el cumplimiento propio de una moral preocupada por los intereses de unos pocos. La estructura dramática será no lineal y recurrirá a la herramienta del racconto para reconstruir las distintas etapas de la vida del protagonista. El relato estará armado en capítulos que serán desarrollados con una estética similar al docu-ficcion. Habrá tomas que simularan ser documentos audiovisuales televisivos, falsas entrevistas, cámaras movidas debido a la furia engendrada por una movilización de ciudadanos. Miguel Littin junto con su director de fotografía Héctor Henríquez optarán por una paleta en tonos de grises que nos recordará al neorrealismo italiano o a aquellas primeras películas de nuestra querida Nouvelle Vague. El film poseerá un grupo de actuaciones hiperrealistas, trabajadas cuidadosamente desde el sentido de verdad y la organicidad dentro de los espacios escénicos, los cuales, vale aclarar, son las locaciones reales donde los hechos ocurrieron. 



Jorge del Carmen Valenzuela Torres será el asesino femicida que protagonizará esta historia, será quien dará muerte de la manera más horrible a una mujer y sus cinco hijas. Será victimario, pero también víctima de una sociedad violenta y despiadada, de un estado ausente, que aún en sus carencias y de manera incomprensible hasta para él mismo, logrará darle un lugar y (lo que comúnmente suele llamarse) rehabilitarlo. Torres irá preso y en la cárcel asistirá a la escuela y aprenderá un oficio por primera vez en toda su vida. Se arrepentirá y tomará la dimensión real de la crueldad de sus actos. En “El orden del discurso” Michel Foucault se pregunta: ¿Qué es después de todo un sistema de enseñanza sino una ritualización del habla; sino una cualificación y una fijación de las funciones para los sujetos que hablan; sino la constitución de un grupo doctrinal cuando menos difuso; sino una distribución y una adecuación del discurso con sus poderes y saberes? En aquella adecuación desembocara Torres y logrará así cuadrar dentro de la sociedad que anteriormente lo estigmatizó y excluyó bajo el triste argumento de la supervivencia del mas apto. Como dijimos al comienzo de esta charla, los menos aptos, los más débiles, aquellos con menos herramientas y recursos, perecen en post del progreso y esa será la suerte de Torres, quien inicialmente sufriera a la sociedad y su estado por su exclusión para finalmente padecer sus contradicciones. Luego de reinsertarlo y convertirlo en un ciudadano, le aplicará la ley capital como pena, entre las lágrimas mismas de quienes lo condenaron. Esto me recuerda aquella entrevista a Jorge Luis Borges del año 1985 cuando el poeta y escritor es consultado respecto del juicio a la junta militar responsable de la última dictadura vivida en el país. Dice Borges: Es de curiosa observación que los militares, que abolieron el Código Civil y prefirieron el secuestro, la tortura y la ejecución clandestina al ejercicio público de la ley, quieran ahora acogerse a los beneficios de esa antigualla y busquen buenos defensores. No menos admirable es que haya abogados que, desinteresadamente sin duda, se dediquen a resguardar de todo peligro a sus negadores de ayer. Aquel Borges, que tanto amamos, criticando la dictadura que abiertamente apoyó. Una dictadura que cobardemente se esconde detrás de un sistema que perversamente desarmó. No hay dudas, siempre revelamos a lo que estamos sometidos. 

 

Lucas Itze.-

 

Canción post impresiones

 


UNIVERSO LITTÍN

 


Miguel Littín nació en Palmilla, Provincia de Colchagua el 9 de agosto de 1942. En 1963 empezó a trabajar en cinematografía como asistente de dirección de Yo tenía un camarada, la primera película de Helvio Soto, director con el que también colaboró como actor en la cintas El analfabeto (1965), Ana (del mismo año) y Mundo mágico (este último, un episodio del largometraje El ABC del amor, de 1966). Debutó como director con Por la tierra ajena (1965). Este filme, basado en una canción de Patricio Manns, aborda el tema de la pobreza y la infancia con una estética influenciada por Dziga Vertov en el montaje de Fernando Bellet. Su consagración llegó cuatro años más tarde, con su primer largometraje con El Chacal de Nahueltoro. Memoria Chilena destaca que "la película impactó a Chile no solo en términos de taquilla, sino también en términos sociales y políticos. En la obra, Littín denuncia la marginalidad del campesinado y el absurdo accionar de la justicia". En 1971, cuando Salvador Allende asumió el poder, designó a Littín presidente del directorio de la empresa estatal Chilefilms. Durante esos años del gobierno de la Unidad Popular, junto con sus labores ejecutivas, realizó algunos documentales como Compañero presidente y el largometraje La tierra prometida, que sería terminada y estrenada en el exilio. A raíz del golpe militar de septiembre de 1973 —que, encabezado por el general Augusto Pinochet derrocó al presidente socialista Salvador Allende— y el establecimiento de la posterior dictadura, tuvo que salir exiliado ese mismo año, primero a México y posteriormente a España



En 1976 ganó el Premio Ariel a la mejor dirección por su película Actas de Marusia (1975), sobre la represión de una compañía extranjera a un grupo de mineros por la que también fue nominado en el Festival Cannes y al Oscar para el galardón a la mejor película. En 1978 rueda El recurso del método, donde vuelve a recibir una nominación en Cannes. En 1979 adapta una novela de su amigo Gabriel García Márquez, quien co escribió el guión del film La viuda de Montiel. Se va a Nicaragua donde en 1982 filma Alsino y el cóndor, sobre la guerra y la revolución sandinista en dicho país, otra vez fue nominado al Oscar a mejor película extranjera



En 1985 Littín regresó clandestinamente a Chile para filmar una crónica sobre la dictadura que se llamó Acta general de Chile y fue estrenada al año siguiente. Este documental inspiró a Gabriel García Márquez a escribir Las aventuras de Miguel Littín clandestino en Chile, libro que se transformó rápidamente en un superventas. Posteriormente, y ya en su país natal, retornó a la temática latinoamericana con Sandino de 1991, que narra un período de la vida del líder revolucionario nicaragüense Antonio Sandino. Tres años más tarde dirigió Los náufragos, sobre las desapariciones durante la dictadura de Pinochet. 



En 2000 retomó el estilo de epopeya popular con Tierra del Fuego, ambientada en el Siglo XIX. En 2001 dirige el documental Crónicas palestinas y cuatro años después llega La última luna, sobre dos amigos, uno palestino y otro judío, que viven en la Palestina de 1914. En los últimos años estrenó Dawson. Isla 10, documental basado en las memorias homónimas de Sergio Bitar sobre ese famoso campo de concentración chileno. En 2013 dirigió junto a Andrés Wood la miniserie Ecos del desierto en conmemoración de los 40 años del Golpe de Estado en Chile. Su último film es Allende en su laberinto, sobre lo que pasó el 11 de septiembre de 1973 en Palacio de la Moneda, antes del golpe de Estado y posterior suicidio del ex presidente chileno. Además, ha escrito dos novelas “El viajero de las 4 estaciones (1990)”, la historia de su abuelo materno griego y “El bandido de los ojos transparentes (1999)”. Littín fue alcalde de Palmilla, su ciudad natal, durante el periodo 1992-1994 y reelecto para el periodo 1996-2000. Fue director académico en la Escuela de Cine de Chile y en 2016 asumió la dirección del Instituto de Altos Estudios Audiovisuales en la Universidad de O'Higgins, en Rancagua.

 

FICHA TÉCNICA

 

Título original: El chacal de Nahueltoro

Año: 1969

Duración: 88 min.

País: Chile

Dirección: Miguel Littin

Guión: Miguel Littin

Música: Sergio Ortega

Fotografía: Hector Rios (B&W)

Reparto: Nelson Villagra, Shenda Román, Luis Melo, Ruben Sotoconil, Armando Fenoglio, Marcelo Romo

 

PELÍCULA COMPLETA

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